A quien corresponda (Carta)
Publicado en Dec 07, 2010
veinticinco de la tarde. La mañana ha estado metida en jarana con lo del nombrecito de la calle donde vivimos ciudadanos honestos y que cumplimos con la Ley. Desde que yo la conozco (y de esto hace más de veinticinco años) su nombre era Francisco Palacios en honor de un pintor madrileño, que era uno de los alumnos más aventajados del gran Velázquez, y además la numeración de las viviendas eran mucho más sencillas que este sistema moderno que han inventado hace una década aproximadamente que es una verdadera tortura para la memoria de los habitantes de las grandes ciudades latinoamericanas.
El caso es que luego, por diversos tejemanejes entre el alcalde y un tal profesor Pablo Palacios (nada que ver con el ilustre escritor guayaquileño Pablo Palacio) muchos años más tarde de llamarse siempre Francisco Palacios nos pusieron el nombrecito de ese tal profesor Pablo Palacios que le deben de conocer sólo en su casa porque lo que es la población quiteña no sabe quien es. Supongo que debió de haber cosas como cohechos, coimas o algún interés privado en ser famoso junto al gran La Gasca (pacificador de estas tierras) y consiguieron, a través de algún analfabeto, sustituir la F por la P por lo que el nombrecito pasó de Francisco Palacios a Pablo Palacios. Ver para creer. Mas no contentos con esta alevosa decisión, ahora, hace sólo unos días o semanas, nos quieren imponer el nombrecito de Martín de Arriola que por mucho que lo busco en Internet no aparece. Voy a ver si en un último intento logro saber quien fue este personajillo. Lo único ligeramente parecido que he encontrado en un primer intento es que Jesús Martín Mendoza Arriola (México, D.F., 7 de noviembre de 1968) es un periodista mexicano. Descartado. No es él. Vamos a seguir intentando saber quien era el dichoso Martín de Arriola buscando más detenidamente. El segundo intento me lleva a Martín Marcelo Arriola, pero es un medio volante defensivo del fútbol uruguayo nacido en Montevideo. O sea, que tampoco es. Así que como se dice que "a la tercera va la vencida" voy a intentar buscar por otras fuentes históricas a ver si de una vez aclaramos ya quien fue Martín de Arriola. Y como "a la tercera va la vencida" he aquì que encuentro¨, por fin, a Martín de Arriola y Belardi, presidente de Ecuador, después de haber muerto hacía dos años Lizarazu. También Rodríguez había muerto, por lo que ejerció el poder, según una fuente nada sospechosa de tejemanejes como es la obra titulada "Historia General de la República del Ecuador" del arzobispo Federico González Suárez. Lean. Lean ustedes lo que sucedió en Ecuador cuando gobernaba este "angelito" de Martín de Arriola. El pulular de escándalos de los religiosos: muchos frailes llegaban desde España cargados de parientes pobres, cuyo bienestar temporal parecía ser el único motivo que les había impulsado a transferirse a las Indias Occidentales y no faltaron los prelados que vendieron fincas pertenecientes a la Iglesia y aún conventos. Sigan. Sigan leyendo. Las peores consecuencias de este estado de cosas permitido por el nefasto presidente Martín de Arriaga, las pagaron, como siempre en aquel entonces siglo XVII, los indios. Porque resulta que en los primeros tiempos de la Colonia los indios fueron numerosos, y pocos los religiosos en la tarea de cristianizarlos; por lo que los abusos se diluyeron necesariamente. En cambio, a mediados del siglo XVII (especialmemte mientras gobernaba Martín de Arriola) la población indígena estaba diezmada, y el número de religiosos había crecido de manera espantosa, por lo que surgieron conflictos que a veces condujeron a peleas salvajes entre sacerdotes, para acaparar el hecho de "salvar almas", que se traducía en la más despiadada de las explotaciones humanas. Arriola fue presidente hasta que murió en 1652. Ahora comparen esta biografia con la del ilustre pintor madrileño Francisco Palacios que, según Wikipedia, es la siguiente: Francisco Palacios (Madrid, hacia 1623- Madrid 1652) y curioso es que ambos murieran el mismo año, pintor barroco español, fue según Antonio Palomino discípulo de Velázquez y «de los que más imitaron su manera». De Palacios únicamente se conocían dos pequeños bodegones de factura suelta en la colección Harrach, Rohrau (Austria), adquiridos en Madrid a finales del siglo XVII por el conde Fernando Buenaventura Harrach, y dos pinturas de San Onofre y San Francisco de Asís en el convento de las Calatravas de Moralzarzal (Madrid), procedentes de las Recogidas de la calle de Hortaleza, donde las vio Antonio Ponz quien, reconociendo la firma de Palacios en la primera, pensó que el San Francisco sería de El Greco. El mayor convencionalismo de estos últimos lienzos, frente a la modernidad de los bodegones, hizo que se considerase a Palacios pintor de naturalezas muertas, a pesar de que Palomino destacaba la calidad de sus retratos. Estos escasos datos pueden completarse gracias a la documentación aportada por José Luis Barrio Moya, que permite, ante todo, delimitar el espacio cronológico de su breve existencia, fallecido a una edad más temprana de lo que indicaba Antonio Palomino, cuando apenas habría cumplido aún los treinta años. En enero de 1646 contrajo matrimonio con Josefa Bergés, hija del pintor y mercader de pintura Francisco Bergés, declarando en las capitulaciones que ambos eran menores de veinticinco años, pero mayores de veinte. Del matrimonio nacieron dos hijos y en diciembre de 1651, hallándose gravemente enfermo, dictó testamento, ordenando seiscientas misas con otras mandas, entre ellas una para la canonización de Santa María de la Cabeza, lo que indica un nivel de vida acomodado. Falleció en Madrid en enero de 1652, teniendo fijada su residencia en la calle de Alcalá. Tanto en el testamento como en la almoneda de los bienes de su suegro, fallecido en 1672, se encuentran interesantes noticias sobre la variada obra pictórica de Palacios, que abarcaba todos los géneros. Junto a unas pinturas no especificadas para un Nicolás Jacobs, se citan en el testamento un retrato de Doña Teresa, mujer de José Ferriol, oficial de la secretaría de Indias, y unos paisajes en número indeterminado que hizo para Juan Pastrana, de los que aún se le debían ciertas cantidades. Además, para Jerónimo González de Bricianos, cajero de Manuel López de Salcedo, hizo un cuadro grande de la Virgen con San José y el Niño Jesús y una gloria con el Padre Eterno, y para Luis de Carrión, arpista de la Real Capilla del Monasterio de las Descalzas Reales, hizo otro cuadro grande «de un geroglífico que significa el Desengaño del mundo» que tenía acabado en su casa sin haberlo cobrado. Es curioso el convenio para la ejecución de este cuadro, por el que cobraría parte en moneda (500 reales) y parte en especie: un bufete de caoba, una losa de moler colores, una caja de concha de tortuga para reliquias y algunas láminas. Además de ellos, en la almoneda de los bienes dejados por Francisco Bergés se citan de mano de Palacios tres «fruteros manchados por el natural», otro bodegón de «una mesa con unos melocotones y unas aceitunas y un barro», un paisaje y una Coronación de espinas que se dice copia. La relación con Velázquez podría verse confirmada indirectamente por una curiosa cláusula del testamento por la cual decía tener prestado «a Don Diego de Silva un aderezo de espada y daga que es el que trae puesta al presente». Por dicha relación de aprendizaje, corroborada en la factura suelta de sus bodegones y en la semejanza entre el tipo humano del San Onofre con el San Pablo Ermitaño de Velázquez, además de por la mención explícita en el testamento a un jeroglífico del desengaño de la vida, Alfonso E. Pérez Sánchez ha atribuido recientemente a Palacios la célebre pintura de El sueño del caballero de la Academia de San Fernando, tradicionalmente asignada a Antonio de Pereda. Últimamente Javier Azanza López, de la Universidad de Navarra, ha dado a conocer un Apostolado en la parroquia de San Pedro de Arrarás (Navarra) que, además de ampliar considerablemente el número de obras conocidas del pintor, permite confirmar su calidad en el tratamiento individualizado de los rostros, auténticos retratos. El delicado tratamiento de las manos, tan distinto del que se encuentra habitualmente en la obra de Pereda, podría ser, además, otro argumento a favor de la atribución a Palacios del sueño del caballero. Como no deseamos más componendas entre políticos y religiosos que manipulan a su antojo lo que quieren; es por lo que no queremos que nuestra calle sea nommbrada ni Pablo Palacios ni Martín de Arriola, sino como desde hace muchos años era nombrada; o sea, Calle Francisco Palacios que, si han leído detenidamente su biografía, verán cómo si fue un artista que tuvo relación con las Indias Occidentales (en este caso Ecuador) sin haberse manchado su nombre ni con componendas de coimas y cohechos de profesores politicastros (que haberlos los hay) ni de religiosos politicastros (que haberlos también los hay como dejó escrito el arzobispo González Suárez). Son las cuatro y diez de la tarde y escribo esta misiva después de haber tomado un noble café con leche (pues de sangre de nobles provengo) y haberme tenido que aguantar las ganas de encender un cigarrito por culpa de tanto tiquismiquis que se quejan del inofensivo humo de un cigarrillo (que he leído hace años en la prensa española que hasta es posible que beneficie a la atmósfera) que poco más o menos piden que corten la cabeza a quien encienda un cigarrillo mientras no se quejan de las grandes y enormes cantidades de humos más negros que una carbonería que sueltan los autobuses, las camionetas y muchos otros vehículos de motor a gasolina que suben la cuesta de la Avenida de La Gasca haciéndonos tragar kilogramos y kilogramos de CO2(anhídrido carbónico) que eso si que mata, a nivel mundial, a miles y miles de personas diariamente de cáncer. Pero vivimos en una sociedad mundial llena de hipócritas y fariseos; comodones señorones y señoronas (pelucones y peluconas se les llama en Ecuador) que bien apoltronados en sus cochazos no hacen más que llenar de contaminación el ambiente; lo cual, junto con el humo negruzco y venenoso de las fábricas que no cumplen con la reglamentación debida, hacen morir a esos miles y miles de personas por culpa de cáncer pulmonar producido por el CO2 (anhídrido carbónico) que sueltan tantos transportes de motor a gasolina y tanta fábrica que no cumple con las leyes. Estamos en una sociedad mundial tan hipócrita y tan farisea que muchos se echan la mano a la cabeza por un cigarrillo encendido o porque un torero ha matado a un toro sin decir nada sobre lo que he leído en "La Hora" del día de hoy: "Si no se pone pronto remedio a la situación de la contaminación ambiental por culpa del CO2 (anhídrido carbónico) allá por el año 2030 morirán un millón de personas ¡al día!. En otras palabras que o los poderosos cambian de energías a nivel mundial o la población humana peligra en convertirse animales racionales en vías de extinción. Y como no quiero gastar más enregías reclamo el nombre de Francisco Palacios a la calle donde vivo porque ese fue el nombre con el que la conocí. ¡No me extraña que con tanto caprichoso cambio de nombre, usando o no usando a analfabeto que cambian la F por la P, de la calle se pierdan tantas maletas en el Aeropuerto Mariscal Sucre de Quito y no aparezcan hasta pasdados dos años bisiestos. A ver si hacen caso a la ciudadanìa en vez de a tanto mangante que pone nombres según sun antojos que parecen más bien señoras en estado de gestación maternal (lo digo por lo de los antojos) que verdaderos señores gerentes de las vías públicas. Los vecinos de esta calle estamos dispuestos a llegar hasta donde sea con tal de que nos devuelvan el verdadero nombre de la misma. Quito, 7 de diciembre de 2010.
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