El prncipe que mat a su amante
Publicado en Oct 23, 2010
1. Había una vez en La Isla De Los Machos, un joven y malvado príncipe muy enamoradísimo y fiestero. Su padre, el rey, estaba muy anciano y sufría de la enfermedad de Alzheimer. Al pobrecito soberano lo tenían confinado en una de las habitaciones del palacio y atendido por una enfermera contratada por el príncipe. Esta enfermera le abastecía de somníferos al desmemoriado anciano para que estuviera dormitado casi todas las horas del día. Así que nuestro rudo y perturbado alteza hacia lo que le salía de sus cojones en toda la comarca. Constantemente se la pasaba de fiestas e fiesta. Compraba las encantadoras bebidas y licores del mundo a cuesta de los numerosos impuestos que le imponía a su reino. Los jodidos habitantes vivían en la extrema pobreza mientras su hermoso príncipe gastaba el dinero en la cocaína más pura, los kilos de marihuana y todas la anfetamina que podía meterse por su enrojecida y arrebatada nariz. Invitaba a sus fiestas de palacio a todos los riquillos apetecibles que iba conociendo en sus viajes al exterior, incluyendo mafiosos, hijos de presidentes, actores porno y modelos de revistas famosas. Estos chicos venían desde países distantes y de los rincones más alejados del planeta. Le gustaba ir de cacería humana a los países capitalistas, socialistas, comunista, y sobre todo, tercermundistas. Sólo buscaba machos vírgenes y jóvenes. Quiero decir que el aberrado soberano tenía una larga lista de más de cien mil individuos que habían recorrido su cuerpo musculoso y definido, principalmente sus siliconadas nalgas. ¡Ay de aquel chico que se resistiera a sus encantos! Para quedar bien con la sociedad, se había casado con una princesa de un país vecino. La pobre era tan fea que pensó que nunca se casaría y el príncipe, que no era pendejo le hizo el favor. Invitaba también a sus fiestas a bellas modelos y actrices por eso de estar a la moda. ¿Quién iba a decir que el varonil y apuesto monarca, quien aparecía en las portadas de las mejores y cotizadas revistas le patinaba la reversa? ¡No, carajo, era un macho de siete suelas como esos que aparecían en las películas del oeste! Bueno, hasta que aparecieron aquellos dos maricones en la famosa película “Secreto en la montaña”. 2. Un tarde nuestro encantador y ninfomaníaco joven se encontró con este hermoso mulato a la salida de un bar de mala muerte en un país del Caribe, donde no te voy a decir cuál es… El mulato vendía botellitas de aguas para calmar la sed de los trasnochados turistas y paisanos. Sinceramente te dijo, que ofrecía sus botellitas de agua a los muchachos que salían endrogados de la barra. El príncipe quedó embobado con los encantos físicos de este caribeño y se lo llevó a su comarca; lo educó en idiomas, cultura, moda, etiqueta, y sobre todo en el arte del sexo y las posiciones del Kamasutra. Aquellas favoritas del enfermito marica tales como: la carretilla, la hamaca, el molde, el trapecio, el tornillo, la sorpresa y la fusión. ¿Por qué este monarca quedo tan impresionado con el chico? Su nuevo sirviente era muy agraciado con lo que sus dioses africanos le habían dotado entre sus negras piernas: una gorda morcilla de 21centimetros de largo. Sí, mucho más grande que aquella pinga de la pobre travesti en la película española “Veinte centímetros”. Dijo pobre, porque ella no estaba conforme con lo que su dios le puso en el cuerpo y deseaba cortárselo. 3. El mulato sirviente supo como complacer a su amo. Con sólo mostrarle su abultado paquete el monarca quedaba arrodillado a sus pies y pasaba de ser amo a siervo… ¡Placer que el príncipe recibía! Y no solamente el rico maricon, sino muchos de los invitados que asistían a sus festejos! Quiero decirte que a este encantador príncipe le gustaban las orgias sazonadas con alcohol, drogas, rituales sadomasoquistas y todo lo que su imaginación podía crear. El pobre sirviente no tuvo remedio. Tenía que seguir órdenes. 4. Sucedió que una noche, víspera del Día de la Brujas, en el palacio, como de costumbre, hubo una gran fiesta de mascaras. El príncipe se vistió de Superman e hizo disfrazar a su sirviente de Robin. El paciente Robin (dijo sirviente) esperaba su entrada a la espectacular orgia programada para el cierre de la fiesta. Se sentó en una de las sillas del jardín real. Allí conoció al chofer de una de las actrices invitada, y casualmente, este otro joven era de la misma isla caribeña. Los dos hablaron durante largo rato de su país, de la contaminación, el calentamiento global y hasta de la mala película que había protagonizado la actriz, jefa del chofer. ¡Qué placenteros momentos pasó el dócil sirviente hablando de las cosas sencillas de la vida! ¡Cuántos hermosos recuerdos de su natal isla le llegaron a su mente! Se transportó mágicamente a su pueblito de antaño, y deseó ser libre de nuevo. Olvidó por ese rato a su amo y todo lo que le exigía hacer. Por muchos años le amenazaba con matarle sino le obedecía o si huía del palacio. 5. El príncipe se enfureció cuando no lo vio salir en el baile que le había ensayado para hacer su entrada triunfal a la orgia. Buscó uno de sus palos de golf y salió al jardín. Lleno de celos y al verle sonreír con el chofer, le cayó a golpe con el metal, mientras el pobre sirviente se desplomaba al suelo ante las miradas atónitas de los invitados. Golpes y patadas, patadas y golpes… Solamente se escuchaba la leve voz del chico que le decía a su amo: ___“Lo que usted ordene su majestad.” 6. Hoy el príncipe criminal cumple larga condena en una cárcel de otra comarca. En las noches se le escucha gritar, mientras unos de los peligrosos presos (el hombre más fuerte de todos y el del pene exageradamente más grande en la prisión) le penetran duramente hasta hacerle sangrar su culo viejo y enrojecido… Algunos dicen que entre alaridos y gritos el monarca dice: ___ “Lo que usted mande mi majestad.”
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Verano Brisas