Laderas duras por la que el hedonista humano transita, forja así, cual ebanista, su mejor figura; labra la madera sin humedad de los vientos que lo disipan y lo alejan; y mira y transforma el capuyo de su mirada para encontrar la forma, sabe internamente que la prioridad es uno mismo pero desconoce la sinceridad que esto requiere; el mundo no es para susceptibles, no es para devotos de la felicidad el camino del destierro; se está muy encerrado en el polvo y la ruina, es difícil ver los escombros sin inmutarse, pero hay quienes sospechan una realidad inherente y poco alegórica del amor; hay quienes sufren y lastiman y obedecen y callan, hay quienes se apartan desde cerca para mirarlos; hubo una vez un espíritu que sosegaba las almas; un viejo espejo que reflejaba las aguas cuando estas eran puras; un sol que abrasaba y una ruina constante adentro; hay vestigios poco fértiles de los cuales poder extraer una cuota de sabiduría; el tiempo corre, veloz, por montañas lejanas, apenas perceptible lleva el sabor de la derrota; y se escuchan burocracias, lamentos y desidias; se miran increíbles sin notar el desatino que necesita, esto es parte de un circo para pocos espectadores.