Te han cercado. Te ordenan aunque no escuches sus voces. No te tocan pero sentís el duro golpeteo de sus dedos índices en tu cuerpo. Sigilosamente te vas deslizando bajo la sábana y te tapás la cabeza. Inútil; ellos saben que estás ahí, que siempre los obedeciste y no te dejarán escapar. Ya no pedís auxilio porque sabés que ellos son los más fuertes. Apretás más y más, con tus manos temblorosas, el cuchillo que hace días guardás bajo la almohada. Vas sintiendo que un tibio líquido te va calentando y te vas tranquilizando. Ya no sentís miedo, Ya no tiritas... Ya no sentís NADA...