Los pequeños gorriones del atardecer (Invitación a la Literatura)
Publicado en Feb 11, 2011
Los pequeños gorriones del atardecer me hacen compañía dentro de la memoria. Dios me siente crecer entre los rosales, cuando el rojo color de las flores me inducen a soñar ese lugar pequeñito donde están viviendo mi alma y su corazón. La siento vivir mientras me crecen las ideas que, libremente amorosas, se enzarzan con su cuerpo y, en mitad de la tarde, callandito, los ángeles van entrando en mis sentidos. Hay algo más que se está alejando por entre las sombras. Es la lejana tristeza y el más lejano dolor. Al venir su sueño me he hecho de nuevo una ceertidumbre segura. Yo sé que más állá incluso de los rosales, sus labios son lo permanente en mí.
Los pequeños gorriones del atardecer me hacen compañía dentro de la memoria. Dios me ve renacer en esta sonrisa, en este vivir acorde con los pájaros de la floresta. No sabe mi ser de la avaricia ni por qué he tenido que llorar a veces sin tener que ocultar mi rostro. Siempre abierto a las melodías, mi alma se une a su corazón. Ella es la flor que permanece, intacta, y va tallando su generosidad en mi cuerpo, en mi manera de ver la existencia, en mi modo de entrar de puntillas en la tarde y esperar a que, cuando se oculte el sol, me quede el calor de su presencia. Los pequeños gorriones del atardecer me hacen compañía y entre los rosales he dejado, colgando del aire, un nuevo poema con la amorosa concepción de ese sentido eterno que es querer sin dimensiones, querer sin barreras, querer más allá de la última frontera. Dios me observa nítido y callando mi voz para no asustar a los humildes gorriones que han venido a celebrar la fiesta de esta tarde que se cuelga de mi alma y de su corazón. Ella sabe, de mí, que vivo junto al sueño, que amo juento al sueño y que, si existo, es porque ella es mi sueño.
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