La Red: Captulo 6 (Novela).
Publicado en Dec 24, 2010
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A las once de la noche de ese mismo viernes en que Vera Ordóñez había comenzado de nuevo a soñar... en un pequeño garaje, junto a un parque discretamente oculto para la mayoría de los habitantes de la ciudad, se encontraban el capitán Pericles, el policía Samuel y un misterioso personaje apodado "Rubicón", que era rubio, que podría ser utilizado para misiones gravemente peligrosas y que era originario de la Italia sureña.
- Se está retrasando un poco... -señalaba Samuel mirando el reloj.
- No hay que preocuparse. Es demasiado inteligente como para haber caído en alguna trampa. Debe haber hecho alguna gestión complementaria -les tranquilizó Pericles.
- ¿Es tan guapa como se dice? -preguntó "Rubicón".
- Mucho más... italiano. Pero te advierto que no intentes enamorarte de ella. ¡Nadie lo ha conseguido jamás!. Ha nacido sólo para solventar misiones gravemente peligrosas.
- El amor es gravemente peligroso -añadía el italiano como un verdadero experto en el tema.
- ¡Dígánmelo a mí! -apuntaba el simpático crucigramista- ¡Todas las noches tengo que dar explicaciones a mi mujer para poder salvar el cuello!.
- ¿Qué ocurre con tu mujer, Samuel? -interrogó Pericles Pendepandreos.
- Que cree que un policía tiene que estar siempre a las siete de la noche en casa porque si no es así está tomando copas en un nigth club.
- Le deben gustar mucho las películas antiguas -se mofó "Rubicón".
A Samuel aquel tipo comenzaba a caerle mal.
- Pues tengo entendido que las mujeres italianas son de las que creen que un policía debe estar en casa a las seis de la tarde.
"Rubicón" no esperaba esa respuesta y Pericles Pendepandreos les ordenó guardar silencio.
- ¡Callen un minuto!. ¡Aquí viene un automóvil de color gris!.
- Mi capitán. ¿No debería ser un automóvil de color azul?.
- ¡Estén preparados, muchachos!. !Samuel, haz la señal de que permanezcan todos atentos a cualquier movimiento extraño!.
Pero no fue necesario intervenir. Quien llegaba era, efectivamente, la tan esperada Tatiana. Pericles se acercó rápidamente a abrirle la puerta.
- ¿Qué ha sucedido?. ¿Por qué llegas con media hora de retraso y además en un automóvil de color gris?. ¡Estuviste a punto de ser ametrallada!.
- Tuve que cambiar de planes. Observé que era seguida por alguien y aproveché un descuido para sortearle. En la esquina del Belvedere me oculté rápidamente y tuve que llamar a otra casa de alquiler de automóviles.
- ¿Quién te seguía?.
- Sólo pude observar que parecía de origen latino europeo. Por sus maneras de caminar o era francés o era italiano.
- ¿Cómo sabe usted las maneras de caminar de un italiano? -intervino "Rubicón" que ardía en deseos de entablar conversación con ella desde que la vio llegar.
- Hay algunas clases de hombres que no saben caminar más que de una forma determinada. No pasa así, por ejemplo, con los españoles que cambian continuamente de ritmo.
- ¿Sabe usted mucho de hombres?.
- No crea usted todo lo que le hayan dicho de mí. Posiblemente exageren o posiblemente se queden cortos a la hora de analizarme.
- Esta mujer me interesa - pensó para sí mismo "Rubicón".
- ¡Vámonos!. ¡Ya no podemos tardar más tiempo! -ordenó Pericles.
- Este galán me está cayendo gordo -pensó también para sí mismo el crucigramista- estoy seguro de que a mí me tocará la tarea más difícil y luego la fama se la llevará él si es que salimos vivos de esta.
- Vamos a ver si nos ponemos de acuerdo. Tatiana... ¿quién quieres que sea tu pareja en la fiesta de los bahai?.
- ¡Yo! -rugió Samuel.
- Lo siento. No puedes. "Rubicón" hace mejor juego con ella.
A Tatiana le dolió porque parecía un desprecio al sencillo policía, pero entendió perfectamente. Ella era demasiado linda y elegante. Sólo alguien de similar categoría podría pasar realmente como pareja de ella. Miró a Samuel y le regaló una hermosa sonrisa para consolarle.
- Otra cosa. ¡No puedes ir con ese traje de captadora de clientes para teléfonos celulares!. ¡Demasiado espectacular para unos religiosos árabes!... ¿Comprendes?.
- Entonces...
- Entra en ese automóvil de color negro y hallarás ropa apropiada. Un vestido de noche especial que tuve la habilidad de comprar porque preví que estabas ocupada en otra misión y no te daría tiempo para cambiarte. ¿Te gusta el color rojo?.
- Sí.
- ¿Qué tendrá que ver el color de su vestido con lo que vamos a realizar en la sede bahai? -protestó "Rubicón" que no hacía más que mirarla totalmente exaltado.
- Más de lo que te crees -respondió Tatiana- para los árabes los colores subidos de tono son señal de buen gusto.
- Yo opino lo contrario. Suelen vestir sin mucho color.
- Se equivoca usted, y perdone pero no sé su nombre.
- "Rubicón". "Rubicón" Pirelli para lo que desees.
- No deseo ahora otra cosa sino decirle, para que aprenda un poco más de ellos, que cuando están en fiestas religiosas son más bien muy elegantes y a la vez muy coloristas.
Samuel sonreía ladinamente, ocultando su boca discretamente con la mano derecha, porque "Rubicón" Pirelli estaba quedando a la altura del betún.
- ¡Vámonos ya!. ¡Rápido, Tatiana!. ¡Cámbiate y vuelve aquí con toda la rapidez que puedas!.
Juan meditaba, estirada toda su longitud corporal en el sofá, sobre algo que le estaba rondando en la cabeza cuando Charlie salió, todavía adormecido, con "La Onda" en su mano izquierda. Se escuchaba la fuerte respiración de Vera Ordóñez.
- Juan... ¿podríamos ver cómo se encuentra nuestra invitada?.
- ¿De dónde has sacado eso?.
- Perdona... ¡creí que era una buena idea!.
- Me refiero a esa revista.
Charlie se dio cuenta entonces de que llevaba una revista en la mano izquierda.
- ¿Te refieres a esto?. Alguien la dejó sobre la mesa y como me aburría mucho me he entretenido en observarla ligeramente.
- ¿Quién fue la persona que dejó esa revista dentro de nuestra habitación?.
Charlie comenzó a sudar copiosamente.
- ¿Te dejo vigilando para que no entre nadie y no te enteras de saber quién entró?.
El joven somnoliento español se levantó del sofá y le arrebató violentamente la revista. Estaba enojado de verdad.
Charlie respiró profundamente.
- Pelirrojo... ¡ayúdame a intentar descubrir una cosa que ni sé lo que es ni sé hacia dónde nos va a conducir!.
- Como siempre...
Y los dos amigos periodistas volvieron a sentarse en el sofá donde había dormido toda la noche Juan. Éste fue directamente al artículo titulado "Los ángeles de cara juvenil".
De camino a la entrada de la sede de los bahai, cuando ya se divisaban los flamantes automóviles aparcados en la acera, "Rubicón" intentó tomar de la mano a Tatiana pero ésta se lo negó rotundamente.
- ¿Pero no somos pareja?.
- ¡Usted ha visto demasiadas películas antiguas!.
Samuel, el policía crucigramista, soltó una carcajada mientras Tatiana continuaba hablando ante el italiano que se quedó tremendamente desconcertado.
- Amigos nada más. No te olvides de que la labor de enamorarme tienes que hacerla durante la fiesta si eres capaz de conseguirlo...
Samuel y Pericles les seguían a muy corta distancia. Samuel sonriendo y Pericles excesivamente serio y preocupado.
- Este tipo ya me repele -razonó el crucigramista.
- Tranquilo Samuel y concéntrate sólo en tu trabajo. Espero que ésta vez no confundas bahai con bahía y te vayas a meter en algún lío inesperado. Yo me quedo aquí. De ahora en adelante todo queda en tus manos...
- ¿Todo?. ¿Otra vez todo lo más difícil para mí?.
- Bueno... casi todo...
- Y ese pelagatos... ¿qué función va a representar?.
- Nada de insultos entre nosotros... ¿eh?.
Tatiana y "Rubicón" llegaban ya a la puerta del chalet. Un elegantísimo caballero de facciones limpiamente árabes, con barba pulcra y puntiaguda, junto con una jovencita de ojos negros, más grandes que el lucero del alba, les saludaron.
- Buenas noches. Pasen con total libertad. Estamos muy contentos de su visita -y los ojos del barbón brillaban concupiscentemente con la mirada posada en el cuerpo de Tatiana.
- Nos dijeron que estábamos invitados a una fabulosa fiesta de "pan, amor y fantasía" -sonrió, mientras terminó de hablar, "Rubicón".
- Desde el punto de vista espiritual y espirituoso es así -dijo ahora la jovencita de ojos negros.
- Eso espero... porque le prometí a mi amiguita que sería una noche inolvidable.
- Será inolvidable -respondió Tatiana- como comprenderás yo no suelo perder el tiempo con aburridos entretenimientos.
El barbón abrió su boca para mostrar su hermosa dentadura blanca.
- Señorita... cuando usted descubra las maravillas del mundo oriental sabrá que el éxtasis de la vida proviene del encuentro con las delicias místicas que ya profetizaban los poetas del Irán.
- ¿Las mil y una noches? -siguió ironizando Tatiana.
- Las mil y una noches repletas de estrellas -completó "Rubicón".
Y sin más palabras entraron en el salón donde ya se encontraba un alto número de personajes elegantes, cetrinos como el color de las olivas y vestidos como de alcanfor. El aire estaba contaminado de aromas que embriagaban las pituitarias de todos los asistentes quienes parecían flotar como espíritus de la bondad seráfica.
Samuel miraba su reloj. Tenía que esperar cinco minutos más. El frío hacía que permaneciera con las manos en los bolsillos de su elegante pantalón mientras el cigarrillo se iba consumiendo entre sus labios.
- Sólo faltaba que alguna de mis vecinas me viese y fuese con el cuento a la parienta. Si salgo de ésta presento mi renuncia definitivamente.
Un hombre de origen turco pasó junto a él.
- Buenas noches, caballero -dijo con un acento extraño.
Sanuel le miró de arriba hacia abajo y se limitó a contestar lacónicamente.
- Buenas...
El turco entró directamente al local, dejando tras de sí un olor de colonia tan penetrante que el policía no tuvo más remedio que taparse la nariz.
- Oye, Juan... ¿qué te parece esto?.
- ¿Qué es?.
- Escucha. El infierno está mucho más cerca de los ángeles de cara juvenil de lo que algunos piensan.
- ¡Caramba!. ¡Sigue, colega!.
- Encubiertos con las máscaras de la galantería, los diablos del sentimiento amoroso buscan víctimas adornados de pajes de la simpatía. ¿Qué te parece?.
- Todavía estoy pensando...
- Las convencen de que la paz reside en sus prosas poéticas y que es en su líricos cánticos de la armonía universal donde se ubica todo lo celestial... ¿qué te parece?.
- ¡Que Tatiana está en peligro y ella no se da cuenta del todo!.
- ¿Tú crees que está jugando con demasiado fuego?.
- Ya sabes que los fuegos artificiales a veces explotan de manera inesperada.
- ¿Y qué hacemos ahora?.
- De momneto nada... porque para atrapar a las sombras fantasmales hay que esperar a que salga la luz.
Charlie miró curiosamente a su compañero.
- ¿Te he dicho que aprendo mucho a tu lado?.
- Varias veces...
Vera Ordóñez despertó sobresaltada y oyó el murmullo de los dos periodistas.
- ¿Hay alguien ahí?.
- ¡Estoy yo! -dijo Charlie... -¡pero no te preocupes porque también está mi colega a mi lado!.
- ¿Puedo hablar con vosotros?.
Charlie se encogió de hombros. Juan también.
La fiesta en la sede bahaí comenzaba a tener interés cuando Samuel hizo su entrada. Ignorado por todos él iba de un corrillo a otro limitándose a recoger mentalmente todo lo que escuchaba, mientras en el mostrador de las viandas "Rubicón" comenzaba su romántico asalto.
- ¡Es usted tan encantadora que parece una princesa salida de un poema de Safandi!.
- ¿Quién es Safandi?.
- Uno de los más espirituales creadores de la idílica poesía iraní. Él creó una escuela tan rica en matices que sólo mujeres como usted merecen escucharla.
- ¿Superior tal vez a Pablo?.
- ¿Quién es ese tal Pablo? -se quedó cortado "Rubicón" una vez más.
- No me sea usted ignorante. Me estoy refiriendo a Pablo Neruda.
- ¡Ese sólo confesó que había vivido!.
- ¿Y le parece poco?.
"Rubicón" se rascó el cogote en una acción involuntariamente vulgar y comenzó a mirar de un lado para otro.
- ¿Qué le sucede, Romeo?.
- Vamos a ver si se acerca algún pichón -dijo al oído de ella.
El crucigramista Samuel se detuvo entre dos esperpénticos personajes que parecían los protagonistas de una obra de Pirandello en busca de autor por las dislocadas y contradictorias opiniones que mantenían entre sí.
- Me parece que son ustedes incapaces de recomponerse lógicamente en sus comentarios -decía el muyt flaco.
- Caballero -le respondía el que parecía más diplomático- ha de saber usted que yo he recorrido los cinco continentes del planeta y puedo afirmar, y afirmo con total rotundidad, que nunca logré descubrir la verdad de la existencia salvo aquí.
- ¿Qué es lo que aquí se afirma sobre la existencia? -se atrevió a intervenir Samuel
- Veo que, por su humilde manera de vestir, es usted un poeta.
- Me gustan las palabras, sobre todo cuando tienen significados tan diversos que es necesario ser un verdadero filósofo para poder ubicarlas en su verdadero contexto.
El flaco se alejó y quedaron, con su mano a mano, el que tenía porte de embajador y el humilde y simpático policía.
- ¡El amor, lo principal es el amor! -espetó repentinamente el que tenía pinta de embajador oriental y que era tremendamente robusto- ¡Porque el amor es el principal elemento del alma!.
- Será mejor que nos tomemos una buenas copas de licor antes de profundizar en nuestras teorías... ¿no le parece a usted, señor embajador de...?.
- De Irán. Embajador de Irán. Y por mí encantado...
- ¡Es que tengo la garganta ya reseca de tanto pensar... porque... qué manera de pensar tan elevada es la que estoy escuchando esta noche! -contestó Samuel.
- Pero resulta que yo lo tengo totalmente prohibido por mi religión. Mi conducta es tan angelical que si bebiera una sola gota de alcohol traicionaría al Gran Bahahulah.
Mientras tanto, el gordo turco descubrió a la bellísima Tatiana y, ni corto ni perezoso, se acercó a la pareja que charlaba junto a las viandas.
- Ya viene uno -musitó "Rubicón" apartándose ligeramente de ella.
- Esperemos que sea tan interesante como usted -ironizó Tatiana para que el italiano se diese cuenta de la doble intención.
- ¡Buenas noches, hernosa diosa de los sueños!.
- Precisamente hablábamos de poesía -apuntilló el italiano.
- Entonces conocerá usted -dijo el turco dirigiéndose a ella- la maravillosa poesía de la Escuela de Shiraz.
- ¿Es usted iraní?.
- No. Pero sólo por poca distancia.
- ¿Cómo ocurre en las carreras de caballos? -se atrevió a chistear Tatiana.
- Jajaja -hizo una mueca el turco entre de admiración y de odio- nací en el Kurdistán aunque viajo por la Tierra como las aves del paraíso.
Tatiana observó su rostro. Se parecía bastante al periodista que Juan le había descrito hacía sólo unas horas y su cerebro comenzó a funcionar mientras ponía en tensión toda su sensorial anatomía. Tenía que sacarle su identidad fuese como fuese.
- Entonces... habrá visitado usted muchas ciudades...
- Las más importantes aunque en ninguna de ellas vi algo tan bonito como usted. Ningún monumento la puede ni tan siquiera igualar.
Ella comenzó a darse cuenta de que, efectivamente, se encontraba ante el peligroso personaje del vuelo X-716 pero quiso confirmarlo.
- A mí me encanta la ciudad de Cambridge. ¿Conoce usted Cambridge?.
- Como la palma de mi mano -y el turco mostró una mano que parecía excesivamente áspera y toda ella llena de líneas, surcos y arrugas.
Ella ya lo había confirmado. A partir de ese momento sabía que era Alí Erdokan y que debería llevar al turco a su propio terreno. Era la ocasión propicia de sacar información importante porque sólo ella sabía que, escondido en su escote, portaba un minúsculo micrófono. En la calle, a escasos metros del lugar, el capitán Pericles Pendepandreos escuchaba todo.
- Interesante mano la suya. ¿A qué se dedica?.
- A la digna porofesión del periodismo. ¿Desea usted sentirla?.
- No es necesario. Se ve que es mano de macho. Hay manos que hablan tanto de sí mismas que sólo viéndolas una mujer puede interpretarlas y temerlas. Sus manos son de un artista muy macho... ¿no es así?.
"Rubicón" empezó a preocuparse ante la valentía de Tatiana. No quería perder la delantera en aquella especie de loca carrera de caballos por alcanzar a la yegua.
- Regresemos a la poesía... ¿no crees, Tatiana, que es más interesante?.
- ¡Este hombre parece bastante imbécil! -gruñó Pericles en la calle.
- ¿Qué ha sucedido, mi capitán? -le preguntó el policía que estaba a su lado con la metralleta preparada por si era necesario intervenir bruscamente.
- !Nada!. ¡Que el muy idiota del italiano, sin querer, ha dicho el verdadero nombre de ella en vez de Soraya como estaba planificado!. ¿No sé de que sirvió que le avisase que dijese cualquier otro nombre menos el verdadero?. ¡Está tan embelesado con ella que ya ha cometido un gravísimo error!.
El turco, sintiéndose halagado por lo que creía que era un piropo de ella, se volcó con entusiasmo en la exposición.
- Shiraz es el foco principal de una pléyade de poetas de tal calibre que todas las mujeres que los escuchan caen enamoradas en sus redes.
- ¡Eso es, Tatiana!. ¡Bravo!. ¡Lo está consiguiendo!.
- ¿Qué sucede, mi capitán?.
- Le está haciendo sacar cosas que son importantísimas para localizar los focos donde actúan...
- Ha de saber, princesa, que siempre se acompañan de instrumentos tan embriagadores que emborrachan y transportan a las mujeres a las celestes esferas del placer.
- ¡Eso es!. ¡Ya tenemos respuestas claras! -siguió entusiasmado el capitán Pericles.
- Shiraz es un verdadero paraíso. ¿Le gustaría a usted ir allí?.
Tatiana aumentó la graduación de sus encantos llevándose una copa de licor de fresa a sus labios, pero apenas bebía porque sabía que era peligroso hacerlo. Samuel, en otro rincón del enorme salón, sí bebía. Y bebía demasiado ante la persistencia de sus contertulios mientras una estrambótica mujer hacía su espectacular entrada en el recinto.
- Caballeros... ¡acaba de llegar nuestra Reina! -sonó una voz masculina por el parlante.
Aquella voz le parecía conocida a Tatiana pero guardó silencio.
En pie, junto a una de las paredes del enorme salón, un hombre comprobaba que su pistola permanecía bien oculta bajo su chaqueta. Atento a todos los movimientos, no dudaría en usarla si era necesario. Su principal punto de atención era Tatiana. Precisamente para salvarla en caso de apuro terminal. Samuel miró disimuladamente a él y le hizo un pequeño guiño mientras se tocaba ligeramente el ala de su sombrero que no se había quitado para nada porque servía para disimular que llevaba otro aparato escondido en la tela del mismo y que servía como cámara de televisión, una especie de objetivo indiscreto, que observaba Pericles desde la calle. Samuel oía la voz del capitán Pendepandreos.
- No dejes de vigilar al gordo. ¡Fríele si es necesario!. ¡La vida de ella vale más!.
El gordo era aquel turco kurdistaní que intentaba impresionar a la bellísima Tatiana.
- Que no se la lleven fuera del salón. ¿Entendido?.
Vera Ordóñez apareció en la sala de la habitación 321 del Hotel Las Estrellas donde se encontraban los dos amigos periodistas. Iba vestida con un bañador de dos piezas. Charlie comenzó a parpadear mientras Juan acababa de volver tras haber usado el baño.
- Calma, Charlie -dijo Juan- creo que en el lavabo ha visto pastillas.
- Pastillas ¿para qué?.
- No lo sé; pero según te veo te vendrían muy bien para los nervios.
- Tengo necesidad... -balbuceó Vera.
Charlie salió disparado hacia el lavabo.
- ¿Qué te ocurre,Vera? -intentó tranquilizarla Juan mientras la tomaba suavemente de la mano y la hacía sentar en el sofá donde él habá dormido esa noche.
- No es lo que Charlie piensa...
- Charlie sólo está empezando a enamorarse.
- ¿No será de mí?.
Juan sonrió como siempre hacía en estos casos.
- ¿Es tan difícil enamorarse de ti?.
Vera Ordóñez se quedó turbada pero reaccionó cambiando de tema.
- Lo que necesito es que alguien me escuche. Tú eres la única persona que lo ha hecho en muchos años. ¿Puedes escucharme una vez más?.
- Escuchar a una mujer bonita nunca es un sacrificio.
- ¡En serio, Juan!. ¡Sigo teniendo miedo!.
- ¿No te dije que estás en buenas manos?.
- Es que hay algo que no te he contado.
- ¿Qué es?. No tengas ningún reparo en decírmelo.
- Sé que alguien muy importante me acecha continuamente. A veces el jefe de aquella organización hablaba telefónicamente con una persona que no era la arpía iraní. Y siempre le temblaba el pulso cuando hablaba con él.
- ¿Con otro hombre?.
- Si. Sólo sé que le llamaba Oscar.
- ¿Cómo sabes eso?.
- Porque me hacía la dormida para que no me descubriese que estaba escuchando. Yo era la querida de él. Me tenía reservada para sí mismo.
- ¿Oscar?.
- No. El que hablaba con Oscar. Era europeo pero no sé de qué país. Por eso tuve mucha más suerte que las demás. Y por eso a veces estaba presente cuando sucedían aquellas llamadas.
- ¿Seguro que era un europeo?.
- El que llamaba a Oscar; o sea, el que se había encaprichado de mí, sí que era europeo.
- ¿Pudiste enterarte de algo que me sirva para identificarlo?.
- Absolutamente nada. Siempre llevaba la cabeza encapuchada. Y eso es lo que me tiene aterrada.
- Bien. Procuraré que Charlie o yo o ambos a la vez estemos siempre a tu lado hasta que estés completamente a salvo. ¿Te tranquiliza eso?.
- De momento sí.
- Pues vete de nuevo a descansar.
Tras darle un beso en la cara, Vera regresó a su habitación y a los pocos segundos dormía completamente ya sosegada.
- ¿Ya se ha ido? -regresaba Charlie.
- Ya puedes volver a la normalidad, colega.
Tatiana seguía provocando astutamente a los dos hombres que se peleaban por ella. Al gordo, el turco, para seguir sacándole información pertinente. Al amigo italiano porque estaba interesada en saber cuáles eran las verdaderas potencialidades de aquel donjuan. Pero su mente estaba en otro lugar que nadie podía imaginar.
- ¿Y dónde se encuentra esa linda ciudad se Shiraz? -preguntó dando a su boca un gesto ligeramente sexy- siempre es bonito imaginarse un lugar antes de visitarlo.
El turco gordo se entusiasmó.
- Está ubicada en los Montes Zagros, en el suroeste de Irán. Muy cerca de Persépolis, la que fue capital del imperio persa aqueménida.
- ¡Bravo, Tatiana! -seguía entusiasmado el capitán Pericles -¡Ya tenemos una información clara, concisa y concreta de hacia dónde se las llevan!.
- Si quieres ir conmigo a Shiraz volarás sin alas...
- ¿Cómo es eso?.
- Es la ciudad de Aladino, el de las alfombras mágicas. Las damas que nos visitan quedan tan encantadas que ya no regresan nunca.
- Ella prefiere un romance en góndola -atacó por fin "Rubicón".
- Me ponen ustedes en un gran aprieto. Debo elegir entre el aire o el agua. Una decisión grave porque debo aceptar sus consecuencias.
- La diferencia es que a mí me conoces mejor -insistió "Rubicón".
- Pero siempre es más excitante probar lo desconocido -argumentó, haciéndose astutamente zalamero, el turco.
En esos intantes se unió al grupo la mujer iraní a la que conocían con el nombre de La Reina, que se quedó mirando tan fijamente a Tatiana que daba la impresión de estar intentando hipnotizarla.
- ¿Nadie me va a presentar a esta excelsa belleza de mujer? -dijo La Reina.
- ¡Por supuesto que sí!. ¡Ella es mi amiga Tatiana!.
- ¿Pero qué hace ese imbécil italiano?. Ha debido beber demasiado.
- ¿Qué sucede mi capitán?. ¿Entramos con las metralletas ya?.
- No. No cometamos una locura. Lo que sucede es que no la está presentando con el nombre de Soraya como estaba previsto. Está tan encaprichado con ella que está descubriendo su identidad sin darse cuenta. !Pensé que era más profesional!.
- ¿Si quiere intervenimos ya y entramos a la fuerza?.
- No. Confío plenamente en él. El italiano sabe defenderla pero no me esperaba esos fallos tan lamentables.
- ¿Y usted quién es?.
- Sólo un italiano...
- ¡Estupenda pareja! -sonrió maliciosamente la iraní mientras le tendió la mano a Tatiana que, con  toda naturalidad, también se la dio. Pero La Reina echaba fuego por los ojos y aquel fuego parecía haberse transmitido a su mano que apretaba, ahora, la muñeca derecha de Tatiana aumentando, cada vez más, su intensidad.
- !Suelte!. ¡Me está haciendo daño! -protestó Tatiana dispuesta ya a defenderse, si era necesario, dándole un rodillazo a aquella estrambótica mujer.
- Perdón, guapa... ha debido ser la emoción  de tenerla entre nosotros.
- Le estoy pidiendo que nos acompañe a Shiraz -intervino el gordo turco.
-!Estupenda idea, Alí Erdokan!.
- ¡Ya está!. ¡Plenamente comprobado que es Alí Erdokan el encargado de llevárselas!. ¡Ya lo tenemos!. ¡Otro que ha caído sin darse ni cuenta!.
Tatiana se estaba reponiendo del dolor de su muñeca derecha.
- ¿Tiene usted algún compromiso formal? -le preguntó la arpía iraní.
- ¿A qué se refiere con eso de compromiso formal?.
- A que si es usted libre.
- Por supuesto que sí.
- ¿Le gustaría entonces viajar con nosotros a Shiraz?. ¡No se arrepentirá jamás de tan emocionante aventura!.
- Esas cosas es mejor pensarlas antes...
- ¿Por qué?. Las mejores emociones en la vida son las improvisaciones repentinas.
- Eso también opino yo...
- ¿Entonces cuál es el problema?.
Pericles Pendepandreos se puso en comunicación rápidamente con el hombre de la pistola guardada en la chaqueta que llevaba su micrófono dentro del oído.
- ¡Burton!. ¡Acércate a Tatiana y sácala inemediatamente de ahí!. ¡No tardes ni un minuto en hacerlo!. ¡Sácala fuera de la sede bahai a toda prisa y la traes hacia donde estoy yo!. ¡Para que sepa de qué va la cosa tienes que decirle alguna frase en la que esté comprendida la palabra Belvedere!. !Ella lo comprenderá!. !Deprisa!
¡"Rubicón" y Samuel seguirán dentro con nuestro plan establecido pero ella debe salir de ahí porque está ya con mucho peligro a su alrededor!.
Burton, en breves zancadas y sorteando hábilmente a los numerosos grupos de personas que hablaban animadamente en el salón, se plantó ante Tatiana y sus tres contertulios.
- !Señorita Soraya, vengo enviado por su tío Belvedere!.
- ¿Cómo que Soraya?. ¿No es Tatiana?.
- Perdone señora, pero esta señorita se llama Soraya. Alguien la ha debido confundir de nombre.
Tatiana no comprendió bien en un primer momento-
- ¿Enviado por quién?.
- Por su tío Bel... ve... de... re...
Entonces comprendió que ya había cumplido su misión o que algo funcionaba mal.
- ¿Y qué desea mi tío?.
- ¡Tiene que compañarme!. ¡La llevaré a su casa!. ¡Es un asunto familiar muy grave!.
- ¡Oiga, caballerete! -protestó enérgicamente "Rubicón" -esta señorita ha venido conmigo y con la única persona que va a salir de aquí es conmigo y cuando yo lo desee!.
- ¡Pues se equivoca usted de parte a parte pollo pera!. Su tío la está esperando urgentemente y usted se queda aquí... ¿qué le parece?.
- ¿Tú que dices, Soraya?.
- ¿Pero de verdad no se llama Tatiana?.
- A veces me confundo, señora.
- Calma Pirelli. Yo creo que este señor lleva razón. Usted se queda aquí que para eso ha venido. Me voy urgentemente a casa de mi tío... pero volveré dentro de muy pocas horas, cuando se haya resuelto el problema familiar.
Al gordo turco le rechinaban los dientes de ira, pero los ojos de la arpía iraní eran ya dos brasas hirvientes por culpa de la desesperación mas, a la vez, una sonrisa de triunfo le surgió espontánea cuando escuchó que volvería más tarde.
- Hasta luego, señora. Si no es posible hoy... otro día será... -dijo Tatiana.
- Espero y deseo ardientmente y con toda ansia que sea así -le respondió La Reina.
Samuel, un poco mareado por el efecto de aquellos extraños combinados y por las interminables charlas del diplomático a las que se sumaba, de vez en cuando, las jerigonzas y las peroratas del otro flaquísimo personaje, pidió un receso.
- Perdón, excelsos oradores, pero debo dar un vuelteo para intentar poner en orden mis ideas... ¿no se ofenden verdad?.
- Por supuesto que no -habló el empalagoso diplomático- está usted en pleno derecho de ejercitar su libertad de acción. Los bahais amamos la libertad en todas sus expresiones. Por eso somos los únicos y verdaderos ciudadanos del mundo.
Samuel se salvó de aquel tormento de señor pelmazo; vio pasar por su lado a la bellisima Tatiana acompañado por aquel compañero del cuerpo policial y cuando quiso volver a centrarse en el mundo de la realidad tropezó con la inquietante presencia de la arpía iranì, la conocida como La Reina, que se dirigía verbalmente hacia él.
- Oiga... ¿usted quién es?.
- Un hombre amargado por culpa de las mujeres -dijo el crucigramista.
A La Reina le pareció interesante conocer más a Samuel.
- Muy interesante. ¿Qué definición tiene usted sobre las mujeres?.
Samuel ya casi no sabía lo que decía pero su mente, ágil, interpretaba y memorizaba muy bien todo lo que oía.
- Unas brujas. Unas verdaderas brujas.
- Es usted muy simpático, jovencito. ¿Qué le han hecho a usted las mujeres para que opine así de ellas?.
Samuel observó que La Reina se refería a las mujeres como sexo ajeno al de ella y prefirió seguirle el juego.
- Me pegan continuamente.
- Son muy malas... ¿verdad?... sobre todo cuanto más guapas son más brujas -ironizó la arpía iraní con un cierto gesto de odio que Samuel pudo captar fácilmente.
- ¡Tan malas que deberían estar todas muertas! -exageró con peligro de meter la pata.
La Reina se calmó momentáneamente.
- ¿Y a qué se dedica usted?.
- A hacer crucigramas mientras busco... -dijo sin apenas darse ciuenta de lo que decía.
- ¡Qué interesante oficio!.
- No se lo crea. No es oro todo lo que reluce ni todo lo que reluce es oro.
La arpía abrió desmesuradamente sus fogosos ojos y Samuel comenzó a temblar ligeramente asustado.
- ¿Sabe usted mucho sobre el oro?.
Volvió Samuel a tomar confianza en sí mismo.
- Por supuesto que sí. Yo soy orero que quiere decir buscador de oro.
- ¿Es usted una persona libre?.
- Gozo de libertad condicinoada pero, en fin, libertad es.
- ¿Le interesaría entonces acudir a un festejo que celebramos mañana en Los Ángeles?.
- Es algo difícil para mí pero viniendo la invitación de parte de usted intentaré hacer un esfuerzo.
- ¡Anímese!. ¡Va a ser algo muy interesante y así podremos seguir hablando más sobre el oro y otras joyas que quizás usted no conozca!.
- ¿A dónde debo acudir?.
- Espere un momento. !Erdokan!. !Entrégale a este simpático caballero del sombrero una invitación para nuestro festejo en Los Ángeles!.
Samuel recibió una tarjeta que, rápidamente, sin mirarla, guardó en el bolsillo interior de su chaqueta y, despidiéndose de la arpía, volvió a reanudar su sempiterna labor de ir de grupo en grupo interviniendo esporádicamente en tantas charlas que su cabeza terminó por ser un verdadero puzzle de palabras sin ninguna conexión entre ellas.
- !Samuel! -era la voz de Pericles.
- ¿Sí, mi capitán?.
- Ven ya para acá. Acabas de encontrar otra pista sin darte cuenta.
- No tengo ni idea de lo que me está diciendo.
- ¡Ven ya para acá!. Y no tires en ninguna papelera la invitación que te acaban de entregar. Esa es la pista que estábamos buscando.
"Rubicón" se aburría soberanamente y sólo se dedicaba a comer bocadillos y beber tragos de té.
Comenzaron los rezos litúrgicos de aquella extraña religión  que mezclaba profetas y dioses como si de una ensaladilla rusa se tratase. Todo valía. Todo era permitido. Todo era bondad. Todo eran sonrisas. Para aquellas gentes lo mismo daba decir melodía que salmodia, lo bueno era siempre bueno y lo malo también era bueno y, sobre todas las cosas, Jesucristo no era nadie y Bahahulah lo era todo.
- Oiga... !que Jesucristo es el Hijo de Dios! -protestó Samuel.
- ¡Eso era antes! -afirmó el diplomático -¡Ahora lo ha desbancado El Grande y
Munificiente!.
- ¿Y quién es El Grande y Munificiente?.
- ¡El Gran Bahahulah, La Puerta del Cielo!.
- ¡Que salgas ya de ahí, Samuel... y trae contigo a "Rubicón"!. ¡Es una orden!.
Samuel descubrió que aquel grupo era un verdadero círculo de chiflados y guardó silencio mientras buscaba a "Rubicón". Lo encontró aburrido.
- !Alégrate, compañero!. ¡Nos vamos de aquí!.
Y salieron hasta donde se encontraban ya todos con el capitán Pericles.
- Tatiana... has estado a punto de dar el paso más peligroso de tu vida.
- ¿Por qué, Pericles?.
- Si no es por Burton te habrían obligado a hacer un viaje sin retorno a una ciudad de la que no habrías vuelto nunca jamás. ¡Debes procurar, la próxima vez, no acercarte tanto al fuego!.
- Charlie... ¡dime quién entró en nuestra habitación!.
Charlie tuvo que confesar la verdad.
- Esto... Juan... fue sin querer...
- Eso no importa. Lo que quiero saber es quién fue.
- La camarera caribeña. Me equivoqué y la dejé pasar porque me gustaba mucho.
- ¿Estuvistéis hablando algo?.
- Si.
- Necesito saber dónde.
- Sentados ante la mesa.
- Ya. No necesito saber más. Ahora vamos a buscar dónde está el micrófono.
Exactamente. Pegado bajo la mesa se encontraba el artilugio que Juan arrancó de un sólo tirón.
- Esto... Juan... perdona...
- No importa ya. Tengo cosas más importantes de las que preocuparme ahora que la de ir perdonando a nadie.
Cogió su celular y marcó el número de Pericles.
- ¿Aló?.
- Hola, capitán... ¿cómo ha ido todo y cuándo vienen a por nosotros?.
- Todo muy bien. Ya vamos para allá.
- Pero hay algo muy importante, capitán. !Llame urgentemente al Aeropuerto de Miami y pida que suspendan, por unas horas, la salida del avión que hace escala en George Town!.
- ¿En las Islas Caimán?.
- Exacto. En ese vuelo quieren escapar la camarera caribeña del Hotel Las Estrellas y el mariconcito que la acompaña. ¡Dé la orden de que los detengan!. ¡Son parte de la red que queremos desarticular!.
- ¿Estás totalmente seguro?.
- Totalmente seguro. No es ninguna corazonada sino algo totalmente confirmado.
- En seguida doy la orden. Y vosotros no salgáis para nada de allí que tenemos que reunirnos todos para volar hacia Los Ángeles.
El capitán de policía de Miami hizo una llamada al Aeropuerto y mandó a Burton y Samuel a cumplir la misión.
- ¿Otra vez yo? -se quejó el crucigramista.
- Sí. No te preocupes por tu mujer. Yo le explicaré todo.
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Foto del autor Jos Orero De Julin
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Descripción

Novela de misterio, "suspense", intriga, pasiones, amor.

Palabras Clave: Literatura Novela Misterio "Suspense" Intriga Pasiones Amor.

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Relatos



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