Los dos enrollados (Relato de Humor ). Captulo 4.
Publicado en Jan 02, 2011
- ¡No lo entiendo, no lo entiendo y no lo entiendo, Pepe Díez!.
- ¡Pues yo sí lo entiendo, sí lo entiendo y sí lo entiendo, Pepe Díaz!. - ¿Qué es lo que entiendes tú de todo esto de poder ligar con ella?. - Sólo una de estas tres cosas: o tú estás loco, o yo estoy loco o los dos estamos locos. Y Pepe Díez se puso a hacer pucheros. - ¡Déjate ahora de tanta queja y de tanto llanto porque nuestro honor y el honor patrio nos llama de nuevo a intentarlo!. - Que no, que no, que no... Pepe Díaz que no, que no y que no. - Pues ahora soy yo el que dice que sí, que sí, que sí... Pepe Díez que sí, que sí y que sí. - ¿Pero no te cansas de intentarlo nunca?. - ¡Nunca!. ¡Esa es la palabra exacta, Pepe Díez!. - Pero nunca qué... si se puede saber... - Mira.. para ligar con ella lo mejor es no saber nada de ella... que te lo digo yo que tengo mi experiencia propia. - Escucha Pepe Díaz... ¡no estoy dispuesto a entrar de nuevo a esa Sala de Fumadores acompañado de ti!. - Pero ¿no te das cuenta de que ella lo que quiere es que liguemos con ella?. - Pues no lo entiendo, no lo entiendo y no lo entiendo... Pepe Díaz. - Pues ahora soy yo el que sí lo entiende, sí lo entiende y sí lo entiende... ¡así que para adentro otra vez!. - ¡Otra vez no por favor!. - No me llores, no me llores, no me llores así... Y Pepe Díaz, agarrando otra vez a Pepe Diez, que lloraba como una madalena, por el cuello de la camisa, hizo que ambos volviesen a llevar a cabo otra espantosa entrada en la Sala de Fumadores. Pepe Díaz cogió en brazos a Pepe Díez, que no paraba de llorar, y lo sentó frente a la barra del bar. Después pidió dos whiskys. - Pero ¿desde cuándo tomas tú, whisky, Pepe Díaz?. - No. Si no son para mí sino para tí los dos. ¡Camarero, haga el favor de servirme a mí dos jugos de limón y por favor que nadie malinterprete mis palabras!. Pepe Díez comenzó de nuevo a llorar... pero ahora de manera escandalosa. - ¡Cállate, que se va a dar cuenta!. - ¡¡Pero no estás viendo que no estoy ni a la mitad de su altura!!. - ¿Y quén te ha dicho a ti que debes estar a su altura?. Escucha Pepe Díez; el asunto es saber si está descuidada o nos está mirando. A Pepe Díez se le acabó el llanto y comenzó a tomarse su primer whisky. - O no se ha dado cuenta de nuestra presencia o está disimulando muy bien porque está leyendo un libro. - ¡Perfecto!. ¡Esto marcha a las mil maravillas!. - ¿Pero quieres decirme ya de una vez por todas si lo que estás buscando es que liguemos con ella o que no liguemos con ella?. - Escucha medio inútil: para ligar lo primero que hay que hacer... ¡¡¡es pasar inadvertidos!!!. El escándalo fue mayúsculo y todos los que se encontraban en la Sala de Fumadores empezaron a mosquearse con aquellos dos tipos; excepto la escultural morena, de piel de color trigueño y de ojos de color miel, que seguía, muy concentrada, la lectura de su novela. - ¡Has estado a punto de arruinarlo todo esta vez tú, Pepe Díaz!. - Eso para que aprendas un poco sobre ciertas cuestiones en esto de las mujeres, Pepe Díez. ¿O no recuerdas?. - Calla, por favor, calla... a ver si se va a enterar... - Querrás decir a ver si te va a enterrar... - Por favor, no se lo digas. - ¿El qué?. ¿No ves que así es mucho mejor según tú y tus amigos de pacotilla?. ¿Así que saben mucho ellos de esto de ligar chavalas, verdad?. - ¡Pero cállate, por favor, que nos va a escuchar!. - ¡¡¡Y cómo quieres que liguemos con ella si no nos escucha!!!. A Pepe Díez volviole de nuevo el llanto que ahora era verdaderamente escandaloso. - ¡Tómate el segundo whisky, amigo Pepe Díez, y no me llores, no me llores, no me llores así!. - ¿Entonces se lo vas a decir?. - ¿Qué es la mujer más guapa que he conocido?. Por supuesto que sí. - No. Lo otro. - ¿Lo del Mundial?. ¡Claro que sabe lo del Mundial!. - ¡Dios mío, Pepe Díaz, huyamos antes de que nos corte el cuello!. - Perdona, Pepe Díez, pero no te entiendo yo ahora a ti. ¿No te pareció un verdadero triunfo lo del Mundial?. Si quieres un tercer whisky antes de intentarlo con ella pues nada... me lo pides... yo se lo pido al camarero... y el camarero se lo dice a la chica... - ¿Qué chica?. - Vamos a ver Pede Díez, vamos aver si nos enteramos de una vez por todas. ¿Tú a que has venido a esta Sala de Fumadores?. - Yo lo que quiero es ligar... - ¿Entonces no estás de acuerdo conmigo en que para ligarla tiene que saber de tus éxitos en el Mundial?. - ¡Cállate, por favor, que ya nos está mirando!. - Escúchame bien Pepe Diez... ¡¡te contesto a lo Quevedo o para ser más directos te contesto a lo Camilo José Cela!!. - Yo me quiero marchar de aquí. - No. Ven, amiguito de los mundiales, ven... que la vamos a ligar... para que no la olvides ni me olvides ni lo olvides... Y cogiendo Pepe Díaz nuevamente por el cuello a Pepe Díez se acercó por fin adonde estaba ella, y le dio un beso como Dios manda. - Bueno, Pepe Díez, aquí te presento a mi esposa. ¡¡Y este es Pepe Díez, el más famoso del mundial, mi amor!!. - Bueno... hola y adiós Pepe Díez. El mencionado Pepe Díez bebió un último trago de su whisky y, como si fuese el expreso de medianoche salió huyendo de aquel lugar. - ¿Ya se te ha pasado el cuarto de hora de hacerte el interesante, Pepe Díaz?. - Sí. Ya. Por fin. Que viva el Mundial. - ¿Así que fue él, verdad?. - Claro que fue él. Y ella, la escultural morena de piel de color trigueño y los ojos de color miel volvió a besar a Pepe Díaz porque había entendido la verdad.
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