El péndulo de los segundos seguía columpiando los factores de su angustia en aquel ir y venir sin más conclusión que la de acabar de una vez por todas con aquel complejo de caritativa ignorancia. Así que ella comenzó a escribir su carta:
- "No, Andrés. Nunca salen las cosas como las planificamos. Tú y yo no somos iguales ni tan siquiera parecidos y, además, no es el dinero de tu cuenta bancaria lo que me preocupa en estos momentos de mi vida".
Sonó el teléfono. No era para Andrés sino para Amanda.
- ¿Y por qué, Elisa?.
- Por nada, Amanda.
El péndulo seguía rebotando en su cerebro.
- No te entiendo. Ayer mismo me dijiste que estabas enamorada de él.
- No, Amanda. Ayer mismo dije que no me iba a casar con él. Lo que sucede es que tú, como eres su hermana, no lo quieres aceptar.
- ¿Y ahora?.
- Quizás para ti sea aburrido soportar a un hermano soltero y machista. Quizás Andrés no pueda nunca entenderlo. Pero no quiero equivocar mis sentimientos.
- Está bien, Elisa. No te culparé por eso.
¿Qué le importaba ya a ella que el mundo entero la culpara o no la culpara?.
- Bueno, Amanda. A veces no queremos comprender lo evidente o lo evidente está tan claro que nos resulta incomprensible.
- Elisa... ¡Andrés es tu futuro!. Piénsalo mejor.
- Pensar que Andrés y yo...
- ¿Qué sucede?.
- Que pensar que Andrés y yo terminemos casados me produce miedo.
- Te vas a arrepentir, estoy segura.
- Espero que no. Además estoy segura de que no.
Colgó el teléfono. El péndulo seguía inconmovible con su perpetuo balancear de un lado hacia otro.  
"Ya no más, Andrés. Quiero salir de tu mundo donde hasta en tus espejos los ojos están equivocados. Quiero tener aire para respirar, alas para volar... y ser reconocible por mí misma para no envejecer nunca atrapada a tu muerte diaria. Quiero vivir... ¿entiendes"... y no ser la reina de mujer de un machista"
Cogió la carta y la rompió. Decidió no decirle nada y, simplemente, retomar el rumbo perdido para convertirse en mujer verdadera sin machismo estrangulador.