Atrapada en la red
Publicado en Dec 16, 2010
Mi amiga conoce a una chica que a su vez tiene relación con la prima de otra muchacha, vecina de una jovencita, de la cual voy a relatar someramente su vicio principal: está atrapada, está cogida, puede que enferma y no quiere salir de su cárcel de cristal. Tal chica de una ciudad que ahora no recuerdo cual es su nombre, se levantó el pasado lunes y sin apenas arreglarse oteó preocupda por la ventana: unos gruesos nubarrones habían aparecido sobre la Montaña Sagrada y a buen seguro descargaba una fuerte tormenta en Manresa y en Berga. Tras almorzar un bocadillo con sardinas de lata, tras hacer una llamada, se sentó con alegría ante su computadora, lo puso todo en marcha y empezó a entrar. Buscó si su última prometida le había dejado algún mensaje en el foro de lesbianas donde ambas eran unas de las reinas. Y luego se pasó para leer las portadas de algunos periódicos, para ella, de referencia. Estaba entrando en el foro donde dejaba colgados sus escritos, realizados con pasión, a veces con rabia, otras con poco sentido de pretender realizar un trabajo bien hecho. Rayos y truenos que se acercaban llenaban el cielo de un concierto de heavy metal, empezaban a caer gruesos goterones de agua, el viento inclinaba con fuerza parte del ramaje de su jardín.
Fue cuando llamaron abajo los abuelos, que habían ido a comprar para llenar el frigorífico toda la semana, venían cargados, tocaban el timbre para que ella bajara y les ayudara sobretodo con el fastidioso carrito tan lleno siempre que rezumaba paquetes. -Ahora no! Ahora no, me cago en la puta! -gritó la chica, muy excitada, pues una web de fotos guarras se le abría y cerraba y ella insistía para poder entrar. Los abuelos presionaron de nuevo el timbre, más ella dijo: "No siento nada, no escucho que nadie llame abajo". Pero si escuchó y eso le dolió en el corazón el lento ascenso del carro por los escalones, tirado de manera fatigosa por un hombre de 80 años o más, muy debilitado por varios infartos sufridos tiempo atrás. Y ahora llovía como si desde el cielo echaran el agua con cubos y caían unos que parecían querer ir de caza por allá -Que se jodan! -se dijo. -Yo también tengo mis problemas. Así, entretenida, ante la pantalla blanca, visitó un rayo el tejado de la casa vecina, pegó un estruendo de la ostia y la pantalla a la que estaba pegada en negro absoluto restó. La muchacha pasó el rosario: citó a todos a los santos, nombró todos los pecados y llena de ira gritaba que no le podían hacer aquéllo. Era tan joven que no sabía que en este puto mundo te pueden hacer de todo, en cualquier momento y lugar y cuando tú menos lo deseas. Y el paisaje era éste: A tomar por el saco la computadora, sin corriente en la casa, a ella le saltaban algunas lágrimas. Cada una decía: Qué infeliz que soy! Escuchó luego golpes en la escalera: su abuelo pillado por un nuevo infarto bajaba como una pelota hasta caer medio muerto a los pies de su buena señora que chillaba estremecida y gritaba: Laura! Laura! Pero Laura, hundida en sus miserias como si su cuerpo se redujera, como si cada vez fuera menos cosa, agarrada a la silla, solo tenía por mundo su computadora deseando con todas sus fuerzas que como por arte de magia se encendiera de nuevo. Escuchó a la abuela correr por el pasillo sin dejar de gritar "Ay Dios mío! ay Dios mío! Y también como llamaba a una ambulancia, como se acercaba a su habitación y cuando tras de ella le inquirió con desprecio: -Laura, ¿Qué haces? El abuelo se está muuriendo en la escalera bajo esa tronada y aguacero y tú no te dignas salir! ¿Qué eres Lura? Laura era una miserable, una chica atrapada. Y guardó silencio porque sabía que eso era cierto.
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Richard Albacete