Demóstenes tenía la feísima costumbre (digamos que producto de algún trauma sufrido en su adolescencia) de meterse piedras en la boca y por eso hablaba de cosas tan raras de creer, como Emiliano -no el Escipión sino el de Cuenca- una herencia sobre esto, aquello y lo demás allá... como si esto, aquello y lo demás allá le perteneciesen con lo vago que era. De eso nada. Demóstenes, al igual que Emiliano -no el Escicipión sino el de Cuenca- bastante tenían con usurear al erario patrio. Yo me pregunto cuándo había aprendido el Demóstenes griego la feísima cotumbre de meterse piedras en la boca (que cuando hablaba parecía que estaba comiendo sopa de palabras intinteligibles porque las piedras te trabucan la lengua) y cuando Emiliano -no Escipión sino el de Cuenca- cogió la feísima costumbre usuraria de quererlo todo para sí a costa del Bonifacio y del Máximo, sus lugartenientes románicos (no he dicho románticos porque carecen de sensibilidad para eso sino románicos por lo antiguos que son sus nombres) sin tener en cuenta otra cosa nada más que intentar hacerlo manipulando documentos que, por culpa de un tal Benito que es bastante "anacleto" para querer hacerse "el agente secreto" de la herencia, no son más que un puñado de papeles grasientos porque Benito tiene la costumbre de tomar sardinas en aceite envueltas en dichos estrafalarios documentos.
Pero volviendo a Demóstenes... ¿qué me dicen de sus filípicas filipinas?. ¿Conocía Demóstenes, en su época, las islas Filipinas?. No. Entonces ¿de dónde sacó sus famosas filípicas filipinas?. Supongo que del mismo "cajón de sastre" del cual Emiliano y sus adláteres (¡y cómo me gusta a mí escribir adláteres que significa al lado de ad; o sea , al lado de al lado) sacaron esos papeles ahora pringados de aceite queriendo decir que conocen las islas Molucas. ¿Sabrán dónde están las Molucas dichos "moluscos"?. Creo, en el buen pensar, que se piensan que todo lo que reluce es oro y entiendo, en el buen pensar, que se quieren meter piedras moluqueñas en los bolsillos para compensar sus buenas barrigas. En definitiva Demóstenes estaba gordo de tanto papear piedras y tragarse las sustancias minerales mientras que Emiliano, Bonifacio y Máximo están gordos de tanto papear del tarro de mermelada de fresas de Benito que sigue con su fea costumbre de usar los documentos de la supuesta herencia para envolver las sardinas en aceite. Por eso va a ser una risa jocosa y jacarondosa cuando el juez de turno (si es que todavía existen los jueces de turno tal como existían en la época de Demóstenes) desenrolle los documentos que están atados con cinta de colores tan cursis como el cenutrio... porque el cenutrio de Emiliano y los cenutrios de Bonifacio y Máximo son bastante cursis a la hora de empelear palabras como "somaten" (que a saber que tienen que ver las tropas catalanas con esos documentos llenos del pringue de aceite de las sardinas que se come Benito envueltas en ellos). ¿Ver para llorar?. No. ¡Ver para mondarse de risa!.
¿Y que me cuentan de Demófilo?. Otro que también se enrollaba como las persianas al hablar de esto, aquello y lo de más allá con su credo niceno (que por eso se pasaba noches enteras sin cenar como les sucede a Emiliano -no Escipión sino el de Cuenca y sus adláteres ¡y cuánto me encanta esta palabra que significa estar al lado de al lado!- que no duermen en paz pensando en cómo limpiar el pringue de aceite de los documentos de la supuesta herencia. Que ni cenan ni dejan cenar a sus mujeres imitando a Demófilo, un obispo machista de aquí te espero de la Antigüedad precolombina pero en Europa. Y es que en Europa, cuando vean los documentos pringados de aceite se van a partir tanto de risa que, de repente, la población de europeos (por eso de partirse por la mitad como las amebas se va a duplicar en tan sólo una noche). Y es que a Benito nadie le saca de la cabeza más palabras que "odo para eso están las sardinas" y "odo para eso están estos papeluchos de Emiliano, Bonifacio y Maximo". El cabreo va a ser monumental entre todos ellos mientras Isabel y yo seguimos con la sana costumbre de comer yogur por las mañanas acompañado de huevos frescos yo y de tortilla española ella y viva la vida y olé.
¡Olé es la que les van a cantar, siguiendo la estela de Filemón, esta vez sin Mortadelo pero comiendo mortadela a troche y moche, los jueces a Emiliano -no Escipión sino el de Cuenca y sus adláteres Bonifacio y Máximo- que va a se lo máximo de la risa europea cuando vean dichos documentos que, además de pringados de aceite de sardinas -fea costumbre esta de comer sardinas en aceite en vueltas en papeles judiciales que ya están más amarillos que los limones que cultivaba mi tio Ángel en su pueblo!. Pero volvamos a Filemón y la mortadela. Mortadelo hace tiempo que fue expulsado del Banco Hispano Americano por dar un quintal de patatas a su madre para todo el mes y guardarse el resto para ir de mujeres aunque las mujeres no se iban con  él porque estaba, ¡otro más y van  no se cuántos!, más gordo que la ballena que se tragó a un discípulo cristiano del cual no recuerdo su nombre (ahora recuerdo que era Jonás) pero que apareció sano y salvo en una playa de Capadocia o por ahí más o menos. Pero hablando de Capadocia, verán como se presentan los Emiliano, Bonifacio y Máximo con "capa de ocio" (porque mira que duermen los tres adláteres entre sí) el día del juicio para que  no se les vea la cara de avariciosos y para no pasar vergüenza de presentar papeles amarillentos del tiempo que hace que los falsificaron y además llenos todos ellos de pringue de aceite de las sardinas que se come todos los días Benito; albacea que parece de Albacete pero es de Cuenca por lo que debía ser cuencacea en vez de albacea poque también se mete piedras en la boca para hablar palabrotas que parece el Diccionario Secreto de Camilo José Cela pero en celo... porque mira que es celoso el tal Benito.
Bueno, me despido de Demóstenes, Demófilo y Mortadelo porque es mi hora de café (ya se habrán dado cuenta que a mí todo este tostón de la supuesta herencia me resbala más que un patín cuesta abajo bajando el Gran Simplón que está en Suiza. Y es que la verdad es que son tan simplones los Emiliano -no Escipión sino el de Cuenca,- como sus adláteres Bonifacio y Máximo que confunden a Demóstenes con Démeter, a Demófilo con Domitilio y a Filemón con Mortadelo y por eso me hace tanta risa que Benito sea el albacea que ha manchado toda la documentación amarillista (porque parece sacada de un tabloide como el Extra de Guayaquil y además pringada toda ella de aceite de sardinas). Ahora que busquen en la Enciclopedia de Máximo (del año "la pera" por supuesto ya que fue un buen año para las peras de Tarragona, anteriormente "Tarraconensis", quiénes fueron Démeter, Domitilio y Mortadelo... ¡que bastante cultura general, mi general de división, necesitan aprender estos que dividieron a la familia en dos partes!. ¡Hala, ánimo, mis cuatros compinches de una supuesta herencia fantasmasl, a aprender cultura a ver si así ligan chicas más guapas aunque sea para invitarlas a un vino Don Simón en caja "teta break" y menos chupar palillos después de la suculentas y pantraguélicas comidas que se meten entre pecho y espalda de tal manera que parecen los dólmenes de Obélix... menos Benito que sigue siendo un varilla en busca de varillas!. ¡Que sí, hermanitos y compadre, que una buena investigación cultural sirve para hacer mejor la digestion!. Por cierto, de paso, que investiguen el "Digesto" que si sé que existe y lo escribió Justiniano que sabía un "mogollón" de leyes. A ver si así consiguen un duro de la supuesta herencia o por lo menos les queda la sensación de haberse comido un durazno porque comerse una rosca con una chavala guapa lo tienen más difícil que Apolino Tarúguez o Aquilino el del pueblo de Benito. Yo voy a ver si pesco algo de un atún que he visto sobre la nevera porque eso de la supuesta herencia me deja más frío que un calamar en el Polo Norte. Adiós a Demóstenes, Demófilo, Filemón y demás susodichos hombres mentados en esta crónica.