¿A dónde vas cuando llueve en mi rostro? Pues a donde más
sino es que a mi pecho
y cuando terminas con él;
regresas a mis ojos
para hacer visible la ausencia
la perfumas con las escamas de la esperanza rota
enfilándola
a mi olfato
para reconocer
la fragancia de la muerte
la aprisionas en mis oídos
tomando de mando el caudal;
de los ríos
las caracolas
y los aires vívidos
como ave
de esas presurosas.
Te vuelves mineral
y torrente
sin eslabones
para encadenarte a mi tacto
para que me rompa los dientes
y decapite a mi lengua
tratando de liberarme
de este embrujo
de esta visión
donde un Ángel
viene a violarme
dejando recuerdos agusanados en mi estómago
y yagas en mi glande
ojeras en mis muslos
y un susurro
tenue
que lacera
el palpitar opaco
de las campanas
que me cuelgan
las campanas, testículos de la muerte.
Que piden entierros
profanaciones
que desean
exhumarte un poema
de esos velludos
o carentes de copetes.
Como sea
como la tengas
como me la avientes
desde lejos
desde allá
vuelan espermas
poluciones, entre los arcos
sobre tus abiertas piernas
sobre el manto del espacio
y la bóveda estelar
esperando si quiera
un orgasmo
que logre fecundar
a la luna
que es tu vientre,
donde quiero terminar
donde me quiero escurrir
por eso siempre
apunto hacia arriba...
hasta el infinito cielo
Ángel,
cómplice,
bruja loca;
quiero que tengamos un bebé satelital
por donde fugarnos
en las noches en que llore
en las noches en que necesite un arrullo
en las noches...
en que necesito una canción de cuna
que no sea el canino deseo de mis soledades aullando