Ya muy pocos te recuerdan
como la flor más perfumada,
en otros tiempos admirada
y hoy, ajada y marchita.
 
Pareciera que escaparan
y  huyeran de ti las horas
para acudir, sin demora,
al  anticipado entierro.
 
Apenas te llaman y nombran.
Eres aún la verdad maldita,
cuya compañía deshonra
y por la que nadie pregunta.
 
A  tus  espaldas se corona
a los necios que más gritan.
Y la mentira más piadosa
se torna santa y bendita.
G.S.A.