Del libro "Trampantojos y otros versos" - Los capataces
Publicado en Nov 26, 2010
LOS CAPATACES
Somos los capataces del mundo (no solamente ricos), porque tenemos el oro, las armas y el poder; con eso dominamos todo y hacemos lo que nos viene en gana. Extraemos vísceras y demás órganos útiles para experimentar en nuestros laboratorios, igual que la sangre de los desposeídos con el fin de comerciar con ella. Medimos en sus cuerpos la radioactividad, previamente inoculada por nosotros mismos, y otras sustancias, virus y bacterias destructoras, ya que por algo somos los capataces del mundo. Damos a las víctimas narcóticos y alucinógenos sin su consentimiento, para probar en ellas los efectos deletéreos de nuestra lucha por doblegar la especie. En nuestras grandes haciendas, como China, Estados Unidos, Rusia, Francia y Gran Bretaña, fuera de otros terrenos sin nombrar, formamos agrupaciones secretas encargadas de realizar lo que dicen que es trabajo sucio. Así conservamos la mejor imagen ante los ojos de los despistados, y aparecemos con las manos limpias. Con tales precauciones, si los conejillos perecen, quedan locos o contaminados, no figuramos culpables, mucho menos cuando trabajamos en pueblos subdesarrollados. Tomamos precauciones para que nuestros hijos no corran la misma suerte y queden libres de las epidemias, demostrando en esa forma que la compasión también anida en nuestros corazones. ¿Qué los cobayos humanos se tornan agresivos y se lanzan por peñascos y balcones dispuestos a suicidarse? Nada de eso nos afecta en grado mínimo. Para eso son las guerras, las masacres, las torturas, los hospitales psiquiátricos, los centros industriales, los campos de concentración y las penitenciarías. Las guerras bacteriológicas, la religión, los ejércitos y el desempeño político afirman nuestra seguridad en forma más eficaz y convincente que todos los arsenales nucleares juntos. Con bombas bacteriológicas invadimos Vietnam, Irak, Afganistán y otros países que se han negado a caer en nuestra órbita. Todo eso, sin embargo, con resultados inciertos, cuando no con un rotundo fracaso. ¿Qué provocamos catástrofes y otros males? Eso no interfiere nuestras decisiones. Con las desgracias ajenas aumentamos las ganancias y fabricamos más bombas para futuras contiendas. Además, estamos condenados a soportar rebeliones, lamentos e imprecaciones de una chusma enfurecida que pretende desconocer nuestras prebendas. Pero no damos brazo a torcer, ya que para eso somos los capataces perpetuos. Tenemos preparada la colonización de todo el Sistema Solar, y a Marte lo miramos como nuestra próxima casa. Nadie, por lo tanto, es dueño de su vida, su conciencia y mucho menos su organismo, salvo nosotros, los capataces del mundo, por ser dueños del oro, las armas y el poder.
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Verano Brisas
MARINO SANTANA ROSARIO
de la realidad de este mundo globalizado caótico y en momentos absurdo;en que el gran capital se pavonea como amo y señor del mundo. quitando y poniendo presidentes y aun mas grave decidiendo la suerte de todos a favor de sus insaciables intereses.
excelente texto.