El tiempo comprado
Publicado en Jan 02, 2011
Al Negro le faltaba tiempo, no un tiempo útil , sólo quería atesorar momentos de existencia futura porque presentía que le escaseaban.
No era una necesidad práctica: no pensaba en cumplir mandatos desoídos u olvidados como tener hijos, conseguir títulos y honores ni poner al mundo etiquetado en su equipaje. Tampoco sentía miedo de llegar al fin de su existencia porque se imaginaba que era algo así como pasar de la vigilia al sueño, algo placentero. No, él quería hacer uso del libre albedrío y se le antojaba prolongar su vida, al contrario de los que decidían libremente ponerle fin. Entonces, como eso era posible en los años que corrían del nuevo siglo XXII, fue al lugar indicado, una de las empresas de compra y venta de tiempo. Claro, cuidó de no ir a la más cara, su presupuesto no se lo permitía, pero no lo preocupaba que la diferencia estuviera en la letra chica de los contratos, había quejas de usuarios porque la cobertura de la garantía del producto no era buena, que la empresa no respondía ante reclamos, etc., pero en fin, tiempo era tiempo y eso se lo aseguraban. Entró al edificio sin gente e inmediatamente se desplegaron los catálogos de la empresa con la totalidad de sus productos en las paredes-pantallas, un sonido envolvente muy agradable se hacía palabras cuando enfocaba su atención a alguna de las imágenes. Le sugerían y mostraban las ventajas de adquirir meses, años y hasta vidas completas con planes de pago accesibles a cada necesidad y posibilidad. Una vez que se decidió por un plan, permaneció escuchando atentamente las condiciones: podía adquirir cinco años a contar del primer minuto de muerto, cuando todavía sus signos vitales podían recuperarse sin detrimento alguno. La operación era muy sencilla, le colocarían un chip conectado satelitalmente con la base que al enviar la noticia de la muerte disparaba el impulso vital con la nueva carga de tiempo, así de fácil. Por otra parte, ahora sólo pagaba el dispositivo, el servicio se le facturaba mientras era utilizado, claro, no había devolución. Esa advertencia le pareció tonta porque quien querría librarse del tiempo que tanto necesitaba?. Firmó sin dudarlo , claro que tuvo que privarse de algunas vacaciones reales y se conformó con unos viajes virtuales mucho más baratos porque no saldría de su casa, pero más aburridos porque todo lo que iba a ocurrir estaba programado anticipadamente y debía contar con su consentimiento paso a paso porque la ley del consumidor lo imponía. Cuando al fin concluyeron las cuotas, casi se olvidó del chip y del contrato firmado años atrás y programó una visita a Disneyhell, el parque de diversiones del centro de la tierra que promocionaba las vacaciones más asombrosas : incursiones a cavernas insondables, sumergirse en los depósitos acuíferos más profundos e internarse en el corazón ígneo del planeta donde la roca incandescente se cristaliza al paso de la gélida cabina llena de turistas. Fue en una de esas excursiones que se descompensó, creyeron que era baja presión, pero no consiguieron recuperarlo ni metiéndolo en la cápsula salvavidas, él sentía una vaga sensación de lejanía y quietud que era ajena al revuelo que lo circundaba, si, estaba bien, esperaba que todos se callaran para permitirle dormir , estaba en paz. De pronto sintió un impacto doloroso en pleno pecho y una corriente eléctrica lo atravesó de pies a cabeza, estaba de nuevo entre la gente, la cara de la azafata y los paramédicos revelaban sorpresa y alivio. De inmediato lo llevaron a una sala de recuperación y le hicieron miles de preguntas, allí recordó el chip y el contrato, que según le informaron los representantes de la firma, había empezado a operar, tendría cinco años más de vida (renovables) si abonaba puntualmente las cuotas , porque dentro de la caverna había sido dado oficialmente por muerto. Volvió a su casa y buscó lo que había firmado, las mensualidades eran elevadas pero podría pagarlas con algún sacrificio, y si todo resultaba bien, renovaría el servicio, no había nada por que preocuparse. Sin embargo no se sentía bien, había empezado un cierto desasosiego , un malestar que al poco tiempo se transformó en dolor, tenía dificultad para respirar y las piernas no le respondían, entonces llamó a la emergencia médica . Cuando estaba en el hospital lleno de tubos y martirizado por agujas incrustadas en brazos y piernas le contaron de su enfermedad incurable, los médico se asombraban de su ignorancia porque el grado de evolución del cáncer suponía años de sufrimiento, y si bien, le diagnosticaban poco más de cinco años de vida, el cruento tratamiento y las secuelas de la enfermedad lo irían minando poco a poco irremediablemente. Había comprado cinco años de horror! No era posible, no iba a aceptarlo, exigió un cambio, hasta volver al momento de su plácida muerte. Le recordaron lo que había firmado, no había devolución , por otro lado debía pagar el servicio, pero dijeron que no se preocupara porque respondería su seguro de salud. Consultó a un abogado quien revisó las cláusulas del contrato, le explicó que la empresa trabajaba con un banco de tiempo, los donantes en realidad vendían su expectativa de vida antes de suicidarse. El tiempo se almacenaba sin identificación de procedencia (para abaratar costos) y el que compraba asumía el riesgo del porvenir, era una lotería y la mayoría de los suicidas eran enfermos terminales, además en la letra chica aclaraban que no garantizaban la calidad del tiempo de vida sino se ajustaban estrictamente al plazo pactado en beneficio de ambas partes, el comprador para vivirlo y el vendedor para recibir su paga. Sólo encontró una cláusula que permitía alguna salida: no estaba prohibido transferir el contrato! Ilusionado el Negro empezó a publicar su aviso : vendo tiempo de vida, precio a convenir. Gastó sus mínimos ahorros en mejorar su imagen cada vez más desgastada por la enfermedad, para no ahuyentar a posibles interesados. Cuando por fin un desesperado desahuciado aceptó las módicas condiciones de la transferencia, le extirparon el chip y entonces pudo volver al placentero viaje eterno iniciado en el centro de la tierra.
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raymundo
Daniel Florentino Lpez
Original, bien narrado
Felicitaciones
Saludos y estrellas
Daniel
ana ruiz
Con afecto.
Ana
JUAN CARLOS
Cariños...Juan Carlos.