"Nadie se da cuenta de que hay alguna gente que gasta excesiva energía simplemente para parecer normal." Albert Camus.
En 1942, Camus le ofrece al mundo una obra peculiar que hace llamar "El Extranjero" (L'Étranger), donde el personaje principal tiene ante todo una natural indiferencia y perplejidad frente a todo lo que sucede.
"El Extranjero" pareciera no interesarle aquellos asuntos de la vida que deben ser significativos en la vida de toda persona (o al menos la sociedad eso cree).
Debe por tanto, sentirse muy compungido por una madre que acaba de fallecer y con la que poco a poco se han deteriorado los lazos afectivos, en un punto tal que simplemente se vuelve una completa desconocida. Meursault no se siente abrumado por la muerte de su madre y vive el proceso de su entierro en medio de la indiferencia más completa que pudiera existir. Más tarde, esta indiferencia le será echada en cara todo el tiempo, por la sociedad que le rodea.
Meursault es una persona ordinaria, que vive entre el deber y el entretenimiento, sin buscar más responsabilidades.
Es una persona honesta, que ayuda a sus vecinos sin pretender más. Entra en relaciones con una chica y aunque no parece entusiasmado por casarse, tampoco se opone a ello.
Pareciera vivir sin pasiones, sin aspiraciones ni ambiciones. Es una persona que difícilmente se aventuraría a empresas arriesgadas, y sin embargo, acaba matando a un árabe.
Lo curioso es que esa misma cotidianeidad de la que está envuelto, lo arrastra a su propia desgracia.
Mientras leo a Meursault no pienso mucho en la crítica social, que es a fin de cuentas mucho de lo que el autor busca imprimir y que muchos críticos hacen énfasis en su comentario.
Pienso en el hombre que gustaba de bañarse en la playa, salir con la chica y fumar cigarrillos. Hábitos que extraña en algún momento pero que poco a poco van dejando de ser significativos en la medida que transcurren sus días en la cárcel.
Pienso en el Meursault que intenta que la vida no le importe, pero acaba por darse cuenta de que es lo único que le importa y que le duele perder.
No está arrepentido, está indignado porque hasta eso poco que tiene se le quitará, pues no ha representado el papel que la sociedad esperaba de él.
Y sin embargo, muy en el fondo, Meursault tiene miedo.
El capellán, la que ha estado rechazando todo el tiempo, por fin aparece. Es curioso, como Meursault, que no se considera religioso, actúa de manera impulsiva, temerosa y agresiva con alguien que no representa más que una creencia que podría resultar inofensiva.
En el fondo Meursault está conflictuado con su razón de existir, busca a toda costa acallarla, pero no puede.
La confusión de Meursault es la razón misma por la que el hombre crea dioses y religiones. Es la misma por la que la sociedad piensa que debe reír o llorar, luchar y morir. Es la búsqueda del sentido de la vida que tanto apremia a la especie humana y que tratamos de evadir de muchas maneras.
Meursault no es muy diferente de ése que por un pedazo del pan estaría dispuesto a matar a quien fuera. No es muy diferente de ese que encierran en un centro de readaptación o un hospital psiquiátrico. O aquel que se cansa de ocultar sus preferencias sexuales y sale del clóset.
Aunque, pensándolo bien, basta que no se baile al mismo son, para que se le excluya de la sociedad y se le considere una persona indeseable.
Éstos, lo queramos o no, son los extranjeros del mundo, y son parte de nuestro contradictorio y selectivo mundo.
Inevitablemente, ésta reflexión me remite a una frase de Foucault:
"Cuando un juicio no puede enunciarse en términos de bien y de mal se lo expresa en términos de normal y de anormal. Y cuando se trata de justificar esta última distinción, se hacen consideraciones sobre lo que es bueno o nocivo para el individuo. Son expresiones de un dualismo constitutivo de la conciencia occidental. "
Lw.