VESPERTINA
Publicado en Dec 24, 2010
Agitada mi respiración, llegué para escuchar al poeta. El palacio lucía resplandeciente, doncellas y caballeros ostentaban su aristocracia. Servirían vinos y bocadillos exquisitos, pagaron fortunas para escucharlo.
La boca famélica del poeta decía quimeras y delirios, su voz vibraba en la inmortalidad de las almas. Repentinamente todos llorábamos a raudales y del poeta moría la carne frente a los mendigos, rameras, andrajosos y borrachos. El viento olía a miasma de ciudad mientras en el palacio se rendía homenaje a la crueldad del gobernante que funda su riqueza y erige su sistema sobre la inextricable miseria de un pueblo.
Página 1 / 1
|
teresa
MARIANO DOROLA
M A G N I F I C O
AZUCAR