Momentos de gloria-10 (Sólo para futboleros y futboleras) Diario
Publicado en Dec 13, 2010
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Mi paso por el 9 de Octubre del barrio La Comuna, pésimo barrio por cierto, no tuvo ninguna trascendencia para mí. Sólo jugué con ellos, de camiseta blanquiazul y pantaloneta azul, un entrenamiento y un partido amistoso. En el entrenamiento dejé algunos recuerdos de cómo se debe jugar de interior volante defensivo-ofensivo y el recuerdo de un gol en contraataque que sirvió para dar la victoria a mi equipo. Del partido amistoso, 11 contra 11, jugué casi todo el partido de líbero y medio volante defensivo, acerté en algunos robos de balón y, sobre todo, demostré cómo se envía un balón desde medio campo en diagonal hacia un delantero bien situado. El pase fue perfecto y le llegó en óptimas condiciones a Gustavo Adolfo Villacreses quien no supo aprovechar la oportunidad de marcar gol, lo que hubiese supuesto nuestra victoria ya que el cotejo terminó con empate a 4 por culpa de este error de Gustavo Adolfo Vilacreses y dos despistes en defensa que nos costaron el empate en lugar de la victoria. Pero el dominio del partido, en general, fue nuestro, Ën definitiva, quedé imbatido en aquel equipo pero ni ellos me iban a fichar a mí ni yo tenía ganas ni deseo alguno de jugar en un club que sólo se abroncaban los nos contra los otros, enfrentándose con violencia a los equipos barriales de su grupo, siempre quedando en mal lugar por la cantidad de expulsados que sufrían cada domingo y porque no acudían a los entrenamientos mientras el entrenador ahogaba sus impotencias de poder alinear un 11 decente bebiendo cerveza tras cerveza. No. Aquella caótica manera de jugar y aquel quemeimportismo a la hora de entrenar o acudir los domingos a jugar no iba con mi carácter ni mi personalidad futbolística. Ni aunque me hubiesen ofrecido el número 8 hubiese yo aceptado jugar en un equipo así. Dejé mis pequeñas gotas de arte y entonces fue cuando llegaron mis verdaderos momentos de gloria en Ecuador. Se repetiría, de nuevo, la imbatibilidad total.
Sucedió cuando fiché por los Tasmania del Colegio Cristiano Emmanuel (ya inexistente). ¡Allí llegó la epopeya final de mis momentos de gloria futbolística en Ecuador!. Ya en la fase clasificatoria demostramos que éramos el equipo a batir y que teníamos una plantilla de jugadores tan completa y de tanta calidad que los 3 partidos de dicha fase terminaron con 3 amplisimas goleadas a nuestro favor. Esto hizo temblar a los dirigentes del Colegio que habían sido, todos los años, los ganadores por eso de ser los profesores del Colegio. El nuestro estaba formado sólo por los padres de familia del Aula correspondiente a la de mi hija Leslie Carolina. El caso es que llegamos a la Fase Final (la de las eliminatorias) siendo el único equipo imbatido que habíamos marcado tantas goleadas que éramos los primeros en gol diferencia. Los Cuartos de Final también fueron un paseo para nosotros (hasta llegamos a ganar por 8-0). Ante aquel vendaval de nuestro fútbol siempre dirigido desde el puesto de líbero por mí y siempre demostrando que había jugadores muy buenos que comprendían mi manera de jugar, en la Semifinal nos quisieron eliminar poniendo a un árbitro que pitaba tan en ocntra nuestra que hasta dio por válido (¡parece imposible que un árbitro olvide esto a no ser que esté comprado por los dirigentes del Torneo!) un saque de banda que entró en nuestra portería sin tocarla nadie. ¡Eso en ninguna parte del mundo es gol!. Como vi esa desvergüenza y otras más que estaban poniendo en peligro nuestras dignas victorias por gooleada no agunaté más y salí del campo enfadado ante tantas estafas arbitrales. Pero de nada valió aquellas trampas porque en el último minuto un ataque nuestro, yo estaba ya en la banda, sirvió para conseguir la victoria. ¡Habíamos llegado a la final imbatidos y había yo dejado ya "escuela futbolera" en aquel campo de fútbol-sala!. Recuerdo cómo había sido un valladar en defensa y cómo en ataque había cogido un balón "imposible" en el mismo punto del saque de córner y antes de que saliese fuera hizo un toque tan hábil y tan dificil, pero tan templado a la vez, que dejó atónito a los defensas y fue un golazo gracias a que lo aprovechó uno de mis excelentes compañeros. También aquel gol inolvidabe que quedó para la Historia del Fútbol de Quito Amateur cuando desde el lateral derecho de la defensa lancé un balón larguísimo y en un profundidad que un tal Patricio Benavides (suplente por cierto y además persona non grata poco después por traicionar al Cristianismo) siguíó la jugada y marcó con la cabeza un golazo. Sólo tuvo que cabezear de arriba hacaía abajo aquel magistral y majestuoso pase de gol que todos los espectadores aplaudieron atónitos ante lo que veían.
Así que en honor de todos mis compañeros y colegas padres de familia me prometí a mi mismo jugar la Finalísima (a la que llegábamos como equipo imbatido que no sólo no habíamos perdido un partido sino que ni aún siquiera habíamos empatado pues todo fueron victorias) totalmente concentrándome sólo en el juego. la Finalísima siempre fue nuestra. Llevamos siempre el marcador por delante y a nuestro favor, pero el capitán-entrenador (un gran amigo mío que pocos meses después se fue a vivir con su familia a los Estados Unidos) no estaba sacando los mejores titulares al terreno de juego. Así que íbamos ganando con apuros hasta que le pedí que, por favor, se dejara de gaitas y componendas y no hiciese caso nada más que a sacar a los mejores delanteros. Dicho y hecho. En los últimos diez minutos dimos una verdadera lección de fútbol-arte y colectivo y aplastamos al rival creo que po un contundente 4-1. Pudo haber sido una goleada de escándalo si hubiesen salido los dos mejores delanteros desde el primncipio. No importaba, los del Tamania (cuya camiseta creó polémica entre los mojigatos directores y profesores del Colegio porque llevaba en el pecho la simpática figura del "Diablillo de Tasmania" que es sólo un inocente animal de Australia) nos dimos un verdadero "paseo militar" en la cancha del ya ex Colegio Cristiano Emmanuel de Quito.
Y la sorpresa final fue cuando en el reparto de tofeos celebrado en el Municipio de Quito, ante todas las atuoridades muninicipales y escolares más múltiples invitados entre los que destaba mi hija Leslie Carolina con la cara más simpática que nunca y orgullosa de la labor de su papá, mis colegas habían decidido (pidiendo a mi esposa Liliana que guardara el misterio) que el Trofeo al Mejor me lo entregaran a mí para que fuese custodio de él y para decir que era el mejor jugador del Torneo. Agradecí con mi sonrisa de siempre. Aquello era un sorpresa para mí pero es el trofeo más querido que guardo en mi casa de España junto a mis tres medallas de Tenis (oro, plata y bronce) y otro trofeo del Colegio Sauce. Pero no quedó aquí el asunto, sino que antes de que el club se desmembrara y nos fuésemos cada uno a cumplir con nuestros destinos futuros nos retaron a un partido amistoso una Selección de japoneses y coreanos refortzados por mi cuñado Diego. Era la última magistral forma futbolera que me quedaba por demostrar y era el definitivo duelo entre Diego y yo. La primera parte terminó con un 3-7 en nuestra contra pero pactamos que el equipo que llegase el primero a hacer 10 goles ganaba el enfrentamiento. Los japoneses, los coreanos y mi cuñado Diego sonrieron pensando en lo fácil que lo tenían. Pero vino la tromba. Todos los del Tasmania nos pusimos en onda. Abrí la goleada yo mismo con un cabezaza a media altura, lanzándome en "plonyeong" (en plancha se dice en España) y a la salida de un córner. ¡Entonces sí!. ¡Entonces el vendaval de nuestro equipo se desató ante la desesperación de Diego que tenía unos compañeros quen no sólo ya no funcionaban bien tácticamente sino que estaban destrozados físicamente. Asi que Diego se opacó del todo y ganamos por 10-8!. Nos hicimos varias fotografías colectivas y los unos a los otros nos dijimos adiós. Siempre he guardado este Trofeo al Mejor como el punto más elevado de toda mi carrera futbolística tanto en España como en Ecuador. En el Tasmania demostré, desde el mismo día de la selección de jugadores para formar el equipo titular, en que hice un marcaje sensacional al más peligroso de los rivales y marqué un golazo con la izquierda de esos que sorprendían cuando todos pensaban que iba a centrar. Desde allí hasta este último final imbatido ante los japoneses, los coreanos y mi cuñado Diego (un gran futbolista por cierto que pudo ser del Aucas profesional si hubiese jugado de otra manera más colectiva)demostré lo que era see "un pequeño Beckenbauer" a nivel aficionado.
Y punto final salvo algunos partidos más de carácter amistoso como el inolvidable equio formado por Periodistas Extranjeros que nos unimos para jugar un torneo paralelo al Mundial Sub 20 que se estab celebrando en Ecuador. Los de la APDP (que les zurzan si es necesario) no quisieron incluírme en su equipo aunque mi amigo Fausto Zambrano Zúñiga lo propuso. No me incluyero y cayeron eliminados a las primeras de cambio. En las canchas del Nacional dejé destilerías de mi Arte pero éramos todos totalmente desconocidos y hablabamos idiosmas diferentes en esto de l fútbol; además de que el árbitro ecuatoriano nos hizo trampas, nos anuño un gol legal y, además, fallamos varios goles cantados. Quedamos eliminados a las primeras de cambio también... pero alguuien, desde la tribuna de los espectadores, me animó "¡Vamos Grande de España". Y colgué las botas definitivamente. Después tuve experiencias como buen árbitro (tres partidos masculinos y uno femenino) donde demostré que tenía fuerzas suficientes para seguir las jugadas por todo el campo imponiendo mis decisiones a los "niñatos" del Sauce sin importatme si eran niños de papá o niños de mamá que eran lo que eran en realidad; y de entrenador en dos ocasiones: una en un Taller para Infantiles del Colegio Cristiano Adonai, donde logré hacer de algunos chavales indecisos y con baja autoestima que perdiesen el miedo al balón, el miedo al "que dirán" y el miedo al fracaso. Y, al final, salieron como niños con autoestima, con valores y con fe en sí mismos. El otro fue entre los cristianos de la Comunidad Cristiana de Quito para demostrarles cómo desarrollar la técnica, cómo jugar con lógica táctica y cómo sorprender con estratagemas imaginativas. Me marché harto de que el niñato de turno (en todas partes cuecen habas) que era hijo del Presidente del Equipo en vez de jugar de portero se estaba columpiando del travesaño como un mono completo. Le mandé fuera del campo. Cuando tenía que corregir algún fallo hacía repetir la jugada y les enseñé cuándo debían tirar a gol. Se inflaron a meter goles. Y además le "bajé los humos" al capitán que se quería elevar por encima de mí diciendol algo así: "¡Mientras yo sea el entrenador aquí el que manda soy yo!". Por supuesto que no quisieron que fuese su entrenador ni yo quería entrenar a aquella jarca de gazníperos. Preferí compratir charlas amistosas sobre tácticas futbolísticas con el gran compañero (cristiano también) entrenador profesional ecuatoriano Alfredo Encalada.
Sólo para terminar jugué un partido entre verdaderos cristianos jóvenes (Comunidad Cristiana) y falsos jóvenes cristianos (El Verbo). Les metimos una verdadera paliza otra vez a los del Verbo dejando nuestra portería a 0. Me parece que el resultado final fue de 3-0 a nuestro favor y de nuestro mejores jugadores fue el negrito Fabián de la Comunidad con quien me entendí perfectamente sobre la cancha. Y fin. Había terminado mi labor futbolera. Y regresé a España con mis trofeos. Dejo en la memoria, para no abundar más, otros buenos momentos pasados jugndo al fútbol en Quito sin sufrir jamás "mal de altura"; pero lo más importante fue que demostré estar en plenas facultades físicas y psicológicas para seguir siendo como aquel ya lejano 8 del Esparta de San Isidro de Madrid, del Estrella Olímpica de Madrid y del Deportivo Olímpico de Madrid. Y doy las Gracias a Dios por todo ello; porque se puede decir que "existen jugadores muy necesarios pero hay jugadores que son siempre imprescindibles". Chao.
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