Los sueños sí se hacen realidad...
Publicado en Jan 31, 2011
Los días soleados eran sus favoritos. Desde pequeño solía sentarse junto al viejo sauce que se encontraba al fondo del sitio, tomaba su diario de vida y comenzaba a contar historias que generalmente inventaba, pero su creatividad era tal, que siempre terminaba siendo el protagonista. Sus padres en ocasiones se asustaban, no era habitual que un niño de nueve años disfrutara de actividades como esa, mientras sus compañeros de colegio y los demás niños del sector preferían salir a hacer deporte. Un grupo de chicos se reunía todos los fines de semana a jugar futbol en una pequeña cancha improvisada, pero para Antonio no tenía sentido correr detrás de un balón, cuando a cambio de eso podía estar en un lugar tranquilo escribiendo o leyendo, imaginando historias y creando personajes que parecían ser cada vez más reales. El tiempo pasaba y él continuaba disfrutando con las mismas actividades, pero cada vez eran más evolucionadas. Tenía un sueño, que nadie más que él conocía, quería convertirse en el mejor escritor de su país, quería contar historias y hacer que todos formaran parte de esos maravillosos mundos que creaba en su cabeza. Era 28 de enero, hoy cumpliría los anhelados dieciocho años. El sol estaba alto, y sólo eso le hacía sentir feliz. Miraba hacia arriba y el cielo azulado se complementaba de modo perfecto con sus ojos color celeste. Antes de que sus padres despertaran, empacó un par de cosas, escribió una nota, tomó unos libros y se marchó. Al despertar, Valeria, su madre, encontró sobre la mesa del comedor la nota que Antonio había dejado esa misma mañana. Un día me dijeron que cuando cumpliera la mayoría de edad, sería libre para vivir mi vida. Tengo muchos sueños por cumplir, y sé que en este lugar no lo lograré. No se preocupen por el dinero, usaré los ahorros que tenía para la universidad. Tal vez piensen que estoy loco, y probablemente es así, pero me siento feliz y orgulloso de mi locura, porque sin ella no hubiese tenido la osadía de tomar esta decisión. Gracias por estos hermosos dieciocho años, lamentablemente no podré celebrar con ustedes, pero llevaba mucho tiempo esperando este día, y no quiero perder un segundo más. Cuando vuelva, tendré fama y dinero, y nunca más nos faltará nada en casa. Los amo, han sido los mejores padres del mundo. Siempre los voy a llevar conmigo, y estén atentos, porque en cualquier momento recibirán noticias mías. Antonio Con el papel arrugado entre sus manos y sus ojos llenos de lágrimas, Valeria se dirigió a su dormitorio, donde su esposo Rafael continuaba durmiendo. Entre el llanto y el tono afligido de su voz, el hombre no lograba comprender lo que su esposa intentaba decirle. Esperó a que se tranquilizara y luego ella, un poco más contenida le contó lo sucedido. La expresión de sorpresa de Rafael se hacía cada vez mayor, sus ojos cristalinos demostraban la tristeza que sentía en ese momento. No eran capaces de concebir lo sucedido. Tenían preparado un regalo sorpresa para su hijo, ese día al fin le entregarían la computadora que tanto les costó comprar, pero al parecer tendrían que esperar hasta un nuevo cumpleaños para hacerlo. A pesar de la tristeza, ambos sabían que su hijo, cada vez que se proponía algo lo lograba. Esta vez no sería la excepción, sólo tenían que esperar un tiempo; podrían ser días, meses o incluso años. Pero en algún momento Antonio volvería como un gran hombre, siendo quien siempre quiso ser. Valeria y Rafael continuaron como siempre, trabajando en su campo y trabajando en su casa, con la esperanza de que pronto su hijo regresaría y lo estarían esperando con un hogar completamente renovado. Querían que se sintiera orgulloso de ellos. Antonio, había viajado mucho. Esporádicamente buscaba trabajos de medio tiempo y que duraran sólo un par de meses, lo hacía sólo para poder costear los pasajes y los materiales necesarios para seguir escribiendo. Golpeó muchas puertas, recorrió lugares que ni siquiera sabía que existían, tardó alrededor de tres años en lograr que alguien se diera el tiempo de leer lo que él había hecho durante tantos años. Un día, se encontraba trabajando en una vidriería, donde limpiaba los artículos de venta. Era un trabajo sólo por cuatro semanas, mientras el encargado conseguía a alguien para que le ayudara en su tienda. Recibió un llamado de un hombre desconocido, su nombre era Horacio Quevedo. Al principio pensó que era una broma, sin embargo, decidió creer. El señor lo citó a una reunión en la plaza de la ciudad de San Sebastián, en España. Antonio pidió permiso a dueño de la vidriería y se dirigió al lugar acordado para reunirse con el extraño hombre. Llevó consigo un maletín repleto de historias y cuentos que había creado durante toda su vida. Se sentía nervioso, pero esperanzado. Al fin había una luz de esperanza entre todos esos días de incertidumbre que había vivido. A lo lejos, divisó la silueta de un hombre mayor, de unos 64 años, usaba un abrigo largo y sombrero. Era el mes de Enero, y en España los días estaban cada vez más fríos. Se acercó al hombre y le preguntó si era él quien buscaba. Horacio asintió con haciendo un ademán con su cabeza y extendió su mano para saludarlo. Al fin lograba conocerlo. Hace mucho tiempo lo había buscado, y no podía dar con su paradero. Le comentó que pudo conseguir número en una agencia de literatura a la que Antonio había asistido hace dos años, allí aún guardaban una copia de uno de los cuentos del joven, eso le daba la esperanza de que algún día podría recibir otro llamado, esta vez para comunicarle que publicarían su libro. El joven, sonrió asombrado, pensaba que ya no había ni muestra de todas las copias que algún día dejó en tantos lugares. Su rostro denotaba nerviosismo y ansiedad, el hombre lo miraba con relajo y hasta, se podía notar en sus ojos un dejo de admiración. Horacio había leído una historia escrita por el muchacho. Un día, mientras viajaba a Sevilla en tren, la joven que viajaba en el asiento contiguo le facilitó el ejemplar para acortar el camino. Era una historia de alrededor de veinte páginas, por lo que no tuvo problema en leerla completa. El hombre, reconoció inmediatamente cierto talento en la forma que se encontraba escrito tal documento. Por lo que de inmediato pidió a la muchacha que le facilitara los datos del autor. Ella, sin dudarlo un segundo accedió a la petición, el hombre demostraba ser muy culto, por lo que tal vez podría ayudar a Antonio. Desde ese día, Horacio había buscado al joven. Era dueño de una editorial en Sevilla, y generalmente prefería tratar con nuevos talentos, era amante de la lectura y siempre estaba tratando de innovar. Horacio, le comentó que el motivo de la cita era porque quería leer sus libros, tenía conocimiento de que eran varios. La joven del tren le había hablado muy bien sobre el autor y también contaba maravillas acerca de las historias. Era una muchacha linda, que dijo conocer al joven desde que trabajaron juntos en una fuente de soda al Sur de España, desde que se despidieron había perdido contacto con Antonio, sin embargo, conservaba cada uno de los textos que el joven le había regalado. Antonio recordó a la muchacha, su nombre era Emilia y se había portado muy amable con él mientras trabajaron juntos. Horacio, para no desviarse del tema, le pidió al joven que le hiciera llegar sus cuentos, y él en cosa de segundos reaccionó, entregándole inmediatamente el maletín que contenía la totalidad de sus escritos. La reunión terminó y Horacio prometió a Antonio ir a visitarlo a la brevedad a la vidriería en que trabajaba. Pasaron cerca de tres semanas, Antonio no había recibido ni siquiera una llamada por parte de Horacio, por lo que había perdido la esperanza, sin embargo, en una fría mañana el hombre se apareció en su trabajo. Junto a él había otro señor, de características similares. Ambos entraron al lugar con una sonrisa en el rostro. Horacio se acercó inmediatamente al joven, lo saludó con un apretón de mano y le dijo un par de palabras al oído: "felicidades, este es tu día de suerte". En ese momento, el rostro de Antonio se iluminó por completo. Horacio le presentó al hombre que lo acompañaba, era un productor que trabajaba en la editorial, ambos habían leído los libros de Antonio y estaban realmente interesados en publicarlos lo antes posible. La compañía había tenido una baja durante ese año y necesitaba repuntar, por lo que un nuevo talento no vendría nada de mal para la situación en que se encontraban. Le pidieron que los acompañara a la editorial, el muchacho sin pensarlo dos veces se quitó el delantal que llevaba puesto y salió junto a ellos. Conversaron durante todo el camino, les relató su historia y la forma en que habían sucedido las cosas. Los hombres quedaron impresionados al enterarse de que hace más de tres años el joven se encontraba sólo, viajando sin un rumbo fijo, y lo más extraño, la forma en que había salido de su casa. Llegaron a la compañía, los trabajadores lo miraban y susurraban entre ellos, seguramente tendían conocimiento de quien era él. Conversaron sobre temas de trabajo, Antonio era muy inexperto, por lo que no sabía cómo sobrellevar la situación, a pesar de eso intentó transar del mejor modo posible, era su primera oportunidad y tenía que aprovecharla. El primer libro de Antonio, sería publicado ese mismo año, y tendría que presentarlo en una conferencia de prensa en cuatro meses más. Así, se retiró feliz de la editorial, estaba orgulloso de su primer logro y esperaba ansioso el momento de darse a conocer y de juntar el dinero suficiente para regresar a casa siendo ya un escritor reconocido. El tiempo parecía pasar lentamente, en esos cuatro meses volvió al sur de España a buscar a Emilia, le agradeció por dar a conocer su historia y le pidió que lo acompañara a Sevilla, quería que estuviera junto a él en ese importante proceso. Emilia, sin siquiera pensarlo accedió, y estuvo con él durante un par de meses, ayudándole a preparar la esperada conferencia, en la que presentaría su primer libro, el que había escrito cuando aún vivía en Curepto, Chile. El día llegó, Antonio, deseaba que sus padres pudieran estar allí en ese momento, los extrañaba y hasta la fecha, no sabía nada de ellos. Ni siquiera tenía la certeza de que ambos continuaban vivos. Emilia le acompañó, estuvo con él durante todo momento. Asistió mucha gente al lanzamiento de su libro, dio un discurso que hizo emocionar a casi toda la audiencia, después de todo su historia era conmovedora, y el público premió ese sacrificio comprando sus libros y convirtiéndolo en lo que se conoce como un bet seller. Así, permaneció en España por dos años más, en ese tiempo lazó cuatro libros, casi un récord para un escritor nuevo. Pero Antonio ya tenía trabajo adelantado, desde los nueve años que escribía, y aunque la mentalidad de un adolescente no es tan desarrollada como la de un adulto, el joven había sido capaz de reflejar historias reales en sus escritos, teniendo un éxito arrollador con cada publicación. Emilia, continuaba con él, tanto tiempo juntos los convirtió primero en buenos amigos, y después de un tiempo se hicieron novios. Antonio ya había cumplido su cometido, se había hecho famoso y probablemente, en Chile sus padres habrían visto noticias que hablaran de él. Era el mes de Enero, se acercaba un nuevo cumpleaños, esta vez el número 24, habían pasado ya seis años desde que decidió partir a probar suerte, y se dio cuenta de que era el momento de regresar. Le pidió a Emilia que se fuera con él, no pretendía perderla, y necesitaba ver a sus padres nuevamente, necesitaba hacerlos parte de ese sueño que tanto había esperado, y por el que tanto había luchado. Después de todo, se había convertido en el escritor más joven del momento, y su éxito se hacía cada vez más latente. El día 26 de Enero se embarcó en un viaje con rumbo a Santiago de Chile, fueron largas horas las que pasó esperando para llegar al fin a su país. Junto a él, Emilia, otro de los motivos por los cuales agradecía a la vida haberse aventurado hace años atrás. Llegó a Santiago al anochecer, alquiló un departamento en un hotel sólo por esa noche, quería preparar todo para volver justo el día 28 de enero, para pasar al fin su cumpleaños con sus padres. Tomó un bus con destino a Talca, y desde ahí, ansioso, se subió al fin en el transporte que le conduciría hacia su destino, Curepto y sus padres estaban a menos de una hora. Al llegar a su casa, se sintió extrañado y un sintió un sabor amargo en su boca, la casa no era la misma, todo parecía diferente, era más grande, más linda y no había tantos animales. Por algún tiempo pensó que ya no pertenecía a sus padres, que otra familia había llegado a vivir ahí. De pronto, vio asomarse por la puerta principal a una mujer de cabello corto y ojos color del cielo, era su madre que salía a recibirlo. Al verla, no pudo evitar la emoción, las lágrimas rodaron por sus mejillas al igual que ocurrió con Valeria, por su parte, Emilia miraba con ternura el encuentro que habían estado esperando hace seis años. A lo lejos, usando un sombrero y sandalias gastadas, Rafael se dio cuenta de que su esposa abrazaba a un hombre, y vio que a su lado una hermosa mujer esperaba. Corrió a ver que sucedía, y son siquiera sospecharlo, se dio cuenta de que quien estaba allí era el mismo joven con cara de niño que los había dejado hace seis años por ir en busca de su sueño. Rafael se fundió en un abrazo, al verlo, le comentó al oído; feliz cumpleaños hijo, ha sido la noche más larga de nuestras vidas, allá adentro está tu regalo, tal vez ahora no lo necesites como hace seis años, pero creímos injusto deshacernos de él. Al entrar, Antonio y Emilia presenciaron inmediatamente una hermosa escena, las paredes de la casa estaba cubiertas de fotografías y noticias que presentaban al escritor chileno más famoso del último tiempo, que había viajado algún día en busca de reconocimiento, y junto con ello encontró el amor.
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