DESTINOS
Publicado en Jun 22, 2009
Las fotos de familia tienen destinos ignotos. Ya antiguas, la mayoría, después de haber vivido encerradas de caja en caja y pálidas por la falta de aire y sol, tras dos generaciones mueren sumisamente entre las llamas. En éste caso no. No la de él. La ostentaba en el frente de su tienda; la misma de la foto. Entre el colmenar de parientes brillaba un joven de piel brillante, todo pelo alámbrico: cejas, bigote, barba, pecho y brazos. Sus ojos ancestrales y penetrantes mostraban firmeza de carácter a pesar de su corta edad. Ese era él: Hadel Bennasar. Tenía varios hijos varones que heredarían su profesión. Ya habían aprendido de su padre que lo importante del tendero es saber tratar al cliente para que las entradas rindan. Se los había enseñado a todos; a todos menos a Hakil cuando se dió cuenta que éste era y seguiría siendo petizo. Le decidió una profesión rentable: jockey.
Hadel comenzó a elaborar su proyecto. Esté se agrandaba más y más a medida que absorbía el entusiasmo de su creador y dueño. El tendero comenzó a interiorizarse sobre el mundo de las carreras de caballos a tal punto que sus clientes se desconcertaban al oírlo cantar y a veces silbar: "¡Leguizamo sólo! gritan los nenes de la popular". Inscribió a Hakil en la escuela de jockeys. Las clases comenzaban, muy temprano, el cuatro de marzo; el mismo día también comenzaban en el Comercial número cinco. El mismo día que Hadel al levantarse, a las nueve de la mañana, encontró el mandil comprado para Hakil, desganado sobre un sillón gastado y manchado por un vaso tirado descomedidamente sobre él. Temiendo lo peor preguntó a su mujer donde estaba su hijo. Ella sumisamente se lo confesó. Ya con su barba mojada con lágrimas de sal corrió hacia el Comercial número cinco. No abrió, atravesó la puerta del colegio. Le gritó a su hijo -¿Qué hacés acá?- Hakil huyó al jardín escondido de sus sueños , iluminado por mil luciérnagas, y con un eructo expresó a su padre lo que con palabras no se atrevía a decir. Once años después el Licenciado Hakil, dueño del Hara Bennasar, y su padre, todos los domingos, están sentados en la platea oficial del hipódromo de Palermo apostando, a la cabeza, al mismo pingo: COMERCIAL. Hadel canta en un criollo que la simple convivencia mejoró:" Por una cabeza de un noble potrillo yo me juego entero ¡Que le voy a hacer!"
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