Doa Ins y "La Paca" (Novela). Captulo 14.
Publicado en Nov 17, 2010
Prev
Next
El ramo de flores de la mañana siguiente ya era una declaración de amor sin ningún titubeo. Quien fuera la persona que le estaba regalando todos los días flores ya no disimulaba sus sentimientos.
- Doña Inés. ¡Está totalmente enamorado de usted!. ¡Son rosas rosas rojas y las rosas rojas, unidas con ese corazón y esa S pintados de rojo también, sólo tienen una única significación: AMOR con mayúculas y, además... ¡hoy lo ha acompañado todo con un Acróstico. ¡Mirelo por usted misma!.
Inés, que había dormido profundamente, abrió los ojos. Vio, en primer lugar, un enorme ramo de rosas rojas brillantes. Las más brillantes rosas rojas que había visto en su vida. Miró la cara agradable de su veterana empleada de hogar. Se fijó en el corazón y la S dibujados con rotulador rojo, más rojo que nunca. Y observó la nota que le entregaba Clarisa. En efecto, era un Acróstico:
Aunque muera por tu querer
Moriré dándote todo
Otra vez eres mi modo
Rodeando todo tu ser.
- ¡De verdad que es amor con rotundidad, Clarisa!. Pero... ¿cómo poder encontrarle?. ¿Quién es?. ¿Por qué no viene a mi encuentro personalmente?. Estoy segura de que ya sabe que Antonio no es nada para mí. Estoy totalmente segura de que sabe que le amo. Entonces... ¿por qué no se acerca y me lo dice aunque sólo sea a través de un beso?. Puede ser tímido y pensar que le voy a rechazar... pero sin embargo es demasiado valiente para tener miedo. Entonces... ¿por qué no acude a mi llamada?.
- Tengo una teoría que me parece acertada, Inés. Ese hombre es tan noble que sabe lo de tu hijo. Sabe que ya le quedan sólo 2 días de vida a Miguelito y respeta todo eso para no acercarse a ti mientras Miguelito esté vivo o, quizás esté esperando a ver qué sucede el día 14 de mayo en la corrida de toros. No piense ya más en el asunto ni te agobies ni te acongojes... ¡pronostico, por mi pálpito personal de mujer avezada en eso de los amores que pronto... más pronto de lo que tú crees, te va a conocer!. Así que alegra esa cara tan bonita que tienes, que esta mañana ha comenzado con mucha luz. Yo que tú saldría a dar una vuelta a algún lugar; a distraerme sanamente.
- ¿Estás dispuesta a darte una vuelta conmigo hasta la Playa de Calahonda?.
- ¡Por supuesto que sí, Doña Inés!.
- Llámame solo Inés. De verdad que me ha vuelto la alegría ese hombre de las flores. Así que ponte el bañador que nos vamos directas a la Playa de Calahonda. Y después pasearemos a caballo, en bañador para lucir nuestros cuerpos, hasta la ciudad de Marbella. Tengo ganas de gozar y soñar que ya estoy junto a él. Quiero saber que reacción provoco entre los hombres; no por morbo, Clara, que sabes que no lo hago por ningún tipo de morbosidad... sino por saber si es verdad que gusto tanto a los hombres. Quiero sentirme viva, más viva que nunca... y libre, más libre que nunca. Hoy es día 9. Voy a pedirle a don Alipio Sánchez, a Clarisa y a mi madre, si me hacen el favor de estar todo el día pendientes de Miguelito y, si ocurriese algún incidente fuera de lo normal, que me llamen urgentemente por el móvil para regresar a casa rápidamente.
- No va a suceder nada... Inés... y me voy contigo aunque sea al final de la Tierra. Además tu madre también estará de acuerdo.
- Pero no quiero que se enfade conmigo.
- No se va a enfadar. Es la primera persona que piensa en tu felicidad. Le duele la muerte de su nieto pero sabe que tú tienes todavía muchos años por delante para darla tantos nietos y nietas como ella quiera. Ya se acabó la nostalgia. Yo te digo que cuando el hombre de las flores te vea pasar montada a caballo y sólo vestida con el bañador... y estoy segura de que te verá porque lo presiento muy cerca de aquí... se enamorará de ti todavía mucho más. Así que voy a avisar a tu madre de que tú y yo nos vamos todo el día fuera. En realidad la Playa de Calahonda y Marbella están tan cerca de aquí que para nuestros caballos será sólo un suave paseo.
- Pero esta vez no quiero ir acompañada de Moncho. Esta vez quiero que los hombres me vean libre ppr completa. Esta vez quiero que los hombres sepan la verdad de la belleza no solo de mi corazón sino de mi cuerpo entero.
- ¡Así se habla, Inés!. Aunque mañana seas el comentario de todas las conversaciones del Bar "Dulcinea" y de la peluquería de Ramiro. Adelante. La vida empieza hoy... y ponte una rosa roja del color más vivo en el pelo para demostrar a todo el mundo que sí...que tienes una eternidad por delante para vivir enamorada. Y para que todos sepan que has conquistado el amor de un hombre sin tener que hacer de donjuanista ni mucho menos de vender tu cuerpo a nadie. Eres la hembra más bonita de toda Andalucía. Ya lo saben hasta en Madrid. Cuando te tumbes en la Playa, hasta la arena va a arder de fuego. Y cuando te vean en Marbella todos los ricachones van a envidiar por no tener el amor de una hembra como tú. Al pan pan y al vino vino... a quien has conquistado es el mismo que te ha enamorado...
- Espera... tengo un libro, que hace meses compré en un mercadillo, y que no he leído todavía. Se llama "El Caballero de la Rosa" y es una especie de Relato para personas adultas. Así que lo voy a coger y me lo voy a llevar para tener algo que leer en la Playa.
- Está bien. Será el inolvidable día del Caballero de la Rosa. Y no creo en las coincidencias, Inés, no creo en las coincidencias. Si Dios te está hablando para que lleves ese libro a la Playa es porque es necesario. Y, si no te molesta, ¿lo leerás para mí?.
- Claro. Siempre un libro sirve para unir amistades cuando se trata de un buen libro. Y "El Caballero de la Rosa" es un grande y buen Relato. Lo compartiré contigo.
- Quien es su autor.
- Diesel.
- ¿Y yo que estoy pensando que Diesel y Zeta-Zeta pueden ser la misma persona?.
- Sí. Yo también lo creo. Es demasiado inteligente para no ser otro más que Zeta-Zeta.
- Eso quiere decir que cuando habla es Zeta-Zeta y cuando escribe es Diesel.
- En efecto. Sólo que éste personaje no sólo usa seis sentidos sino ocho sentidos.
- Está bien. Voy a hablar con tu madre. Verás cómo no sólo no pone objeciones sino que apoya la idea.
Mientras Inés se ponía, en privado, su bañador de color negro en su habitación, ya  
Clara estaba hablando, en el jardín, con Doña Rogelia que se encontraba regando las flores.
- Doña Rogelia... Doña Rogelia...
- ¿Qué ha sucedido ahora?.
- No se alarme, mi señora Rogelia, lo que sucede es que Inés y yo vamos a estar todo el día fuera.
- ¿Y se puede saber dónde vais?.
- No importa saber dónde vamos sino dónde estamos, con el cuerpo y con el pensamiento unidos a través del idilio de las flores. Si existe alguna incidencia rara con Miguelito, por favor comuníquese urgentemente con nosotras a través del móvil.
- Pero... ¿váis a salir en coche?.
- No. Nos vamos con "Brincos" y "Bruto"; pero nada de ropa de jinetas sino con los bañadores puestos.
- !Madre de mi alma!. ¿Sabéis lo que estáis haciendo?.
- Llámelo si quiere una locura pero es una locura que cura.
- Hablando de cura... ¡ay como se entere Don Ramón!.
- Ni a Inés ni a mí nos importa que se entere o no se entere Don Ramón. No somos de su parroquia... luego no somos de su rebaño...
- ¡Hablando de baño!... ¿quizás váis a daros un baño en alguna playa?.
- Exacto Rogelia... nos vamos a bañar en la Playa de Calahonda.
- Pero hay mucho público por allí.
- Por eso mismo...
- !Dios mío!.
- Nada, nada, a nadar se ha dicho y quien quiera verla de cerca que se moje como se mojan los patos... que muchos van por la vida como patos mareados en estos tiempos que nos ha tocado vivir. No se preocupe... ¡sé cómo ahuyentar a los patosos!.
- Bien. Si lo ha decidido Inés, estoy de acuerdo. Sé que es una hija prudente.
- De acuerdo. Sólo pide que usted, junto con el Doctor Don Alipio Sánchez y Clarisa no pierdan de vista las reacciones de Miguelito. Si se despierta o sucede algo fuera de lo previsto no olviden llamarnos urgentemente. Total, entre Mijas y Marbella sólo hay 25 kilómetros de distancia. Y eso, en caballos, lo recorremos en menos de una hora. Bueno... ¡voy a hablar con Moncho!.
- Eso está bien pensado. ¡Que os acompañe Moncho!.
- No, mi señora Rogelia, no... Moncho se queda en la finca. Queremos ir nosotras dos solas porque tenemos nuestros propios motivos para hacerlo. Moncho sólo serviría para echarlo todo al traste.
- !Dios mío!. ¿Pero cómo se os ocurre?.
- Las mujeres jóvenes como Inés tienen todo el derecho de ser libres; sabiendo perfectamente cuáles son los limites para eliminar a los mosquitos tropeteros.
- Jajaja... bien... está bien... confío en vosotras una vez más.
- Entonces... ¡hasta la noche, mi señora Rogelia!. Y no nos espere despierta porque no es necesario.
- !Ah, no!. ¡Yo no me duermo hasta que hayáis vuelto sanas y salvas!.
- Volveremos más sanas y salvas que nunca.
- Nunca es muy difícil.
- No, Rogelia... nunca es más bien poco para lo que vamos a disfrutar. Hasta la noche.
Y Clara se dirigió rápidamente hacia la cuadra.
- !Moncho!. ¡Moncho!.
- No me grite tanto que estoy aquí.
- ¿Dónde te has escondido, bribón?.
- No estoy escondido. Estoy aquí dando de comer a los caballos.
- Pues que se den prisa que tengo prisa.
Inés se encontraba en su habitación ya totalmnte vestida con el bañador completo y una figura femenina enteramente sensual y atractiva, lo cual, unido a su lindo rostro, la hacía apetecible a cualquier hombre y hasta, posiblemente, alguna mujer que otra. Esperando a que se vistiera también Clara con su bañador de color rojo, estaba leyendo uno de los textos que había encontrado en el primer cajón de su mesilla de noche. Leía con gran interés: "Alguien dejó escrito que "si el lenguaje es la casa del ser, el viento se ha llevado el tejado y las palabras parecen niñas perdidas bajo la lluvia". A mí se me ocurre pensar en la soledad del escritor y su búsqueda de participación. Y en ese sentido yo asemejo al escribir como la esforzada tarea de buscar saltamontes porque son saltamontes los conceptos, escribir es buscar cigarras porque son cigarras las ideas; escribir es buscar el devenir de todo lo transeúnte que tienen las frases que nos sirven de cobijo para algunos puntos expansivos de nuestro continuo pensamiento... porque en realidad no existimos salvo en las palabras de nuestras bocas (agitadas por el viento como marionetas sin hilo) y en esas palabras que se escriben como caprichos de nuestra ansiedad, confirmadoras de siluetas de alguna trascendental belleza asustada. Es el miedo de quedarnos solos. Es el íntimo recuerdo que cuelga de la memoria de un renacer junto a un jarro de cerveza, un café caliente, quizás el humo de un cigarrillo clandestino y el misterio de la noche de todas nuestras preguntas que sólo son palabras de lo inevitable de nuestro ánimo. La síntesis de algún dolor, de alguna alegría, de esa perenne angustia reflejada en el cóctel estético de algún canto inacabado que ansiamos dejar representado en la hoja blanca, en la pantalla del computador, en el blog de los internautas, en la mente de nuestros congéneres lectores. Escribir es un asunto íntimo para aliviar lo trágico y lo cómico, lo humano y lo divino, lo delicioso y lo depresivo... lo total y lo parcial de nuestras circunstancias... Escribir para destruir la realidad y seguir jugando con la tarea de construir una búsqueda de la utopía fantasiosa o de la fantástica sensación de que nos secuestran las sirenas de nuestra propia voluntad para ser escuchadores de millones de voces seguidas del silencio; grillos ruidosos que flotan en el aire sin destino; almas de lluvia refugiadas en nuestra isla solitaria como esencias de jeroglíficos errantes; páginas prendidas en un seguir soñando. Y desaparecemos entre la sombra pasajera del idioma como una melodía de otro mundo".
Se quedó analizando...
- Sé que no lo ha escrito para mí, sino para su espòsa... pero al mismo tiempo también lo ha escrito para cualquier mujer que se considere hermosa de verdad. Cada vez estoy más super convencida que Zeta-Zeta y Diesel son el mismo hombre.
En ese instante oyó golpes suaves en su puerta.
- ¿Quién es?.
- No te asustes que soy yo, Clara. Ya estoy vestida con mi bañador rojo. ¿Tú cuál te has puesto?.
- Uno negro que me sienta de maravilla para mi espléndido cuerpo. Bien. Pasa.
Clara entró en la habitación privada de Inés.
- ¡Estás bellísima!.
- Mira. Ese que ves sobre la mesilla de noche es el libro del que te he contado que me lo llevo para leer.
- Es verdad. Se llama "El Caballero de la Rosa". Insisto en que no creo en las coincidencias. Si tienes tantas ganas de leer ese Relato es porque Dios permite que lo leas. Quiero decir que debe ser un Relato hermoso con valores positivos.
- Eso espero. Estoy emocionada por comenzar a leerlo.
- Espera. No tan deprisa. Llevátelo pero prométeme que sólo lo leerás después de habernos dado un buen baño en la playa.
- Prometido. ¿Y los caballos?.
- Ya habrán terminado de comer. Vámonos.
A Moncho por poco le da un soponcio.
- No... no... y no... vestidas así no las dejo ir solas...
- Verás, Moncho, sabes lo mucho que te aprecio y que a veces eres mi confidente personal pero esta vez lo he decidido ya. Iremos así y volveremos así.
- Pero yo las acompaño porque es cuestión de protegerlas, Doña Inés.
- No. Nos protegen los ángeles de Dios; tanto si crees en ellos como si no crees en ellos. Así que es una orden.
- Y sus órdenes las respeto, Doña Inés, en su totalidad. Ya están los caballos alimentados y enjaezados.
- Entonces... ¡vamos, Clara!.
Y subiendo Inés en su querido caballo blanco "Brincos" y Clara en el nervioso caballo negro "Bruto", al cual había que conocer muy bien para amansarlo... salieron fuera de la finca y pasearon por las calles de Mijas ante los ojos asombrados y maravillados de los hombres y mujeres de la localidad. Después marcharon ya, al galope, hacia la Playa de Calahonda.
- ¿Tú crees que me habrá visto él?.
- Por supuesto que sí. Mi sexto sentido femenino no me engaña. El hombre que te envía las flores te ha visto.
Llegaron rápidamente a la Playa malagueña de Calahonda ante la admiración y el pasmo de todas las personas, hombres, mujeres y niños, que las veían pasar ahora lentamente.
- ¿Qué hacemos con los caballos, Clara?.
- No te preocupes. Tengo un amigo en Marbella que en cuanto le llame vendrá a por ellos para guardarlos en la cuadra donde está empleado. Es la cuadra Marbella y sé que los dueños David y su padre no le pondrán ninguna dificultad porque es un jinete muy querido por ellos. Es de nacionalidad argentina pero vive desde muy niño en Marbella.
- ¿Y cómo se llama tu amigo?.
- Quizás te haga sonreír pero no sé cómo se llama sino como le apodan. Le dicen "Chacarita Junior". Su padre fue un jugador de fútbol de ese equipo profesional de la Liga Argentina, pero ni sé quién es. Sólo se que ese club es de una barriada histórica de la ciudad de Buenos Aires. Espera. Ahora mismo le llamo.
En efecto, Clara llamó a "Chacarita Junior" y éste le contestó que en menos de quince minutos estaría con ellas para ocuparse de los caballos.
- Mientras llega sigamos paseando tranquilamente por el borde del agua. Sé que a los caballos les gusta caminar por el borde de las playas. Lo he visto muchas veces tanto en el cine como en la realidad. Para hacer tiempo ¿quieres que te cuente la historia del Barrio de Chacarita?.
- Si no es muy larga sí.
- Yo la reduzco si es necesario. Lo he visitado tantas veces con mi amigo que me lo sé de memoria. Escucha: Chacarita es uno de los barrios en que se divide la ciudad de Buenos Aires, capital de la República Argentina. Está comprendido por las calles Avenida Elcano, Avenida Álvarez Thomas, Avanida Dorrego, Avenida Córdoba, Calle Warnes, Avenida Garmendia y Avenida del Campo, y las vías del Ferrocarri General Urquiza. Limita con los barrios de Villa Ortúzar al noroeste, Colegiales al norte, Palermo al este, Villa Crespo al sudeste, y La Paternal al sudoeste. El nombre del barrio nace del diminutivo de Chácara o Chacra, voz quechua que significa "granja", "quinta" o "fundo". En este caso, se trataba de la Chacra del Colegio que la Compañía de Jesús tenía en las afueras de la ciudad de Buenos Aires hacia mediados del siglo XVIII. Por ello se la conocía como "la chacrita" o "chacarita de los colegiales". De allí derivaron posteriormente los nombres de los barrios porteños de "Chacarita" y "Colegiales". La Chacra de los Colegiales abastecía de hortalizas y frutas al Colegio. Asimismo, era utilizada como casa de verano para los estudiantes. Tras la expulsión de los jesuitas en 1767, la finca siguió perteneciendo al colegio, que se convirtió en Real Colegio de San Carlos (hoy Colegio Nacional de Buenos Aires). Miguel Cané, alumno del Colegio Nacional en la década de 1860, relata en "Juvenilia" anécdotas de su vida de pupilo y entre ellas, los episodios de las vacaciones en la Chacra. Los lugares importantes del barrio son el Parque Los Andes, el Monumento Los Andes, la Estación Lacroze del Ferrocarril General Urquiza, la Estación Dorrego... y muchas otras cosas más que estoy seguro de que verás con tus propios ojos algún día, cuando el hombre de las flores te invite a viajar por allá.
- Sí. Viajaré no para olvidar nada sino para aprehender lo mucho que todavía me falta por aprehender en la vida. Sitios, lugares, países, historias, aventuras... ¡Todo lo que no me ha dado nunca Antonio!. ¡Déjale que se quede con la casa si quiere y tanto la ambiciona. A mí no me importa. Tendré una casa mejor y más linda.
Llegó "Chacarita Junior" y fue tal la sorpresa de ver a Inés en bañador que casi se cae al suelo de la emoción.
- ¿Qué te sucede, "Chacarita"?.
- Vos ya sabés. No ha sido nada. Sólo un impacto como si yo fuera un arquero y me acabasen de meter un penalty. De esta me recupero menos que el taíta de mi esposa cuando vio por primera vez a Eva.
- ¿A Eva Perón?.
- No. A Eva Perón no, sino a la Eva la de las catacumbas romanas.
- Déjate de macanas, "Chacarita".
- Vos sabés que no son macanas sino una realidad pintada por un desconocido.
- ¿Una pintura anónima estáis queriendo decir?.
"Chacarita" la volvió a mirar todo nervioso.
- Sí. Pero usted es mucho más Eva y mucho más preciosidad. Bueno. Bajen de las recuas que me las llevo... ¿hasta cuándo, Clara?.
- ¿No estarás diciendo hasta cuándo voy a decirte que sí?... porque si es por eso estás muy equivocado.
- No... si yo sólo digo que hasta cuando... pero no porque me digas que sí ya de una vez por todas... sino ¿hasta cuándo tengo que tener a los caballos en la Cuadra Marbella?.
- Sólo hasta esta noche. A eso de las nueve para ser más exacto.
- Bien. Totalmente posible... y... bueno... sí... ¿hasta cuándo, Clara?.
- Un día de estos, "Chacarita", un día de estos.
- ¿Pero me lo estás diciendo en serio o sólo es una bacilada de las muchas que me gastas?.
- No. "Chacarita". Cuando Doña Inés se case con el hombre de su vida yo me voy contigo.
- Así... que usted, señorita... ¿es la famosa Inés de Mijas?.
- La misma.
- Pues es verdad lo que dicen de usted. Un monumento de mujer.
- !Vamos, andando con los caballos para Marbella, que nosotras tenemos mucho que hacer!.
- Ya voy... ya voy... pero que conste que me has dicho que sí...
- Bueno. Pero tienes que esperar. Quizás sí o quizás no.
- ¿No me irás a ningunear con algún otro?.
- No. Que digo que todo depende del hombre de las flores.
- ¿El Hombre de las Flores?. Yo he oído hablar del Hombre de las Nieves... pero de el Hombre de las Flores... ¿quién es?.
- A tu trabajo, "Chacarita Junior". Que eso sólo es cosa de mujeres.
Por fin el argentino-español se fue con los caballos hacia Marbella...
- Y ahora a buscar un buen lugar entre todo este gentío y... ¡al agua!.
Las dos buscaron un buen lugar bajo el sol, alquilaron dos hamacas y una sombrilla y se fueron directas a bañar mientras miles de ojos las observaban. Estuvieron nadando casi una hora sin descansar; jugando con las olas, sumergiéndose en el agua como dos ninfas, haciendo la delicia visual de quienes estaban al lado de ellas. Inés era feliz. Era verdad que todos la admiraban, ahora ya no por su belleza interior, sino por su belleza externa. Al final decidieron irse a descansar sobre las hamaca, protegiéndose del sol con la sombrilla abierta mientras decenas de mirones no hacían más que intentar acercarse a Inés que empezaba a estar ya algo molesta.
- ¡Esto lo arreglo yo en seguida!.
Clara se fue en dirección del guardacostas y le pidió, si era posible, un par de trozos de maderas, un par de clavos y un martillo. El guardacostas que no hacía más que observar a Doña Inés con sus gemelos, le entregó lo que quería. Y Clara volvió junto a Inés.
- ¿Que nueva faena vas a hacer ahora?.
- Una faena mejor que las que hacía Manolete...
Y plantó un letrero en la arena, junto a Inés, donde dibujó con su pintalabios rojo la siguiente frase: "MUJER PROHIBIDA" y debajo "YA ESTÁ ENAMORADA DE UN JUDOCA".
Inés no pudo aguantarse pòr más tiempo la risa cuando las decenas de mirones hulleron a todo correr a seguir jugando al fútbol.
- Ahora sí. Ahora léeme esa novela, relato o cuento que has traído.
- Es un relato largo, Clara, espero que sea interesante. Y coomenzó a leer para las dos: "El Caballero de la Rosa".
"Castillo de Camelot. Sede del Rey Arturo y los 150 Caballeros de la Tabla Redonda. Es principios del siglo XI después de Jesucristo. El papa Urbano II ha ordenado organizar una gran tropa de caballería para combatir contra los sarracenos que ocupan la Tierra Santa después de haber sido un rotundo fracaso la organizada con gentes de los pueblos dirigida por Pedro el Ermitaño y Gualterio sin Haber. En la sesión extraordinaria presidida por el Rey Arturo se encuentran los 150 caballeros al completo. Están decidiendo quiénes desean ir a esta segunda cruzada bajo los líderes Godofredo de Bouillon, Raimundo de Tolosa y Bolemundo de Tarento. De aquel total de 150 caballeros, 123 se levantan y dan el debido juramento de ir a combatir. Todos parten a ponerse bajo el mando de los líderes citados.
Sólo quedan en Camelot los siguientes 27 caballeros: el Rey Arturo de Pendragón, Sir Lanzarote del Lago (su brazo derecho), Sir Perceval de Gales (su brazo izquierdo) y el resto de favoritos: Sir Tristán de Leonis, Sir Balin, Sir Balan, Sir Gawain, el Rey Pellinore, Sir Lamorack de Gales, Sir Tor le fiere de Vay Shours, Sir Ganis, Sir Dagonet el caballero bufón, Sir Lionel, Sir Héctor de Maris, Sir Gareth de Orknay (llamado "Beaumains"), Sir Owein, Sir Boores, Sir Breunar le Noire, Sin Mordred, Sir Agravin, Sir Agloval, Sir Galahad y Sir Bedevere.
Aquellos 27 héroes legendarios están tratando un asunto más importante a resolver que lo de participar en Cruzadas... aunque lo suplique el mismísimo Urbano II. No están interesados en ninguna clase de luchas religiosas. El asunto que están tratando de resolver es cómo poder, alguno de ellos, encontrar el mítico Santo Grial. En medio de las deliberaciones se escucha el sonido de los cascos de un caballo...
- !!!Caballero a la vista!!! - grita el centinela del puente levadizo.
El Rey Arturo, junto con su brazo derecho Sir Lanzarote del Lago y su brazo inquierdo Sir Perceval de Gales, salen rápidamente hacia el patio interior del castillo. No tienen, en su agenda de trabajo, ninguna visita concertada con caballero alguno. Cuando llegan a la puerta y suben a las almenas divisan el horizonte. En efecto, un caballero desconocido se dirige hacia Camelot. Por más que fuerzan sus vistas no reconocen, en absoluto, quién puede ser aquel misterioso personaje. Así que, con el alma en vilo, ven cómo el citado caballero llega hasta la orilla del lago que circunda a Camelot.
El rey Arturo, todo sorprendido, alza la voz.
- !!Quién sois que os atreveis a venir a Camelot sin haber sido invitado y de qué comarca procedéis!!-
El caballero desconocido no contesta, sino que sigue esperando firme sobre su caballo, con su escudo en el brazo izquierdo y su espada enfundada en su costado derecho.
- ¡Será mejor que le dejemos entrar! - dice, nervioso, Lanzarote del Lago.
- ¡Yo opino lo mismo; es importante que bajen el puente levadizo! -añade, también nervioso, Sir Perceval.
- !!!Bajad el puente!!! - brama, en medio del anochecer, e igualmente nervioso, el Rey Arturo.
Los tres se dirigen precipitadamente hacia la puerta principal del Castillo de Camelot, mientras el caballero enigmático cruza el puente lentamente. Por fin llega a la entrada del Castillo...
- ¡Veo que lleváis una J en vuestro escudo de armas! - le dice ya con voz más apaciguada el rey Arturo.
- Efectivametne. Es una J de azur.
- ¿Qué extraño Castillo es ese que lleváis, de color dorado, en vuestro escudo?. ¿Y esa corona roja qué significa?.
- Ahora no interesa nada de eso. No es hora de dar explicaciones. Sólo quiero saber si me podéis dar posada por una noche en vuestro castillo.
- La gran mayoría de mis caballeros han salido ya hacia la cruzada contra los sarracenos, así que hay mucho lugar disponible. ¡Podéis pasar y sentiros como en vuestro propio hogar!.
El incógnito caballero entra lentamente con su caballo y se baja de él, mientras un paje lo lleva a las cuadras para darle de comer y beber. El rey continúa dirigiéndose al caballero.
- Estábamos, los 27 caballeros que somos ahora, intentando resolver cierto problema. Con la llegada de vos, queda solucionada al ser ya 28. Bueno ¿si vos queréis?.
- ¿De qué cuestión se trata?.
- Primero comamos y bebamos grandemente para celebrar esta dicha- -interviene Lanzarote mientras le presenta su mano al caballero desconocido. Éste da la mano primeramente al rey Arturo y despúes a Perceval. En tercer lugar le da la mano a Lanzarote que se siente, por ello, gravemente ofendido... pero se guarda el rencor para sus adentros.
- En realidad yo sólo deseo cenar frugalmente e irme a descansar en paz.
- ¡Qué decís! -exclama el Rey Arturo- todo caballero que es invitado a Camelot debe, como obligación, comer y beber sin tener en cuenta nada más.
- Salvo hacer el amor querráis decir, Rey Arturo - le contesta el desconocido.
- ¡Eso se da por sabido! - interviene Sir Perceval.
- Bien. Dejemos de hablar tanto -dice ahora Sir lanzarote- y pasemos al comedor.
Aquella noche los 27 caballeros de la Tabla Redonda comieron y bebieron en gran abundancia. Solamente el cabalero desconocido comió y bebió con la moderación a que estaba acostumbrado.
- ¡Veo que coméis y bebéis poco! - le interpeló Lanzarote del Lago.
- Yo, sin embargo, veo que coméis y bebéis demasiado - contestó pausadamente éste.
Lanzarote del Lago volvió a guardarse para sus adentros la ira...
Una vez hartos de comer y beber, con media borrachera a sus espaldas, el Rey Arturo balbuceó.
- Esto... será mejor que vayamos al salón... de la Mesa Redonda...
- ¿Es en verdad necesario? -preguntó a su vez el incógnito caballero.
- ¡Totalmente necesario! -intervino Sir Perceval.
- Vayamos pues... -respodió el caballero de la J en su escudo de armas.
Los 28 caballeros se dirigieron, a través de varios pasillos secretos, hacia el Gran Salón de la Mesa Redonda.
- ¡Vos primero, ya que sois el invitado! - señaló el Rey Arturo.
- No es esa mi costumbre. Suelo dejar pasar primero a los dueños de los castillos.
El Rey Arturo sonrió... y pasó primero al Salón, seguido del enigmático caballero, Sir Lanzarote, Sir Perceval y el resto de caballeros.
- ¡Me gustaría que os sentáseis en el asiento número 10, por favor!.
- ¡A mi me gustaría, sin embargo, sentarme en el asiento número 8; pero tampoco vamos a discutir por tal banalidad! -y el desconocido caballero se sentó mientras todos lo hacían en los lugares más próximos al rey. Lanzarote del Lago quedó, frente a frente con el desconocido.
- ¡Por vuestro aspecto y porte estoy seguro de que sois también celta como todos nosotros! -inició un diálogo el Rey Arturo con él, mientras los demás guardaban silencio, medio amodorrados por la cerveza y el vino...
El caballero desconocido sólo sonrió levemente...
- ¡Dejadme averiguarlo!. ¿Sois acaso de Glentoran?. Aunque no puede ser... porque conozco bien todas las tierras galesas y en ninguna de ellas os he visto...
- No os esforcéis más. No soy galés. De momento prefiero guardar silencio sobre mi origen...
- ¡Entonces permitidnos, hasta que deséis decirnos de dónde venís, que os llamemos El Caballero 10!.
- Entremos ya en materia, caballeros - siguió hablando el Rey Arturo.
- Es necesario ser muy prudentes - advirtió Sir Perceval de Gales, el brazo izquierdo de Arturo.
- ¿Acaso tenemos algo que ocultar? - protestó Sir Lanzarote del Lago, el brazo derecho de Arturo, mientras miraba, iracundo, a Sir Perceval.
- Es necesario -siguió el Rey Arturo- que todos lo tengamos muy claro. El asunto es, en verdad, importante. Alguno de nosotros debe encontrar el Santo Grial.
La memoria del llamado Caballero 10 comenzó a funcionar: "El Grial es, según una vieja leyenda totalmente infundada o sin base suficiente como para ser realidad, el vaso que Jesucristo utilizó en la Santa Cena y que, según sigue diciendo la leyenda, fue utilizado por José de Arimatea para recoger las gotas de sangre que brotaron del costado izquierdo de Jesucristo cuando fue lanceado por un soldado romano durante su Crucifixión. Se dice que se encuentra en algún lugar del Occidente Europeo".
- Sobre el Santo Grial hay mucho escrito en las novelas de caballerías - dijo al resto de los allí presentes.
- ¿Creéis que es cierto o falso? - se le encaró Lanzarote.
- Ni lo uno ni lo otro. Yo sólo dispongo mí tiempo según las causas sociales que suceden a mi alrededor -contestó el Caballero 10.
- !Sigamos con el debate sobre esta cuestión, caballeros... y dejémonos de zarandajas sobre asuntos privados y personales!. !Lo que necesitamos son hombres decididos a ir en su búsqueda!.
- !Lo vamos a conseguir, Arturo! - se emocionó Sir Lanzarote.
- No será tan fácil - le respondió Sir Perceval- pudiera ser que la leyenda sólo sea una falsedad como otras muchas. O pudiera ser cierto. Lleva razón el Caballero 10 cuando dice que ni lo uno ni lo otro...
El aludido solamente sonrió... mientras observaba cómo entre Lanzarote y Perceval había una especie de enfrentamiento, muy particular, que producía desazón entre el resto de caballeros de la Tabla Redonda.
- ¿Vos que opináis, Caballero 10? -le preguntó el Rey Arturo.
- Ahora mismo no tengo ninguna opinión de momento...
- Esta es la estrategia a seguir - continuó el Rey Arturo - como somos 28 caballeros celtas los aquí reunidos resulta que, según la Numerología de nuestro amigo el Mago Merlín, cumplimos la normativa de que somos un número par y, por lo tanto, 7 irán hacia el este, 7 irán hacia el sur, 7 irán hacia el oeste y 7 irán hacia el norte.
- Esperad un momento, Rey Arturo. Yo no he venido aquí para la aventura de buscar el Santo Grial. Exista o no exista... no entra en mis planes ni en mis sueños tal aventura -dijo El Caballero 10.
- !Vamos a ver! - se encolerizó el Rey Arturo- ¿qué es eso de que no entra en vuestros planes ni en vuestros sueños buscar el Santo Grial?.
- ¿Es que acaso no sois un caballero celta? -le increpó Lanzarote.
- No soy celta. -respondió escuetamente El Caballero 10.
Un alboroto de murmullos estalló entre los amodorrados caballeros... algo así como si un rayo de luz hubiese entrado en sus mentes y los hubiese despertado de su aletargamiento. Hasta que de nuevo El Rey Arturo puso paz y tranquilidad con su palabra.
- ¿Cómo os llamáis en realidad o cómo se os conoce, si se puede saber?.
- No tengo nada que ocultaros sobre ese asunto. Mi verdadero nombre es Joseph Del Oro y me conocen las gentes humildes como El Caballero de la Rosa.
- Como estoy seguro de que os voy a convencer para que forméis parte de nuestra aventura desde este momento os proclamo... ¡Sir Joseph Del Oro!.
- No es necesario que me nombréis Sir. Vuelvo a repetiros, y lo digo en presencia de todos los aquí reunidos, que no forma parte de mis planes ni de mis sueños tal aventura...
- De todas formas mi palabra es mi palabra y se convierte en ley. Estoy seguro de que os haré cambiar de idea y por eso ya sois Sir Joseph del Oro os convenza o no os
convenza. Tenemos toda la madrugada por delante.
- ¿Habéis dicho que las gentes humildes os conocen como El Caballero de la Rosa?. - le preguntó iracundo Sir Lanzarote del Lago.
- Tan cierto es como que a vos se os conoce, entre la alta clase social, como El Príncipe Valiente - dijo sonriendo Sir Joseph Del Oro.
Lanzarote comenzó a recordar...
- !Voto a bríos!. !Ahora recuerdo!. !Se os conoce como El Caballero de la Rosa porque tenéis por costumbre regalar rosas rojas a las prostitutas de los lugares más bajos y humildes de los lugares por dónde pasáis!. Lo he oído comentar alguna vez en diversos castillos y ciudades por donde he realizado mis grandes hazañas.
 
- !Es cierto!. Yo también empiezo a recordar y he oído dicha leyenda en boca de juglares de baja estopa. Lo cantan en las plazas de las aldeas más míseras que existen.
- ¿Es cierto eso? - explotó iracundo el Rey Arturo - porque si es cierto...- pero dejó cortada su frase cuando miró de frente a los ojos de Sir Joseph Del Oro. Hasta que recuperó su ánimo y continuó...
- !Por una sola vez haremos la excepción! !No importa que regaléis rosas rojas a quien os venga en gana, sean mujeres de cualquier clase social!. !En Camelot nunca pensamos ni nos ponemos al servicio de las gentes de baja estopa como dice mi querido Lanzarote!. !Pero somos liberales y ya formáis parte de nuestro clan!.
 
- !Yo no estoy de acuerdo! - protestó Sir Lanzarote del Lago. !En esta Mesa sólo se sienta la flor y nata de la caballería andante! !Sir Joseph debe ser expulsado inmediatamente de Camelot!. !Propongo que se haga una votación secreta sobre el asunto!.
- ! No habrá votación alguna... ni secreta ni a brazo levantado! - intervino el Rey Arturo. No sólo forma parte de nuestro círculo sino que le convenceré de que se una a nuestra aventura...
- Pues es inconcebible que forme parte de nosotros- se quejó Sir Lanzarote.
- Vos sois al que llaman El Príncipe Valiente... ¿verdad? - se le dirigió El Caballero de la Rosa- Yo también conozco muy bien vuestras hazañas...
- Sí. Le llaman El Príncipe Valiente en todas las cortes europeas - habló por primera vez Sir Tristán.
- Estáis demasiado triste, Sir Tristán. Las cuestiones amorosas os han vuelto demasiado lánguido. No os preocupéis por tan poca cosa. Ya sé que doña Isolda os engaña de vez en cuando...
Los 27 Caballeros de la Tabla Redonda allí reunidos bajaron ligeramente la cabeza y comenzaron a meditar...
El silencio fue roto por Sir Gawain.
- ¿No deseáis nacionalizaros celta galés en este momento?. !Sólo tenéis que hacer un juramento de fidelidad y el mismísimo Rey Arturo os nacionalizará inmediatamente!.
- !!Por supuesto que sí!! - exclamó Arturo.
- Ni soy celta galés ni deseo serlo. No renunciaré jamás a mi nacionalidad. Por cierto, Sir Gawain... ¿qué opináis sobre el arte de trovar canciones de amor a mujeres casadas?.
Sir Gawain no respondió cosa alguna, sino que dio un largo trago de su copa de vino.
Todos los caballeros allí reunidos comenzaron a murmurar en voz baja y entre sí ante la situación a la que había llegado aquella reunión privada.
 
- ¿Cómo habéis entrado en el País de Gales sin ser celta? - se le encaró, de nuevo, Lanzarote.
- De la misma manera que vos, sin licencia alguna pero de forma licenciosa, entráis en los aposentos ajenos - dejó caer de forma indirecta Sir Joseph Del Oro.
 
Lanzarote del Lago, El Príncipe Valiente, enrojeció avergonzado, mientras el Rey Arturo no se enteraba de nada de lo que estaba sucediendo en aquel enfrentamiento verbal entre Lanzarote y El Caballero de la Rosa.
 
- Entonces -dijo Arturo- ¿cómo haremos la división exacta para obtener cuatro números pares si sólo somos 27 los caballeros dispuestos a la aventura de buscar el Santo Grial y la famosa Espada Excalibur?... pues he de decir que antes de encontrar el Grial hay que hallar la Excalibur.
El Caballero de la Rosa sonrió, ligeramente. Él sabía que la verdadera espada Excalibur era la que colgaba del cinto del Rey Arturo. Pero guardó silencio y no dijo nada. Alguna razón oculta tendría el Rey Arturo para hacer aquella maniobra.
- Yo propongo algo - dijo Sir Galahad.
- Propóngalo si lo desea pero no se ponga nervioso. Veo que estáis demasiado lanzado, sir Gawin. ¿Conocéis a Elaine de Carbonek?.
Ahora el nerviosismo hizo presa del aludido Gawin y de Lanzarote del Lago.
- !Dejemos estas historias personales! - propuso Sir Mordred.
- Os interesa demasiado dejar de lado estas cuestiones, Sir Mordred... pero no os preocupéis tanto, no es mi problema ni ocupa lugar alguno entre mis pensamientos más importantes.
 
Palidecieron la cara de Mordrad y del mismísimo Rey Arturo.
- Propongo que dejemos estos asuntos y brindemos con un buen vaso de vino.
 
- Esperad un momento Sir Tristán... que se me viene a la memoria ciertos rumores que he oído en las humildes aldeas y villas sobre la ambigüedad de una tal Isolda de Irlanda en vuestras relaciones.
El Rey Arturo intervino, rápidamente, para rebajar la tensión.
- ¿No queréis ahora tomar un buen vaso de vino con nosotros?.
- Prefiero, en estos momentos, un buen vaso de agua fresca si no os importa.
 
Todos los caballeros allí reunidos quedaron estupefactos mirando disimuladamente el rostro de Sir Joseph con un gesto de extrañeza en sus caras. ¿Beber agua en Camelot?. !Nunca nadie había visto tal atrevimiento en la Mesa Redonda!. !Era orden del Mago Merlín prohibir el beber agua en aquel lugar!.
- Va en contra de las normas del Mago Merlín tomar agua en esta Mesa, Sir Joseph -intervino Sir Agravin.
- No lo digo con malicia, sino que ahora necesito beber agua a estas horas, aunque ya sé que hay caballeros por aquí que son verdaderos maliciosos y embusteros.
 
Agravin quedó callado.
- ¿No lo dirá por mí, no es cierto? -respondió Sir Gareth de Orknay, el llamado "Beaumains" acariciando la empuñadura de su espada.
- No perdáis el tiempo, Sir Gareth... sois demasiado joven para morir. Es mejor que os dirijáis a la cocina y seáis vos mismo quien prepare unas buenas sopas de caldo de gallinas para todos nosotros excepto para mí que sólo os pido una jarra de agua fresca. ¿No os molestará verdad?. Pues es ya muy sabido por todos que os gustan las cocinas, especialmente cuando hay doncellas en ellas.
El llamado "Beaumains" se levantó a regañadientes y se dirigió a la cocina a preparar él mismo y todo lo rápido que pudo 27 platos de sopa de gallinas y una jarra de agua fresca.
- ¿Estáis ya bien cumplido, Caballero de la Rosa o como queráis llamaros? - protestó Sir Lamorak de Gales.
- Lo mismo que vos con la joven viuda Morgause.
- ¿Os atrevéis a acusarme de algo?.
- No. solamente quiero recordaros que un verdadero caballero nunca debe buscar los dineros de una joven viuda millonaria, sino que, por el contrario, debe ser el caballero el que le entregue todo su dinero a ella, sea viuda o sea soltera. En el supuesto de que desee casarse con ella y no engañarla con otras mujeres como vos hacéis.
 
- !Dejemos ya este enojoso asunto que se nos está escapando de las manos. Bastante sangre inocente hemos derramado y por culpa nuestra! -confesó, sin darse cuenta de lo que decía, el Rey Arturo.
 
- !Paz, Caballero de la Rosa!. !!Paz!! - imploró Sir Kay El Senescal.
- De acuerdo. Paz y elaboren ahora ustedes los cuatro grupos de caballeros que irán a la aventura de la búsqueda del Grial.
- ¿De verdad no deseáis incluiros en la lista para buscar dicho tesoro? - le rogó Sir Kay.
 
- No insistáis más sobre ese asunto. Yo soy un caballero libre y amo la libertad. No tengo ningún deseo de cambiar mis sueños. Es la última vez que lo digo. En base a mi libertad de elección decido no participar ni en la búsqueda de la Espada Excalibur, ni en la del Santo Grial ni en ninguna de vuestras aventuras amorosas. ¿Entendido?.
El Senescal, poniéndoos verde de envidia, comenzó a murmurar para sí mismo.
- ¿Podríais hacer el favor de decir en voz alto lo que murmuráis por lo bajo? - dijo el Rey Arturo.
- No tiene importancia, Sir Arturo - aconsejó El Caballero de la Rosa - pues para escuchar sinrazones es mejor darse un buen paseo por el campo.
 
Sonrió el Rey Arturo, mientras el aludido pasó de inmediato del verde al blanco en su rostro.
- Yo propongo algo interesante - intervino Lanzarote del Lago.
- No sé que vais a proponer, mi querido Lanzarote, pero yo tengo una solución perfecta a este problema numero lógico -se dirigió con ternura el Rey Arturo al llamado Príncipe Valiente - ya que somos 27 y es imposible dividirlo en cuatro grupos pares la solución ideal es que sean sólo 24 los caballeros que irán a la aventura. 24 dividido por 4 resultan, exactamente, 4 grupos de 6 caballeros. Estábamos errados anteriormente. Ahora serán 6 los que irán hacia el este, 6 los que irán hacia el sur, 6 los que irán al oeste y 6 los que irán hacia el norte. Grupos de pares.
Sonrío una vez más El Caballero de la Rosa...
- ¿Y cómo se puede hacer eso? - divagó Lanzarote.
- Es muy fácil mi querido Lanzarote - dijo el Rey Arturo - Basta con que vos y mi también querido Sir Perceval se queden aquí, en Camelot, junto al Caballero de la Rosa y yo mismo.
- Os advierto que yo, cuando despunte el alba, seguiré mi camino hacia muy lejos de Camelot - explicó Sir Joseph Del Oro.
- !!!De acuerdo!!! - gritaron todos los presentes excepto Lanzarote y Perceval.
- !!!Sí!! - volvieron a gritan todos en el mismo momento en que Sir Kay se puso a servirles calientes sopas de caldo de gallinas y la jarra de agua fresca para El Caballero 10.
- Bien. Así se formarán los grupos - dijo el Rey Arturo: los 6 que irán hacia el este serán Sir Tristán de Leonis, el Rey Pellinore, Sir Kay El Senescal, Sir Dragonet el caballero bufón, Sir Owein y Sir Agravin; los 6 que irán hacia el sur serán Sir Balin, Sir Lamorack de Gales, Sir Griflet le Fise, Sir Lionel, sir Boores y Sir Agloval; los 6 que irán hacia el oeste serán Sir Balan, Sir Tor le Fiere de Vay Shours, El Rey Urien de Gore, Sir Héctor de Maris, Sir Breuner Le Noire y Sir Galahad, y los 6 que irán hacia el norte serán Sir Gawain, Sir Gaheris, Sir Bors de Ganis, Sir Gareth de Orkney "Beaumains", Sir Mordred y Sir Bedever.. ¿todos de acuerdo?.
- !!!Si!!! - volvieron a repetir todos mientras comían ansiosamente sus sopas de caldo de gallinas y El Caballero de la Rosa bebía tranquilamente un vaso de fresca agua. Pocos minutos después ya todos salían del Catillo de Camelot hacia las direcciones señaladas.
- Qué os parece, Caballero de la Rosa, si ahora nosotros 4 caballeros pasamos una agradable madrugada junto con la Reina Ginebra, mi hija Morgana y mis sobrinas Elaine e Isolda?.
- Por mi encantado estaré de ello. Pero os falta citar a la joven viuda Morgause.
- Cierto. Se me olvidaba.
El Rey Arturo hizo llamar a uno de sus lacayos.
 
- !Id de inmediato al Castillo de la joven Viuda Morgause y acompañadla hasta aquí. En realidad son muy pocas millas de distancia y en media hora estará con nosotros.
Y el lacayo del Rey Arturo salió rápidamente y a caballo para cumplir la orden.
Era ya noche cerrada cuando los 4 caballeros y las 5 damas se reunieron, para tomar licores, en el salón privado del Castillo de Camelot, situado en las cercanías de Glastonbury, en el Somerset galés, próximo al río Avon.
La conversación iniciada por el Rey Arturo era bastante tediosa para las mujeres allí reunidas. Hablaban El Rey Arturo de Pendragón, Sir Lanzarote El Príncipe Valiente (su querido brazo derecho) y Sir Perceval de Gales (su querido brazo izquierdo) de cuestiones de cetrería. Las damas bostezaban y El Caballero de la Rosa sólo guardaba silencio.
- ¿No os gustan los temas de cetrería Sir Joseph Del Oro?.
- Sir Arturo... si no me gusta cazar palomas de día menos aún de noche como vos estáis aquí comentando y aún menos con la cobarde ayuda de halcones. Rechazo cazar con halcones, aunque sean de la especie sacre como estáis contando, como rechazo comportarme como un buitre carroñero.
Lanzarote y Perceval se quedaron mudos.
- Bien. Tanto yo como mis queridos Lanzarote Y Perceval sí vamos de cacería esta misma noche.
- Sí. Salgamos rápido ahora que la luna brilla en su esplendor - dijo, alborozado, Lanzarote.
 
- Eso es. Esta noche es buena para cazar palomas y hasta jabalíes.
 
- ¿Tampoco os gusta cazar jabalíes y hacer un verdadero festín de carne de jabalí? -se regodeó Lanzarote enfrentándose de nuevo al Caballero de la Rosa.
-Os vuelvo a repetir que nunca me comporto como un buitre carroñero. ¿Para eso habéis invitado a estas 5 damas?. ¿Sois acaso misóginos los tres?.
- !Venga!. !Venga!. ! Ninguna discusión ahora! -Dijo con voz grave el Rey Arturo- !Salgamos ya que la noche es propicia!.
 
Y los tres salieron de cacería rápidamente dejando en el salón privado a las 5 damas con el Caballero de la Rosa. Pero había, sin embargo, alguien más allí. Oculto tras el oscuro cortinaje del salón se encontraba El Mago Merlín astutamente escondido. Nadie se había dado cuenta de su presencia allí. El silencio que siguió a la partida de Arturo, Lanzarote y Perceval, lo rompió La Reina Ginebra.
 
- Por vuestro porte y presencia parecéis celta pero distingo unos acentos en su voz que me dice que no sois de estas tierras.
 
- Es que no soy celta ni galés ni de cualquier otro lugar cercano.
 
- ¿De dónde sois entonces, valiente caballero?. !Decídmelo, por favor!. - rogó con ansiedad Morgana.
- De más allá del mar...
- ¿No seréis un trovador occitano? - se excitó la Reina Ginebra.
- !Decid que sí, que sois un trovador provenzal! - se emocionó Eliana.
Isolda también habló.
- ¿Verdad que sí sois un trovador?. !Por favor!. !Decid que sois un trovador!.
El Caballero de la Rosa se limitó a sonreír.
- !Por favor, sacadnos de dudas!. ¿Sois un trovador occitano? -imploró Ginebra.
- No.
- ¿Entonces sois un trovero?.
- No soy trovador occitano ni trovero franco.
- !No me decepcionéis diciéndome que sois un vulgar juglar de la plebe!.
- ¿Qué tenéis contra los humildes juglares?.
- Eso. Que son de la vulgar clase baja. Sin ninguna clase de estilo. Todos los caballeros que se dignen de ser tales se burlan de ellos jocosamente en su trovar.
- Pues no. No soy un juglar de aldeas pero no me importaría haberlo sido.
- Entonces... si no sois ni trovador, ni trovero, ni juglar...!Qué diantres sois!.
- Soy un segrer...
La Reina Morgana comenzó a memorizar.
- ¿Queréis decir que sois un poeta galaicoportugués?
- No exactamente del todo. Soy un poeta de Castilla pero tengo orígenes galaicoportugueses. De la lejana Extremadura precisamente. Así que me considero de la villa de Magerit pero nacido en la ciudad de los pacenses.
- ¿Qué ciudad es esa que yo no conozco?.
- Badajoz exactamente. Pero os repito que, en cuanto a los temas de segrer, me considero poeta de Magerit.
- He oído alguna vez hablar del Caballero Poeta. ¿Sois vos?.
- A veces me llaman Caballero Poeta pero lo normal es que me nombren como El Caballero de la Rosa.
La Reina Ginebra, Morgana, Eliana, Isolda y la viuda Morgause se estremecieron al
unísono.
- ¿No me digáis que sois el caballero que regala rosas rojas a las prostitutas?. - estalló Morgana.
- Pues sí. Soy yo mismo, el conde Joseph Del Oro...
- !Qué vergüenza!. !Todo un conde regalando rosas rojas a las prostitutas de los barrios más bajos de las ciudades!. ¿No creéis que es una falta de caballerosidad imperdonable que estéis aquí en Camelot rodeada de verdaderas damas como nosotras? !Dios mío... un conde mezclado con las prostitutas!.
- ¿Tenéis algo en contras de las prostitutas, Morgana?.
- Me dan asco...
- ¿Y vos creéis que valéis más que ellas?.
- !!Grosero!! - explotó la dama Morgana mientras arrojaba su vaso lleno de licor hacia el rostro del Caballero de la Rosa... con tan mala puntería que fue a estrellarse contra el lujoso cuadro del retrato del Rey Arturo pintado por el famoso bohemio llamado Maestro Echternach.
 
- !Dios mío, qué desastre! ! Cómo se va a poner de furioso mi amado esposo! - gimió Ginebra.
- !Yo opino que también sois un grosero al igualarnos con cualquier prostituta de baja estofa! - dijo Eliana.
- !Y yo también! -siguió igualmente Isolda, mientras la joven viuda Morgase permanecía en mudo silencio
- Por eso nada tenemos que hacer ninguna de nosotras aquí. Por lo menos las que somos decentes.
- ¿Sois en verdad tan decentes como pensáis? - se atrevió a decir El Caballero de la Rosa.
Inmediatamente, mirándole de forma iracunda, Morgana, Elaine e Isolda abandonaron a la carrera el privado salón de Camelot para dirigirse a sus habitaciones situadas en el primer piso del Castillo. Todo ello ante la presencia oculta del Mago Merlín que permanecía atento a todo lo que veía y escuchaba sin ser visto por nadie.
 
Es entonces cuando se atrevió a hablar la joven Viuda Morgause.
- !Caballero de la Rosa!. !Estoy deslumbrado ante su serenidad y aplomo!. ¿Sois soltero!?.
- !Si, señora!. !Soy soltero y virgen!. !Y no como otros que yo sé!.
La joven viuda se ruborizó.
- ¿Deseáis casaros conmigo?. !Tenga tanto dinero que no os faltaría absolutamente de nada!. Tendríais de todo y de lo más lujoso que podáis pensar!.
- !Señora!. Muchas gracias por su oferta... pero jamás me casaría con una mujer por interés económico... y también he de decirle que no soy segundo plato de mesa ni plato de segunda mesa... ¿me entendéis ahora?.
- Yo ya no tengo nada que hacer aquí entonces. Le pido perdón y deseo retirarme a mi Castillo si no se arrepiente antes y acepta mi suculenta oferta - dijo mientras enseñaba partes de su hermoso cuerpo al Caballero de la Rosa y ante la notable excitación de Ginebra.
- No sigáis destapándoos Señora. Guardad eso para otro caballero o lo que sea.
La joven viuda Morgause se volvió a tapar sus partes descubiertas y salió del salón sin volver la cabeza atrás y sin despedirse ni de Sir Joseph Del Oro ni de Ginebra, la cual estaba ya excitadísima.
Una vez solos Ginebra y el Caballero de la Rosa, quienes no sabían que El Mago Merlín seguía escondido tras el cortinaje, se produjo un par de minutos de tremenda tensión. Se oía el jadear de Ginebra.
- Eso quiere decir que si sabéis lo de los asuntos amorosos de las damas de esta corte también sabéis de lo mío con Lanzarote.
- Efectivamente. Sé que ponéis los cuernos al Rey Arturo con su brazo derecho, Sir Lanzarote del Lago, también conocido como El Príncipe Valiente. Me hace gracia que un Príncipe actúe así y menos que se llame Valiente por ello. ¿Cómo llamáis vos al perro que muerde la mano del amo que le da de comer?.
Ginebra se sentía tan excitada que comenzó a desvestirse de cintura para arriba hasta quedar sin ropaje alguno.
- ¿Qué pensáis ahora de mi?. ¿Os apetezco?. Si lo hago con Lanzarote no pecaré más haciéndolo con vos. Y podéis llamarme puta por eso pero yo os deseo en la cama. ¿Os apetezco?.
El Mago Merlín ya no necesitaba oír ni ver más. Así que se deslizó suavemente y sin ser descubierto salió del salón privado del Castillo de Camelot.
- Escuche, Reina Ginebra, yo nunca jamás me he cruzado en los amores de ninguno de mis amigos ni tampoco de ninguno de mis enemigos. Jamás he hecho tal acción desleal y deshonesta y mucho menos con mujeres casadas. Jamás. Ni con mujeres casadas ni con mujeres solteras ni con mujeres viudas por muy bellas que seáis. Y seguiré dentro de unas horas mi camino...
Ginebra encajó el golpe sin dudar. Estaba segura de que aquella noche tendría al Caballero de la Rosa haciéndole el amor en su cama.
- Sir Joseph. Si os entra el placer en cualquier momento estaré completamente desnuda sobre la cama. Mi habitación privada es la número 7. No tenéis más que subir que allí estaré esperando.
Efectivamente, Ginebra subió a su habitación, se desnudó por completo y esperó, toda desnuda sobre la cama, al Caballero de la Rosa.
Mientras Ginebra esperaba, impaciente y nerviosa, la entrada del Caballero de la Rosa en su habitación número 13; éste había cogido un papiro de un lote que había depositados sobre una pequeña mesa del salón privado de Camelot. Trazaba sobre él diversos signos, líneas diagonales y números formando una especie de mapa de rutas imaginarias para hacer algunos cálculos sobre la aventura que iniciaría al llegar el alba. Ginebra seguía, mientras tanto, cada vez más excitada. El Caballero de la Rosa dobló el papiro y se lo guardó entre sus ropajes.
Llegaron en esos momentos El Rey Arturo, Lanzarote del Lago (llamado El Príncipe Valiente) y Perceval de Gales. Estos eran sus dos queridos brazos (derecho e izquierdo respectivamente) del monarca de Camelot. Venían con un grande cargamento de palomas, perdices y codornices y algún que otro conejo más dos enormes jabalíes.
- ¿Cómo os ha ido con las damas? - soltó a carcajadas El Príncipe Valiente - parece que no habéis tenido suerte alguna con ellas. No veo a ninguna por aquí.
- Sin embargo yo ya veo que a vos os ha ido muy bien con las palomitas y los jabalíes cornudos.
- Se llaman colmillos - inquirió Perceval.
- Se llaman colmillos pero yo los llamo cuernos; pues, en verdad, existen verdaderas semejanzas en este caso entre colmillos y cuernos. ¿Os apetece que hablemos de este tema ahora? - respondió El Caballero de la Rosa con media sonrisa.
- !!No empecemos de nuevo!! - les rogó El Rey Arturo - lo mejor es que hagamos levantarse de la cama a las cocineras para que nos preparen unos buenos y suculentos estofados de carne regados con buenas jarras de vino.
Efectivamente llamó al lacayo mayordomo y le dio la orden. Poco tiempo después 4 lindas cocineras hacían presencia en la cocina a donde el lacayo había llevado, con grandes esfuerzos, todo el gran lote de animales muertos.
- Ahora mismo llamamos a las 5 damas a que regresen de nuevo a este salón privado.
- Mejor no las llaméis ahora Arturo... - insinuó El Caballero de la Rosa.
- ¿Por qué no puedo llamarlas ahora, sir Joseph?.
- Dice un refrán popular que a veces es mejor ser un mandarina que un limón... porque si se enfadan las gallinas ¿para qué nos sirve el espolón?.
Rió a carcajadas el Rey Arturo; mientras Lanzarote y Perceval no deseaban darse por aludidos aunque entendieron perfectamente lo que significaba aquel refrán.
- !Vamos a ver, Sir Joseph!. ! Sacadme de dudas! -exclamó Arturo- ¿están enfadadas nuestras damas?.
- Están más que enfadadas Rey Arturo. Yo diría que están muy calientes. En especial su esposa Ginebra.
El Rey Arturo entendió perfectamente el mensaje mas no se calló y haciéndose el no enterado cambió de tema.
- !Comamos y bebamos entonces los 4 en perfecta camaradería!.
- Escuchad - le dijo Sir Joseph- yo no me considero amigos de ustedes.
- ¿Por qué no podemos ser amigos? - le interrogó Lanzarote bajándosele los humos.
- No podemos ser amigos porque de una misma fuente no puede salir, al mismo tiempo, agua dulce y agua salada. Ya veis vos lo que es la vida. Que se le llama valor a la falsedad y se le llama falsedad a la valentía.
Lanzarote volvió a callarse, totalmente herido en su amor propio. Así que retuvo su lengua ante el silencio mustio de Perceval.
- Es mejor que seamos solo compañeros, como dice El Caballero de la Rosa -dijo Arturo- no vaya a ser que alguien de nosotros salga hoy trasquilado - apuntilló mirando a Sir Lanzarote.
El Rey Arturo comenzó entonces a perder la paciencia.
- !!Venga!!. !Ya están aquí los primeros platos traídos por nuestras bellas cocineras!. !Hagamos causa común y comamos y bebamos en abundancia!.
- Yo prefiero no comer ni beber nada ahora, pues sabéis que dentro de un par de horas me alejaré de Camelot para siempre. !No deseo comer ni palomas, ni perdices, ni codornices cazadas con halcones ni mucho menos conejos deslumbrados con linternas ni jabalíes cornudos.
- !Vos os lo perdéis! - apostilló Perceval.
- !Váyase lo perdido por lo ganado! - dijo sonriendo El Caballero de la Rosa - a veces perder es lo suficientemente sabio como para ganar una pieza mejor. Esto es como el ajedrez...
- ¿Sabéis jugar al ajedrez? - dijo Arturo.
- Rey Arturo, sé lo suficientemente para saber que a la Reina no se la debe dejar al descubierto.
- ¿Podríais quedaros solo unos minutos más con nosotros una vez que hayamos comido y bebido en abundancia?.
- Si sólo son unos breves minutos, acepto. Pero nada más.
- Es que deseo entablar una conversación con vos en privado.
Ya Lanzarote y Perceval estaban comiendo a dos carrillos y bebiendo como cosacos. El Rey Arturo apenas probó aquella noche bocado alguno. Sólo un poco de pechuga de paloma y un poco de la pierna de un jabalí.
Una vez terminada la suculenta cena Sir Lanzarote y Sir Perceval quedaron totalmente amodorrados en sus respectivos asientos. Y con las cabezas sobre la mesa comenzaron a dormitar mientras, de vez en cuando, vomitaban sin querer...
- Ahora es cuando vos y yo podemos pasar a la biblioteca un momento, Sir Joseph.
- ¿Y qué me deseáis contar? - preguntó El Caballero de la Rosa una vez ya en la citada biblioteca donde estaban tomando un par de tazas de café.
- Es muy sencillo, Sir Joseph, cuando veníamos de la cacería nos topamos con El Mago Merlín quien hablando conmigo en un aparte, me contó todo lo hablado y sucedido entre las damas y vos esta noche.
- ¿Es que El Mago Merlín estuvo presente?.
- Estuvo escondido tras los cortinajes sin que nadie le viese. Bueno. El asunto es que le estaré eternamente agradecido. No es culpa suya. La verdad es que sois el único caballero noble que conozco de todos los componentes de la Tabla Redonda, incluido yo mismo. Lo que jamás pensé es que el ingrato Príncipe Valiente me pusiese los cuernos a mí, que tanto le he querido... no os preocupéis. Lo sé todo. Y por eso no sé cómo agradeceros...
- No fue nada. Y si queréis agradecerme con algo sólo os pido un gran favor.
- !No me importa lo grande que sea!. !Os lo daré inmediatamente!.
- !Sólo deseo una barca lo suficientemente firme como para aguantar una travesía de 3 meses y comida suficiente para esos citados 3 meses!.
- !Concedido!. Pero... ¿hacia dónde queréis ir?.
- Desde ahora mismo quiero irme hacia el oeste, más allá de los mares...
Arturo llamó a uno de sus lacayos.
- !Acompañad al Caballero de la Rosa allá a dónde él desee ir!.
- !Ah!. Arturo de Pendragón. Entregadle de mi parte esta rosa blanca que llevaba yo escondida desde que llegué a Camelot a vuestra esposa Ginebra...
- ¿Pero no son rosas rojas las que entregáis vos a las damas?.
- En este caso es una excepción. Sólo entregádsela y no comentéis nada salvo que se la regalo con mucho afecto. Ella comprenderá...
- No entiendo...
- Lo único que deseo deciros es que, por favor, la perdonéis. No es suya la culpa del pecado que ha cometido. ¿Me comprendéis vos ahora?.
- Comprendo. Haré como vos habéis dicho. !Que tengáis un feliz viaje a dónde quiera Dios que vayáis!.
Rápidamente el lacayo se presentó debidamente armado y con su caballo mientras El Caballero de la Rosa tomaba su escudo y su espada. Ambos, el Rey Arturo y El Caballero de la Rosa, se fusionaron en un amistoso abrazo, en el momento en que apareció en escena el Mago Merlín.
- !Esperad, sir Joseph!. !Tomad este aparato!. !Es una brújula perfecta para que nos os perdáis por el mar!.
- Gracias Mago Merlín.
- Y este saco de baratijas por si os sirven para algo!.
- Supongo que para algo me habrán de servir.
El Caballero de la Rosa montó por último en su caballo y ordenó.
- !Vamos hacia Pembroke pues quiero partir desde la Bahía de Milford Haven!.
Pocas horas después, en la Bahía de Milford, el Caballero de la Rosa, junto con su caballo, partían con su barca hacia el horizonte del mar justo en el mismo momento en que el sol, rojizo, rielaba sobre las aguas del Pacífico.
Era un 12 de octubre cuando Sir Joseph Del Oro, conocido como El Caballero de la Rosa, arribó, tras una larga travesía de 3 meses de duración, a un archipiélago compuesto de 700 islotes y algunas islas de considerable tamaño. En una de estas últimas que, por su forma de iguana, él llamó Guanahaní, desembarcó con su caballo. La arena de la playa era fina y no se veía huella alguna de pies humanos.
La travesía por el Océano Pacífico le había dejado exhausto. Había tenido que soportar numerosas vicisitudes. En varias ocasiones tuvo que echar al agua parte de su comida para aligerar el lastre de su embarcación. La de su caballo no, pues era importantísimo que éste llegara fresco a su destino. Todo por culpa de las fuertes tormentas que tuvo que soportar.
A veces la calma chicha que se apoderaba de la mar hacía que la barca apenas avanzase un par de millas tras varias horas de luchar con el velamen. Debido a todo ello, cuando llegó a Guanahaní, tenia ya hambruna pues llevaba una semana entera sin comer y apenas podía beber el poco de agua que le quedaba. En cierta ocasión hasta tuvo que comer un puñado de algarrobas que estaban destinadas como pienso para su caballo. En cierta ocasión un tifón estuvo a punto de tragarse la barca pero, gracias a Dios, pasó a cierta distancia y salvóse así de una muerte segura. A veces la fiebre le hacía ver visiones en forma de sirenas cantando hipnóticamente para sus sentidos, pero pronto volvía a la realidad aunque solía delirar por las noches oscuras. Hubo ocasiones en que feroces tiburones estuvieron a punto de comerse a su caballo pero él, armado con su espada, los pudo alejar de la barca. En cierto momento había perdido la brújula que le entregó el Mago Merlín y anduvo a la deriva. Lo que nunca perdió fue la pequeña bosa que le había entregado con baratijas en su interior. Pero todo ello lo dio por bien perdido cuando al amanecer del citado día 12de octubre llegó a aquella isla.
Explorando poco a poco el archipiélago descubrió que no había ninguna clase de vida humana por allí. !Eran islas vírgenes!. Exploró algunas de ella montado sobre su repuesto caballo y nunca halló nada más que grandes árboles frutales de los que comió abundantemente y dio de comer a su caballo. Iba, poco a poco, descendiendo hacia el sur de islote en islote. Se sabía orientar por las posiciones diurnas del sol y por las posiciones nocturnas de las estrellas. Hasta que, al final de aquella larga exploración, encontró un grandioso delta que le hizo pensar que había llegado a un gran río. Pero como el caballo hacía demasiada pesada la marcha contra corriente, decidió dejar encallada su barca en una de las playas del delta y, a lomos de su caballo, se internó tierra adentro. La vegetación se hacía cada vez más exuberante y enmarañada. Dedujo que había entrado en alguna región selvática con numerosos ríos afluentes del principal.
No encontró a ningún nativo en la región selvática donde se introdujo perdiendo todo el sentido orientativo. Después de mucho atravesar por la frondosa vegetación de la selva encontró un yacimiento de huesos humanos. Descabalgó de su montura y comenzó a analizarlos. Por sus conocimientos de Biología pronto dedujo algo que le inquietó momentáneamente. Todos ellos eran huesos pertenecientes a hombres ya adultos. Ni rastro de huesos femeninos. Estando en esta labor se vio sorprendido por una docena de bellísimas mujeres semidesnudas, al frente de las cuales iba dirigiendo el grupo la que debía ser Reina porque llevaba una corona de flores sobre la cabeza y un brazalete de oro puro en su brazo derecho. Todas portaban arcos. !Dios mío!. !Estoy perdido!. Pensó. Era la primera vez que, en verdad, se sentía nervioso ante un grupo de mujeres. La que hacía de Reina era la más hermosa de todas. Y quizás hasta la más joven de ellas o al menos eso aparentaba.
Aquellas bellezas femeninas le miraban extrañadas. !Nunca habían visto a un hombre tan singular y vestido con aquellos ropajes, ni tampoco a aquel animal llamado caballo!... así que se acercaron, después del momento de extrañeza, peligrosamente a él y como centellas lo rodearon y le ataron los brazos con largas y flexibles, pero duras, lianas de la selva. ¿Era posible lo que estaba experimentando El Caballero de la Rosa o era sólo un espejismo debido al cansancio? No. Era cierto.
A una orden de la Reina toda la comitiva se dirigió, incluido el caballo, hacia un lugar cercano donde estaba el campamento de aquellas hermosas mujeres. Allí descubrió que sólo vivían mujeres de diversas edades. Todas bellísimas pero ningún rastro de hombre alguno. Sólo mujeres y niñas. Entonces memorizó una leyenda aprendida de sus lecturas sobre los mitos de la Antigua Grecia. ¿Serían éstas las famosas amazonas de las que hablaban los viejos pergaminos griegos? Todo indicaba que sí. Entonces fue cuando se preocupó de verdad. Resulta que la leyenda decía que las amazonas sólo cazaban hombres para aparearse con ellos y después los mataban sin piedad alguna. Cuando nacían varones los ahogaban en el río. Cuando nacían hembras las cuidaban y las hacían parte de su comunidad.
Una vez llegados a lo que podría entenderse como la plaza mayor del poblado, la Reina Joven se reunió con una decena de mujeres más veteranas y entraron en una choza a parlamentar. ¿Qué estaba ocurriendo allí? se preguntaba El Caballero de la Rosa. Pero sólo podía ver a multitud de amazonas con sonrisas de victoria en sus labios. A los pocos minutos salieron la Reina Joven y la que él pensó que eran las consejeras de la Reina. Habían tomado una decisión. La Reina Joven ordenó que desataran a aquel caballero tan extraño para ellas y se acercó a él para intentar entenderse por medios de gestos y mímicas físicas. El Caballero de la Rosa se dio cuenta de que se había ganado la amistad de aquellas hermosas hembras.
La Reina Joven le estaba preguntado quién era, de dónde venía y hacia dónde iba. Con múltiples esfuerzos a través de los signos le dio a entender que venía de otro continente y que iba buscando a una Princesa muy especial y soñada por él. La Reina Joven se entristeció levemente. No era ella la elegida... pero superada la frustración tomó una grandiosa y seca hoja de higuera y comenzó a dibujar un mapa con diversos trazos hechos con pintura de minerales. Era una pintura rojiza de color almagro y terroso. Una vez terminado el plano se lo entregó, todavía triste por el desencanto, al Caballero de la Rosa.
En el plano se veía el final de la selva, una cordillera, un nevado y otra cordillera en donde había dibujado una corona real y una cara. Daba a entender que aquel era el lugar al que tanto soñaba llegar. Y la cara dibujada entre las montañas le hizo de deducir que había habitantes en aquella región. Él tuvo la gentileza de abrir la bolsa que le había entregado el Mago Merlín y, sacando un collar de entre aquellas baratijas, se lo entregó a aquella hermosa y joven mujer. Ella se puso el collar en el cuello, le dio un beso en la cara, exactamente en su lado izquierdo, y se despidió de él dando orden a 5 de aquellas hermosas mujeres para que le guiasen hasta el final de la selva.
Así sucedió. Tras unas largas caminatas a pie (él tirando de las riendas de su caballo) que duraron bastantes días (quizás un mes pues había perdido la noción del tiempo) y durmiendo siempre a la intemperie; soportando a veces el calor, otras veces las lluvias y siempre la picadura inoportuna de algún mosquito... llegaron al final de la selva. A partir de allí ya dependía sólo de Dios que pudiese acertar con el camino ligeramente trazado en la hoja de higuera. Montó en su caballo y se dirigió hacia la primera Cordillera que, por su orientación en el mapa, la llamó Cordillera Oriental. Tras cruzarla sin encontrar vida humana alguna, y alimentándose de los productos vegetales comestibles y las frutas (también alimentó así a su caballo) divisó un pico nevado. Decidió subir pausadamente a él para divisar mejor el horizonte. Desde la cumbre del nevado, bajo un frío invernal, divisó la segunda Cordillera. Dedujo que era la que la Reina Joven había señalado con una corona real y una cara. Si era así es que estaba acertando en su ruta. Al llegar, por fin, a la tan ansiada Cordillera (qué él denominó Cordillera Real) comenzó a oír sonidos como de pájaros. Aguzó el oído. !Aquello no eran sonidos de pájaros sino silbidos humanos!. Silbidos que pronto fueron respondidos con el sonar de flautas y un ruido, cada vez más elevado, de tambores. El Caballero de la Rosa acarició la empuñadura de su espada y la desenvainó...
De pronto, de entre la enmarañada maleza de una de las faldas del frondoso valle de la Cordillera Real, surgió un numeroso grupo de nativos de aquel lugar. El Caballero de la Rosa, bajando de su montura y con espada en mano, estaba dispuesto a enfrentarse a todos ellos. Si moría en el intento no sería de manera cobarde sino llevándose a muchos por delante. Era a vida o muerte. Sabía que había llegado a su Destino y lucharía por su Gran Sueño hasta el final.
Repentinamente, los numerosos nativos que ya se encontraban frente a él y su caballo, se pusieron de rodillas y comenzaron a adorarle. El Caballero de la Rosa hizo un gesto para que se levantaran. Temblando de miedo y de curiosidad aquellos nativos le indicaron que les siguiese y después de una pequeña travesía de dos días de duración, llegarón, !por fin!, al lugar que el había soñado desde la infancia.
Al entrar en la plaza mayor de la ciudad salieron a recibirle el Rey Caran y el Gran Chamán Kacharpay; los cuales se habían enterado de su llegada por medio de los "chasquis" (indígenas que hacían el trabajo de ser veloces correos humanos para transmitir las noticias de gran importancia). Tanto el Rey Caran como el Gran Chamán Kacharpay se arrodillaron ante el Caballero de la Rosa, en posición de adoración, y después levantándose, el Rey le dio un firme abrazo de amistad mientras el Gran Chamán le miraba con expresión de odio.
Durante tres largos meses El Caballero de la Rosa pasó viviendo en la corte del Rey Caran, su esposa Luz y la cinco hijas y tres varones del Rey Caran. Después de regalarles a todos y todas las baratijas que llevaba en la bolsa entregada por El Mago Merlín, una de las cuestiones que estuvo realizando durante aquellos meses fue la de enseñar su idioma a toda la corte real y algunos se hicieron maestros para enseñárselo igualmente a todo el pueblo.
Una vez bien conocido el idioma castellano por todos comenzaron los viajes por los alrededores entre el Rey Caran, el Gran Chamán Kacharpay y El Caballero de la Rosa.
- ¿De dónde vienes?. ¿En qué lugar naciste?.
- Vengo de un lugar muy lejano, desde más allá del pacífico mar que separa al País de las Amazonas de Europa.
- ¿Cómo se llama ese lugar?
- Iberia.
Mientras el Rey Caran y sir Joseph del Oro charlaban, el odio del Gran Chamán seguía en aumento. Sus poderes no ejercían ninguna influencia negativa en El Caballero de la Rosa y, al contrario, hacían hablar continuamente al Rey Caran.
- Estás en el Reino de los Quitus. Hace años, nosotros los cara, les conquistamos y desde entonces vivimos nosotros aquí, repartidos en numerosas comunidades autónomas pero todas bajo mi poder real. Estás en el Continente Abyayala.
Fue cuando se disiparon todas las dudas de El Caballero de la Rosa. Si aquello era el Continente Abyayala y aquel era el legendario Reino de Quitus, Ella debía estar allí; muy cerca de él. Así que se entretuvo, durante varios días, en observar detenidamente a las cinco bellas hijas del Rey Caran. Una de ellas era la que había entrado en su pensamiento infantil cuando nació y desde entonces era su Gran Sueño. Era una de las cinco hijas del Rey Caran... ¿pero cuál de ellas?.
- Tu llegada a mi Reino está escrito en las leyendas centenarias de mi reino. Todos sabíamos que vendría un dios extranjero a nuestras tierras. No sabemos que nos sucederá en el futuro pero yo creo en ti.
- Caran. Yo no soy ningún dios pero vengo a traeros las novedades del verdadero Dios, único Creador de todo los que ven vuestros ojos y de todo lo que sienten vuestros corazones.
- ¿Quién es ese Dios del que habláis?.
- !No le hagáis caso mi rey! -intervino Kacharpay. !La verdad sólo reside en nuestro dios Sol, nuestra diosa Paccha Mama y los demás pequeños dioses!.
- Mientes, Kacharpay. Mentís todos vosotros los chamanes y sacerdotes del culto al sol y a la madre naturaleza. Mientís descaradamente para tener a este Reino en las tinieblas, el desconocimiento de la verdad y la sujeción a vuestros caprichos.
- !Calláos un momento, Gran Chamán, yo quiero saber quien es ese Dios Todopoderoso del que me habla este caballero ibérico.
Durante una semana entera estuvo predicando el Evangelio de Jesucristo a toda la corte real para que luego ellos la transmitieran al pueblo. Mientras tanto los chamanes y sacerdotes religiosos de los cara se esforzaban en derribar las verdades que salían del espíritu interno de Sir Joseph sin poder nunca conseguir otra cosa más que el interés de todas aquellas gentes por la nueva interpretación del único Dios Creador de todo aquello a lo que falsamente adoraban.
El Caballero de la Rosa había ya descubierto quien era la Princesa que estaba soñando desde su primera infancia.
 
- Caballero, me encanta ese animal en que a veces montáis para hacer viajes por mi pequeño Reino.
- ¿Te gusta mi caballo, Caran?.
- Me encanta como te he dicho antes. Nunca ví a un animal tan valioso y noble como él.
- Se llama Alba.
- Me gusta el nombre...
- Pues te lo regalo a cambio de un favor que os pido.
- !Decidme cuál es ese favor y os lo haré realidad instantáneamente!.
- Vengo a casarme con una de vuestras hijas.
- Son las más hermosas del reino -intervino Kacharpay -yo puedo ayudaros a elegir la mejor de ellas.
- Muchas gracias Gran Chamán pero no es necesario. Sé muy bien con quien me quiero casar. Lo sé desde que la he visto cuando, por primera vez, entré a esta casa.
La expectación de toda la familia real era impresionante. ¿Realmente sabía o no sabía a quien iba a elegir por esposa?.
- !!!Pero puedes estar confundido!!! - chillaba como una comadreja el Gran Chamán.
- Decidme ya, por favor, a cual de mis cinco hijas amáis.
- A ésta - y cogió con su mano izquierda la mano derecha de la elegida.
- !!!Imposible!!!. !!Imposible!!. !!!Imposible!!! - chillaba ahora como un cerdo el Gran Chamán - !Es del todo que sea esa vuestra elegida porque esa es la elegida para ser La Gran Virgen del Sol al servicio de la Casa Sacerdotal ya que acaba de cumplir los 16 años de edad!. !!Es imposible que la elijáis a ella!!. !!!Elegid a cualquiera otra de sus hermanas!!!. !Nunca seréis esposo de la Gran Virgen del Sol!.
- Un momento -dijo ya malhumorado El Caballero de la Rosa sin soltar la mano de la elegida- Sé lo que hacéis con las Vírgenes del Sol. Elegís a las más bellas y hermosas mujeres de este Reino para enclaustrarlas en las casas sacerdotales donde los chamanes y los sacerdotes abusáis de ellas sexualmente mientras al pueblo lo engañáis diciendo que son diosas. Y después de abusar de ellas las sacrificáis diciendo que es en honor del Gran Dios Sol y la Gran Diosa Paccha Mama, para que no puedan decir la verdad de lo que ocurre en vuestros antros que llamáis templos. Sois embusteros, libidinosos, avaros y engañadores que estáis viviendo a costa del pueblo y gozando sexualmente de sus mujeres aunque muchas de ellas estén enamoradas de otros jóvenes del Reino.
- !Mientes caballero!. !Y os ordeno que sueltes la mano de esa doncella!.
- !Ven tu a hacerlo si te atreves!.
La bellísima elegida habló por primera vez, sin soltarse de la mano de él.
- Tranquilo José... tranquilo...
Sir Joseph se quedó un poco anonadado. Ella sabía que su verdadero nombre no era de los condados catalanes sino del reino de Castilla.
- !!!Te ordeno, por el poder del Gran Dios Sol, que sueltes a esa mujer!!!.
Harto ya de tanta testarudez, el Caballero de la Rosa, sin soltar su mano izquierda de la mano de la preciosa y bellísima joven elegida, desenvainó su espada con la derecha y rápidamente la situó en el mismo cuello de Kacharpay.
- !Tú lo has querido!.!Si no te callas en este mismo momento, te separo la cabeza del resto de tu cuerpo!.
- !No José!. !No lo hagas!. !No quiero que tus manos se llenen de sangre!. - habló la preciosa princesa.
- No es necesario, Caballero, yo lo haré por ti- intervino tranquilamente el Rey Caran mientras llamaba al general de su ejército, que se encontraba haciendo guardia en la puerta de la casa, y le daba la terrible orden.
- Avisa a todos el ejército de mi pueblo para que atrapen a todos los chamanes y sacerdotes de mi Reino y les corten las cabezas. Primera hacerlo con este cobarde, mentiroso e impúdico Gran Chamán.
- De inmediato cumpliré esta orden, mi Rey, y además yo mismo, con gran placer, le cortaré la cabeza a este inmundo cerdo Kacharpay. Juro que haremos que todo Abayayala quede liberado de estos brujos chamanes y estos impuros e hipócritas sacerdotes de Satán.
Una vez llevado hacia la cárcel el Gran Chamán Kacharkay, cuya cabeza fue cortada de inmediato, el Caballero de la Rosa pidió al Rey Carán y a todo el resto de la familia real que le dejasen a solas con su elegida.
Ambos se fusionaron en un amoroso abrazo y desde ese lugar, abrazada a él, ella le miró a los ojos y comenzó a preguntarle.
- ¿Dónde naciste?.
- En una frontera.
- ¿De qué lugar?
- De un lugar llamado Iberia?
- ¿Eres entonces lusitano José?.
El Caballero de la rosa quedó sorprendido. Ella no sólo sabía su verdadero nombre sino que conocía los pueblos ibéricos.
- Nací cderca de los lusitanos pero pertenezco al Reino de Castilla.
- Lo sabía, José, lo sabía.
- ¿Cómo te llamas tú?.
- Puedes llamarme con toda libertad, con total y absoluta libertad, Lina... pues ese es mi verdadero nombre abreviado.
Hablaba ahora ella sola mientras permanecía cálidamente abrazada a él.
- Te tengo que contar una historia verdadera. Lo haré del modo que lo comprendas fácilmente. Sólo guarda silencio y déjame hablar. El día que yo nací entré en tus pensamientos y en tu corazón y me convertí en tu Gran Sueño. Una ambiciosa compatriota tuya, mucho más vieja que yo, sintió lo que había sucedido entre tú y yo y quiso conquistarte. Sabía que eras el Caballero Poeta, entró en tu familia y, haciéndose llamar ladinamente Lina, cuando su verdadero nombre es Quina... conquistó a tu hermanastro mayor porque quedó confundida con mis poderes sensoriales. Yo hice que se equivocara de hombre y conquistara a tu hermano "Cara de Perro" que es como le conocemos en el Reino de los cara. Ella pensó que había conquistado al Caballero Poeta y él creyó que había conquistado a la Princesa del Sol.
- Lo he comprendido todo. También yo siempre supe que sólo tú eras mi Gran Sueño. A veces, en mi caminar hacia tu búsqueda, seguía caminos equivocados... pero jamás te engañé con ninguna otra mujer. Siempre supe que tú eras la verdadera Lina y ella una impostora. También yo jugué a despistarles gracias a las influencias positivas de tu mente. Y es cierto que te he estado buscando desde que naciste.
- Yo te reconocí desde el primer momento que pisaste esta casa... ¿a dónde me vas a llevar ahora?.
- A mi patria ibérica. Allí estará nuestro hogar y serás la Princesa del Castillo que ves en mi escudo de armas. Pero también serás, junto a mí, viajera por donde desees y por eso también te nombro mi Reina de los Mares.
- Gracias, José. !Me muero por ti desde el primer momento en que te vi!.
Un hondo y profundo beso eternizó aquel momento final.
FIN
- ¿Qué te ha paredcido, Clara?.
- !Maravillosa historia de ficción!.
- Pues no es ficción toda ella. Estoy totalmente segura de que cuando este autor llamado Diesel lo escribió introdujo partes reales en su historia. Es verdad que lo ha adornado con mucha imaginación pero está contando una realidad verdadera.
- Te propongo que hablemos de ello mientras almorzamos y, después, vayamos a divertirnos a una discoteca de Marbella.
- Poco a poco, Clara. Primero decidamos a cual restaurante de aquí vamos a almorzar.
- Veamos en la guía que llevo siempre en mi bolso cuál es el que más nos apetece.
- Eso. Veamos bien antes de elegir mejor...
- Buena frase publicitaria, Inés.
- Es que a veces se me escapan frases que sirven precisamente como eslóganes publicitarios de verdad.
- Vamos. Consultemos ya.
Clara sacó su guía Michelín.
- Esa guía Michelín vale mucho más que un chelín.
- Jajaja... por lo menos vienen restaurantes buenos.
- Jejeje... y en cuanto a las carreteras son siempre las más certeras.
- Jijiji... además vienen las fiestas en vez de echarse las siestas.
- ¡Jajajajaja!. ¡Vamos ya a lo serio, Clara.
- Claro.
- Jajajajaja, no sigas con los chistes malos que no estamos en Palos.
- Jijiji... Palos de la Frontera es donde el final espera...
- Jejeje... Venga dejemos de pareados que se están poniendo pesados.
- ¿Quiénes?.
- ¡Otra vez estos mirones!.
Sin hacer caso a ninguno de ellos, comenzaron a buscar el Restaurante que más les convenía a ambas.
- Vamos a ver. ¿Qué significa, en español, "Foster's Hollywood", Inés?.
- Creo que algo así como "Adoptivos de Hollywood".
- Jajajajaja... me hace gracia el nombre.
- Pues vamos a ver qué es y qué se puede comer allí, Clara.
- Veamos. Trae acá el plano. Está situado en la Carretera Comarcal de La Cañada sin número. Comida americana, Inés. De carácter popular.
- Hagámonos populares entonces. ¿Te apetece?.
- Pues sí.
- A mí también. Estoy ya harta de tantos restaurantes de 5 estrellas a donde me llevaba siempre Antonio y a donde no dejaban pasar jamás a ninguna persona de apariencia humilde. Sólo a fotógrafos de prensa acreditada. Muchos periodistas se quedaron muchas veces con ganas de entrevistarme. Quizás hasta aquí, en este Foster, nos haga alguien una entrevista.
No estaba equivocada Inés cuando decía esto porque durante todo el día en que habían estado en la playa, Andrés no hizo más que estar siguiéndolas sin ser visto. Y Andrés, además de detective privado era licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid. Así que una vez sentadas dentro del local, lleno casi en su totalidad a aquellas horas, y admirada Inés por todos y todas los allí ubicados, Andrés surgió como de entre las sombras...
- Pero... ¿qué haces tú aquí, Andrés?. ¿No me despedí definitivamente de ti ayer mismo?.
- Si... ya lo sé... pero no podía permitirme el lujo de hacer mi primer reportaje de la clase social alta, con fotografías incluído, si no fuese el tuyo. Si no te molesto. No serán preguntas privadas ni personales. No será un reportaje para ninguna revista del corazón. Te doy mi palabra de honor que la quiero presentar en un periódico serio, el más serio del país.
- El más serio del país es El País, Andrés, y no me gusta...
- Te equivocas, preciosa. El más serio del país es el ABC y será una entrevista-reportaje para el suplemento cultural del ABC.
- ¿Cultura a estas horas?.
- No. Cultura después de almorzar. Esta vez permite que os invite ya que con todo el dinero que me pagaste para descubrir a quien te regala flores tengo pasta hasta para ocho meses.
- Lo acepto siempre que sea un reportaje serio y que me prometas que ya no vas a seguir buscándole más.
- Totalmente serio. Pero en cuanto a encontrarle, y que conste que no es nada personal contra él o ella, sólo me quedan dos nombres y acabo con esa misión. Estoy seguro de que es uno de ellos.
- Te empeñas en que es una mujer y estás totalmente equivocado.
- Tengo en mis lista a un hombre y a una mujer. Te doy mi palabra de que si no lo encuentro jamás te volveré a ver... peo ¿me puedes hacer el favor de darme la oportunidad que tanto he deseado de ser periodista por un día?.
- Está bien... ¿qué opinas tú, Clara?.
- Que sí. Que le des la oportunidad. De esta manera tampoco aparecerán más pelmazos por aquí. Con Andrés sentado a nuestro lado nadie nos molestará.
- Llevas razón en ambas cosas. Se merece una oportunidad como periodista y además nos espanta a los donjuanes de turno y a los viejos verdes.
- Os recomiendo que comáis lo siguiente: de entrada una "Pasión Turca" que contiene té negro, canela, flor de la pasión, frutas y especias.
- Eso de flor de la pasión me recuerda a la rosa roja así que acepto.
- Yo también acepto, Inés.
- Esta bien, si las dos lo queréis, yo me apunto. Luego os recomiendo la nueva Mediterránea Burger de carne de ternera, tomate, lechuga, jamón serrano, queso de cabra, un diente de ajo y aceite de oliva virgen.
- Acepto pero si me quitan el diente de ajo.
- Yo digo lo mismo que Inés. Ya que estamos todos como cabras bienvenido sea el queso de cabra pero fuera el diente de ajo.
- Me apunto a lo mismo. Y de postre la Nueva Torta Edad y si tengo que dar una torta a alguien, sea la edad que tenga, se la doy...
- Jajaja... acepto.
- Yo digo lo mismo que Inés, jajaja... si tienes que repartir alguna torta la repartes con tal de que comamos sin molestia alguna.
- ¿Que si reparto tortas a más de uno?. Eso está dicho y hecho. Si alguien os molesta torta va y torta viene. Me apunto también.
La verdad es que la presencia de Andrés con su metro ochenta centímetros de estatura y su firme y proporcionada musculatura, puesto que vestía una camiseta da baloncesto con el número 8 a la espalda y el nombre de "Matador" sobre el número, más un pantalón corto y zapatillas tenis de la marca Nike, asustaba y ahuyentaba a todos los donjuanes y viejos verdes que intentaban acercarse demasiado.
Andrés pidió todo ello y tres pepsicolas sin calorías.
La comida fue tranquila y en silencio. Inés pensaba en el hombre de las flores, Clara pensaba en  "Cahacarita Junior" y Andrés, que tenía ya prohibido pensar en Inés, estaba recordando que debía encontrar al Sapo y a la Sapa. Así que una vez terminado el almuerzo, sacó de su mochila un cuaderno y un bolígrafo.
- ¿Empezamos, ya, Inés?.
- Confío plenamente en tu seriedad.
- Sólo un par de fotografías y las preguntas... de acuerdo... confía en mí que son para el ABC de Madrid.
- Entonces empecemos.
Andrés tomó sólo dos fotografías de Inés y luego inició la serie de preguntas no sin antes poner un título, "Cuando la Belleza es Inteligencia", que se lo enseñó a ella por si daba el visto bueno.
- De acuerdo. Muy bien. Es perfecto el título. Pero ¿a ver qué me vas a preguntar?.
- Cosas que demuestren que lo de afuera puede ser tan hermoso como lo de adentro. Primero ¿qué es la libertad, Inés?.
- Voy a contestar haciéndome pasar por una mujer de aquella época. Pregunta de las décadas de los 60 y los 70 en España. Respuestas colgadas en el aire de la hipocresía. Había muchas frases, demasiadas consignas, grandes intereses. ¿Hablábamos todos de la libertad?. Una pregunta que muchos millones de españoles y españolas todavía se están planteando. La respuesta, sinceramente es no. Eran muchas, muchísimas diría yo, las que, en medio de las manifestaciones multitudinarias (siempre los medios oficiales decían una cifra y siempre los organizadores decían otra porque hasta en eso era todo mentira), se desarrollaban como ideología, demasiadas para decir la verdad. Tantas y tan opuestas cuando la verdad sólo era una. Lo jerifaltes de antaño (como lo podría haber denominado el mismísimo Ramón María del Valle-Inclan), eran los que lanzaban las consignas. Buenas consignas tramadas en los cenáculos donde cenaban a todo placer (y digo placer en todos los sentidos humanos que deséis libremente pensar). Otros eran los que moríamos por la libertad de algún disparo venido no se sabía de qué lugar. Otros éramos los que hablábamos de la verdadera libertad. ¿Había o no había una segunda movida noble, sana y sincera, en aquel mundo de placeres ocultos (pensad en todos los placeres que os podráis imaginar y acertaréis con la respuesta) mientras en la Puerta de Alcalä, la que siempre veía pasar el tiempo, los "grandes hombres y mujeres de la libertad" (y lo digo entre comillas conscientemente de lo que digo), gritaban consignas dirigidos siempre por un fariseo con altavoz. ¿Qué era aquello de compañeros unidad cuando la realidad era una desunión total de intereses porque cada uno de ellos y de ellas, no de nosotros ni nosotras, iban a ver si sacaban la mejor tajada del momento?. A la hora de correr de verdad siempre nos dejaban completamente solos porque se alejaban con sus lujosos coches a seguir con sus placeres (seguid pensando en todos los placeres que os imaginéis y seguiréis acertando) mientras al día siguiente en los diarios aparecía la noticia de alguno de nosotros o alguna de nosotras que había caído muerto o muerta por hablar de la verdadera libertad. Hipocresía vestida de trajes, buenos trajes sí señor que hasta eso era un placer para ellos, de luto. No. Había mucha farsa en aquellos teatros callejeros (puro teatro nada más porque los que lo dirigían buenos puros se fumaban riéndose a costa de nosotros y nosotras). Demasiado intereses, demasiadas demagogias, alguna que otra consigna llena de doble sentido: por un lado estaba la verdad; por el otro lado estaba la farsa. Cuando Francisco Franco Bahamonde murió en el invierno de 1973, el tinglado estaba ya levantado y en el escenario de las calles algunos hablábamos de libertad y otros hablaban de algo distinto llamado política, sólo y simplemente política. Por eso decíamos que "contra Franco vivíamos mejor". Demasiadas consignas, muchas ideologías ocultas que, cuando llegó el alba, demostraron que los que luchábamos verdaderamente por la libertad éramos sólo unos pocos y unas pocas, mientras Adolfo Suárez decía "puedo prometer y prometo". Pues yo, ahora sí puedo prometer y prometo, Don Antonio Pérez "Gigigí"... que todo eso de una neura rota era pura mentira nada más. Llamemos de una vez por todas las cosas por su nombre. Aquello de sólo admitir su libertad (usted y los que eran como usted) y no admitir, para nada, la libertad de otros que queríamos ser sólo nosotros mismos (y eso sí que era libertad), se llamó putada (perdón por la palabra pero es la verdad). Nada de neuras rotas sino putadas cometidas contra un compañero que hasta le trataba como a un amigo. Y como putadas recibió más de 70.000 quizás; pues quizás tenga yo rotas 70.000 neuras cerebrales (y que conste que lo digo porque me sigo riendo y cachondeando con plena consciencia de lo que digo sobre aquella sociedad de hipócritas y viles atacando por la espalda). Así que ya puede decirle con completa libertad (que para eso fuímos unos pocos pero verdaderos y verdaderas los que luchamos por ella) que yo he dicho que eran putadas nada más y nada de neuras destruídas. Se lo puede decir, de paso, a Don Emiliano y perdón por lo del ano pero no es culpa mía. Él siempre se reía. ¿Por qué él siempre se reía?. Porque pasaba olímpicamente de usted, Don Antonio Pérez "Gigigí" y de todos lo que eran como usted. Y yo me pregunto ahora, dejando ya de vivir como mujer de aquel pasado sino viviendo como mujer de este presente con nuevo futuro, que para saber lo que es la libertad es necesario saber antes para qué queremos la libertad, sí, para qué queremos la libertad, dónde empieza la libertad y dónde otros intentan que se nos acabe la libertad, cómo usamos la libertad, cual es la finalidad que nos da derecho a gozar de la libertad. Mira Andrés, si la libertad individual no está al servicio del bien común, al servicio de construir por ejemplo familias en vez de destruirlas, y de eso yo sé un montón, entonces ni es libertad ni tenemos ningún derecho a exigir esa clase de libertad. La libertad debe ser vida y no muerte. ¿Hubo o no hubo dos clases de libertades en las movidas de los años 60 y 70?. Sí. Hubo dos clases. La libertad de la destrucción, que por lo tanto no es libertad, y la libertad de la construcción que, por lo tanto, sí es libertad. La libertad empieza hoy y mañana y pasado mañana... porque la libertad de aquel pasado era un encadenamiento al vicio, a la corrupción y a la destrucción. La libertad no está ni estará nunca en las ideologías porque la libertad es un infinito de ideas libres y cristianas. Con esa libertad podemos volver siempre a ser cómo fuimos pero con la experiencia de saber que hemos sido dignos de ser como somos. Llámalo si quieres milagro porque eso es precisamente la libertad de volver a ser lo que fuimos para construir lo que otros destruyeron. Sólo podemos exigir libertad cuando sabemos la verdad de la libertad. Y la verdad de la libertad es solamente Jesucristo.
- ¿Cuándo un ser humano deja de tener dignidad?
- Cuando hace lo que le da la real gana. Yo a eso no lo llamo libertad, sino estupidez. Y cuando un ser humano hace estupideces, es un ser humano sin dignidad. 
- ¿Es todo esto relativo?.
- Ya estamos muchos hartos de esa mamarrachada filosofía posmodernista que proclama que todo es relativo. No, señor periodista, no. Hay muchos asuntos que son cuestiones absolutas. La personalidad de un ser humano no se mide por relatividades sino pou un conjunto de valores absolutos y una conciencia clara de los que es absoluto y lo que es relativo. ¿Quiénes fueron los mal llamados profetas que hablaron de que todo en la vida es relativo?. Le voy a contar unos cuántos de entre los muchos que hubo: Deleuze, Beaudrillard, Lyotard, Lacan, Foucault, Vattimo, Derrida, Lipavetski, Zizek, Badiou, Durkheim, Berenstein, Bourdiou... y no digamos nada de Kerouac, la Joplin, Sartre, la amante de Sartre, Bourroughs, David Cooper, Bertrand Russell, James Joyce, etcétera... porque algunos de ellos hasta son tan repugnantes que me da asco sólo citarlos.
- Cambiemos al lado opuesto... ¿qué es el amor, Inés?.
- El amor es lo único, junto con la libertad, que engrandece a los seres humanos. Nos planteamos entonces una dualidad: o eliges bien o te equivocas por no haber sabido elegir bien. Sin embargo, estoy de acuerdo con lo que dice la Biblia de que el amor debe estar por encima incluso de la ley porque el amor todo lo puede cuando es amor verdaderamente cristiano. El amor cristiano es lo que nos da la trascendencia como seres humanos.
- ¿Somos realmente trascendentes los seres humanos?.
- La pequeña Marisol cantaba en 1962 aquello que se escuchaba en todas partes de "Al Sol le llaman Lorenzo y a la Luna Catalina, cuando Lorenzo se acuesta se levanta Catalina". Y es verdad que entonces, al rememorar a la niña Marisol y su canción me viene el reflexionar, otra vez más que cuando dormimos profundamente después de una agotadora jornada laboral, el mundo no se detiene. La vida sigue continuando mientras nos embarcamos en sueños tan profundos que sólo Dios conoce. La vida son 24 horas de jornada continua sin un segundo de descanso... porque, por ejemplo, cuando en la ciudad española de León (y sólo es un ejemplo nada más) la mayoría de la población está durmiendo en la otra ciudad mexicana de León (para seguir con el mismo ejemplo) la mayoría de la población está despierta. Dormimos profundamente y perdemos de vista la vida de la realidad cotidiana para entrar en las esferas de la vida de la realidad extraordinaria. Todo es un conjunto de vida. Un conjunto que se une por el lazo de la existencia humana. Mientras dormimos millones de cosas están sucediendo en el mundo y cuando despertamos esas millones de cosas que sucedieron en el mundo quedan recogidas en los sistemas de la comunicación. No somos seres aislados ni tan siquiera aunque algunos vivan en aldeas remotas, porque hay un hilo conductor que une nuestros sueños con las esperanzas de quienes están en esos mismos momentos despiertos. El mismo mundo que gira y hace girar nuestras camas y nuestros sentidos dormidos, es el mismo mundo que gira y hace girar los lugares donde se está despierto. El sol es un Lorenzo continuo estático pero alrededor de él la vida despierta en la Tierra. La Luna es una inquieta sensación giratoria que gira y gira alrededor de quienes duermen.  Yo, ahora mismo, podría estar escribiendo una crónica relacionada con algún ser querido o algún ser anónimo que permanece en estos momentos durmiendo. En Quito son ahora las 6 de la tarde y en Madrid son las 12 de la noche. Yo estoy despierto mientras mi hijo duerme.... pero no está dormido porque estoy pensando en él. Pasado mañana ya no despertará y yo estaré durmiendo; pero los dos permanecemos en estado de movimiento continuo. Todos los seres humanos no pueden ver, al mismo tiempo, todo lo que sucede en la Tierra las 24 horas de giros continuos sin interrupción... pero somos conscientes que cerramos los ojos profundamente y una décima de segundo después los abrimos. ¿Qué ha estado sucediendo durante esa décima de segundo?. Millones de cosas. Así que si nos dedicamos a intentar comprender esta realidad absoluta sólo podemos desembocar en un mismo axioma para todos: la Vida es un continuo e infinito suceder de acontecimientos que, en cierto modo, hacen poder afirmar que mientras dormimos seguimos existiendo en el enorme trajinar de otros muchos millones de habitantes de la Tierra de, entre los cuales, algunos estarán pensando en nosotros. En otras palabras, mientras dormimos estamos vivos en los pensamientos de algunas personas en las que, por razones de Dios, algún día penetramos en sus sentimientos. El ejemplo de mi hijo y yo es sólo uno de los millones de ejemplos mas. Como siempre dejamos huellas en algunas otras personas, sucede que mientras estamos durmiendo esas personas nos están recordando y viceversa mientras ellas duermen nosotros pensamos en ellas. ¿Qué pasa mientras dormimos?. Que millones de cosas están sucediendo en una décima de segundo. Todos somos trascendentes, Andrés... lo que sucede es que muchos no lo saben porque nadie se lo ha explicado.
- Una última cuestión, Inés. En una sola frase... ¿Qué es la Paz?.
- En un mundo tan violento como el que estamos viviendo la Paz precisamente es dar un vuelco total al mundo, hacer que la violencia desaparezca para siempre y poder decir lo que dijo Jesucristo: Yo soy el Camino, y la Verdad y la Vida. Y si por eso me insultan y me llaman loca yo les digo "Gracias porque más cerca de Él me estáis colocando con vuestros absurdos insultos".
Andrés ya no dijo nada. El peligro es que se estaba otra vez enamorando de ella cuando sabía, de sobra, que nunca sería de ella.
- Bueno. Yo me voy. Os dejo esa libertad que queréis y que yo comparto por entero. Me voy, Inés, pero cuando haya terminado mi labor. Sólo me faltan dos nombres para encontrarlo o encontrarla...
- Si quieres hacer un esfuerzo inútil, hazlo.
- Pero si lo hago por ti...
- No. No te engañes. Lo haces por ti, por tu orgullo herido, porque quieres demostrarme que estás acertado. Bueno. No te enjuicio ni te critico. Es tu trabajo y te pagué por dicho trabajo... así que no puedo cortarte la libertad de que cumplas con dicho trabajo. Pero ya sabes algo que te dije en su momento. Si lo encuentras yo lo saco de inmediato de la cárcel... ¿has entendido ya que no me está molestando absolutamente para nada o es que te da vergüenza que, en este caso, sea más valiente que tú y que esté ejerciendo la labor de enseñarte que vale la pena amar más que no amar?.
Andrés salió del local en silencio.
- Ahora busquemos la discoteca, Clara. Supongo que aquí en Marbella tendremos al menos más de diez opciones.
- Entonces dejemos que sea la número 8 de las que me vengan a la memoria.
- Curiosa manera de elegir. Bien. El número 8 me gusta porque es el símbolo de lo infinito pero puesto en pie. Venga. ¿Cuál es?.
- Espera que consulte con mi memoria. ¡Ya está!. No da lo mismo la que sea. Debe ser la que ocupe el número 8. Y que conste que no es por Numerología sino por el sentido que tengo de la Eternidad.
- Pero... ¿cuál es?.
- La Comedia, de la Plaza de la Comedia, en Puerto Banús.
- Perfecto, vivamos esta noche como una comedia...
- ¿En cuál estás pensando?.
- En dos precisamente. Dos distintas pero del mismo autor. "Amigos para Siempre", de televisión, que es título original de él y a Diesel le pertenece... y "Aventuras de Gilberto Gil", también de televisión, para dejar las cosas claras y en sus sitios verdaderos porque también le pertenece a Diesel. Que hay por ahí "algunitos" que de tapadillo van diciendo no sé qué de Derechos de Autor. Son de Diesel y eso lo sabemos Dios y todos los que le vieron escribirlas. Ya está. Bailemos todo lo que deseemos y en plena libertad. Ni me importa que me miren ni me importa lo que digan. Me basta con saber la verdad de ese escritor, la verdad de mí y la verdad de mis sueños al lado de quien me regala flores.
- Pues estoy de acuerdo. Y si mañana nos critican los y las de siempre... que se vayan al carajo como se va el escarabajo.
- Buena frase para terminar de reflexionar. Ahora no. Hasta que no volvamos a Mijas... nada de pensar... pero con nuestra cristiana escala de valores intocable, Clara.
- Claro.
Y bailaron solas sólo hasta las 9 de la noche pues, como había prometido a su madre Rogelia, volverían sanas y salvas a las 10 a la Calle Arrieta de Campanales de Mijas. Así fue, efectivamente. Montadas sobre "Brincos" y "Bruto" regresaron a la hora exacta totalmente intactas.
- !Hola, mamá!. Hemos cumplido.
- Lo sabía. De verdad que lo sabía que no me íbais a fallar.
Página 1 / 1
Foto del autor Jos Orero De Julin
Textos Publicados: 7132
Miembro desde: Jun 29, 2009
0 Comentarios 2195 Lecturas Favorito 0 veces
Descripción

Novela de ficcin con algunas realidades.

Palabras Clave: Literatura NOvela Ficcin Realidades Conciencia Conocimiento Entretenimiento Crsiitianismo

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Relatos



Comentarios (0)add comment
menos espacio | mas espacio

Para comentar debes estar registrado. Hazte miembro de Textale si no tienes una cuenta creada aun.

busy