Trabajadores golondrina
Publicado en Nov 01, 2010
El destartalado camión, sube la cuesta con esfuerzo. En el viejo acoplado se hacinan hombres, mujeres y niños.
Son los trabajadores golondrinas, familias completas, hombres, mujeres, solos o con sus hijos que van en procura de la escasa paga que obtendrán por su dedicación exclusiva, mientras dura la cosecha. En general, son personas jóvenes, sin capacitación laboral, la mayoría analfabeta o con escasa instrucción. Esto los coloca en una situación desfavorable, en la que el esfuerzo físico y la resistencia personal, son las condiciones exigidas por sus empleadores. Desde las provincias más pobres, se movilizan las migraciones estacionales que aumentan al acercarse la época de las cosechas. Muchos van por primera vez y la falta de mejores oportunidades, los obliga a engancharse con malas e informales condiciones laborales, magros ingresos y la inclusión de sus propios hijos, a los que se les asignan tareas iguales a las de sus mayores, transgrediendo la prohibición del trabajo infantil. El desarrollo creciente y sostenido de las economías regionales, demanda y absorbe la mano de obra estacional. El alto valle de Río Negro, en Argentina, con su producción frutícola de exportación y consumo interno, la vitivinicultura en la zona de Cuyo, las cítricas en la Mesopotamia, la oliva en La Rioja y Catamarca, Cítricos de exportación en Tucumán, arándanos en Entre Ríos y norte de Buenos Aires. En La Patagonia la producción de frutos rojos, cerezas, frambuesas y frutillas ha triplicado la demanda de trabajadores golondrina. El algodón y las oleaginosas que requerían un arduo trabajo personal, se hace con maquinarias que reducen la mano de obra a la supervisión y control de las mismas, lo que produjo la expulsión de cosechadores que fueron absorbidos por otros rubros en las economías regionales. Gitanos, en los caminos, los rostros curtidos, marcados demasiado pronto por las inclemencias del sol y el frío, acostumbrados a una vida que sólo les ofrece una perspectiva de sacrificios y rudos y agotadores trabajos, en condiciones precarias. Nacen, viven, procrean y mueren sin conocer otra. La única esperanza de cambio, está en la educación y la concientización de su valor como seres libres que deben hacer valer los derechos que los asisten para desarrollar todas sus capacidades, un comienzo para alejarlos del abandono, la desidia y los vicios, muy convenientes para quienes los explotan.
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