Es ominoso
dejar caer tu nombre sobre mi zona pélvica
si antes no se han enterrado en ellas tus marañas.
Es ominoso no besar tu capullo nacarado
y no navegar por el largo río de tu pubis.
Por ti me he puesto siete manos para acariciarte
y emana tu olor más poderoso que el de las gardenias.
Tus domos y lunetas son lugares que recorren mis dedos
pero quieres que los aborde con fresca inteligencia.
Eres aquella que se desviste cuando hacia mí viene
y en el carmín de su boca me llena de mareos.