Setamor (NovelCaptulo 26.
Publicado en Feb 25, 2011
Eran las siete de la mañana cuando la fiesta, en el Hotel Olimpo, finalizó. Los asistentes al Salón de Baile lo abandonaron poco a poco y, finalmente, las luces se apagaron.
El joven licenciado se encontraba ya a punto de salir del hotel cuando sintió que una mano se posaba sobre su hombro izquierdo. Se volvió lentamente, como sabiendo que algo sorpredente podría ocurrir pero sin darle la mayor importancia. Descubrió que era el famoso presentador televisivo medio calvo, con el cabello gris y su sempiterna pajarita anudada al cuello. - Mire... ya me estoy cansando de usted... El famoso presentador televisivo autoapodado "Rompemitos" miró de frente al joven licenciado y comprendió que no estaba bromeando. Comenzó a temblar sólo de pensar que de un puñetazo le pdría derribar al suelo. - No... no... - ¿Se puede saber qué significa un no para usted?. - Es que yo... - Pues para mí un no significa un no... ¿lo ha entendido ya?. - No. Yo sólo quiero pedirle perdón. - ¿Me pide perdón a mí?. Para perdonar es necesario haber sufrido un daño antes y que yo sepa usted no me ha hecho ningún daño. - Pero lo intenté... - ¿Sabe usted que un daño no lo hace alguien que lo intenta sino alguien que puede?. - Pero... ¿antes de poder no es necesario intentarlo?. - Se equivoca otra vez usted. Antes de poder sólo es necesario desearlo. - No tengo palabras para rebatirle de nuevo pero yo... - ¿Se puede ya saber qué quiere usted de mí?. Ya me he enterado de que muchos dudan de si es usted o no es usted... y ya sabe a lo que me refiero... - ¡No... no es nada de eso!. - Entonces está claro que usted y yo no tengamos nada más que decirnos. Y quiero que sepa, de una vez por todas, una cosa. Ni me importa ni me interesa. No hago caso alguno. Así que si lo es que le aproveche y si no lo es que lo viva con salud. - ¿Usted cree que yo soy de la acera de enfrente?. - Que yo sepa ser de la acera de enfrente sólo define a los que viven al otro lado de la calle. El joven licenciado se estaba tomando en serio el asunto de volver a bromear una vez más. Mirándole a los ojos ahora no se podía desentrañar aquella incógnita... pero lo juicios de valor no eran ningún instrumento de comunicación para él. Ni los juicios de valor ni los prejuicios. - ¿Tienes prejuicios contra nosotros?. - ¿Contra quiénes?. - Contra los que somos dudosos. - Ninguno. Sobre eso le digo lo siguiente y escúcheme bien, por favor, porque sólo se lo voy a decir una sola vez. Su mundo es su mundo y mi mundo es mi mundo. Espero que nunca más se crucen nuestras maneras de vivir. Ni tengo prejuicios contra ustedes ni me molesto en intentar tenerlos porque, simplemente, no me interesan sus temas aunque reconozco que son bastante temáticos por cierto. El famoso presentador televisivo se quedó paralizado y sin saber cómo reaccionar. - Escuche. No se quede nunca absorto ante la vida; porque si es así no tendrá más remedio que cosechar derrota tras derrota. Su mundo es tan extraño y fuera de lugar para mí que sólo es eso: un fuera de lugar de mis dimensiones humanas. No se preocupe. No le voy a echar un sermón... pero sólo le voy a indicar que lo ético es lo natural y lo moral es el contenido de lo natural de lo ético. ¿Me ha comprendido ahora?. - Me parece que sí... - Pues a mí me parece que no... así que aparte esa mano de mi hombro pues para hablar de hombre a hombre basta y sobra con mirarse directamente a la cara para saber si somos un hombre y otro hombre. Y le insisto en que no me interesa, para nada, su naturaleza porque ni le he analizado, como usted sí ha estado intentando hacerlo conmigo, ni tengo tiempo que perder en analizarle. Si necesita una sanación acuda usted a alguien que sí sea entendido en analizar casos como el suyo. Yo de patologías y de problemas psíquicos no entiendo más que lo siguiente. ¿Quiere escucharlo?. - No... no... esto... sí... sí... - Primero pida permiso al gerente del hotel para darse un buen baño y así eliminar los efectos de la cogorza que ha cogido. - Pero... ¿me esperará?. - Por supuesto que sí. Usted quiere que yo le defina definitivamente y eso haré cuando esté usted en plenas condiciones de saber escuchar. El famoso presentador televisivo corrió a pedir permiso al gerente del hotel para usar una ducha y, una vez obtenido, utilizó la de la habitación número 56. Poco tiempo después comenzó a ducharse completamente desnudo. Así, viéndose desnudo, se dio cuenta de algo importante. Se dio cuenta de que la Naturaleza es aquello que se refleja en nosotros mismos y no en los falsos espejos de lo superficial. - ¡Está vivo pero no vendrá nunca más! -gimió, sobresaltada, la madre del joven licenciado cuando ya los primeros rayos de luz entraban en la alcoba matrimonial. - Pero... ¿otra vez con lo mismo?. Te repito, una vez más, que volverá y no me equivoco. No sólo aceptará el cargo que le vamos a ofrecer en el Banco sino que volverá a casa. - Y yo que pienso que ninguna cosa de ambas va a hacer... - ¿Otra vez con falsos presentimientos?. También presentías que nunca sería capaz de sacar adelante su título de periodista y... ¡ahí le tienes!... ¡todo un licenciado en Periodismo y además sin tener que irse de la gran capital!. - Esta vez no es eso. Esta vez va mucho más en serio que nunca. - ¿Nunca?. ¿Qué es nunca?. - Un día me lo dijo él y lo apunté. Lo tengo guardado en el cajón de la mesilla de noche. Espera. - Pero que sea pronto porque a las nueve tengo que estar en mi despacho. La madre del joven licenciado sacó un texto escrito y se dispuso a leer. - Pues vas a tener que aguardar un buen rato porque tiene sustancia el asunto y quiero que lo escuches desde el principio hasta el final. Lo tituló "Detrás de cada vivencia". Escucha... Escucha lo que escribe acerca de ello. - Escucho a ver si me convences de que estoy equivocado o te convenzo de que estás equivocada. - "Detrás de cada vivencia siempre queda la existencia". ¿De verdad quieres que lo lea todo?. - No. Ya es suficiente. - Ahora te toca soportar a ti; así que no te hago el desayuno hasta que hayas escuchado todo entero el texto. - Si no hay más remedio... - "Detrás de cada vivencia siempre queda la existencia de un pensamiento sutil que se introduce en el baúl de nuestros recuerdos y que, alojado en el rincón de la nostalgia del tiempo, se escucha el continuo latir de su sentimiento. Pasa el tiempo y ese recuerdo, en algún momento de nuestra vida, lo volvemos a revivir como si el tiempo hubiese hecho una especie de peregrinación regresiva. Entonces nos damos cuenta de que la verdadera vida no siempre estriba en apurar un presente inasible sino que los recuerdos del pasado, alojados en el rincón del baúl de las nostalgias, son tan importantes como para darnos señas de identidad propia". - ¡Basta!. ¡Basta ya!. ¡Yo sigo insistiendo en que volverá!. - Pues no te levantes todavía porque no he terminado de leer. - ¿Es que hay más?. - En nuestro hijo siempre hay algo más. - Sigue... - "Lo que vivimos es una acumulación continua de momentos que dejan huella y que tienen presencia como el instante causal de lo que estamos recordando". - ¡No!. ¡Ya no más!. - Está bien. Me salto toda una parrafada extensa de reflexiones ajenas que obtuvo a través de sus conocimientos culturales pero no me quedo con las ganas de leer su último párrrafo. - Si no hay más remedio... - No. No hay más remedio porque, según tú, él no tiene remedio. - No es para tomarlo a broma, mujer. - ¡Pero si él nunca se lo ha tomado a broma!. Escucha. - "Cada uno de vosotros, amigos lectores y amigas lectoras, tenéis la libertad de elegir cuáles os parecen los más idóneos". - ¿A qué se refiere con eso?. - A la multitud de pensamientos que pululan por este mundo de las culturas humanas y que no te leí para no avergonzarte más. - ¡Yo no estoy avergonzado!. - Entonces déjame terminar. - Bien. Termina pronto que, repito, me debo a mi despacho profesional. - ¡Claro!. ¡Cómo no!. ¡Tú te debes a tu despacho profesional pero él no te debe nada a ti!. - Eso lo discutiremos entre él y yo. - Pues escucha cómo acaba el texto. - "Yo me alejo un poco, me refugio en el margen de mi existencia y escribo cuatro pensamientos propios: Recordar aquellos días en que la noche no llegaba nunca es vivir otra vez la infancia de la alegría; mis múltiples recuerdos son mis múltiples existencias; sé que los recuerdos son esos momentos en que siempre estamos en las mentes de otras personas y recordar es existir con plena conciencia de que somos eternos", - ¿Qué te ha parecido?. ¿Crees ahora que aceptará vuestro ofrecimiento y que volverá por aquí?. - Sigo creyendo que sí. - Está visto que no sabes escuchar el trasfondo de sus palabras. - ¿Transfondo?. ¿Qué transfondo?. - El que los hombres como tú nunca sabéis descubrir porque ni sois como nosotras ni tampoco sois como niños... aunque si de infantilismo hablamos te puedo leer otro texto más. - ¡No!. ¡No más textos!. - ¡Sí!. ¡Más, sí!. Espera que aquí lo tengo guardado. - ¿Es necesario escuchar más?. - Para hombres tan serios y posesivos como tú sí es necesario que escuchéis más. Así que ahí va el resto, como dicen los grandes jugadores de mus. - "Está lloviendo en la ciudad y el aroma de tierra mojada siempre me trae recuerdos de infancia. Por eso me gustan estas tardes-noches en que me veo, de nuevo, siendo niño por el boulevard, allá en la calle de los meloneros y en las fiestas patronales de la gran capital, con su feria montada a lo largo de toda la calle. Me veo mojando los zapatos nuevos en todos los charcos. Todos corren menos nosotros que jugamos a policías y ladrones debajo de la lluvia, sin más que pensar y luego llegaba el resfriado y la tintura de yodo en los pies y, lo que era mejor, dos días sin ir a la escuela. La lluvia. La fresca lluvia de mis infancias. Esa lluvia que me maravillaba en las vacaciones pasadas en casa de mis tios, en la calle, cuando el granado de la barranca estaba ya en plena sazón y nosotros formábamos la pandilla del Trabuco, jugando a llenarles de arena la vestimenta a los seminaristas que nos perseguían encorajinados. Y la lluvia. Siempre la fresca lluvia. Me gustan estas tardes-noches en que los automóviles levantan chapuzones de agua y hay que saltar para no empaparse. Pero me gusta empaparme y vuelvo a ser el mismo niño que llegaba con todo el cabello mojado a casa donde mi madre nos limpiaba frotándonos, entre amorosa y amenazante, con la toalla antes de enviarnos a la cama. Lluvia. Bendita lluvia de infancia que rememoro cuando ya sé que nunca volverá a ser igual. Ahora veo a los transéuntes correr y mientras me mojo pienso en el tiempo gozoso en que la infancia no hacía otra cosa sino jugar a ser piratas o tirar al blanco, a las puertas metálicas del garaje de la bruja de la escoba, con pequeñas piedras que hacían sonidos de venganza. Lluvia. Bendita lluvia que trae a mi memoria el cobijo de una casa caliente, familiar, donde todos nos arremolinábamos alrededor del brasero para cantar cada uno a su manera y en silencio". - ¿Me estás afirmando que nuestro hijo no aceptará la oferta laboral que le vamos a proponer?. - ¿No te das cuenta?. ¿No ves que escribe a veces trascendencias de hombre adulto y otras veces como si volviera a ser un niño?. ¿Sabes que quiere decir todo eso?. - Nada. Todo eso no quiere decir nada. - La nada para él no existe, porque la considera una palabra nada más. - ¿Cómo sabes que para él la nada no existe y que la considera solamente una palabra vacía de contenido?. - Porque lo expresó una vez que le estuve escuchando en sus diálogos consigo mismo. Él lo dijo. - "Si cito una sola palabra, no será nada. Te nombro toda completa. Sí. Ya está... Eres Sí... nada más y nada menos que Sí... Eres el Sí del Silencio y la Simpatía. El Sí de la Simetría, la Sinceridad y el Sinnúmero. Eres el Sí de la Simiente. El Sí de la Sinfonía. El Sí de lo Singular. Eres el Sí de la Sirena y el Sí de la Sinéresis. ¡Sí!. Todo eso eres tú... - Me estás diciendo que... - ¡¡Exacto!!. ¡¡Desea ser escritor para encontrarla a Ella!!. - No entiendo nada... - Entonces sigue adelante. Propónle un muy alto cargo de ejecutivo a ver qué dice. - ¿Si decide aceptarlo nunca más volveré a oír tus quejas?. - Lo acepto. Si él se queda en el Banco nunca más me oirás quejarme, pero... yo sé que eso ya es imposible... - Nada hay imposible para el poder. - Pero él no es de los del poder sino de otro mundo más fuerte. Él es del mundo de los sentires. Por eso, en realidad, no tiene ninguna edad. - ¡Se acabó!. ¡Prepárame el desayuno!. - Él hubiese añadido por favor. - ¡Yo no tengo tiempo para pamplinadas!. ¡Prepárame el desayuno y espero que, según tú, veas como le hago salir del agujero negro en que se encuentra!. - Estás muy confundido. Quizás el del agujero negro seas tú. - Bien. Lo acepto. Atravesamos tal crisis que nos encontramos en un agujero negro. Efectivamente. Pero yo me levanto pronto para acudir al despacho. - Él se levanta mucho antes que tú para trabajar no en un despacho de lujo como tú sino junto a sus compañeros proletarios. - ¡Déjate de historias del pasado!. - Está bien. Ya me levanto. Te haré el desayuno como siempre. Como siempre es mi rutina. Al menos él tiene la valentía de no renegar de sus principios. - Cada vez te entiendo menos, mujer. - Cada vez le entiendo más, hombre. Ambos se levantaron para dirigirse a la cocina y tomar un abundante y suculento desayuno. - ¿Sabes una cosa?. ¡Me equivoqué! -se le dirigió el famoso presentador televisivo una vez duchado, bañado y disipada su resaca. - ¿Sabes tú otra cosa?. Jamás sentí ningún rencor hacia ti y jamás intenté derrotarte en ninguno de tus planteamientos, porque lo único que quería era ser sincero conmigo mismo. Me puedo equivocar y no dudo de que a veces me equivoco. Pero como dijo cierto sabio, se aprende más de un error propio que de mil aciertos ajenos. - Eso me corresponde a mí decirlo. Yo erré y no tú. Se dieron, espontáneamente, un fuerte abrazo. - Te llevo en mi automóvil -le dijo el ya, ahora sí, elegante presentador. - Te lo agradezco -le contestó el joven licenciado. - Te prometo que he aprendido a no jugar con ventaja. A partir de ahora seré sincero, también, conmigo mismo. Utilizaré, en mi Programa, todas las posibilidades legales que consiga reunir; pero no intentaré, más veces, destrozar a nadie ni humillarle ante las cámaras. Si la gente lo que desea es contemplar la morbosidad que supone el ver a un ser humano destruido, yo ya no les serviré ese plato. A partir de ahora valorarán "Cuéntanos" en base, solamente, a la calidad periodística de mis entrevistas. Sé que estoy lo suficientemente preparado para ofrecer un producto excelente sin tener que montar ningún espectáculo deshonesto. - ¡Lo vas a conseguir! -dijo el joven licenciado- Yo diría que tus entrevistas serán, cada vez, más atractivas. - Y todo porque tú estuviste frente a mí. - Te equivocas. No estuve frente a ti. Estuve junto a ti. El personaje que esperaba sentado ante el volante del automóvil negro abrió los ojos y observó detenidamente. ¡Sí!. ¡Era él!. Ahora sólo tenía que mantenerse despierto, hábil y sumamente tranquilo. Lo único que debería mantener era la cabeza fría y la suficiente paciencia para que no se le perdiera de vista. Puso, silenciosamente, el coche de transmisión eléctrica en marcha y, suavemente, imperceptiblemente, fue siguiendo los pasos de ambos hombres hasta que éstos llegaron al automóvil del presentador. Cuando éste consiguió arrancar, se acercó prudententemente y continuó la persecución sin apenas tener que emplearse a fondo; todo ello porque el presentador manejaba su automóvil con extrema prudencia. Ninguno de los dos se dio cuenta de que eran seguidos. - ¿Te gusta la política?. - Sólo hasta el momento en que los llamados intereses del Partido hacen frustrar los magníficos proyectos sociales que el pueblo no puede, por ello, disfrutar. - ¿Dijiste, realmente, lo que pensabas sobre este tema ante los espectadores?. - Cuando estoy ante el público siempre digo lo que siento a no ser que eso que estoy sintiendo pueda perjudicar gravemente el honor de quienes me escuchan. Lo cual no quita que al pan le llame pan y al vino le llame vino. - En los casos es que se puede perjudicar gravemente el honor de alguien ¿qué haces?. - Depende de si es cierto o no es cierto cuanto digo. Cuando puede suceder eso que tú me indicas, procuro contar todo lo que siento cuando lo que cuento sí es lo que de verdad siento. Y, a veces, si no tengo más remedio que decirlo procuro avisar antes y, si es necesario, pedir perdón por lo que voy a decir o solamente guardar silencio. Pero en la vida de un hombre o una mujer estar siempre en silencio es dañino para ese hombre y esa mujer. En ese caso hay que ser sincero y hacer público lo que te duele o te está doliendo. - A todo eso se llama diplomacia. - Quizás sea diplomacia. Yo lo llamo prudencia. Pero si es diplomacia desde luego que procuro que sea honrada. - ¿Y si alguna vez te pidiesen una respuesta ante dos alternativas sin tener otra posible?. - ¿Quieres decir que debe ser A o B sin otra alternativa?. - Eso quiero decir. - Elijo la alternativa de los más necesitados aunque parezca que no llevan la razón. Siempre, por supuesto, que el asunto no sea un absurdo. Si analizamos todas las circunstancias que rodean a los problemas sociales... y digo todas y absolutamente todas las circunstancias sociales... siempre se descubre que los que llevan la razón son los más necesitados. Lo que ocurre es que, lamentablemente y por esos intereses de los que tanto conocemos, no se plantean, ante el gran público, todas las circunstancias y publican solamente las que favorecen a la decisión más premeditadamente conveniente. Y como existen muchos datos ocultos lo que, al final, parece lógico ante el gran público, sólo es una ocultación interesada. - ¿Sabes que tú podrías ser un esxcelente periodista?. - Nunca podría ser como tú. - No lo creas... no lo creas tan seguro. Posiblemente podrías llegar... porque sabes muy bien investigar en las noticias. Y lo mejor de todo es que sabes desarrollar, con un mínimo número de datos, un excelente análisis. ¿Te imaginas si te pusieran al alcance un gran número de datos sobre un asunto?. Eso es lo que hacen conmigo. Yo, como todos los buenos profesionales del medio, recibimos una muy extensa cantidad de esos datos. Después sólo ponemos nuestra capacidad personal. Y también contamos, por supuesto, con un gran número de anónimos compañeros y compañeras que forma el equipo que nos pone en bandeja la solución. ¡Yo afirmo que tú serías un excelente periodista!. Y, además, un excelente periodista honrado... que no es muy corriente verlo a ciertas alturas de nuestra profesión. En esos momentos llegaron a la puerta del Banco donde trabajaba el joven licenciado. - Son las siete y media... ¿no entras a trabajar a las ocho?. - No importa. Me bajo aquí y me voy a dar una vuelta por ese parque que está en frente. No tengo nada de sueño sino un poco de cansancio pero, paseando, me despejo rápidamente... y luego, a las ocho menos cuarto, me tomo un café con leche en el bar del Banco y subo a trabajar sin que nadie sepa la paliza que llevo encima y sin que nadie se de cuenta de ello durante toda la dura jornada laboral. - ¡Cuídate! -le dio la mano diestra el presentador -¡Y piénsate lo que te dije!. ¡Serías excelente!. - Adiós... -le despidió, desde la acera, el joven licenciado. Y comenzó a caminar en dirección al parque, mientras el otro desaparecía por el fondo de la calle y él era seguido, sin darse cuenta, por el automóvil de color negro. El conductor del automóvil de color negro observó que en aquel parque no podía introducirse con el coche pero halló una solución al problema: sólo consistía en observar que nada más había una puerta por la cual debería salir el joven licenciado y que era la misma por la que había entrado. Entonces serenó sus nervios y volvió a hacerse el disimulado escondiéndose tras el periódico y haciendo como que leía. - ¿Es interesante lo que lee?. El viejecito apartó la vista del libro y, sonriendo al joven licenciado, le respondió. - ¡Sí, joven, sí!. ¡Es muy interesante!. ¡"Las Aventuras de Tom Sawyer"!. Sobre el banco de madera tenía otros diez libros más. - Parece que le gusta mucho la lectura. - ¡Una enormidad, joven!. Yo ya estoy jubilado, mi mujer murió hace dos años y mis hijos, casados, ya no cuentan conmigo para nada. ¡Me encanta leer!. ¡Los libros son mis fieles amigos y compañeros de viaje en esta triste soledad!. Me levanto a las seis en punto de la mañana; tomo el desayuno que yo mismo me preparo; recojo diez, once o doce libros de mi amplia biblioteca y, tranquilamente, vengo a este jardín a pasar toda la mañana con ellos. - Pero hoy hace frío... - ¡No importa!. Como ve, joven, voy bien abrigado. Además, cuando me introduzco en las tramas de las novelas ya no siento, para nada, la temperatura exterior. Es como si un agradable calor interno me inundase todo el cuerpo. ¡Son fieles amigos los libros!. - ¿y qué suele leer?. - Tengo la costumbre, manías lo llaman los demás equivocadamente, de leer por ciclos. - ¿Por ciclos?. - Se lo voy a explicar, joven, si no le molesta mi conversación. - No se preocupe. Me encanta escuchar sobre libros. - Pues verá... a veces me da pot interesarme en temas históricos y me paso una larga temporada leyendo sobre eso. Otras veces lo que me gusta es la novela de ficción y repito el mismo proceso. Y así, sucesivamente, con cierto orden... ¡y no por manías como dicen los ignorantes!. Así voy completándome una cultura general metodológicamente hablando. Ahora... ¡ya ve, joven!... me ha dado por temas de lecturas juveniles y hasta infantiles. Aquí tenemos "El Principito", "La Isla del Tesoro", "Alicia en el País de las Maravillas", "Peter Pan", "Simbad El Marino", Moby Dick", "El Libro de la Selva", "Aventuras de un Niño Irlandés", "El Príncipe Valiente" y "Heidi"... ¿qué le parece?. Y, riéndose alegremente, el viejecito se quedó mirando al joven licenciado. - Sorprendente... - Pues yo sólo quiero vivir para introducirme en estos mundos maravillosos que, por desgracia, no pude descubrir ni en mi infancia ni en mi juventud ni, mucho menos, en mi época de trabajador. Como no sé escribir bien me encanta leer lo que otros escriben. Me imagino que lo han hecho, especialmente, para mí y me aislo del mundo externo. Todos los días les agradezco a estos escritores que me hayan dedicado un espacio de su fantasía para mí solo. - ¿Para usted solo?. - Eso me imagino yo y así saboreo, con más deleite, los contenidos. Lo que le estoy intentando decir es que tengo una soledad tan compartida con miles de personajes que ya me he acostumbrado a sentirme feliz con ellos. Y participo con ellos directamente de las aventuras. El joven licenciado miró su reloj. Eran las ocho menos diez de la mañana. - Tengo que irme. Me esperan en el trabajo. - Siempre el trabajo... ¡hasta cuando uno se jubila y encuentra a alguien con quien compartir el descanso... nos hace la puñeta el trabajo!. El joven licenciado se despidió con una de sus mejores sonrisas - Siga... siga con su mundo de colores... ¡es mejor que formar parte de este mundo gris -y apuntó, con el dedo índice de su mano derecha, al edifico del Banco. El del automóvil de color negro descubrió que no tenía que moverse de aquel estratégico puesto de observación ya que el joven licenciado cruzó la calle y se introdujo en el Banco que estaba situado frente a él. Decidió, ese día, no tomar el desayuno y subió al sexto piso, lugar donde se ubicaba el despacho del jefe de personal. Nadie, absolutamente nadie, se encontraba en el edificio salvo el guardián de la puerta con quien había cruzado un amable buenos días, el jefe de personal y la hermosa secretaria que le habían designado al joven licenciado. -¡ Que bien que has venido! -le saludó, con dos besos en la cara, la hermosa secretaria que, en aquellos momentos, esperaba fuera del despacho- ¡Y qué elegante estás con ese traje!. El joven licenciado volvió a observarla, con cuidado de no molestarla, y confirmó que seguía siendo tan hermosa como cuando la conoció por primera vez. - ¡Pasa... pasa...! -le abrió la puerta del despacho ella. - Tú primero -dijo el joven licenciado. - ¿Tienes alguna preocupación o es que eres muy tímido?. - Ninguna de las cosas aunque estoy preocupado y soy tímido. - No ten entiendo. ¿Sí o no?. - Sólo es buena educación. La hermosa secretaria, que estaba acostumbrada a que los jefes superiores de aquella empresa entraran en el despacho en primer lugar y como diciendo "aquí estoy yo y pasa detrás que ers sólo una secretaria nada más", quedó agradablemetne sorprendida ante aquel joven que parecía decir "aquí estoy yo pero con educación". En su interior, mientras ella era la que pasaba en primer lugar, le dedicó un enorme aplauso. - ¡Hola!... ¿Cómo estás? -le tendió la mano el jefe de personal- y mientras le saludaba, estrechándole la mano, continuó de manera impositiva. - ¡Siéntate!. - ¡Tú primero! -le volvió a señalar el joven licenciado a la hermosa secretaria. - ¿No sería mejor que ella esperara afuera?. ¡Va a ser tu secretaria pero no es bueno que sepa más allá de lo necesariamente imprescindible!. - Lo que vamos a dialogar aquí es asunto profesional y si ella pudiera ser que fuese mi secretaria es necesario que sepa lo que se va a plantear aquí, a no ser que lo que aquí se hable sea algo inmoral. - ¡Es algo fuera de lo corriente!. - ¿Tan fuera de lo corriente que ella no lo deba escuchar?. - Bueno... en fin... ¡siéntese usted, señorita!. Y ya sin pararse en mas preámbulos los tres, comenzó el jefe de personal a exponer el plan al joven licenciado. - Tengo que decirte, en primer lugar, que lo que te vamos a ofrecer no es algo inmoral bajo nuestro punto de vista empresarial. Sólo es confirmarte lo que ya te expusimos en la anterior ocasión; pero voy a extenderme un poco más sobre el asunto. Tu padre, y todos los directivos y gerentes de la empresa, tenemos varios axiomas que tú ya debes conocer: "El esfuerzo sólo es importante si reside en la eficacia". Tú eres tremendamente eficaz y esforzado. "El poder es el mejor recurso para que la juventud realice sus ilusiones". Tú eres todavía muy joven y contienes, en tu interior, una infinidad de ilusiones. "Los hombres deben ejercitar su propia voluntad, pero la única voluntad válida es la que desarrolla el deseo indomable de llegar a lo sobresaliente". Tú tienes voluntad propia y sabes desarrollar, sobresalientemente, tus deseos. "Necesitamos gente de la mayor confianza y el suficiente saber como para ayudarnos a en la dirección de esta nave". Tú cumples, de sobra, con esos requisitos. "Es necesario la dedicación total a nuestro proyecto porque en el camino de un hombre de conocimiento el punto sobresaliente es lo que vale". Tú eres un hombre de conocimiento y sabes dedicarte, totalmente, a tus proyectos. "El desafío de la vida sólo está lanzado para los fuertes". Tú eres fuerte. "Lo único que necesitas es tiempo". Tú tienes, todavía, todo el tiempo del mundo para desarrollarte. "Lo adecuado es hallar el sitio que nos corresponde". Tú te mereces el sitio que te corresponde y eso es lo que te ofrecemos. El joven licenciado se dio cuenta que toda aquella fraseología se la había dictado, al pie de la letra, su padre. Era, exactamente, la misma que él le había intentado aplicar; sólo que ahora la planteaba con las respuestas ya predeterminadas y aquellas respuestas no eran, precisamente, las suyas. - Comprendo, perfectamente, su oferta. Creo que es muy apetecible... El jefe de personal sonrió y pensó para sus adentros. - ¡Ya está!. - Pero observo que no tienen otras aspiraciones imaginativas mas que las del simple triunfo económico mercantil... El jefe de personal dejó de sonreír mientras siguió pensando. - ¡Ya estamos!. - Siguen olvidándose de otros parámetros espirituales y afectivos, porque, para ustedes, el triunfo empresarial es el único punto, ya obsesivo, donde buscar toda su realización personal. El jefe de personal se puso serio. - ¿Tienes algo mejor?. - Los que tienen que ofrecer algo mejor son ustedes. No me estoy refiriendo al ofrecimiento económico, muy valioso por cierto porque, al parecer, les sobra dinero para poder convencer a cualquiera de que su oferta es inmejorable. Pero... ¿no piensan ustedes en los demás, en lo que hay de humano en mi persona y en el resto de las personas de esta empresa?. ¿No se han parado ustedes a pensar que la vida es mucho más interesante que el simple hecho del triunfo a costa de lo que sea?. El jefe de personal no sabía qué responder. Se le veía dudar. - ¿Ahora qué quieres que les diga yo a los dirigentes de este Banco?. El joven licenciado le hizo salir del atolladero. - Sé, desde que me planteó la oferta, que estamos siendo observados y escuchados por alguien que usted y yo conocemos de sobra; así que... no dude más... llámele por teléfono para saber su opinión. - Te prometo que yo no sabía nada de esto -pensó la hermosa secretaria mientras miraba a los ojos del joven licenciado -te prometo que desconocía esta forma de actuar sospechosamente traicionera. La hermosa secretaria se esforzaba, mirándole pero en silencio, para que el joven licenciado se diese cuenta de que ella no era parte del plan premeditado por su padre. Estaba como intentando transmitirle sus pensamientos. - No te preocupes. Sé que eres inocente -le dijo el joven licenciado a ella quien se sorprendió de que pudiese leer pensamientos. Como el jefe de personal siguió dudando, el joven licenciado descolgó el teléfono y se lo puso en la mano. - Llámele. Dígale, aunque él ya lo sabe, que sigo rechazando la oferta no por la oferta en sí misma, que puede ser incluso justa, sino por lo que pide a cambio y por el olvido que hace de muchísimos aspectos sociales que no desea ni tan siquiera plantear. Él ya sabe a los que me refiero. El jefe de personal estuvo durante unos largos minutos escuchando las órdenes que le dictaban desde el otro lado del teléfono. El joven licenciado permanecía sereno. La hermosa secretaria, frente a él, se retenía los deseos de intervenir a favor de él. El jefe de personal colgó el teléfono. - ¡Siento, muchísimo, lo que te voy a decir!. Quiero que sepas que no es orden mía, que yo sólo soy el que te la transmite pero no el culpable. Yo te estimo demasiado. si fuese por mí todo estaría ya resuelto a tu favor. - ¿Quiere usted decirme ya lo que tenga que decirme y no darle tanto misterio absurdo al asunto?. - Llana y simplemente que estás despedido del Banco. Escucha bien... ¡esta entidad tiene las puertas siempre abiertas para ti!... ¡en el momento que quieras aceptar nuestra oferta no tienes más que decirnoslo!. ¡La mantenemos indefinidamente! -el jefe de personal hablaba en plural. - ¿Con las condiciones que él impone? -el joven licenciado hablaba en singular. - ¡Exactamente!. Con las condiciones que él impone -terminó por confesar- pero, y siento aún más lo que te voy a decir a continuación, si no aceptas nuestro ofrecimiento no sólo estás despedido de esta empresa sino que no vas a poder trabajar en nada... digno; porque el informe que vamos a dar de ti lo va a impedir. - No se preocupe usted más tiempo por eso. ¡Trabajaré!. - Pero no en ningún otro trabajo digno. - Para mí la dignidad no reside en el trabajo sino en la dignidad del trabajo que se realiza. El jefe de personal no podía comprender aquella filosofía propia del joven licenciado. Él estaba acostumbrado a entender la importancia del trabajo solo, y exclusivamente solo, según el reglamento interno de aquella empresa. No había trabajado en ningún otro lugar y su mundo vivencial se limitaba solamente a aquel lujoso despacho. - Si tú lo dices... - No es que yo lo diga, es que yo lo defiendo... - Lo siento... -y le tendió la mano. El joven licenciado correspondió dándole la suya. - Hasta nunca... pero no lo sienta tanto. Para mí es la liberación. Estaba ya cansado de tener que decidirme por uno u otro lado de la balanza. Yo comprendo que usted no tenga otra alternativa que permanecer en este lujoso despacho pero yo, gracias a Dios, tengo ahora la oportunidad de poder cumplir mis sueños. Y entre ellos el que me negaron siempre y que ahora podré hacerlo realidad. - ¡Cómo me gustaría poder hacer lo mismo que tú! -terminó por confesar definitivamente el jefe de personal. - ¿Hay algo que se lo impida?. - La prudencia. - Si es sólo la prudencia y no el miedo... no le entiendo... - Y el miedo. - Entonces el que lo siente soy yo. El jefe de personal ya no supo continuar. Una sensación extraña, de incomodidad, que nunca había sentido antes, en el desarrollo de su labor, ni aun cuando tuvo que firmar despidos de algún otro empleado, se adueñó de él. Lo que quería decirle es que no se fuese, por nada del mundo, de aquel lugar; pero la mirada del joven licenciado era firme y segura. - No se preocupe más por mí. Sé lo que intento buscar. El joven licenciado se levantó y caminó hacia la puerta. La hermosa secretaria hizo lo mismo. - ¡Usted quédese, señorita!. ¡Siéntese de nuevo que tengo que dictarle un documento!. - ¡Espere, espere! -y se volvió hacia el jefe de personal mientras el joven licenciado, sorprendido ante la elevación del tono de voz de ella, se volvió, así mimom, cuando ya se disponía a abrir la puerta. - ¡Yo ya no pertenezco, tampoco, a esta empresa!. El jefe de personal quedó aturdido mientras ella continuaba firme y decidida. - ¡Y tengo que decirle algo a usted y a quien tan alevosamente está escuchando!. ¡Ni a él ni a mí nos han despedido ustedes!. ¡Nos hemos ido nosotros!. ¿Entienden, ustedes, cual es la clara diferencia?. ¡Y además... tanto él como yo trabajaremos en asuntos más dignos que los de ustedes!. Ya no hubo más palabras. El joven licenciado le abrió la puerta y musitó. - ¿Sabes los que estás haciendo?. - Ahora sé, perfectamente, lo que estoy haciendo. Salieron atravesando varios Negociados. Todos los demás trabajadores y trabajadoras observaban sin saber nada de lo ocurrido. Admiraban a aquel personaje de carne y hueso y no mitificado innecesariamente porque habían descubierto, por primera vez, que siempre había estado de parte de todos ellos y ellas. Algunos le saludaban con suaves golpes en la espalda o dándole la bienvenida. El observó, en su caminar, a varias caras conocidas. Y es que la directiva había reconsiderado la situación y volvieron a sus antiguos puestos de trabajo. - ¿Bajamos en el ascensor? -indicó ella. - Si tienes ganas de desayunar... vamos por la escalera. Ella aceptó con una leve sonrisa. - ¡Qué bueno que te veamos otra vez por aquí! -exclamó el alegre camarero de la cafetería del Banco- ¿Qué tal te va?. La cafetería, a eso de las ocho y media de la mañana estaba absolutamente vacía. Solo los tres camareros y las dos empleadas que trajinaban en la cocina se encontraban preparando todo para la larga jornada. Por un lado, el alegre que siempre solia hablar y bromear con el joven licenciado; más allá el serio que apenas pronunciaba palabra algua con los clientes y, al fondo, el misterioso camarero que nunca se sabía si estaba contento o disgustado. De las dos empleadas una era muy joven y la otra menos. El del fondo también saludó. - Y siempre bien acompañado... ¡como de costumbre!. El joven licenciado le hizo una pequeña pregunta. - ¿Es ella la que me acompaña a mí o yo el que la acompaña a ella?. - ¡Ya sabes que nunca puedo responder a esas preguntas que me haces!. El alegre camarero respondió. - Sois los dos quienes os hacéis compañía. ¡Y así acertamos todos!. ¿Qué vais a tomar?. - Lo mismo que tú... -intervino primero la hermosa secretaria. - ¡Pon dos cafés con leche y un par de suizos con azúcar!. - ¡No os preocupéis por pagar!. ¡Hoy os invito yo! -respondió el serio camarero que apenas hablaba con los clientes. Al instante quedaron ambos, solos, sentados en dos sillas de una de las mesas del bar. - ¿Qué vas a hacer ahora? -le preguntó ella. - Lo que de verdad me preocupa más es qué vas a hacer ahora tú... - ¡No es ningún problema!. Yo siempre he soñado con ser relaciones públicas. Mi padre es un alto industrial muy influyente y mi madre apoya ese sueño mío. Como sé que valgo para ello me voy a dedicar a prepararme. - Entonces... ¿qué hacías aquí?. - Quise empezar a trabajar en algo para tener mi propio dinero; pero ni mi padre ni, por supuesto mi madre, me obligaban a ello. Después de lo que he presenciado sólo puedo decirte que vale la pena estudiar un par de años más que envejecer mi espíritu prematuramente en este mundo de envidias y falsedades. El joven licenciado quedó pensativo. - Me sorprendes. Sé que me escuchas con total atención pero das la imagen de estar, al mismo tiempo, en otro lugar. ¿Cómo consigues hacer eso?. - No lo puedo remediar... - Te vuelvo a cuestionar con la misma pregunta. ¿Qué vas a hacer ahora?. - Hoy no me preocupa hablar de eso. - Te voy a ser totalmente sincera. Tu padre es muy influyente y va a hacer todo lo posible para amargarte la existencia con la intención de que vuelvas, arrepentido, para aceptar el puesto que te ofrece. Lo que no sabe es que, en esta sociedad, hay personas mucho más importantes que él. Uno de esos ejemplos es el de mi padre; y como yo no voy a estar dispuesta a consentir tal injusticia te puedo asegurar que, cuando tú quieras, tendrás un puesto laboral mucho más agradable que éste. Díme cuál es tu sueño y yo hablaré con él. Puedes trabajar en cualquier cosa que sea tu vocación infantil porque mi padre conoce innumerables amistades en todos los campos profesionales que tú te puedas imaginar. El joven licenciado la miró agradecido. - De verdad que hoy no me preocupa hablar de ese asunto. Si renuncio al trabajo que me ofrecen no es por otra cosa sino porque quiero buscar algo que en esta gran ciudad, capital del país para más inri, no encuentro. Ya sabes aquello de que nadie es profeta en su Tierra hasta que regresa victorioso. Sólo un dat, preciosa. Si te dicen que caí no les porque un día volverés. - De Juan Marsé. - Sí. Pudo ser de cualquiera pero sólo fue de Juan Marsé. Lo mismo que el extranjero puede ser cualquiera de nosotros y nosotras aunque fuese Albert Camus el que lo escribió. A eso quiero llegar yo... - No lo entiendo bien del todo. - Fácil. Quiero escribir fácil para que puedan ser los demás, en lugar mío, los persoanjes principales, como pasa con los dos ejemplos que te he citado. - Entonces... ¿te vas a ir? -se entristeció ella. - No lo sé. Pero... ¿por qué no buscamos otro tipo de conversación?. Ella meditó durante breves segundos y como él parecía, de nuevo, estar en otro lugar, se apresuró a comentarle. - Entre otras muchas cosas me he enterado, porque se cuenta por aquí, que eres poeta. ¿Es cierto eso?. - Es cierto. - ¿Me lo podrías demostrar?. - Si no te importa recibir un poema en una servilleta de papel... - ¡A mí la poesía me encanta hasta escrita en un rollo de papel higiénico! -se rió ella de buena gana. El joven licenciado tomó una servilleta de papel y comenzó a escribir. - ¿No te importa que vaya mirando cómo lo haces?. - No me importa... e incluso lo prefiero porque así me inspiro mejor. - ¿Sólo porque soy bonita?. - Sólo porque eres bonita por fuera pero, sobre todo, porque eres hermosa por dentro. Ella se ruborizó ante el espontáneo piropo y quedó callada mientras le veía improvisar de manera espontánea. - Donde estás pensando adiós piensa sólo un hasta luego porque yo he de regresar lo mismo que hoy... pero envuelto en un misterio sin palabras; y disuelto entre las horas henchidas del pensamiento. No serán tiempos sin vidas sino algo como río suelto donde los surcos del agua te han de traer recuerdos. No pienses tierras perdidas sino lejanas... ¡sólo eso!. Y, si no he muerto, ten presente que mi despedida es sólo un distanciamiento que va en busca de respuetas para volver más cierto. Ella lo iba leyendo al mismo tiempo que él escribía espontáneamente y sin pararse en trabas académicas. Por eso, impulsivamente, expresó. - Tú significas, para mí, la representación más personal de la poesía concreta que se hace individual y colectiva al mismo tiempo; esa poesía donde se puede captar las suficientes experiencias para saber que en qué consiste la vida. - La existencia. - Está bien. La existencia. - Si tienes raíces en tus principios pero defiendes la utopía de los hechos reales... entonces sí. - ¿Qué es eso de la utopía de los hechos reales?. - Es el origen de la emoción y del espíritu. ¿Sabías que la emoción y el espíritu son las bases que mueven los actos?. - Pues yo, entonces, no tengo todavía muchas experiencias porque, si te he de ser sincera, no he realizado, aún, actos importantes en la vida... perdona... quiero decir en la existencia. El joven licenciado sonrió antes de contestar. - Las simples vivencias, esos momentos que parece que no valen para nada, son más importantes de lo que en un principio parecen porque es en ellas donde se está construyendo el sentimiento. - ¡Entonces yo tengo una gran experiencia!. Has de saber que hago muchas cosas que parecen no valer para nada. - A partir de ahora debes de ser consciente de que, continuamente, estás realizando tu vivencia personal. Acabas de entrar por el umbral de la madurez y, aunque seas muy joven, debes ir encaminada a tu elevación como persona. ¡Sé libre, pero permanece siempre dentro de lo esencial!. Eso es la liberación. La liberación es mucho más importante que la libertad porque es el primer paso que se da para conquistarla. - O sea, ¿quieres decir que sea triste?. - ¡Todo lo contrario!. No seas, jamás, tristeza. Ser libre quiere decir ser feliz; aunque halla momentos, en la vida, que llegues hasta derramar lágrimas. Es un esquema bifacial. El espacio idealista no representa una depresión sino una creación multifacética donde desarrollarás una soltura de conciencia. Como nadie, absolutamente nadie, aunque muchos te van a decir lo contrario para engañarte porque se engañan a sí mismo, puede ser totalmente independiente. La libertad no quiere decir hacer lo que te de la gana ni lo que quieras... porque todos, absolutamente todos a pesar de que muchos son los que van a intentar engañarte dicindo lo contrario sólo porque eres hermosa, vivimos atados a hilos como las cometas que vuelan con libertad. Lo contrario es caer muertos en el suelo para no poder levantarse jamás. ¡Lo importante para ser feliz no es reír o llorar!. ¡Lo importante para ser feliz es saber elegir bien los hilos a los que te atas!. ¡Esos hilos conductores son los que te determinan la felicidad o la tristeza!. - ¡Es asombroso!. Nunca me habían hablado con tanta profundidad sencilla. Aunque parezca lo contrario te he entendido todo. Estoy segura de que muchos mal llamados intelectuales no me explicarían tan fácilmente como lo has hecho tú. Aú es más... ni creo que ellos te entenderían tanto como yo te estoy entendiendo. - Hay dos clases de intelectuales. Con algunos verás que son profundamente alegres. Pero muchos de ellos se pierden en el círculo cerrado de su vanidad. Se miran al espejo y se ven hermosos y pletóricos de rico caudal intelectivo pero se deleitan tanto en contemplarse a sí mismos que, cuando quieren explicar a los demás, lo único que hacen es reexplicarse a ellos y otra vez sólo a su propio interior. No digo que todos... porque yo he aprendido muchísimo de algunos de ellos y tambíen los mejores chistes que conozco han salido de sus cerebros... pero la inmensa mayoría de ellos son incapaces de codificar y dosificar su sabiduría. Lo único que están haciendo, cuando realmente son íntegros, es transmitirse símbolos sólo para iniciados. En otras palabras, para que me entiendas mejor, que emiten sin transmitir a aquellos que, sin embargo dicen y proclaman que tanto les interesan. Estudian y observan y no son capaces de comunicarse con aquellos a los que están estudiando y observando... porque muchos de ellos sólo están interesados en su poder y su poder lo ponen al servicio de los poderosos. ¿Que curiosa paradoja... no es cierto?. - ¡Curiosa paradoja, sí señor!. -y se volvió a reír, ahora con más ganas, ella. A él no le quedó otra solución que reírse incluso de lo que había dicho que era, por supuesto, una verdad evidente... porque la hermosa secretaria contagiaba... Tan introducidos estaban en su propio mundo que ni se dieron cuenta de la presencia de aquellos cuatro personajes. - ¡Viva nuestro líder! -gritó el de la largas barbas. Entonces fue cuando el joven licenciado descubrió que los componentes del grupúsculo rebelde se habían decidido a sentarse junto a ellos. - Pero... ¿no estábais expedientados?. - ¡No pudo con nosotros! -esgrimió el bajito. - Le teníamos tan acorralado con la amenaza de denuncias y juicios que reconsideró su postura -continuó el más alto y más mesurado de los cuatro -ahora nos ha castigado a deambular de un Negociado para otro, como siempre hizo contigo, y a estar, prácticamente, toda la jornada sin trabajar... para ver si nos aburrimos y nos vamos... pero no ha tenido más remedio que soportar nuestra presencia. - ¡Contigo hasta el final! -volvió a gritar el de las largas barbas. - Con él ya no podréis contar más... -les cortó la alegría la hermosa secretaria. - ¡Que ni lo piense!. ¡Si te ha despedido la vamos a armar pero de verdad!. - ¡¡Si es necesariio derribamos el edificio!! -estruendó la ardiente que, por otro lado, era la única mujer, de todo el Banco, que formaba parte del minúsculo grupúsculo. - Calmaos... -les amainó el ánimo el joven licenciado con su voz serena- no me ha despedido... me he ido yo. Un triste silencio recorrió por el semblante de todos y cada uno de los componentes del grupúsculo. Él continuó. - Ahora ya no es necesaria por más tiempo mi presencia aquí. A partir de este momento sois vosotros, los que habéis sabido defender vuestra propia libertad, quienes tenéis que seguir adelante... y no sólo por vosotros sino, más que nada, por todos los demás. Debéis de inculcar al resto de los compañeros y las compañeras, aunque a veces nos hayan traicionado por la espalda, el método que se resume en nuestro lema: "Cómo no ser jefe sin ser esclavo". ¿Os acordáis todavía la cara que se le puso al jefe del Negociado?. - Por supuesto que nos acordamos -acertó a pronunciar el más alto y mesurado de los cuatro. - ¡¡Pero no sin ti!! -volvió a gritar el de las largas barbas. - Sin mí seréis, aún, más libres y tendréis, sin mí, más capacidad de acción. Vuestras causas ya no son ahora, en este momento, mis causas. Ya estoy fuera de juego. - Eso no te lo estás creyendo de verdad -le señaló el bajito. - No es que lo crea o no lo crea; es que tendréis que demostraros, a vosotros mismos, que lo que decís es lo que de verdad sentís. - Pues si te vas tú yo también me voy -confirmó el bajito. - Tendrás que quedarte hasta el final... porque es necesario para ti. - Y tú... ¿por qué no continuas? -intervino la ardiente. - Porque yo ya he terminado y me baso, para decir eso, en que ya no tiene para mí ningún sentido esta lucha aquí porque aquí ya di todo de mí. Dí todo...hasta la extenuación a pesar de los traidores que me clavaban el puñal por la espalda... y ahora necesito otra clase de búsqueda. - Lleva razón... -terció el más alto y mesurado de los cuatro -él ha dado todo lo que tenía. Se ha quedado sin nada para ofrecérnoslo a nosotros. Tiene quie irse para volver a llenarse de contenidos. - Exactamente... tú lo has dicho... -le ayudó el joven licenciado- yo ya he terminado. No definitivamente porque volveré pero con otras coordenadas. Se levantó y lo mismo hizo la hermosa secretaria. Ambos dijeron un "hasta luego" y salieron de la cafetería. - ¡¡Que lo consigas!! -le despidió en voz muy alta y amistosa el alegre camarero.
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