Llueve dentro del alma (Relato)
Publicado en Jan 08, 2011
Llueve dentro del alma, con un gotear continuo que enerva la razón hacia el grado de la inconsciencia. El viejo peón caminero ya no tiene otra cosa más que un par de gatos flacuchentos que parecen moverse haciendo equilibrios en el aire. Es su hogar, ahora, una humilde chabola erradicada de los grandes mapas... en un rincón oculto del páramo silvestre.
El viejo peón caminero sólo espera... espera... espera... mientras llueve dentro del alma un continuo sopor de nieblas. Son sus recuerdos. Su perdidos recuerdos. Los que le hacen, de vez en cuando, mover la cabeza en sentido opuesto a las agujas del reloj. Recuerda cuando él, pobre de solemnidad, era el punto de referencia para todos los apurados que aguardaban su llegada para poder continuar sus caminos. Ahora no. Ahora... ¿quién es el hombre que le invita a sus engalanadas fiestas de lujo, caviar y champán?. Y él, pobre y desterrado de su propia vivienda, aquella que pagó con el sudor de sus manos, con el sudor de sus pies y con el sudor de su frente, sólo mira con nostalgia la cima de la última montaña que ha quedado en pie. Allí todavía no han llegado los "tiburones" del ladrillo pero él ya sabe que nunca más nadie le pedirá un trago de agua de ese su botijo blanco que descansa entre la vieja tela de araña del paso del tiempo. Él observa su bota de vino tinto, todavía sin acabar porque la historia de ha pillado a contrapié... y da un trago para olvidar, cierra los ojos para olvidar, llora para olvidar. ¡Si al menos estuviese todavía ella junto a él!. Pero no. A ella se la llevó la niebla una noche oscura en que los caminos eran todavía huecos profundos. Y allí, al pie de la montaña, ella descansa para siempre mientras llueve dentro del alma del humilde, pobre y ya jubilado peón caminero. Ahora ya sabe bien que sólo es una insignificante pieza de ajedrez bloqueada por las torres enemigas. ¿Torres?. ¿Qué saben los nuevos inquilinos de los chalecitos que juegan a montar fiestas con caviar y champán, de aquellas viejas torres hoy tan aniquiladas y dónde aún no hace muchas décadas, las águilas reales y las cigüeñas y las tórtolas y hasta alguna que otra pareja de gorriones, hacían sus nidos mirando hacia las estrellas?. Estrellas. Esa es la palabra adulterada que todos tienen en sus bocas. Así que, para olvidar, para no tener que recordar lo que no puede olvidar, saca su paquete de cigarrillos, enciente uno y se pone a pensar...
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