Voy a escribir esta carta,
porque mañana es tu día...
Aunque yo la escribo a diario,
princesa, amada mía...
Dulce pimpollo de rosa,
agua fresca y cristalina,
trino de pájaro libre,
rumor del río escondido...
Que te digo en esta carta,
que no sepas niña mía,
que te quiero con el alma,
más y más con cada día...
Que le agradezco a Dios santo,
el hecho de tener vida,
tan solo por conocerte,
o el haberte visto undía...
¿Recuerdas la vez primera,
cuando mis manos tenías,
prisioneras de las tuyas?.
Que me amabas me decías...
Recuerdo que me enseñaste,
a querer y a honrar la vida,
a ser sincero y ser franco,
a aborrecer la mentira...
A pelear por lo que amo,
a mostrar una sonrisa,
por más que el mundo allá afuera,
se convierta en gris cenizas...
Me enseñaste a ser un hombre,
y un caballero en la vida,
sin armadura, ni escudo,
pero con el alma limpia.
Me enseñaste que ser hombre,
no es sinónimo de hombría,
y ser macho no es ser hombre,
llorar no es solo de niñas...
Que la mujer es una luz,
que la palabra es valía,
que si no honras tu palabra,
pierde sentido la vida...
Que amor es una palabra,
pero también es caricia,
pero también es recuerdo,
fidelidad y alegría...
Que nunca seré perfecto,
y que sentido tendría,
con los errores aprendes,
levantarte en  las caídas...
Ahora mi niña amada,
aunque no estés este día,
tu imagen y tus palabras,
las guardo en mi alma bendita...
Aunque no estés, aún estás,
no muere quien no se olvida,
vos vivirás para siempre,
en mi pecho...madre mía.
Yo te ofrezco esta oración
esta canción y poesía...
Mis acciones y mis sueños,
y hasta el nombre de mi hija.
Ella se llama igual a vos,
tiene tu fuerza y tu risa,
tiene el color de tus ojos,
se te parece mamita...