El lorito-botella (Diario)
Publicado en Mar 03, 2011
Ya sabíamos lo que era el pato-botijo que habíamos visto, varias veces, en El Palacio de Cristal del Parque de El Retiro de Madrid. Lo que fue una verdadera sorpresa fue que, un día de buen tiempo pues hacía sol, en la Calle de Juan Duque descubrimos al lorito-botella. ¡Menuda sorpresa nos llevamos los tres!. El Maxi no reaccionaba como siempre y como siempre fui yo quien le dicté una orden espontánea al Boni. ¡Coje inmediatamente al lorito-botella y vamos para casa con él!. Nosotros vivíamos placenteramente en la Calle Pizarra número 3, muy cerca de la lechería de Bernardo y justo, en nuestro portal, se encontraba la panadería del cojito.
Bien. El caso es que nos presentamos en casa con el lorito-botella que era de un verde esmeril que tiraba de espaldas de lo feote que era. No sabíamos especificar el origen de aquel lorito-botella pero se nos ocurrió meterlo en una jaula. Ni corta ni perezosa mi madre le brindó una buena hoja de lechuga y un buen puñado de alpiste que el lorito-botella se lo devoró de una sola tacada. Porque... ¡mira que tenía hambre aquel lorito-botella!. También le pusimos un pocillo (en los pueblos castellanos se les llama pocillo) de agua que el lorito-botella se lo bebió como un verdadero tragabuches. ¿Qué diría mi padre cuando se encontrase con el lorito-botella?. Casi le da un ataque de tos cuando se lo encontró en la terraza que daba al campo de baloncesto. Se le quedó mirando de hito en hito y nos preguntó que de dónde había salido aquel bicharraco. !De un hueco en la pared de la vía del tren! creo que expliqué yo... pero no supe darle más señas concretas sobre el lorito-botella que tiraba de espaldas de lo feote que era. Y mi padre refunfuñó: ¡Pues que conste que si no canta yo no le quiero ver ni en pintura!. Consulté con el cuadro genético de los loros por ver si descubría de dónde era el bicharraco. ¿Sería una cotorra del Himalaya?, ¿sería una cotorra austral?, ¿sería un loro amazónico?, ¿sería un guacamayo verde?, ¿sería un guacamayo militar?, ¿o sería una cotorra serrana?. La duda nunca la pude despejar por más que lo intenté... pues cuánto más miraba yo al lorito-botella más feo lo veía. Así que mi padre, todo enfadado porque podría ser un guacamayo militar (y mi padre entonces era militar) le mandó una orden (algo así como que desfilase dando vueltas en la jaula) pero como el lorito-botella, una vez bien comido y bien bebido, se limitó a echarse la siesta y no dijo ni pío, mi padre lo puso de patitas en la calle y ahí se acabó la historia de aquella especie de cotorra serrana o cotorra austral o vaya usted a saber si era un loro amazónico o un guacamayo verde. Descarto que fuese una cotorra del Himalaya y, como era verde, supongo que era un guacamayo verde porque todo en esta vida tiene una explicación sencilla. Lo que no sé es a dónde fue a parar el lorito-botella. Como hay quienes dicen que existen loros que comen tapas de botellas fue mejor que se largara con viento fresco no fuese a comerse nuestras famosas chapas de futbolistas, ciclistas y boxeadores que, en aquel entonces, estaban muy de auge en nuestra casa.
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