Un hombre se murió en la cocina de su casa mientras desayunaba cereal y se transformó en un fantasma.
Y vivía allí, vagando, ahuyentando a todos porque aunque ya no pertenecía al mundo de los vivos, le incomodaban las personas.
Un día supo de un famoso programa de televisión que le gustaba contactar con espíritus  y habían propuesto su casa como una de las candidatas a ser visitadas.
El fantasma se propuso asustar a los reporteros así que subió al desván, donde solía guardar su vieja escopeta para cazar murciélagos. Estuvo allí, esperando hasta la medianoche, hora en que ya estaba bastante fastidiado.
Entonces vio por la ventana, un carro lleno de luces y de gente bulliciosa, que empezó a sacar cámaras de video de gran tamaño y toda clase de tonterías, varillas imantadas, velas, agua bendita de San Benito, espejos, bla, bla, bla...
El fantasma se preparó para sacudir un viejo sofá del desván, pero en eso escuchó que varias personas gritaron en la entrada, presas de pánico.
Intrigado, el fantasma fue a ver qué sucedía allí y se encontró con que los reporteros ya se habían espantado con sus propios gritos. Luego a la mitad del patio empezaron a tocar las campanas y encender velas, las que se apagaron porque el viento era muy fuerte. Las campanas sonaban ininterrumpidamente y luego una tal que se hacía pasar por vidente dijo que allí había muerto una niña desamparada que quería jugar con ellos.
Se tomaron de las manos y empezaron a rezar para pedir que la niña se fuera al cielo. Y el fantasma se desternillaba de risa porque nunca hubo tal niña en aquel sitio y le pareció que toda esa gente estaba desvariando.
Luego subió nuevamente al desván y volvió a esperar allí a que los reporteros llegaran, para meterles un susto de verdad.
Pero los reporteros no llegaron al segundo piso. Uno de ellos resbaló con sus mocasines caros de charol y todos dijeron que era obra del demonio. Así que tomaron sus cámaras de video y salieron corriendo de allí. El fantasma frustrado bajó justamente para ver cómo una de aquellas comiquísimas personas tomaba una fotografía antes de emprender la huída.
Días después, mientras los televidentes fanáticos disfrutaban del programa, se toparon con los videos y fotografías de la casa del fantasma del cereal.
Detrás de los reporteros que huían por la puerta principal, resaltaban unas letras extrañas y fluorescentes sobre la pared del fondo:
"¡Todo esto es un fraude! ¡No les crean a estos idiotas!"
FIN