La Red: Captulo 7 (Novela).
Publicado en Dec 26, 2010
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Asomaba ya el alba por la ventana de la habitación 321 del Hotel Las Estrellas de Miami cuando alguien llamó a la puerta con mucha insitencia.
- Ve a abrir, Charlie... ¡pero ten mucho cuidado y pregunta primero quién es!.
- Vaya tensión. Desde luego que si no fuese por los cien mil dólares hacía ya tiempo que me había largado a mi pueblo.
Volvieron a llamar con insistencia.
- ¡Abrid ya, merluzos!. ¡Soy el capitán Pericles!.
- ¡Atiza! -exclamó Charlie -¿será verdad?.
- ¡Abrid ya o derribo la puerta!.
- ¡Vamos, Charlie!. ¡Abre ya... que ya sabes cómo se pone cuando se enfada!.
Charlie abrió la puerta y aparecieron el capitán Pericles Pendepandreos, el rubio italiano "Rubicón" Pirelli y la super guapa Tatiana que estaba más radiante que nunca.
- ¿Qué os pasa?. ¿Estáis sordos todos o qué?.
- No se enfade con nosotros, capitán -intervino Juan- usted nos avisó siempre que teníamos que ser celosos con la defensa de Vera.
- Si... pero no tanto... bueno... por esta vez no me enfadaré porque habéis cumplido perfectamente con vuestra misión.
- ¿Y cómo han salido las cosas por allí, capitán?.
- Ya te dije por el celular que todo muy bien y ahora tú, Vera, y tú, Tatiana, ¿no os importaría preparar café para todos?. Es necesario que los hombres hablemos en privado sobre cosas de hombres.
- Encantanda en hacer el café -respondió Vera Ordóñez.
- Yo también estoy encantada -la miró Tatiana- y además las mujeres también tenemos que hablar de cosas de mujeres.
- Perfecto -exclamó Pericles- ahora nosotros cuatro entremos en una habitación y espero que vosotras tardéis lo suficiente como para que nos de tiempo a nosotros de aclarar ciertas cuestiones.
Una vez dentro de la habitación los cuatro hombres, no sin antes haber cogido cuatro sillas que estaban en la sala, comenzó a hablar Juan.
- Sabía que nos sacaríais de aquí. Estaba seguro de ello.
- Por supuesto que sí, Juan. Siempre cumplo con mi palabra... pero ahora es necesario que esperemos un poco antes de salir.
- ¿Por qué? -protestó Charlie.
- Tenemos que esperar a que lleguen Burton y Samuel. Samuel tiene una tarjeta de invitación que es de suma importancia para nuestras futuras operaciones.
- ¿Usted cree eso? -le interrogó "Rubicón".
- Por supuesto que sí.
El capitán Pericles tomó su celular e hizo una llamada.
- ¿Y ahora qué pasa?.
- Calla Charlie, que me parece que estás todavía soñando. Estoy llamando al presidente de los Estados Unidos.
- !Atiza!.
- Cállate Charlie -le reclamó Juan- y reza lo que sepas para que no estemos metiendo la pata a fondo.
Pericles sonrió ligeramente.
- ¿Aló?.
- Buenos días. Deseo hablar con el presidente de los Estados Unidos.
- ¿Quién es usted y por qué llama a estas horas?.
- ¿Y quién es usted, señorita, si se puede saber?.
- Yo soy la secretaria personal del señor presidente. Y espero que no sea usted uno de esos graciosos que molestan porque toda la conversación está siendo grabada.
- Escuche, señorita secretaria personal del señor presidente. Soy el capitán de la policía de Miami, el señor Pericles Pendepandreos y amigo íntimo del señor presidente. Tengo que darle una noticia urgente.
- El señor presidente de los Estados Unidos ahora está dormido.
- ¡Pues despiértele de inmediato!. !Es muy urgente!.
En la pequeña cocina Vera y Tatiana estaban ya preparando los cafés.
- Escucha, Vera Ordóñez. Tenía muchas ganas de conocerte porque tengo algo muy importante que preguntarte.
- Pregúntame lo que quieras. Hoy me siento eufórica y con ganas de charlar con una amiga.
- Bien. Esto empieza bien. Voy a ser muy directa como siempre cuando se trata de temas importantes. ¿Tú estás enamorada de Juan Aranda?.
A Vera Ordóñez le pilló de sorpresa aquella pregunta tan directa y comenzó a ponerse nerviosa.
- Tranquila. Sólo tienes que contestarme con entera sinceridad.
Vera Ordóñez recuperó la calma.
- No lo sé... pero me parece que sí.
- ¿Cómo es eso de que te parece que sí?. Estás o no estás enamorada de él.
- Yo creo que sí... pero no sé si hago bien en contarlo...
- ¿Por qué?.
- Porque me parece que es un imposible.
- ¿Un imposible enamorarse de Juan Aranda?. Pero... ¡si sólo es un periodista nada más!. Periodistas hay muchos en este mundo.
- No. Lo que pasa es que él me dijo anoche que estaba enamorado de otra mujer.
- ¿Te dijo eso?.
- Si. Me lo dejó entender aunque...
- ¿Qué sucede?. ¿Crees que te mintió?.
- Es que es muy difícil comprenderle. Nunca se sabe si habla en serio o está gastando una broma.
- ¿Conoces bien a Juan Aranda?.
- Hasta anoche pensé que sí...
- ¿Es que le conocías de antes?.
- Fuimos compañeros de estudios.
- ¿Cómo cuánto le conoces de bien?.
- Ya te lo he dicho. Ahora mismo me parece que le conozco más bien muy poco. Por lo que estuvimos hablando me dejó pensativa. Creo que no le conozco casi nada.
- Es difícil entender a Juan Aranda si no se le conoce en profundidad.
- ¿Y tú?. ¿Le conoces en profundidad?.
- Quizás sí o quizás no. Hay cosas en él que no puedo contar a nadie.
- ¿Por qué?.
- Secreto del sumario decimos quienes nos dedicamos a tareas peligrosas.
- ¿Y no puedes revelarme aunque sea un poco de ese secreto del sumario?.
- Sólo una cosa. Juan Aranda puede ser lo que sea pero en ciertas cuestiones no miente nunca.
El presidente de los Estados Unidos estaba muy malhumorado porque le habían hecho salir en pijama para atender a su teléfono privado.
- ¿Quién es el bromista que me llama a estas horas?.
- Bill... soy yo... tu amigo Pericles.
- ¡Caramba, Pericles!. ¡Espero que me hayas llamado para algo más importante que darme un cordial saludo!.
- Muy importante Bill... ¡muy importante!.
- Como me estés gastando unas de tus pesadas bromas te advierto que tu cargo de capitán peligra.
- ¡Escucha Bill!. El asunto es tan serio que hay una persona muy importante involucrada en él. ¡Y está muy cerca de ti!.
- ¿Te estás refiriendo a mi secretaria particular?.
- ¡Jajaja!. ¡No me hagas reir, Bill!. ¡He dicho una persona muy importante!.
- No sé si seguir escuchándote o colgarte el teléfono.
- ¡No!. ¡Espera!. Me estoy refiriendo nada más y nada menos que a la Señora Delegada General del Gobierno Británico para asuntos relacionados con sus dependencias territoriales.
- ¿A mi amiga la Señora Rose Mayflower?.
- No tan amiga, Bill... no tan amiga...
- ¿Has bebido algo o estás gastándome una broma?.
- Ya sabes que ni pruebo el alcohol y lo que te tengo que pedir es que la retengas y la encierres en comisaría sólo por dos días. En dos días estaré yo allí para entrevistarme con ella.
- Pero... ¿qué sucede con ella, Pericles?. ¡Me estás poniendo nervioso!.
- Pues más nervioso te vas a poner cuando te diga que es una persona que está utilizando datos privados y personales para acciones malignas.
- ¿De verdad o sólo son suposiciones tuyas?.
- Nada de suposiciones. Es toda una red muy compleja que estamos desarmando y queremos acabar con ella. La han reconocido perfectamente.
- ¿Quién ha sido el que la ha reconocido?.
- Eso es secreto del sumario. Tú confía en mi, Bill Connors, y sólo te pido que la retengas hasta que llegue yo a Washington.
- Mira que si te equivocas pones en peligro mi propio cargo de presidente.
- No hay equivocación alguna. ¿Me vas a hacer ese favor?.
- Por supuesto que sí. Me convences como siempre. Ahora me doy cuenta de que estás hablando en serio y de que el asunto debe ser gravísimo. Te haré ese favor. Pero dentro de dos días te quiero ver por aquí. La Señora Rose Mayflower tiene muy mal carácter.
- Como todas las brujas, Bill, como todas las brujas.
- Entonces debe ser más serio de lo que suponía.
- Hasta dentro de dos días. Gracias, Bill Connors.
Tatiana y Vera Ordóñez todavía no habían terminado de hablar.
- Vera... no te conviene Juan Aranda...
- ¿Pero no me estás dando a entender que es una linda persona?.
- Por eso mismo.
- Pues no comprendo nada...
- Mejor que no comprendas nada y mejor que te alejes de él. Y ahora, si no te importa... ¿puedes llevar los cafés a los hombres?. Yo tengo que hacer una llamada privada.
Vera Ordóñez colocó las tazas en la bandeja de plata y salió hacia la habitación donde estaban los cuatro hombres.
Tatiana marcó un número en su celular.
- ¿Quién es?.
- Míster Robertson... en muy pocas horas estaremos allí.
- ¡Perfecto, Tatiana!. ¡Sabía que no me ibas a fallar!. ¿Cuántas veces te han dicho quen eres la mujer más bonita que existe?.
Tatiana cortó la comunicación.
Cuando Tatiana se dirigía hacia la habitación donde ya estaban todos los demás llamaron a la puerta y ella misma abrió. Eran Burton y Samuel.
- ¡Ya estamos aquí! -saludó Samuel -¡y espero que se acabe ya esto de ir de un lugar a otro como una pelota de pinpón!.
Tatiana le regaló otra vez una de sus hermosas sonrisas a aquel sencillo policía amante de los crucigramas.
- Vamos para la habitación -les dijo a los dos- nos están esperando.
- ¡Hola Samuel! -se alegró Pericles- ¿Cómo terminó el asunto?.
- Misión cumplida, mi capitán. Ya están entre rejas. ¿Y usted avisó a mi parienta de lo que me está sucediendo?.
- No he tenido tiempo de hacerlo. Pero no tengas miedo. No correrá tu sangre hasta el río.
- ¡Jajaja!. ¡No quisiera yo estar en tu pellejo! -se rió "Rubicón".
- Pero que mal me cae este rubio italiano -pensó para sus adentros el crigramista -mira que me cae mal pero mal muy mal.
- ¡Samuel!. ¡Espero que no hayas perdido la invitación! -exclamó Pericles.
- ¿La invitación?. ¿Qué invitación?.
- ¡Si me dices que la has perdido te cuelgo de la antorcha de la Estatua de la Libertad!.
Todo nervioso Samuel empezó a buscarse en los bolsillos hasta que, aliviado del susto, la encontró y se la entregó al capitán Pericles.
- Bueno. Perfecto, Samuel. Te mereces un descanso. Vamos a ver. A Los Ángeles sólo vamos a ir Tatiana, "Rubicón", Juan y yo. Los demás ya habéis terminado vuestra misión en este asunto.
- ¡Yo también quiero ir! -protestó Vera Ordóñez.
- ¡No, Vera!. ¡Ya no tengas miedo porque estás completamente a salvo!.
Entonces fue cuando Charlie no se pudo reprimir por más tiempo.
- Vera... esto... me parece que lo que tú necesitas es que te tomes un tiempito de descanso... ¿quieres venir conmigo a mi pueblo?. Te prometo que cuidaré de ti hasta que la muerte nos separe... esto... no... no quise decir eso... perdona...
Vera se le quedó mirando fijamente. Comprendió que Charlie estaba profundamente enamorado de ella. Supo que Juan era un imposible pero intentó por última vez.
- Juan... ¿tú que opinas?.
- Te lo dejé bien aclarado anoche. No lo dudes ni un momento más. Ve con Charlie hasta que la muerte os separe... esto no... perdona... no quise decir eso. Bueno. En serio. Ve con él.
Charlie le agradeció a su colega el periodista español con la mirada; mientras la mirada de "Rubicón" no se fijaba en otra cosa sino en el cuerpo de Tatiana.
Vera por fin se decidió.
- Esta bien, Charlie. Me voy contigo.
Charlie se abrazó a Juan.
- Bueno, Juan. Hasta aquí hemos llegado juntos. Nunca te olvidaré colega.
- Ni yo a ti tampoco, Charlie. Hemos pasado momentos inolvidables juntos y eso jamás se olvida. Ámala siempre. Te la mereces.
Cuando Burton, Sammuel, Charlie y Vera se habían ya marchado cada uno a sus futuros destinos, fue la ocasión que aprovechó Pericles para abrir la tarjeta de la invitación.
- Aquí sólo pone que la fiesta se celebrará en Los Ángeles mañana por la noche en una Academia de Modelos que será determinada pocas horas antes. ¡Estamos perdidos!. Nuestra misión de acabar con la red parece que se nos esfuma.
- No, capitán -intervino Juan- espere... según las investigaciones que hemos llevado a cabo Charlie y yo sólo puede ser en una de estas cinco Academias: "Pedestales",
"Imaginación", "Cámara", "Ficción" y "La Onda".
- Pues estamos en las mismas, Juan. Debemos ser rápidos y certeros. No tenemos tiempo de investigar en las cinco. Recurre a tus instintos naturales Juan. ¿Cuál de las cinco crees que es?.
- He estado pensando mucho en ello. Precisamente la que menos me imaginaba creo que es la clave de todo el asunto.
- Pero... ¿cuál de ellas, por Dios?. A ver si razonas bien...
- Mire, capitán. Esa panda de desequilibrados sólo son unos libertinos paganos... ¿y cuál es el lugar dónde los paganos adoran a sus dioses?.
- Ni idea.
- Pues los elevan a los pedestales. Luego por razón lógica y deductiva es la Academia "Pedestales" el lugar donde celebran sus fiestas y donde captan a la modelos publicitarias para sus fines malignos.
- Yo también estoy de acuerdo con eso -colaboró "Rubicón".
- ¿Y tú que opinas, Tatiana, que te veo tan seria?.
- Que si los demás opinan así yo también me uno a la decisión.
- Pero... ¿cuál es el motivo de tu explicación propia?.
- Simplemente que si Juan y "Rubicón" están de acuerdo es porque deben estar en lo cierto.
- Vaya. Es la primera vez que te veo totalmente tranquila y de acuerdo en todo.
- Alguna vez tenía que ser la primera.
- Entonces no perdamos tiempo.
- Un momento. Yo deseo ir vestida nuevamente con mi ropa de captadora de clientes para celulares.
- ¡No!. ¡Totalmente prohibido!. ¡Estás demasiado sexy con ella!.
- Eso es lo que quiero.
- Pero... ¿te has vuelto loca?.
- No. Hay una cuestión muy lógica en mi decisión. Con esa ropa, aunque me expongo demasiado, soy mucho más ágil para trabajar, me muevo más rápido y hago mejor las labores investigativas. Así que esperen a que me cambie de nuevo y saque de mi bolsa la camiseta y la minifalda.
- ¡Te vuelves a acercar demasiado al fuego, Tatiana! -le advirtió el italiano
 "Rubicón" que no apartaba la vista de ella.
- Lo sé. Pero estoy ya acostumbrada.
- Tatiana -le rogó Pericles- no me perdonaría jamás en la vida si te ocurre alguna desgracia.
- No se preocupe, capitán, lo tengo todo premeditado. Es mejor como digo yo. Ya he expuesto mis razones y cuando expongo mis razones no doy marcha atrás.
- ¿Qué opináis vosotros?.
- ¡Por mí, encantado!. ¡Será un lujo para la vista! -se hizo el simpático otra vez el italiano "Rubicón".
- Pues no es esa mi intención para nada.
- Y tú Juan... ¿por qué no dices nada?.
- Estoy pensando, capitan. Y cuando me pongo a pensar deduzco cosas que prefiero no declarar.
- Está bien, Tatiana, cámbiate de ropa y vuelve pronto.
A los pocos minutos ya estaba de nuevo cambiada de vestimenta ante la alegría de los ojos de "Rubicón" y el silencio de Juan.
- Otra cosa. ¿Alguno de vosotros tiene miedo a volar en un avión militar a reacción?.
Nadie dijo nada.
- Entonces adelante. Yo iré de piloto y mi copiloto será Juan. "Rubicón" y Tatiana irán detrás.
- Excelente -exclamó lleno de júbilo "Rubicón".
- ¿Es necesario que sea así? -reclamó Tatiana- yo puedo ser perfectamente la copiloto.
- No. He decidido que el copiloto sea Juan... porque si me sucede algo raro prefiero su temperamento al tuyo para poder ayudarme.
- ¿Y eso no es machismo, capitán?.
- No, Tatiana, no insistas. Ya he cedido bastante contigo. Iremos como ordeno y basta ya de discutir. Hay que llegar a Los Ángeles mucho antes de que inicien su fiesta. Son ya la seis de la mañana y dentro de dos horas tenemos que estar allí. ¿Todos estáis preparados?.
- Yo por lo menos sí -se emocionó "Rubicón".
- Tranquilo, "Rubicón"... dejemos las emociones para más tarde.
Dicho esto los cuatro salieron en dirección a la Base Militar de Guard Robert A. Ballard Armory, en la 700 NW 28th Ave. Miami.
- Todo ya preparado -le saludó un soldado al capitán Pericles- el avión ya está a punto.
- ¿Cuándo preparó usted esto, mi capitán?.
- Secreto del sumario, "Rubicón"... no lo olvides nunca... hay asuntos que son secreto del sumario como dice algunas veces Tatiana.
Tatiana sonrió. Era cierto. Ella, cuando no deseaba dar explicaciones, tenía por costumbre emplear dicha frase.
Dos horas más tarde el avión aterrizaba en una de las pistas adyacentes del Los Ángeles International Airport, donde ya estaba, también preparado, un automóvil de color negro con ventanas de cristales antibalas. Rápidamente salieron del aeropuerto siempre conduciendo Pericles y con Juan de copiloto.
- ¿Más secreto del sumario, mi capitán? -ironizó de nuevo "Rubicón".
- Efectivamente, "Rubicón". Me parece a mí que todavía tienes bastante que aprender en esta vida. Ahora lo que necesitamos es desayunar todos. Hace ya muchas horas que no probamos bocado alguno y, para ciertos asuntos, es mejor tener hambre...
El chiste le hizo gracia a Juan que sonrió ligeramente.
- No es un chiste muy bueno -intervino Tatiana.
- Perdona Tatiana... pero no me refería a nada concreto.
- A mí me parece un chiste genial -dijo "Rubicón".
- ¿Qué tiene de genial? -se le enfrentó Tatiana.
- Bueno... esto... visto desde el ángulo de vista de los hombres... me parece genial...
- ¿Y visto desde el ángulo de las mujeres, compañero? -intervino Juan.
- ¡Dejen ya el asunto!. Acabamos de llegar al 709 North La Brea Avenue y aquí tenemos el Pink Paul. Venga. Dejemos la respuesta en el aire para solucionarla más tarde y a desayunar todos.
En el Restaurante Pink Paul se sentó primero Tatiana, fente a ella se ubicó el capitán Pericles, a su derecha "Rubicón" y a su izquierda el somnoliento Juan. Se les acercó un mesero y Pericles pidió cuatro desayunos completos.
- Baja de las nubes, Juan -le increpó "Rubicón".
- Me parece que estás bastante tenso, italiano -intervino Pericles.
- No se preocupe, mi capitán. Ha contratado usted al mejor agente especial para asuntos sumamente peligrosos. Mi hoja de servicios no miente.
- Ya. Pero es mejor estar mucho más templado.
- Escuche, mi capitán. El asunto puede resultar demasiado peligroso para Tatiana.
- ¿Sí?. ¿Qué opinas de ella?.
- Que es el mejor monumento viviente que existe y por eso sería mejor que no interviniese en este tema. Es necesario protegerla.
- ¿Tú que opinas, Juan?.
- Lo siento. Estaba pensando en otro asunto; pero soy de los que creen, con total certeza, que una mujer bellísima puede ser también una mujer muy inteligente.
- Gracias, Juan... -le sonrió Tatiana.
- ¿Y si le ocurre una desgracia? -continuó dándoselas de protector el italiano.
- ¿Sabes una cosa, "Rubicón"?. ¿Quieres que te la diga?.
- Adelante, Juan... estoy esperando...
- Es muy fácil. Tatiana se define por sí sola. Es de otra manera.
- No entiendo lo que me quieres decir.
- Secreto del sumario -intervino Tatiana- y ahora dejemos ya de hablar de mí porque tenemos cosas más importantes para pasar el tiempo.
- El tiempo por tí no pasa -le piropeó "Rubicón".
- Me molesta ya demasiado tanto afán por saber cosas de mí -le increpó Tatiana.
- Es cierto. Dejemos de hablar de ella, "Rubicón". Es mejor no conocerla demasiado. Así que vayamos al asunto prioritario.
Pericles, después de hablar, llamó al mesero que acudió presto y solícito a su llamada.
- Por favor... ¿tienen aquí una guía telefónica de Los Ángeles?.
- Por supuesto que sí. Ahora mismo se la traigo.
A los pocos minutos Pericles tuvo la guía en sus manos y buscó una dirección.
- Aquí está, Juan. La Academia de Modelos "Pedestales" se encuentra en la Santa Mónica Fwy. ¿Sigues convencido de que es la que estamos buscando?.
La mente de Juan volvió a ponerse en funcionamiento a toda velocidad.
- ¡Exacto!. ¡Eso es!.
- ¿Qué te sucede ahora? -le inquirió "Rubicón".
Pero Juan no estaba ya hablando con el italiano, al cual no le hizo caso, sino con el capitán Pericles.
- ¡Es esa con total seguridad!.
- ¿Cómo puedes estar tan seguro de que no te equivocas?.
- Resulta que la pista me la dio una tal señorita Mónica en el Hotel Las Estrellas de Miami.
- ¿Y qué relación existe? -volvió a inquirir "Rubicón".
Juan no le contestó pero sí lo hizo Pericles.
- "Rubicón"... para entender a Juan es necesario que sepas que él no cree para nada en las casualidades. Si esa señorita se llamaba Mónica o le dijo que se llamaba Mónica es que le estaba dando la pista acertada.
- Mi capitán, confíe en mí -intervino Juan -no fue una casualidad y por eso la Academia de Modelos Publicitarias "Pedestales" es el lugar a donde debemos ir.
- Yo opino también de la misma manera. ¡Estoy contigo, compañero! -le apoyó "Rubicón".
- ¿Y tú que dices, Tatiana?.
- Nada.
- ¿Cómo que nada?. Debes opinar también por muy bonita que seas -se hizo de nuevo galante el italiano.
- No la molestes, "Rubicón". Cuando dice nada es porque lo dice todo.
- Pero mi capitán... ¿no ve que es sumamente peligroso que ella esté aquí?.
- ¿Qué opinas sobre eso, Tatiana?.
- Nada.
- Tema zanjado. ¡Vamos todos para la Santa Mónica Fwy!.
La Academia de Modelos Publicitarias "Pedestales" era un edificio de dos plantas y, desde el coche de color negro con critales antibalas, los cuatro la estaban escudriñando.
- ¿Qué opinas, "Rubicón"?.
- Es muy sencillo, mi capitán. En la primera planta es donde realizan los castings y las pruebas a las chicas y en el piso de arriba es donde guardan el archivo de todos sus papeles.
- Muy bien, "Rubicón", ¿tú crees que puedes abrir fácilmente la puerta?.
- Eso para mí es coser y cantar. Soy el mejor forzador de cerraduras que usted pueda pensar.
- Entonces Tatiana y tú sois los que vais a hacer la labor. Entrad en el edificio, subid al primer piso y revisad todos los papeles. Tenéis todo el tiempo del mundo para realizar la labor.
- ¡Prefiero que vayamos Juan y yo!. ¡Puede ser muy peligroso para Tatiana! -protestó enérgicamente el rubio italiano "Rubicón" Pirelli.
- ¡Pero yo prefiero que seáis Tatiana y tú y aquí el que me manda soy yo!.
Una disimulada sonrisa se reflejó en el rostro del italiano.
- Está bien... me doy por vencido...
- ¡Nada de darse por vencido ahora, Pirelli... toma esta pistola que está totalmente cargada de balas, abre la puerta, subid los dos al primer piso y cumplid con la misión. Si tienes que utilizar la pistola no lo dudes ni un instante!.
- ¡Por supuesto que la utilizaré si al final no me queda más remedio!.
- Pero quiero que dejes la puerta abierta por si tenemos que actuar Juan y yo.
- ¡Yo opino que es preferible que la deje herméticamente cerrada!.
- ¡Tu opinarás lo que quieras pero vuelvo a repetirte que aquí el que manda soy yo y te ordeno que dejes la puerta abierta!.
Tatiana y "Rubicón" salieron del coche y se acercaron a la puerta de entrada. El italiano sacó una llave y la abrió con suma facilidad, lo cual dejó sorprendida a Tatiana.
- ¿Cómo lo has conseguido hacer tan fácilmente?.
- Secreto del sumario -se regodeó ahora "Rubicón".
Tatiana no le respondió y ambos entraron, se dirigieron a la escalera interior y fueron subiendo hacia la planta de arriba.
- ¿Tú que opinas, Juan?.
- Capitán, estoy totalmente seguro de que existe un sótano.
- ¿Y cómo es que Pirelli no se ha fijado en ese detalle?.
- No importa. Ese edificio tiene una planta inferior que es donde deben de guardar todo el material que estamos buscando.
- Muy bien pensado, Juan. Y ahora... tengo que hacerte una confesión sincera.
- Dígamelo sin rodeo alguno, capitán.
- Voy a decírtelo con total claridad. "Rubicón" está totalmente obsesionado con Tatiana y eso hace que cometa errores infantiles impropios de un profesional de su categoría. Por eso le he dicho que deje la puerta abierta.
- Siga. Todavía no sé a dónde quiere llegar.
- Te pido que, por favor, entres de inmediato y bajes al sótano. Revisa allí todo el material que encuentres y cuando lo hayas terminado de hacer sube rápidamente por la escalera de incendios al piso de arriba para ayudar a Tatiana y "Rubicón" en sus labores. No quiero que tardes demasiado. Haz el registro del sótano todo lo más rápido que puedas pero con minuciosidad. Confío en tu agilidad mental pero tengo que decirte que no tengo ninguna pistola para ti.
- No importa. Tengo que contarle yo a usted otra confesión. Soy un experto en artes marciales y puedo enfrentarme a alguien que lleve una pistola con total facilidad.
- ¡Vaya sorpresa!. ¡Eso no está en tu expediente!.
- Y yo deseo que nunca lo esté.
- Bien. Entonces no pierdas ni un minuto más. !Recuerda que confío plenamente en ti porque tú no cometes fallos infantiles jamás!.
- Nos vemos, capitán.
- Eso espero. Confío en verte otra vez más.
- Ni lo dude por un instante.
Ya Tatiana y "Rubicón" habían llegado al piso de arriba. Lo primero que le extrañó a Tatiana es que en aquel lugar hubiese una cama.
- ¿Qué hace una cama aquí?.
- Muy fácil de deducir preciosa...
- Sé que soy preciosa pero no es necesario que me lo estés recordando continuamente.
- Perdona, belleza. No puedo dejar de admirarte.
- Mejor contesta a mi pregunta.
- Es muy sencillo. Es ahí dónde prueban a las elegidas.
- ¿Te estás refiriendo a que es aquí donde tienen las primeras experiencias sexuales?.
- Exacto. No tiene ningún otro sentido que aquí esté esa cama.
- ¿Y todas estas sogas que hay en el suelo?.
- También es fácil de deducir, preciosidad.
- Y dale con lanzarme piropos. ¡Verás, Pirelli, ya me estás hartando con todo eso!. ¡Estamos haciendo sólo una misión profesional!. Si quisiera tener algo más contigo no tendría ningún problema en hacértelo saber... ¿has entendido ya?.
- De acuerdo. Pero no te enojes conmigo que cuando te enojas te pones más sexy.
- ¿Sabes una cosa?. Estoy a punto de mandarte a la mierda y dejar todo esto.
- ¡No!. ¡Te prometo ya no insistir más en piropearte!. De eso ya habrá tiempo más tarde...
- Pero... ¿quién te crees que eres tú?. Mira, olvídalo... olvida que me conoces... soy para ti sólo una compañera desconocida y ahora, por favor, dime qué opinas sobre estas sogas.
- Sencillo, preciosidad.
- ¡Si me dices un solo piropo más te juro que me largo!.
"Rubicón" sabía que ella estaba hablando completamente en serio.
- Supongo que será para empaquetar materiales quizás.
- Entonces vamos a los archivos y procura no acercarte demasiado a mí o te encontrarás con lo que no deseas.
- Bueno. También tú puedes sorprenderte...
En aquellos momentos Juan había descubierto todo un arsenal de materiales de pornografía, pequeños paquetes de drogas y hasta algún que otro instrumento de tortura.
- ¡Dios mio!. ¡Es mucho más de lo que yo estaba pensando!. ¡Estamos ante una verdadera banda de locos diabólicos y brujas locas!.
Tatiana y "Rubicón" estaban entretenidos en revisar toda la amplia colección de documentos que se encontraban archivados. Decenas y decenas de carpetas llenas de fichas personales, rutas geográficas, planificaciones minuciosamente detalladas, tarjetas de invitaciones a actos detalladamente organizados por fechas...
- ¡Esto es todo un descubrimiento, Pirelli!.
- Ya te dije que tú también podrías sorprenderte, princesa.
Repentinamente una manos poderosas agarraron ambas muñecas de Tatiana y le colocaron sus brazos a la espalda.
- ¡Efectivamente!. ¡Sorpresa, bombón de mujer!.
Era la cavernosa voz de la estrambótica iraní conocida como "La Reina". La presíón era tan fuerte que ambas muñecas le comenzaron a doler a Tatiana.
- Ahora te voy a soltar los brazos pero vuélvete muy despacio, preciosa, muy despacio y sin hacer ningún movimiento extraño o Pirelli te hará volar tu lindo cerebro.
"Rubicón" tenía la pistola justamente apoyada en la sien derecha de Tatiana quien comenzó a volverse lentamente sintiendo el frío del cañón de la pistola. Delante de ella estaba la arpía iraní vestida con un grueso jersey de lana de color negro y unos pantalones superajustados también de color negro.
- ¡Hola, preciosidad!. ¡Sabía que caerías en la trampa!. Ya te advertí que sería un enorme gustazo para mí volverte a encontrar. ¡Las mujeres, cuanto más bonitas son más fáciles de cazar!.
"Rubicón" seguía apúntandola ahora con la pistola apoyada en su sien izquierda.
- Pirelli... si ves que hace el más ligero movimiento extraño... ¡vuélale la cabeza!.
- Espero que no sea necesario, Señora Farah Vahdat Keykawus, espero que no sea necesario.
Fue cuando Tatiana recobró su dulce voz para dirigirse a él.
- ¡Judas!. ¡Con razón le caes tan mal a Samuel!.
- Judas no... sino Estéfano Pirelli Catalano a su servicio, bellísimo bombón. En cuanto a ese tal Samuel no me interesa en absoluto que sepa hacer tan buenos crucigramas, Tatiana De Castelo Rojas.
- ¿Cómo conoces mi identidad, sanguijuela?.
- Secreto del sumario... ¡jajaja!... secreto del sumario princesita...
- !Basta ya de piropeos y cursilerías, Pirelli!. Ahora me toca a mí. ¿Sabes una cosa, Tatiana?. ¡¡Te odio!!. ¡¡Te odio con todas mis fuerzas diabólicas porque eres mucho más hermosa y más linda que yo en todos los sentidos!!. ¡¡Odio a las mujeres como tú!!.
Los ojos de la arpía iraní volvían a echar fuego de tanta rabia que contenían. Pero ahora, viendo que había triunfado, serenó su ánimo y continuó con total frialdad mientras sacaba un afilado cuchillo del bolsillo trasero de su pantalón.
- Veo que nos gusta a ambas el mismo color de ropa para ciertas cuestiones... lo que sucede es que tú amas la oscuridad del misterio y yo la negrura de la muerte... pero antes de despacharte para el otro mundo me voy a dar el gustazo de rajarte por completo ese bello rostro que tanto odio.
Farah Vahdat Keykawus acercó el acero de la hoja de su afilado cuchillo al pómulo izquierdo de la bellísima Tatiana con intención de comenzar su labor.
- ¡¡No, Farah, no!!. ¡¡Espera un momento, Reina!!. ¡¡El trato que hicimos no fue ese!!.
La arpía parecía no haber escuchado mientras seguía con el acero de la hoja del cuchillo haciéndolo resbalar suavemente por el rostro de Tatiana.
- ¡¡Si no atiendes mi petición y cumples con la palabra que me juraste no tendré más remedio que matarte a ti antes!! -exclamó desesperadamente "Rubicón".
Entonces fue cuando "La Reina" entró en razones.
- ¡Está bien!. ¡Juré que sería toda entera para ti pero no olvides que puse una condición!. De momento le perdono la vida pero si la condición no se cumple ya sabrá este monumento de mujer para qué sirven estas sogas... ¡¡¡jajajaja!!!.
La arpía iraní empujó a Tatiana sobre la cama mientras "Rubicón" seguía con la pistola apuntando.
- ¡Es tuya!. ¡¡Goza de ella todo lo que desees!!. Pero espero que cumplas la condición.
- Por supuesto que la cumpliré. No tengo ningún problema en ese sentido. Con razón me apellidan, en toda Sicilia, Pizzaballa.
- ¿Y eso que significa si se puede saber?.
- En castellano suena mejor... ¡jajajajaja!.
- Bien. No quiero que tardes demasiado. Mientras gozas de tu bombón yo voy a ver cómo anda todo por el sótano. Es importantísimo que hoy salga toda la mercancía hacia sus destinos.
Tatiana estaba tumbada en la cama y no podía hacer ningún movimiento de defensa porque el rubio italiano la tenía encañonada apuntando a su cerebro.
- Ahora vas a ser buena chica además de estar tan buena y te vas a dejar hacer tranquilamente y sin rechistar. No quiero que nadie más goce de este momento.
- ¿Sabías que eres un completo cerdo?.
- Lo sabía. Me lo han dicho muchas de mis víctimas. Pero tú eres la más especial de todas, la que más me has obsesionado. Escucha... te propongo algo interesante...
- ¡No quiero ni deseo hacer ningún trato contigo, marrano!.
- Quiero que razones, preciosa. Farah no amenaza en vano sino que sumple siempre con sus amenazas. Si colaboras y te entregas sin que yo tenga que violarte usando la fuerza bruta podrás vivir muchos años, pero muchos, junto a mí en la deliciosa ciudad de Shiraz. "La Reina" sólo me ha puesto una condición... ¿quieres saber que cóndición me ha puesto "La Reina"?.
Tatiana ni se dignó contestar.
- ¡¡Que te haga ahora mismo un hijo!!.
 
- ¡¡Por qué no me lo haces a mí, maricón!!.
Estéfano Pirelli Catalano se volvió rápidamente dispuesto a disparar, pero Juan Aranda fue mucho más rápido y, ante la admiración de Tatiana, le propinó un gancho en pleno estómago que hizo que al italiano se le escapara la pistola de la mano mientras se encogía, como un ovillo, hacia adelante. Juan no tuvo reparo alguno en propinarle entonces un potentísmo crochet en la mandíbula que dejo fulminantemente noqueado al rubio. Después lo arrastró por el suelo hacia el lugar donde se encontraban los archivos, cogío dos largas sogas del suelo y, ante el asombro de Tatiana, que quedó inmóvil y muda por la sorpresa, amarró fuertemente las manos y los pies de Pirelli.
- !No sé quién eres ni me importa saberlo pero eso es lo último bien hecho que haces en tu vida!.
Era "La Reina" quien, habiendo vuelto a subir, había recogido la pistola del suelo y le estaba apuntando al periodista español Juan Aranda.
Mas no le pudo disparar porque había perdido un tiempo precioso con su manía de hablar más de la cuenta; ya que Tatiana, como impulsada por un resorte, saltó de la cama y lanzó una certera patada a la mano derecha de la arpía iraní que hizo que de nuevo la pistola cayese al suelo. Después, habiendo visto lo que había hecho Juan, también Tatiana le propinó un soberbio puñetazo en la madíbula a Farah Vahdat Keykawus, "La Reina", que cayó como un pesado fardo al suelo.
- ¡Estupendo, Tatiana"!. ¡Hemos acabado con todos ellos!.
Ella no dijo nada mientras él volvía a coger dos largas sogas del suelo y repitió la acción de atar fuertemente las manos y los pies de la víctima de Tatiana.
- !Muy bien!. ¡Perfecto!. ¡Gracias por haberme hecho el favor de eliminar a todos mis rivales!.
Juan quedó estupefacto. Se giró sobre si mismo y contemplo a un hombre feo, bajito y enormemente gordo, que siguió hablando sin parar.
- Tatiana, por favor, coge la pistola y apúntale al corazón. Si hace el más ligero movimiento dispara sin contar ni un solo segundo.
Tatiana, ante la enorme sorpresa de Juan, cogió la pistola y le apuntó sin temblarle para nada el pulso.
- ¿Quieres saber quién soy, Juan Aranda de Floridablanca?.
- ¿Como sabe usted mi identidad?.
- Secreto del sumario, querido Juan, secretario del sumario -ironizó Tatiana.
Juan no comprendía por qué le había traicionado la persona que más quería en este mundo.
- Te lo voy a decir con sumo agrado. Soy Míster Robertson, Jefe Superior de la Policía de Los Ángeles... pero en el mundo del hampa todos me llaman "Oscar", el organizador intelectual de toda La Red . ¿No te parece divertido lo de "Oscar", estúpido soñador, intelectual de pacotilla?. Solamente eres un ingenuo, un pobre ingenuo periodista que tendría que estar dedicándose a radiar partidos de fútbol en vez de querer salvar al mundo. ¿Sabes lo que contiene esta bolsa que tengo en la mano?. ¡Diez millones de dólares contantes y sonantes!. ¿Te preguntarás de dónde he salido, verdad?. ¡Me da lástima tu ingenuidad y por eso te lo voy a decir!. He estado todo el tiempo en la terraza y acabo de bajar por las escaleras que ves ahí al fondo. Te lo cuento porque ya no importa que lo sepas. Dentro de unos minutos vendrá un helicóptero para recogernos a este bombonazo de mujer y a mí. ¿Destino?. ¡Por supuesto que tenemos un destino común ella y yo!. ¡Las Islas Caimán, imbécil!. Allí gozaré con esta muñeca todo lo que tú ni imaginarte puedas. ¡¡Tatiana, apúntale directamente al corazón!!.
Tatiana cumplió la orden de Míster Robertson.
- Podría darme el gusto de ser yo mismo quien te aniquilara pero prefiero que sea ella. Para mí será un enorme placer ver cómo ella, la mujer de tus sueños, acaba con todos tus sueños. ¡¡jajaja!!. ¡Pardillo!. ¡Sólo eres un pardillo!. Y ahora basta ya de vivir tanto, Juan Aranda de Floridablanca... ¡tendrás también el enorme placer de que lo último que veas en esta vida sea el bellísimo rostro de esta mujer!. Te advierto que es la tiradora más perfecta que he conocido en mi vida. Allí donde pone la vista pone la bala.
Un tremendo silencio se apoderó de la escena.
- ¡Tatiana, apúntale al corazón y dispara ya!.
- Tatiana... -exclamó Juan -tú...
- Silencio Juan -dijo ella -no quiero oír ni una palabra más porque sorpresas nos da la vida, Juan, la vida nos da sorpresas...
- ¡Mátale ya, Tatiana!.
Tatiana apuntó tranquilamente al corazón de Juan.
- !Que hermoso placer para mí que la mujer que te ha robado el corazón te lo atraviese con una simple y limpia bala, inocente!.
Tatiana seguía apuntando tranquilamente al corazón de Juan.
- ¡¡Mátale ya, Tatiana!!.
Tatiana no vaciló ni un instante más y, dando un brusco giro de cuarenta y cinco grados hacia su izquierda, descargó todo el contenido de la pistola en el grueso corpachón de Mister Robertson... el conocido como "Oscar" en el mundo del hampa... quien, primero, abrió enormemente los ojos como si se le fuesen a saltar de sus órbitas, se balanceó ligeramente hacia adelante, soltó la bolsa que contenía los diez millones de dólares y cayó, totalmente muerto, hacia adelante.
- ¡¡Ni por diez millones de dólares ni por todo el oro del mundo te traicionaría jamás, mi amor!!.
Juan se incorporó lentamente, se acercó a ella, le quitó la pistola de la mano diestra, tiró la pistola sobre la cama y la apretó hacia su pecho.
- Sabía que no me traicionarías nunca, Tatiana. Seré todo lo estúpido que quieran decirme o llamarme, pero en el fondo de mi corazón siempre supe que tú no me traicionarías jamás ni por diez millones de dólares ni por todo el oro del mundo... ¿sabes que me van a pagar por todo esto cien mil dólares?.
- ¿Y tú te puedes imaginar lo que me van a pagar a mí?.
- No me importa. Jamás me importó el dinero ni quiero saber cuánto te van a pagar a tí. !Mira!.
Y sin dejar de apretarla contra su pecho, Juan Aranda de Floridablanca sacó un precioso collar de perlas del bolsillo izquierdo de su pantalón.
- ¡Juan!.
- No. Es secreto del sumario, Tatiana. No te lo voy a decir.
Tatiana estaba llorando de emoción.
- Lo que no comprendo es cómo pudiste hacer para que absolutamente nadie supiera que tú eres mi esposa.
- Trucos de chavalas guapas, Juan, truco de chavalas guapas... y... muchas gracias por confiar en mi inteligencia.
FIN.
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Foto del autor Jos Orero De Julin
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Descripción

Novela de intriga, "suspense", misterio, pasiones, amor.

Palabras Clave: Literatura Novela Intriga "Suspense" Misterio Pasiones Amor.

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Relatos



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