La mancha de caf
Publicado en Dec 25, 2010
La mancha de café.
A la una y cuarto en punto pisó el umbral de la puerta. De pronto por el pasillo corrió una voz que provenía de la boca abierta del segundo salón. Lo llamaban a rendir. Entró. Con mirada inquietante midió al tribunal y a los demás examinados. En su interior los nervios le jugaban una mala pasada. La hoja del examen contenía preguntas inquietantes. El resto del papel padecía de amnesia temporal. Su mente estaba en blanco. Se relajó con un suspiro que intentaba ser de alivio. Los minutos herían sus ojos, cuando miraba el reloj. A la hora exacta entregó su examen. Estaba tranquilo, como la tarde, abrazado a una ilusión, esperando un resultado. La portera entró. Traía una bandeja con blancos pocillos y café. La depositó sobre la mesita. Sirvió una taza a cada docente y se retiró. La mirada de la profesora sobrevoló por encima de los anteojos, divisando la silueta blanca que esperaba en el banco. Extendió el brazo y la cruel mano le jugó una mala pasada cuando tomó el recipiente. El movimiento en falso hizo planear unas gotas de negro presagio. Con un grito, que sonó a desperdicio, vio como el líquido y la hoja se unían en la indiferente tabla del pupitre. Otro derroche verbal acompañó a la mano, al intentar corregir la falta cuando la sumatoria de aciertos le anunciaba un complejo e inquietante resultado. La rabia coqueteaba en su rostro. Revisó nuevamente, palmo a palmo, el examen y observó como la mancha de café escondía celosamente un veredicto. Los minutos pasaban y la duda se instaló dentro y fuera del aula. Un rayo de sol atenuó la palabra y el brillo de una decisión quedó colgado en el ambiente… ¿Qué hacer?.. Nunca había pasado algo así. La directora, preocupada, entró al salón, comunicó que la reglamentación era clara, no daba lugar a dudas… Un suspiro terminó con el problema mientras la bronca danzaba en su rostro. La tarde se dormía entre un tropiezo que, al día siguiente, entraba en el recuerdo sin memoria y se hacía pasado. Héctor Hugo Lattuada.
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norma aristeguy
Son las jugarretas del tiempo que nos suele tender esas trampas.
Muy bueno tu trabajo y te cuento que encuentro parecido tu estilo a un buen amigo que también escribe en esta web.
Un saludo afectuoso.