LA CONSTERNACIN DE UNKUL
Publicado en Dec 17, 2010
Subió a la alcoba con la desesperanza de sentir que su tranquilidad había finalizado "¿alguna vez comenzó?", se preguntó y sin embargo, a pesar de sobrellevar como pudo en ciertos momentos esos "cachetazos que suele darnos la vida", empezó a entender que nunca había tenido tranquilidad.
Desde la pequeña ventana -que daba la sensación de dividir la alcoba en dos mitades-, contempló la calle. Un vendedor de manzanas estaba parado al lado de su mercadería y miraba hacia la ventana, como afinando la vista. Nada en particular. Solo eso. Sabiendo que en un cajón del escritorio que estaba allí, como atornillado al piso, ese viejo escritorio que fue compañero y testigo de desahogos por parte de su padre, don Pepe; en ese cajón, estaba la carta que había escrito Klara. Mientras el reloj en la pared marcaba una nueva hora; el mismo reloj que don Pepe tanto cuidaba... Extrañamente como entonces, pareció escucharle decir a su padre: "No esperes ser reconocido, ni lo intentes. Mas bien tu esfuerzo deberá apuntar hacia otro blanco; hacia un sitio donde quizás nadie haya explorado aún. No cejes ante palabras cargadas de odio, rencor o envidia. Y recuerda que, ante quien debes realizar actos de nobleza, es nada más y nada menos que ante ti mismo". En ese momento atinó a tomar el violín, pero se frenó justo cuando su mano estaba a pocos centímetros de éste; quizá recordó que en una situación similar y de solo imaginarse aquel escenario sería suficiente para enfermarse, su madre, desde abajo, en el sillón de la entrada, mientras tejía y tejía vaya uno a saber que cosa y para quien, le había gritado desaforadamente, como si alguien hubiese querido matarla... ..."Si algún delincuente tuviese la idea de hacerlo, además de mi eterno agradecimiento, es muy probable que también reciba una impensada recompensa. Pero claro, esto no puedo más que imaginarlo" -pensó para sí mismo. Nadie le hubiese creído de no haber estado con aquella mujer el señor Tálbess; pues ella, al ver que su hijo reprimía su angustia ante la ausencia de su padre, su enojo con la vida por habérselo arrancado así, de golpe y sin previo aviso; esa mujer decidió clavarse las enormes agujas con las que solí tejer, justo a la altura de su corazón... ...Aquella extraña y huraña mujer, que probablemente no había sido criada para tener hijos porque no conocía la palabra amor, no sangró. Se había quitado la vida quizás, como a sabiendas de no tolerar la envidia al ver a su hijo constreñirse delante de ella, por el solo hecho de extrañar y llorar a su padre; su amigo... En ese mismo momento de confusión, clavó su mirada en un retrato del padre que estaba sobre el escritorio de aquella alcoba y gritó: - ¡Llueve sobre mojado, don Pepe! -a lo que su madre, en un grito aún mayor y asomándose por la escalera le replicó: - ¿Así es como piensas ganarte tu dichosa tranquilidad?
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Gustavo Milione
Un abrazo!
Guillermo Capece
vuelvo a leer tu relato que sinceramente habia olvidado y advierto que tiene unidad con otros parciales que lei hoy mismo; por los personaje s y las acciones me doy cuenta.
O sea que siento la necesidad de leerlo con unidad, quizas sea importante que individualices las partes con numeros como veo que hiciste en otro cuento o comienzo de novela (que leere en otra oportunidad.)
Te abraza y felicita
Guillermo
Gustavo Gabriel Milione
Guillermo Capece
redondo, el cuento; enorme tu imaginacion de las agujas de tejer entrando en el corazon de la mujer.
Abrazo
Guillermo
Gustavo Gabriel Milione
florencio
Gustavo Gabriel Milione
Edgar Omar Neyra
Leticia Salazar Alba