EL JUICIO (Parte I)
Publicado en Mar 03, 2011
Se encontraba muy cerca del teléfono como esperando un llamado que, por cierto, aun no se producía.
El director de la oficina notó la actitud de José y ante la necesidad de utilizar él también el teléfono, siendo José un obstáculo para tal fin, le preguntó: - ¿Ocurre algo Unkul? ¿Hay malas noticias? -como esperando que de esa forma José se retirara dejándole solo con su sonrisa. - No, no -dijo José caminando de un lado a otro pero sin irse- estoy esperando... - Ya veo lo que está esperando Unkul -dijo el director con tono hostil- pero su ansiedad no le deja advertir que yo también necesito el teléfono, y como soy su superior debería usted cedérmelo cortésmente. ¿No le parece? - A decir verdad, señor director, ya que me lo pregunta, mi respuesta es No. - ¿Cómo dice? -quitándose los lentes bruscamente. - Lo que oyó. ¡No! Sobre todo, teniendo en cuenta que está usted en mi oficina. Me pregunto porque no utiliza el teléfono en su despacho. - ¡Oh! Claro debí, quizás, informarle que mi secretaria lo está usando y me pidió estar sola, pues debía hablar con un familiar sobre algún asunto. ¿Le satisface mi explicación Unkul? -acercando su rostro lo más cerca posible de José. José simplemente calló y le observó como si estuviera viendo a un niño sólo en el mundo pidiendo ayuda. El director, entonces, tomó el auricular y mientras marcaba un número interminable le preguntó a José si quisiera hacerle el favor de ir a ver si su secretaria había finalizado la charla. Ante ese pedido, José, no pudo negarse pues más que un favor pareció una orden. Cuando José se acercó a la puerta del despacho del director, escuchó una voz que pareció conocerla. De inmediato no se animó a abrirla ni tampoco a golpear. Sin embargo se dispuso a espiar por la cerradura y fue enorme la sorpresa cuando pudo confirmar que verosímilmente era Klara quien estaba sentada en el sillón del director con los pies apoyados sobre el escritorio dejando ver su ropa interior en dirección a la puerta del despacho, como si supiera que alguien le estaba observando a escondidas. "¡No lo puedo creer! ¿Entonces? ¿El director es el famoso "caballero" a quien ella se refería? ¡Qué paradoja!" -exclamó José casi en un grito, espontáneamente. - ¿Quién está allí? -preguntó Klara mientras bajaba las piernas del escritorio y se acomodaba el vestido. Ante lo cual, José huyó hacia su oficina y entró con tanta prisa que parecía estar escapando de algún delito recién cometido. Para su asombro el director ya no estaba, pero había dejado el auricular del teléfono descolgado cuando José lo tomó con acentuada decisión, aquel apareció detrás de la puerta del baño privado que había en la oficina de José: - ¿Está todo en orden Unkul? -dijo mirándole de reojo mientras se cepillaba los dientes, y se enjuagaba la boca escupiendo en un florero que había sobre el escritorio de José. - Ese es mi cepillo de dientes ¡señor director! Pero ¿qué está usted haciendo? "este tipo es un completo cerdo" -pensó José con cara de asco. - Debería dejar el auricular donde yo lo dejé. ¡Hágalo! -le dijo el director. Pero José ya lo había colgado y en ese instante sonó. José atendió rápidamente cuando una voz del otro lado le dijo: - En el buzón de cartas que tiene en la puerta de su casa, le espera una citación. Vaya y léala. Tras esto colgaron. José se quedó con el auricular en la oreja casi petrificado y la boca semiabierta. El director le quitó bruscamente de su mano el auricular y lo colgó sobre el aparato. - ¿No debería usted emprender alguna acción, Unkul? -le dijo mirándolo en forma desdeñosa. José tomó su saco, su sombrero bombín y sin decir una sola palabra se marchó. Llamó al ascensor pero parecía que alguien estaba con la puerta abierta, charlando un par de pisos más abajo pues se oían voces muy animadas en el pasillo de las oficinas. Entonces José comenzó a bajar por las escaleras tan rápido como pudo; hubo de llegar al piso donde estaba detenido el ascensor cuando comprobó que era tal como había imaginado y les dijo a esas personas: - ¿No les parece que el ascensor está para ser utilizado por todos? ¡Cierre esa puerta de una vez, señor! -dijo en un grito exagerado y continuó bajando por las escaleras haciendo ademanes despreciativos. Al irse, ambos hombres se miraron con cara de preocupación y haciendo gestos como si José estuviera loco. Una vez que hubo llegado al buzón de la puerta de su casa, tomó el sobre, mientras permaneció parado en el mismo lugar, que verosímilmente contenía una nota. En la misma se lo citaba en breves palabras a apersonarse a una sala del Palacio de los Tribunales de Justicia de la Nación al día siguiente. Oyó la voz de una mujer que le hablaba: - José ¿te sientes bien? -le preguntó una vecina. - Sí ¿por qué lo pregunta? -respondió algo inquieto, mientras ocultaba la nota hacia su espalda. - Pues, se te ve muy pálido hijo y tu rostro muestra un aspecto... como... desencajado tal vez. - ¡Oh! Es que hoy tuve mucho trabajo y discutí con mi jefe. - ¿Sólo eso? ¿Estás seguro José? -insistió la anciana. - Eso espero vecina. Eso espero... -replicó José en un suspiro y mirando hacia el horizonte en el cielo.
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Verano Brisas
Gustavo Milione
YA ESTÁ LA SEGUNDA PARTE, NO SE CUANTAS SERÁN...
florencio
Daniel Florentino Lpez
Bien narrado
Espero la segunda parte
Un abrazo
Daniel