Setamor (Novela) Captulo 28.
Publicado en Mar 01, 2011
Tan absorto estuvo, el resto de la mañana, que el padre del joven licenciado se olvidó las llaves de su casa en el despacho. Por eso tuvo que llamar al timbre. Siempre abría la doncella, pero aquel día alguien se precipitó hacia la puerta y la abrió.
- ¡Dónde está!. ¿No viene contigo?. - Cálmate. No viene conmigo ni vendrá ya más veces conmigo. - ¡Dios mío!. ¡No lo entiendo!. - Tienes que acostumbrarte a aceptarlo así... lo desees o no lo desees entender. La madre comenzó a llorar. El padre del joven licenciado la acarició. Hacía muchos años que no lo hacía de aquella manera tan tierna. - A mí... el hecho de que no venga más veces conmigo... me hace, ahora, más feliz. - ¡No lo entiendo!. ¡No lo entiendo!. - Porque estás parada en algún tiempo que ya no existe. Si los tiempos no avanzasen no sería posible la vida. Nuestro hijo sólo ha cumplido con lo más natural del mundo que es crecer; pero, además, él ha crecido de verdad. Muchos crecemos sólo físicamente en lo material y más falsamente en lo espiritual. Entonces creemos ser lo suficientemente maduros como para determinar el crecimiento de los que vienen detrás. Eso es un error. Si somos capaces de entenderlo... somos capaces de aceptarlo. Entraron en el salón cogidos de la mano y se sentaron en el sofá. - ¿Quieres que sirvan ya la comida?. - Espera un poco más... estoy bastante cansado... - Aquí tienes el periódico... - ¿Dice algo novedoso?. - Lo único que me ha llamado la atención es una biografía sobre un famoso genio del ajedrez. Parece que fue un niño prodigio. Y la madre se fue hacia la cocina para dar la orden de que esperasen un poco más para servir la comida. Allí se quedó hablando con la cocinera. - No se preocupe, señora... - ¡Era la alegría de esta casa!. - Ya lo creo... ya lo creo... a mí me gastaba siempre bromas inocentes. - ¿Que te gastaba bromas?. - Inocentes, señora, inocentes. Por ejemplo, un día, me regaló una caja... ¿sabe qué había dentro?. - Seguro qua una lagartija. - Se equivoca. Era un dibujo de un ramos de flores y un poema... - ¿Por qué?. - Porque ama la vida. El padre del joven licneciado comenzó a leer el resumen de la vida de aquel prodigio que había sido capaz, en su infancia, de batir a los mejores ajedrecistas de su época. - Sería todo un niño prodigio pero, viendo la forma en que ha vivido prefiero, de verdad, la forma de vivir de mi hijo -musitó por lo bajo. La madre, caminando hacia el salón, le oyó hablar solo. - ¿Decías algo?. ¿Con quién hablabas?. - Pensaba en voz alta sobre una cuestión... pero luego te la contaré si llega la oportunidad de hacerlo aunque lo que merece de verdad la pena, a veces, es la pregunta que nos hacemos más que la respuesta que nos damos. Las respuestas son, muchas veces, más obvias que las preguntas. - De mi hijo. - Sí. De nuestro hijo. También yo soy parte de él. - Perdona. Es que las madres somos a veces demasiado posesivas. - No importa ya tanto... Y el padre del joven licenciado se puso a dormitar en el sofá. - ¿Te gusta mi barrio? -le preguntó la hermosa secretaria mientras aparcaba el flamante automóvil rojo antes de hacer maniobras para entrar en el garaje del chalet. Un letrero señalaba: "Villa Feliz". Era la cómoda, elegante y bonita vivienda donde aquella preciosa mujer vivía con su familia. - Cada barrio es un universo... cada familia es una galaxia... y cada persona es un astro... - ¿De dónde sacas esas definiciones?. - Me las traen... Ella se puso muy interesada y sorprendida. - ¿Te las traen?. ¿Quiénes te las traen?. - Unos emisarios... Ella quiso descubriir el misterio. - ¿Qué emisarios?. ¿No serás algún extraterrestre? -y no lo preguntaba en broma. - ¡Los duendes del cerebro!. - ¡Bromista!. ¡Qué susto me habías dado!. -Pero... ¡si es verdad!. ¿Tu no sabes que en el cerebro tenemos unos duendes que nos dictan las ideas?. - ¡Te advierto que yo también sé contar cuentos!. - ¿Y quién sabe si lo que te he dicho ha sido un cuento o una realidad invisible?. - ¡Vamos!. ¡Déjate de bromas que ahora verás cómo se va a poner mi papá cuando nos vea con estas ropas!. - ¿Qué le pasa a nuestras ropas?. - Se lo explicas a él... proque yo no soy la que se enfada por estas cosas. Aceleró el auto y entró al garaje que, anteriormente, habia abierto el jardinero. - ¿No tiene entrada automática?. - Sí. Pero el jardinero es siempre así de amable conmigo. - ¿A cambio de qué?. - Oye, espera... ¿no estarás pensando que el jardinero y yo?. El joven licenciado no pudo hacer otra cosa más que reír. - ¡No, preciosa!. Estaba pensando en una película... - Ya. - Perdona. La hermosa secretaria no pudo hacer otra cosa que reír. - Es porque le doy una buena propina a cambio. - No hacía falta que me lo dijeses. No enjuicio el proceder de la chavalas guapas. - Pero es que quiero que no dudes de mí. - Jamás he dudado de ti desde el primer momento en que nos conocimos. - ¿Y desde el segundo momento?. - Desde el segundo momento menos todavía porque fuiste valiente. - Pero ¿si sólo hice lo que tú hiciste?. - De acuerdo... pero fuiste capaz de hacerlo por tu propia voluntad. - Porque tú me la contagiaste. - Espera, espera... tú eres lo suficientemente capaz de ser tú misma. - A lo mejor ha sido gracias a ti. - De nadas entonces. No me debes nada. - ¡Buenos días, señorita! -la saludó el jardinero. - Hasta luego... y buenos días... -le devolvió el saludo la hermosa secretaria -pero, por favor, estoy manteniendo una conversación privada. - Ua conversación privada que acaba aquí -le indicó el joven licenciado una vez que el jardinero se alejó del lugar. - ¿No quieres seguir con el tema?. - Hay temas que es mejor tratarlos con la almohada. Bajaron del automóvil y se encaminaron hacia la vivienda. - ¡Te advierto que si yo paso la primera es porque a ti no te conocen y te pdrían dar un escopetazo! -se rió la hermosa secretaria - porque... vaya facha que llevas... - ¡Todo sea por la aventura! -justificó él. Entraronn en el domicilio y ella le condujo al salón donde ya estaban todos reunidos. - ¡Papá! -exclamó, repentinamente, al entrar. Mas la que tomó la palabra, en primer lugar, fue su madre. - Pero... ¡hija mía! -exclamó la progenitora- ¿qué forma es esa de entrar?. - ¡¡Hay va!! -exclamaron, al unísono, dos de los cuatro hermanos de ella puesto que los otros dos ya no vivían allí pues estaban casados. - ¿Es cierto lo que estoy viendo? -dijo el progenitorr -y... ¿este joven quién es?. - ¡Calma... que no cunda el pánico... os lo explicaré enseguida si antes nos dejáis sentar!. - ¡No sé yo si deberíamos! -señaló, jocoso, el más joven de los dos hermanos. - ¡Se les puede perdonar... si sólo es por un día! -continuó el otro hermano. - ¡Siéntese, joven, siéntese! -reaccionó, solícita, la progenitora. - ¡Nosotros tenemos cosas que hacer! -se levantó el otro hermano, dejando su asiento al joven licenciado. - ¡Y he dicho nosotros en plural! -se dirigió al más joven de los dos. - ¿Teníamos algo que hacer ahora? -musitó, en voz alta, éste. - ¡Ven... que te voy a refrescar la memoria por el camino!. ¡Pero qué tonto pareces a veces! -razónó el otro hermano. - ¡Ah... sí... ahora me acuerdo de que tenemos algo que hacer! -y se levantó dejando el lugar a su hermana -¡Volvemos enseguida!. Y salieron, ambos del salón mientras el mayor de ellos le daba un golpecito en la nuca al más joven. - Estás atontilinado... Aquel día, durante la comida, el padre del joven licenciado ejercitó algo a lo que ya se había desacostumnbrado. A charlar, animosamente, con su esposa., - Ahora me doy cuenta. Y pienso que sería algo maravilloso poder comenzar de nuevo. - ¿Comenzar de nuevo?. - Sí... pero con la experiencia obtenida. - Si volviésemos a comenzar de nuevo -expresó la madre del joven licenciado- volveríamos a cometer los mismos errores o, tal vez, otros de similares características. No se necesita empezar otra vez para poder construir un futuro hermoso. El padre del joven licenciado se quedó sorprendido. - ¿Quién te ha enseñado a razonar asi?. - ¿Quién crees tú que ha podido ser?. - Es fácil adivinarlo... ¡qué buen líder es!. -volvió a repetir lo que antes había indicado al jefe de persnal del Banco. - En efecto, La vida no se ha terminado; se puede llenar de color. Vivíamos sólo dentro del gris y él nos ha enseñado que podemos vivir con todos los colores. Te voy a contar algo de él que tú nunca supiste prorque pertenece a las conversaciones que tenía conmigo mientras tú sólo te dedicabas al trabajo. - Sí. ¡Fue un grave error!. - No importa. Ya se ha pasado. Lo que me explicó, un dia de esos en los que había estado con sus amigos de la bohemia sana, es que cada acción que cometemos, en nuestro existir, es la expresión de un color. Y me explicó lo que, entonces, para mí era una extrañísima Teoría de los Colores. A cada emoción humana la encasilló dentro de un color y no sólo eso sino que a cada grado de variación de esas emociones les colocó un grado de color diferente. Por ejemplo, la valentía la encasilló en el color rojo y presta atención porque no dijo violencia sino valentía. Y, dentro de la valentía, fue colocando distintas gradaciones: a la máxima valentía, el arrojo, le puso el color granate: al emuje le colocó el rojo bermellón; a la sinceridad el carmesí y a la prudencia, que también es un grado de valentía, le aplicó simplemtnete el rojo. Con los demás colores también lo hizo. Creo que todo ello lo tiene apuntado en una libreta. - ¿Y cómo no supe yo que pensaba así?. - Porque estabas muy preocupado con la marcha del Banco y todas las acciones que tienes invertidas en la Bolsa. - Pero él me acompañaba, todas las mañanas, a la ida y después a la vuelta del Banco. - Él sólo era él por las tardes. Por eso, cuando tú volvías al Banco, él se desarrollaba sin ti y sin tú darte cuenta. Lo malo es que yo creía que eran sólo lucubraciones de un niño y... sin embargo... era ciencia de un hombre. - ¿Por qué pensabas que sólo era un niño?. - Porque creí que no estaba preparado... - Tú también te equivocaste con él. Era un hombre desde que tuvo uso de conciencia. - Las madres no nos damos cuenta de que los hombres nacen siendo hombres... - Tenemos que encontrar esa libreta y apresurarnos a vivir. Su Teoría de los Colores nos puede ayudar a hacerlo. Podemos empezar de nuevo a ser tales como éramos. -Sí. Eso también me lo explicó. Me explicó algo de la Fe cristiana y la importancia que tiene para volver a ser tales como éramos. - Se estaría refiriendo a lo espiritual. - Te equivocas. Se estaba refiriendo a lo espiritual y a lo físico. - ¡Eso es imposible!. - ¿Quién te ha dicho que es imposible?. - La vida. - Olvidas que por encima de la vida está la existencia que es lo mismo que decir vida plena. - Bueno. Ya lo entenderé con el tiempo. Ahora es necesario encontrar la libreta donde tiene apuntada su Teoría de los Colores. - Su Teoría de los Colores y muchas cosas más que yo conozco a medias... - ¿A medias?. - No todo lo que sabe lo tiene apuntado. Bueno. Me equivoco. Lo tiene apuntado en su memoria. El padre del joven licenciado tomó las manos de su esposa. - ¡Adelante!. - Adelante... -y la madre quedó pensando en la nota que su hijo le había dejado antes de marcharse y se prometió a sí misma que en recuerdo de él estaría siempre al lado de su esposo. - ¡Cómo me gustaría ser su aigo! -pronunció el padre. - ¿No vas a tomar el café con tus amistades?. Quizás le encuentres allí. - Ya no. Prefiero tomarlo contigo... aquí... en el hogar... mientras realizamos planes... planes de vida auténtica. La esposa le sonrió y se abrazaron ccomo nunca habían hecho desde que fueron novios. En la casa de la hermosa secretaria también habían terminado de comer. En los sofás del salón estaban el progenitor y la progenitora en uno de ellos y, en el otro, la hermosa secretaria y el joven licenciado sentado muy cerca físicamente de ella. - ¡Cada vez que veo esas ropas me da un patatús!. La hermosa secretaria se rió abiertamente y se dirigió al joven licenciado, - ¡Te lo dije... te lo dije...!. El progenitor continuó. - ¡Está visto que a la juventud, en algunos temas, no se la puede derrotar!. Ahora, eso sí, ¡espero que vuestras leyendas, esas que lleváis tan orgullosamente sobre el pecho, sean ciertas!. - Repecto a su hija no lo dude, señor -respondió el joven licenciado. - Repecto a él tampoco -añadió la hermosa secretaria. - Repecto a mi hija tengo una total confianza y sé que es naturaleza pura pero... ¿podría saber, si no te molesta, qué buscas tú?. - No soy tan sabio, todavía, como para saber la totalidad de lo que busco, pero sé que es mi reto y estoy dispuesto a vivirlo hasta la Eternidad. - ¿Hasta la Eternidad?. - Tal como lo ha oído, señor. - ¿Hombres como tú, con esa determinación y ese carácter de espiriru especial, necesita mucho la sociedad!. Hubo un momento de silencio tras el cual el progenitor siguió hablando. - Desde que te vi entrar no hago más que pensar que tu cara me es muy conocida. Yo creo haberte visto antes. - ¡En la televisión, papá!. ¡En el programa "Cuéntanos"!. - ¡Claro!. Lo que pasa es que yo, sin gafas, no distingo muy bien y además, tu rostro permaneció, durante casi todo el programa, en la penumbra. Pero... ¡en efecto!... ¡eres tú!. ¡Ahora sé que sabes y haces lo que dices!. - ¿Puedes venir un momento, hija? -le indicó la progenitora a la hermosa secretaria, levantándose del sofá. - ¡Voy!. Y la hermosa secretaria salió tras guiñarle, de forma totalmente inocente, un ojo al joven licenciado. Ya en la habitación de ella, la madre le interrogó. - ¿Estás muy interesa en ese joven?. - ¡Estoy muy interesada!. Pero no es posible más que una hermosa amistad. Y no creas que es por causa mía... ¡es que está en otro mundo!. Hay algún misterio, en su vida, que me lo hace inalcanzable. - ¿Te interesaría conocerle mejor?. - ¡Me itneresaria conocerle del todo!. - ¡Eso es pedir un imposible, hija!. Le he observado... pero voy a ayudarte a que le conzocas lo suficiente... Volvieron al salón donde el progenitor y el joven licenciado hablaban, amigablemente, de algo relacionado con la política en general. - Entonces... ¿tú no crees en alguna ideología concreta?. - No. No creo en ninguna ideología ni concreta ni no concreta. Yo sólo creo en la idealogía de la dignidad. - ¿Idealogía de la dignidad?. ¡Eso no existe!. - Así esstá el mundo. Vagando por las ideologías muertas. - No te entiendo. - Verá, señor. Las ideologías políticas no sirven para gobernar el mundo y mucho menos para gobernar a una nación, país o estado. - ¡Pero si las ideologías han existido desde siempre!. - ¿A qué se refiere usted con eso de siempre?. - A la era histórica de las civilizaciones. - Pues ahí está el error. - ¿Qué error?. - El error de haber basado a las civilizaciones en las ideologías en lugar de haberlas basado en las ideas libres. Eso es lo que yo llamo idealogía. Ideas libres. Por culpa de las ideologías han muerto millones y millones de seres humanos a partir de las civilizaciones. - No tengo más remedio que decirte que llevas razón. - No es cuestión de llevar o no llevar razón. Es cuestión de saber o no saber. - ¿Podéis parar un momento, por favor? -les interrumpió la progenitora que apareció en el salón seguida por su hija. - Dinos... -repondió el progenitor- pero espero que sea algo importante. - Ya que estáis hablando de libertad... déjale la tarde libre... proque ha venido invitado a montar a caballo... La hermosa secretaria le volvió a guiñar, otra vez de forma totalmetne inocente, un ojo al sorprendido joven licenciado. Sin embargo, éste acertó a confirmar sin titubeos. -Si no le es molestia... su hija me había propuesto una cabalgada -dijo poniendo ua cara muy seria. - ¡Qué sinvergüenza, madre mía, qué sinvergüenza! -pensó la hermosa secretaria. - ¿Quiere decir... pasear a caballo?. - En efecto... eso quiero decir -al joven licenciado se le escapó una sonrisa. - ¡Qué bien me cae este chico! -musitó la progenitora. - ¡Ya te lo dije yo, mamá!. - ¿Se puede saber qué le dijiste a tu madre? -exclamó, algo mosqueado, el progenitor. - Nada, papá. Cosas de mujeres... y caballos... - Está bien... está bien... tenéis la tarde libre... Estaban los dos sentados y muy juntos el uno de la otra. - ¿Tienes algún sueño que yo no sepa?. - Muchos... - ¡Pues tendremos que empezar por alguno de ellos! -confirmó el padre del joven licenciado. - Tengo uno muy especial. - Dímelo... ¡sin ambages ni temores!. - Nosotros sólo hemos salido, juntos, en viajes de negocios. Y siempre por la ya conocidísima Europa. Viajes que, a ti, puede que te complacieran. Para mí fueron pesadillas... y no por culpa de los lugares a donde íbamos sino porque no había nada de aventura, ni de emoción, ni de divertido en esa manera de conocer mundo. ¡A culquier cosa llama la gente conocer mundo!. ¿Qué es conocer mundo?. ¿Visitar?. No. Conocer mundo es captar lo que se ha visitado; pero no de una manera simplemente "fotográfica" sino desplegando todo lo emotivo que nos conmueve el viaje. Y no hace falta "ir" sino "vivir" aquello a donde se va. - ¿Hay algún lugar especial?. - No importa tanto el lugqar pero... sincerándome ocntigo... hay un viaje que siempre he soñado en hacer. ¿Te lo puedo decir?. - Adelante... - América. Recorrer toda América y sentir, en mi interior, las mismas emociones que debieron sentir aquellos hombres que llegaron, por primera vez, allí. - Lástima que mi Banco no haya tenido nada que ve con América. - No. Ha sido lo contrario. Gracias a Dios que tu Banco no haya tenido nada que ver con aquel continente; porque, en ese caso, de haberlo visitado igual que he visitado otras zonas geográficas, no tendría ya ninguna ilusión`para mí... - ¡Ve preparando el equipaje!. - Pero... ¡no seas loco!. ¿Y los negocios? -se arrepintió la madre del joven licenciado. - Nada de dudas. Los negocios pueden salir adelante sin mi presencia y, por si no lo sabes, en América es ahora, en estos meses, cuando hace buen clima. ¡Nos vamos para América!. Y el padre del joven licenciado empezó a cantar. - Me hueles a merengue y a bolero a caña y a café me hueles a corrido y a charango carnavalito y miel me hueles a maracas y a guitarra a gaucho solitario y a sabana a piel morena y sal me hueles a canela y a bananas querida siempre y siempre maltratada soñando libertad. América, América me hueles a guayaba a cordillera helada a tierra verde y lluvia tropical me hueles a pradera y a eterna primavera me hueles a futuro y libertad. Me hueles a tabaco y a manises a dátiles y a ron me hueles a emigrantes que se fueron cantando una canción me hueles a torrente y a quebrada a sangre campesina derramada para tu libertad me hueles a mujer enamorada querida siempre y siempre abandonada soñando frente al mar. Era una alameda profunda para el pensamiento. Las huellas de aquella pareja, marcadas con suavidad en el fresco lecho del suelo arenoso, iban formando suaves incógnitas, como deslizadas por el tobogán de la tarde. - La conocemos como la alameda de los pasos perdidos -había dicho ella. - ¿Por qué? -había preguntado él. - Porque así lo quiso el poeta -había respondido ella. Y recitó. - En tu silencio han volado, alameda de pasos perdidos, como poemas soñados los pájaros del nidal. Yo camino por tus sombras, eternamente pensativo, dejando pasar las horas en el reloj de un rosal. ¡Quién sabe dónde marchó sobre tus copas el mirlo que en la alameda creó esperanzas sin final!. El joven licenciado conocía aquel poema porque lo había escrito él mismo hacía ya unos meses. Y lo terminó. - Yo volveré en un segundo para sentir lo vivido en la arboleda del mundo de tu misterio inmortal. ¿Había algún sentido en aquel expresar de ambos para quiénes, momentos después, intentanse interpretarlos los transéuntes?. Los álamos sabían que sí... los álamos sabian que no eran palabras simples sino, más bien, profundidades de la juventud que el tiempo ya no borraría de sus memorias. Siempre quedaría un recuerdo en ambos y, como en el poema, un sueño... Después se entretuvieron con las múltiples y sencillas conversaciones con que los humanos llenan el mayor porcentaje de sus tiempos pero que, parados a analizar, suponen una trascendencia mucho más honda de lo que intentan entender los osados caballeros que se las dan de profundos. - ¿Sabías que yo tengo otros cuatro hermanos?. - Y tú... ¿qué lugar ocupas?. - El tercer lugar. - Dicen que en el término medio está la virtud. - ¿Y se cumple ese dicho?. - Ese precisamente sí. - Hay otro dato curiso de mi familia. - ¿Como cuánto de curioso?. - Mi padre es de origen norteño y mi madre de origen sureño. - ¿Y qué tiene esa dualidad de curioso?. - Pues que, para elegir el lugar de residencia no se ponían de acuerdo hasta que mi padre tomó una decisión salomónica para poder vivir en la paz. - ¿Dónde?. - No. No he dicho La Paz de Bolivia sino para poder vivir en la paz; o sea, en armonía. - ¿Y dónde eligió?. - Pero qué bobo eres. Si lo estás viendo. ¡En el centro!. - Ya... ya lo veo... - Pues ya era hora de que lo vieses. - Bueno... no discutamos que se nos viene la paz abajo. - Está bien. Y aquí nos hemos criado los cinco. - Más que curiosa decisión yo diría que fue una inteligente decisión. Sus palabras, ahora, subían como pájaros de la tarde que quisieran ocultar los secretos que siembran las almas de los humanos y en donde se anidan las compañías alegres. Aquella tarde, para ellos y enteramente para ellos, hablaba a través de sus voces. Hablaba por razones de entender y por tiempos de escuchar. Ellos dejaban volar a los pájaros de su voz y, en la distancia, el silencio de la alameda hacía solariegas sus almas. Era como abandonarse a una forma de entenderse, como escribir las memorias que salían de su interior. Era, en fin, un deshojar las hojas del calendario y mezclarlas con las hojas de los álamos hasta lograr una combinación de encuentros. Solo que, en aquellos instantes, se estaba fraguando que ella sería la hoja del álamo y él el vuelo del ave. - ¿Cuántos hermanos tienes tú?. - No tengo ni hermanos ni hermanas. - ¡Debe de ser muy triste no tener a nadie más!. - No sabría exactamente contestarte a esa cuestiòn pero es posible que sea así... y por eso yo voy buscando. - ¿Qué buscas?. ¡A mí me lo puedes contar con toda franqueza que yo no voy a publicarlo!. - Sé lo que busco pero aún no debo explicárselo a nadie. - ¿Tan interesante es ella?. - No... no es que sea o no sea interesante sino que es muy interna. - ¡Por fin!. - Por fin... ¿qué?. - ¡Estás enamorado!. Él no contestó nada. - Ese es el picadero. - Es un lugar muy agradable. Y dejaron su conversación para entrar en los establos. - Aquellos seis que ves allá son nuestros... y se llaman Lucero, Tormento, Suspiro, Alba, Plata y Centella. - Son bonitos nombres para caballos. - Sí, pero encierran otra curiosa circunstancia yo diría que familiar. - ¿Otro dato curioso y familiar?. Ella se rió abiertamente. - Que los tres primeros que te he citado son yeguas. Fue un capricho que me consintieron por ser la única hija de la familia. - Pues no acierto a descubrir la curiosidad... - ¡Es que eres muy despistado!. ¿De verdad eres tan despistado o es que, por alguna oculñta razón, te lo haces?. - Es que soy muy despistado. - Pues entonces te lo explico: las yeguas tienen nombres que terminan en la o y los caballos tienen denominaciones terminadas en la a que, entre las personas corresponden a lo femenino mientras las o corrresponden a lo masculino. El joven licenciado pensó por unos segundos ante de hablar. - Porque los animales son más libres. Ellos no observan su realidad de la misma manera que los seres humanos. Nosotros nos dejamos llevar por anécdotas pueriles y olvidamos lo esencial. Para los animales, y no sólo los caballos, lo esencial es, simplemente, vivir con arreglo a su naturaleza. Los humanos nos encubrimos de vanidades y, al final, nos hemos alejado tanto de lo natural que ya no sabemos volver a ella... a no ser que descubramos, de nuevo, nuestro origen, tanto individual como colectivo, que proviene de haber sido creados a imagen y semajanza de Dios. y Dios tiene dos facetas claras y unívocas: por un lado la masculina y por otro lado la femenina. - ¿Y si llegamos a descubrir ese origen?. - Seríamos más reales, más verídicos y más perfectos. - ¿Qué ocurre para estar tan lejos de eso?. - Ocurre que la inmensa mayoría de los seres humanos viven determinados por unos pocos que han escrito unos reglamentos o han dictado unas leyes convencidos de que esa anormalidad es natural y... ¿sabes por qué?. - Pues no... - Porque necesitan controlarnos y nos levantan códigos falsos de costumbres que no son las que deberían ser. ¿Me explico bien o te lo digo en palabras más exactas?. - No hace falta. Lo he entendido. - ¡Y estoy seguro de que ellos no cumplen con los códigos de la Naturaleza creada por Dios porque así obtienen muchos votos en las elecciones y tienen sujetos a los demás. ¿Comprendes donde está la trampa?. - No. - En que de esa manera tan falsa se llaman demócratas pero... estudia el caso a fondo... ¿de verdad son demócratas porque cambian el sentido original de los seres humanos a capricho de las masas?. ¿Sabes a lo que me estoy refiriendo?. - Si... ¡a la hipocresía.!. - Lo primero que tenemos que hacer es un itinerario. - ¡Oh,, no!. ¡A mí no me interesa un viaje planificado sino tomar un avión a cualquier parte de América y... después... ir tomando decisiones sobre la marcha!. - Si así lo quieres así será. Por el dinero no te preocupes porque, Gracias a Dios, nunca nos va a faltar. - ¿Cuánnto tiempo hace que no le dabas Gracias a Dios por todo lo que tenemos?. - ¡Es verdad!. Tan orgulloso estaba de mí mismo y de mi obra que olvidé lo más elemental: lo que soy, lo que tengo, lo que vivo... sólo se lo debo a Dios. - ¡Ahora ya podemos ir a la agencia!. - ¿Cuál de ellas prefieres?. - Conozco una... en un barrio humilde... que es la más económica... - Pero, mujer... ¡si nos sobra el dinero!. - Nos sobra el dinero para la aventura... pero los billetes los quiero comprar en el lugar más económico. Nuestro hijo me enseñó, una tarde, que más importante que tener dinero es saber utilizarlo. ¿Para qué queremos dos billetes de lujo si estamos cansados de aburrirnos con las gentes que viajan en la primerísima clase de las mejores aeronaves como llamamos eufemísticamente a los aviones?. ¿Para qué?. ¡Yo quiero comenzar la aventura tratando con las personas que sufren durante muchos años para poder comprarse ese billete económico que les reporte la pequeña parcela de felicidad que tanto iamaginan. ¿Sabías que hay personas que no han podido subir en un avión nunca jamás de los jamases?. - ¿Tan importante es todo esto que me cuentas de los billetes?. - Sí... porque de esta manera comienzan las grandes aventuras... y no me estoy refiriendo a las aventuras con las que nos invaden en la televisión, sino a las verdaderas aventuras de la fantasía, la imaginación y todas esas emociones que nuestro hijo sí que ha sabido experimentar. Al menos, por una vez en la vida, quiero que sea así. Para poder, algún día, morir con la dignidad de saber que compartí este viaje con ellos... - ¿Sabes montar a caballo?. - Si te digo la verdad... ¡fatal!... y no creas que soy fatalista sino que es cierto!. La hermosa secretaria volvió a reír. - No sé si es una broma que me está gastando o es verdad, pero... menuda le espera... -pensó para ella misma. - ¡Te ha tocado montar a Centella!. Centella era el animal más nervioso de todo el picadero. Montar a Centella era como sentarse en la cima de un volcán a punto de ignición. Por algo que el joven licenciado descubrió en la mirada de ella se dio cuenta. - Espero tener suerte -se deseó a sí mismo. Y se limitó a sonreír... Ella continuó con sus explicaciones. - ¡A mí... por supuesto... me ha tocado Suspiro!. Suspiro era la yegua más dócil y obediente de todo el picadero. Montar a Suspiro era como sentarse en el aire, de lo ligera y segura que resultaba ser. El joven licenciado volvió a mirarla y a descubrir la doble trampa. - No gana quien trampea sino quien ríe más tiempo -pensó él. Y volvió a sonreír... Ante el silencio de aquel enigmático personaje que parecía adivinar los pensamientos de ella, ya algo azorada y medio arrepentida de su ventaja inicial, se lanzó a fondo antes de echarse para atrás. - ¡Gana quien, dando la vuelta por aquel olmo, llegue el primero hasta aquí!. - ¡Tú lo has dicho... gana el primero y no la primera!. - ¡Ha sido un "lapsus lingüe"!. - Bueno... pero vale... los lapsus se pagan con la derrota. Sin expresar confirmación o negación alguna, la hermosa secretaria azuzó a Suspiro y comenzó a galopar. Sorprendentemente, Centella permaneció impávido. Era asombroso, pero aquel caballo comenzó a trotar, sin nervios ni encabritamiento alguno como era normal en él, en dirección al olmo y a mucha distancia de Suspiro. La hermosa secretaria, a punto de llegar a la referencia natural donde había que dar la vuelta, hechó la vista atrás y contempló cómo el joven licenciado iba, aunque a mucha distancia, tranquilo y sin sobresaltos. - ¡Cuidado! -gritó él. Y sucediò lo inevitable. Al doblar por el olmo la hermosa secretaria había inclinado excesivamente su cuerpo. El golpe debió de ser duro. Por primera vez, en su abigarrrada vida, el joven licenciado pensó en la muerte de forma directa. Ahora no era como cuando contempló la fotografía de la lesbiana ahorcada, ni cuando acudió al sepelio del anciano poeta extranjero. Ahora era algo más concreto, algo más tangible, algo más directo y algo más doloroso... puesto que ahora era aquella hermosa muchacha con todas las ganas de vivir la que, posiblemente, hubiese dejado la vida. Tres formas tan distintas de hallar la muerte. Tres caminos tan diferentes de abandonar la vida y, si embqargo, una misma conclusión: un destino llamado Muerte. Fue una conclusión que él no sabía cómo se le había penetrado en el cerebro. - O todo o nada... o todo o nada... -se repitió mentalmente. Y azuzó a Centella que, ahora sí, voló sobre la pradera para ir al encuentro. Centella sabía que algo serio ocurría. Se lo indicaba el hecho de que Suspiro había parado su carrera, de que su propietaria yacía, inerme, sobre el suelo, de que el joven licenciado que le montaba había reaccionado con nerviosidad... de que aquel silencio no podría reflejar nada bueno... a no ser que todo fuese mentira. Pero la mentira no existe para un caballo y, por eso, corrió hacia donde estaba, caída, ella. En su escritorio, de madera de color caoba, el general de división leía una parte de la página 41. - "La casa olía a madera encerada. Con sus fundas blancas, los muebles viejos eran espesos y concretos fantasmas, pasando sin misterio sobre la alfombra. Los retratos de la familia; uniformes azules y oscuras levitas, condecoraciones rojas. Estatuillas de jade y marfil. Manuel se llevó la mano a los ojos. - No llores -dija Sanamo- La vida es esto. - ¿Quieres callar de una vez?. No estoy llorando. - ¿No lloras?. - Estoy horrorizado. Nada más. - ¡Cómo hablas!. (¿Cómo puedes entenderme, Sanamo?. Tengo miedo por lo que estuve a punto de ser)". El general de división pensó en su hijo que se encontraba cumpliendo el servicio militar obligatorio, cerró el libro, cerró también los ojos y comenzó a dormir. El libro, ya sobre la mesa, mostraba su portada: "Los soldados lloran de noche". Y la noche estaba llegando... El joven licenciado descabalgó de Centella y se acercó al cuerpo yaciente de la hermosa secretaria. Hacía tiempo que la luna ya había aparecido en la bóveda celeste. El sol se ocultaba irradiando destellos anaranjados sobre las más altas ramas de los olmos. La contempló durante unos breves segundos. Estaba aún más hermosa con el baño del contraluz sobre su rostro. Los ojos tan cerrados que había que ser muy hombre para no aprovecharse de su boca. Lo único que aturdía la mente del joven licenciado era cómo poder explicar que alguien así yaciese, en el ya iniciado anochecer, sin haber dicho, tan siquiera, "me voy"... - Ni la belleza es tan poderosa -pensó. Pero tenía la obligación de atenderla y luchar contra la Muerte. Pasó su antebrazo derecho por la nuca de la hermosa secretaria y con la mano izquierda acarició aquel bello rostro. ¡Fue como un relámpago estallando en la faz de la hermosa secretaria!. Las manos del joven licenciado, ¡otra vez sus manos!, producían un espeso pero muy agradable calor. Y ella no pudo mantener, por más tiempo, los ojos cerrados. - ¿Pero aún estás despierta? -bromeó él intentando ocultar su sorpresa. - ¡Es la muñeca derecha!. ¡Me duele!. ¡Me duele mucho!. El joven lcienciado deslizó su antebrazo derecho, de nuevo, por la nuca de la hermosa secretaria y con la mano de ese mismo lado derecho sujetó su dolorida muñeca. - ¿Te duele de verdad?. - ¡Bobo!. ¿No ves que todo es una broma?. Él se la quedó mirando directamente al rostro. - Desde luego que se debe ser muy hombre para no besarla -meditó internamente. - Estoy esperando... -le interrumpió ella. - Da tiempo al tiempo. - Me parece que o no andas demasiado bien de la cabeza o los que tienen que cambiar son los otros. - Nadie es perfecto en el mundo. Simplemente eran dos seres humanos bajo las horas del último atardecer y el primer anochecer. Ninguna idea de la que avergonzarse. La verdad... ¡la única verdad!... era que estaban ocupando un espacio sin desesperación. Un sentido común compartido y compartible pero con total nobleza. Quizás un descarado sentido común... pero solamente eso. - Sólo tengo miedo de que muramos en el intento. - ¿Por qué vamos a morir? -le contestó el padre del joven liucenciado. La madre no supo expresar la causa de aquella frase de él. - No sé... - Ante lo desconocido es mejor ser activo. Es una máxima que aplico yo a mis negocios. ¡Da buenos resultados siempre!. - Entonces mañana mismo... - Mañana mismo... pero primero tengo que pasar veinte minutos de café con mi verdadero amigo. - ¿Tu verdadro amigo?... pero... ¿no tienes un millón de amigos como tanto decías?. - Otro día te lo explico. - No. Quiero saberlo ahora. - Tener un amigo es una fortuna, tener dos amigos es un tesoro y tener tres amigos es un milagro. - Esa es la verdadera manera de tener un millón de amigos. - Sí. Ya me he dado cuenta. Entonces... ¿de acuerdo?. - De acuerdo. Mañana ve a desayunar café con tu único amigo y te despides de él hasta que regresemos. - Mañana mismo comienza nuestra aventura. Ahora te prohibo que prepares la cena. - ¿Por qué?. Si la prepara la empleada. - Por eso. Porque no quiero que la empleada trabaje más horas que las justas según la moral humana es por lo que te invito a cenar en un restaurante. Y ambos se fueron a cenar fuera de su domicilio. Lo que sí hizo el joven licenciado, al regreso, fue enlazar su mano derecha con la mano izquierda de la hermosa secretaria. Todo el camino en silencio, sin pensamientos ambos, sin afirmaciones ni negaciones. Algo así como un paseo estelar... donde ya ni las palabras podían ubicarse en un lugar concreto. Como flotar en un sentimiento desconocido. Ella sabía qu el joven licenciado estaba enamorado. Lo único que no acertaba a descifrar era qué clase de amor radicaba en el corazón de él. - ¿Cuántos amores tendrá? -pensó ella. - No -le dijo él- no lo pienses... porque es falso lo que dicen de mí. Ella mantuvo entonces silencio. Al llegar al frente de la puerta de "Villa Feliz", él la tomó de las dos manos y le contó el misterio. - Me tengo que ir... - ¿Te tienes que ir... forzosamente...?. - No. Voluntariamente. - ¿No estarás soñando?. - Muchos sueñan dormidos y cuando despiertan, al día siguiente, se acobardan y son incapaces de intentar hacer reales sus sueños. Otros, sin embargo, saben soñar despiertos y ellos son los que logran alcanzarlos a pesar de que, por esa causa, son los más vituperados y, a veces, hasta insultados. - Pues nosotros dos somos de los que soñamos despiertos... o es que estamos locos... - No estamos locos. Por eso nosotros lograremos hacer reales nuestros sueños. Ella, entonces, se sintió segura. - Más allá... más allá del sueño que gozo despierta nos encontraremos. Y si tú, mi sincero y blanco amigo, llegas antes que yo... espérame allí porque yo también llegaré. - Recuerda que estamos hablando sólo de la Vida porque la Muerte no existe... - Estamos hablando de la Vida, sí. Y estamos hablando de esta Tierra. - Estamos hablando de la Eternidad sin pasar por la Muerte. - Si tú lo dices me lo creo. - Lo dijo Jesucristo. Por eso lo sé. Él, entonces, tras decir esta gran verdad cristiana, soltó sus manos. - Ahora sé que me voy de verdad. - Espera un poco... quiero hacerte un regalo para que tengas un grato recuerdo de mí allá donde quiera Dios que te vayas. Entró al hogar paterno y salió, instantes después, con un libro en la mano. - Este libro es un regalo de mi padre en un día de mi cumpleaños. Es de poesía norteña. ¡Prométeme que lo leerás y te lo regalo!. - Tú sabes que me gusta la poesía. Y, acerca de eso, ¿dónde aprendiste "Alameda de los pasos perdidos"?. - ¿Tu poema?. - Sí. Yo no lo tengo todavía publicado. - Está en un disco muy con conocido pero lo escuché, por primera vez, en "El último rincón" que es un local donde elaboran música los cantautores nacionales y extranjeros. Está situado en el número 44 de la Calle Recuerdos. ¡No olvides pasar por allí!. Pero, antes de que te vayas, quiero hacerte otra pregunta yo a ti. ¿Por qué no me has besado?. - Te dije, muy en serio, que el único beso que nos hemos dado seguiría guardado como eterno y a pesar de que pasasen mil años... porque era una expresión sincera y amistosa; y, por ello, ocupará un lugar en la Historia... simplemente como amistad sincera y noble... pero no olvides nunca besar así... sin suciedad alguna. - Pero... - Yo no quiero que otro beso mío supla al que me diste. Yo no sé si nos volveremos a ver pero tú tendrás muchas oportunidades de que te besesn. Busca sólo los besos verdaderos y limpios de un solo hombre. Alquien te besará, incluso, mucho mejor que yo podría hacerlo... porque ese alguien te amará y ese alguien no soy yo. - Imposible. - Pues, al menos, de la forma que te podría haber besado de estar verdaderamente enamorado de ti. Ella se resistió. - Sólo una última cosa. Cuídate... porque alguien, conduciendo un coche de color negro, nos ha estado siguiendo, por lo menos, desde que salimos del edificio del Banco de tu padre. Ahora mismo no sé dónde está pero estoy segura de que nos vigila. - No importa que me sigan. Quien no tiene nada que ocultar no tiene nada de que tener miedo. Soy tan pecador como él y como todos los demás... pero llevo, como defensa personal, al Espíritu de Dios. - ¿Eso es verdad?. - Eso es Verdad. Y él se marchó. - ¡Despídeme de tu familia!. Pero la hermosa secretaria ya no le pudo contestar porque las lágrimas se lo impedían.
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