Setamor (Novela) Captulo 36.
Publicado en Mar 10, 2011
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Los hombres trabajaban por zonas, de dos en dos por cada una de ellas y a una prudente distancia entre sí. Sin embargo las canciones de aquellos hombres, afanados pero alegres, los unía envolviéndolos en una especie de fiesta colectiva. Cuánto más les hacían trabajar, más unidos y alegres se sentían.
- ¡Mis hermanos están contentos! -se drigió el de las zapatillas de color lila al joven licenciado.
- ¿Por qué les llamas tus hermanos si no son, ni tan siquiera muchos de ellos, de tu propio país?.
- En un mundo donde los blancos nos odian nosotros nos consideramos hermanos sólo por el color de nuestra piel.
- ¡Y hacéis bien!.
- Sin embargo tú eres distinto. A pesar del color de tu piel estás por encima de esas diferencias.
- Considero que los racistas son ignorantes y yo siempre he procurado no ser un ignorante.
- En realidad... ¿qué piensan los racistas?.
- Perdona pero esa pregunta está mal formulada; lo que se debe preguntar es ¿piensan los racistas?.
El de las zapatillas de color lila rompió con una de sus ya acostumnbradas carcajadas.
- ¡A lo largo de estos días estoy pasando los momentos más felices de mi vida!. Mereció la pena conocerte... ¿Cómo era aquello que me contaste sobre la pureza de los racistas?.
- Que si los animales racionales se cruzan y los racistas no se cruzan, los racistas nos son animales racionales.
- ¡Sigue!. ¡Sigue! -y no dejaba de lanzar carcajadas.
- Tener un racista en la familia es peor que tener un tonto en la familia. ¡El tonto, por lo menos, piensa!.
- ¡Ya no puedo más!. ¡Ya no puedo más! -exclamaba, a duras penas pues las carcajadas le impedían casi hablar, el negro.
- ¿Y te acuerdas de aquello de que si los racistas fuesen los más guapos no serían tan feos?.
- ¡Es demasiado, por favor, es demasiado! -y venga a soltar carcajadas.
- ¡Los racistas son de derechas pero no dan una a derechas!.
- ¡¡Ya está bien de risas!! -bramó el capataz que entró en el barracón con el rifle cargado de balas- !!Aquí se viene sólo a trabajar y guardar silencio!!.
- ¡Cálmese, buana capataz, cálmese! -se le dirigió, sin acobardarse, el negro de las zapatillas de color lila -¡Sólo estábamos filosofando en voz alta!.
Y cuando el capataz se alejó de ellos el barracón siguió llenándose de carcajadas y canciones; porque todos habían escuchado los chistes del joven licenciado.
- Es anormal... -señaló el ayudante recostado sobre un árbol y ofreciéndole un cigarrillo.
El capataz, tieso y erguido, lo tomó sin darle las gracias, lo encendió con su mechero, guardó un desesperante silencio y...
- ¡Es muy extraño!. Nunca había visto a tantos esclavos poseer una fe tan inquebrantable en algo que no sé lo que es.
- Trabaja tan bien como cualquiera de ellos.
- ¿Quién?. ¿El blanco?.
- Sí. Se ha adaptado al grupo como uno más y los negros no tienen ningún recelo contra él. Le han aceptado y, no solo eso, sino que son sus amigos. Aquí hay algo que no funciona según nuestros planes.
- Dile a los muchachos que estén preparados. Esta noche va a haber jaleo.
- Esta vez a mí me da miedo. Están ocurriendo cosas muy extrañas. Yo creo que, en esta ocasión, debemos dejarles tranquilos. Que se vayan y nos evitaremos problemas.
- ¡¡Aquí quien da las órdenes!!... ¿Tú o yo?.
- Perdona... no quisiera que te enfadases conmigo pero yo no estoy seguro de que esta vez salga como las demás. La presencia de ese blanco entre ellos me produce una sensación rara, como de mucho miedo. ¿Y si es alguien que ha venido a investigar?.
- No hay por qué preocuparse. Sé, de fuentes bien informadas, que no es ningún policía ni nadie mandado por los policías. ¡Sólo es un loco que me dijo que le considerase como a un negro más y así le vamos a tratar!.
- Sigo teniendo mucho miedo. No debes olvidar de que ya hay un grupo de policías que andan investigando y me he enterado de que quieren llegar hasta el fondo del asunto. Si te soy sincero estoy asustado. Tenemos que tener muchísimo cuidado en no cometer fallos. Si alguno de los muchachos habla estamos perdidos porque ya ha habido dos muertos y si nos descubren seremos culpables de ello. Por asesinos sin piedad. Ese grupo de policías se han tomado el asunto muy en serio. Yo sigo opinando que, esta vez, debemos dejarlos en paz y esperar a que las cosas se olviden.
- ¿No me dirás que eres un cobarde?. Los muchachos, si son atrapados, no hablarán. ¡Son tan gilipollas que no hablarán!.
- ¿Cómo has conseguido lavarles de esa forma el cerebro?. ¡Ni se dan cuenta de que son tus títeres!. A mí ma dan lástima porque ellos creen que opinan por sí mismos... ¡si descubriesen la verdad nos descuartizarían!.
- ¡No descubrirán la verdad ni los muchachos ni los policías!. Lo tengo todo controlado.
- Entonces... ¿cuál es el plan para esta ocasión?.
- He observado que el negro de las zapatillas de color lila es el líder y que, a la vez, se ha convertido en el amigo inseparable de ese blanco; así que dile a los muchachos que los vigilen durante toda la noche. Sé que van a estar juntos, en algún lugar, para despedirse porque eso es lo que hacen siempre los amigos.
- ¿Y el resto?.
- El resto no me interesa. ¡¡Quiero a esos dos y, si es posible, muertos!!.
- ¡No seas loco!. ¡Si los matamos corremos un gravísimo peligro!. ¡No olvides a los policías!.
- ¡Sé cómo esquivar a los policías!. No olvides tú el poder que tengo entre las autoridades. ¡No hay problemas!. ¡¡Los quiero no sólo apaleados sino, si es posible, muertos!!.
- Daré la orden... pero me pregunto, a veces, qué clase de seres somos...
- ¿Ahora te preocupas por la moral?.
- No por la moral precisamente sino por algo que, a veces, me aturde. ¡Quizás sea mi conciencia!.
- ¡La conciencia no existe si deseamos que no exista!.
- ¡Es imposible hacerla desaparecer!. Aparentar como que no existe es una forma de querer autoengañarnos para encubrir nuestra vergüenza; pero nuestra vergüenza estará siempre presente para decirnos que no podemos realizar ese encubrimiento.
- ¡No me digas que ahora tienes vergüenza!.
- Desde que he visto a ese blanco hacer lo que ha hecho durante toda la semana he empezado a sentir vergüenza de mí mismo. Nunca me había planteado esta cuestión pero ahora es distinto. La culpa se debe a que he podido ser espectador de sus formas de actuar. Si no hubiese venido aquí yo seguiría siendo el de antes; pero ahora las dudas han comenzado a inculparme.
- ¡¡Te estás haciendo viejo!!.
- No es eso... quizás lo que me sucede es que estoy empezando a pensar...
- ¡¡Pues ya sabes que el que piensa aquí soy yo tú eres el que mandas ejecutar lo que yo pienso!!. ¿Está claro?. ¿Sigues teniendo alguna duda?.
- No te enfades conmigo. Volveré a transmitir tus órdenes pero... ¡ojalá no tenga que arrepentirme nunca de ello!.
La tarde declinó sobre las larguísimas filas de los viñedos. Las figuras de aquellos hombres negros erguidas ahora sobre sus piernas, se habían convertido en una especie de alegorías liberadas. Habían logrado terminar en el plazo convenido y ahora sentían, en sus espíritus, esa especie de liberación que se produce cuando la noche  enjuicia a los humanos y los declara dignos. Todo el viñedo respiraba un aire fresco preñado de olor a uvas maduras y los espacios que se recortaban allá, en los horizontes, venían a ser símbolos de esperanza y símbolos de ilusión. Todos ellos partirían, aquella misma noche, en sus búsquedas. Uno levantó ambos brazos en señal de victoria y su figura quedó perfilada en el atardecer.
- ¿Es que no tienes vergüenza? -espetó, nerviosa, ella.
- Vergüenza... ¿de qué? -replicó, flemático, él.
- ¿De qué va a ser?. ¡De lo que estás haciendo con tu madre! -siguió, más nerviosa, ella.
- ¿Se puede saber lo que estoy haciendo con mi madre? -continuó, con la misma flema, él.
- A veces pienso si no me equivoqué de hombre... -dijo, ya más tranquila, ella.
- Pues nunca habías pensado así... ¡que yo sepa! -comenzó a intranquilizarse él.
- Porque nunca supe hasta dónde podía llegar la dureza de tu corazón.
- Pero... ¡vamos a ver!. ¿Se puede saber por qué te apiadas tanto, ahora, de mi madre?.
- Porque es el ser humano que te trajo a este mundo.
- ¡Pues no opinabas así o por lo menos no tuviste tantos escrúpulos cuando me incitaste a reclamar!.
Ella se calló.
- ¡Sí... sí... a reclamar el dinero que tanto te gustaba!.
- Pero, por lo menos, he sabido darme cuenta...
- ¡Ya es tarde!.
- Quizás sea tarde también para nosotros.
- ¿Qué tonterías estás diciendo?. ¿Acaso te he demostrado no ser un hombre?.
- Si... ¡sobre todo cuando me pones la mano encima! -reclamó ella.
- Mira... ¡no tengo ganas de seguir con esta discusión!.
- Pues deberías tener ganas y afrontar los hechos. Tu madre, para empezar, es tu madre y sólo por eso deberías ser tú el primero en acercarte a ella y, en segundo lugar, tu madre no tuvo las oportunidades culturales que tú has tenido y sólo has sabido aprovechar a medias.
Fue él quien calló ahora.
- Te voy a dar un ultimatum. Si en estas Navidades no eres capaz de demostrarme que merece la pena seguir a tu lado...
- ¿Qué vas a hacer tú? -se le enfrentó él.
- ¡Ya lo verás a su tiempo! -se envalentonó ella- y te advierto que no estoy jugando a discutir...
- Pues te estás comportando como una niña.
- ¡Qué bueno hubiera sido si siempre me hubiera comportado como una niña!. Y te voy a decir una última cosa: si tú no cumples yo limpiaré mi conciencia cumpliendo.
- ¡Ni se te ocurra ir a visitar a mi madre!.
- ¡Ni tú ni nadie podrá impedírmelo!. Ya conoces el plazo. Si en Navidad no vas tú voy yo y, por supuesto, si soy yo quien tiene que ir es para no volver.
- ¿Ir?.¿Volver?. ¿Crees que es tan fácil ir y volver en esta vida?.
- No es fácil pero es valiente. Admiro a quienes saben ir y volver tantas veces como desean.
Él intentó suavizar la situación abrazándola.
- Vamos a la cama.
- ¡No!. ¡No más! -se soltó ella del abrazo- ¡Si tú no eres capaz de hacer lo que debes de hacer yo también tengo el mismo derecho a negarme de que hagas lo que quieras conmigo!. ¡Llevo mucho tiempo haciendo el amor sin un sentido pleno del amor y es por esta causa por la que estamos discutiendo!
Y después continuó, pero bajando la voz.
- Así que lo siento... pero mientras dure esa sensación no lo vas a conseguir. Mientras tú no cumplas como un hombre yo no cumpliré como una mujer.
- ¿Y si te digo que lo pensaré? -insistió, astutamente, él.
- Mientras lo piensas déjame a mí también pensar y ya sabes que hacer el amor no es un acto de pensar sino un acto de sentir.
- ¡Pero tú eres mi esposa! -se encolerizó él.
- Pero, antes de eso, soy un ser humano. No admito ser un ser humano sin la dignidad inherente a un ser humano. Quiero ser libre de toda atadura conciencial y si esa atadura es por tu culpa no dudaré en despojarme de tí. Recuerda que no nos hemos casado por la Iglesia y que no tengo, por eso, obligación cristiana hacia ti.
- ¿Y si yo opinase los mismo sobre ti?.
- Si tú opinaras lo mismo sobre mí ya no tendría sentido seguir juntos.
- Cuando quieras nos casamos por la Iglesia.
- No. Ahora a la que no me interesa es a mí. Antes fuiste tú quien te negaste a hacerlo. Ahora soy yo, para ser equitativos, quien me niego.
- ¡Pero piensa en los niños!.
- Pienso en los niños y por eso pienso así...
Soplaba un viento frío cuando todos entraron en el gran barracón. Sería la última cena... y decidieron que lo mejor era sincerarse, abiertamente, los unos con los otros. De diferentes países, ellos, sin embargo, habian podido comprobar que los hombres son capaces de entenderse cuando no existen las naciones. Todos ellos eran de una sola nación llamada Amistad. Una nación sin autoridades dictatoriales y sin barreras legalistas. Habían podido lograr un encuentro verdadero y sin límites; no impuesto desde el exterior sino interiorizado en sus espíritus. Habían conseguido hallar la verdadera trascendencia del ser humano. Aquello que los sabios habían escrito en sus libros sin conseguir hacerlo práctico ellos lo habían puesto a caminar con sus sentimientos. Ya no importaba nada más que compartir. Aquella noche todos los allí reunidos estaban iniciando otra nueva revolución. Eran trece en total pero, sinceramente, ningún Judas se encontraba entre ellos. Y es que habian hecho pedazos todos los esquemas de la superstición irracional.
- A pesar de se cada uno como lo que es, aquí estamos en la unidad, hermano -le dijo el de la piel más negra, que ya no tenía la mirada triste, al joven licenciado.
- Nadie es como otro. Ni mejor ni peor. Es otro. Y si dos o más de dos están de acuerdo sólo es a causa de sus inteligencias. ¿Crees en Jesucristo?.
- ¡Ahora sí, hermano!.
- ¿Y qué opinas como hombre no religioso?.
- Según dijo Collins -siguió el de la piel más negra- la mitad de nuestras equivocaciones en la vida nacen de que cuando debemos pensar sentimos y cuando debemos sentir pensamos... ¿Tú qué dices de ello?.
- Para mí no existe el pensar sin el sentir ni el sentir sin el pensar. Estamos en el mundo para sentir lo que pensamos.
- ¿Y si pensamos mal?.
- ¡Pensar bien o pensar mal!. ¡Ese es el dilema!.
Se les acercó uno de color achocolatado y hablando bien alto.
- ¡La lucha de la memoria contra el olvido es la lucha del hombre contra el poder, dijo Milan Kundera!.
- Si podemos olvidar dejamos libre a la memoria -sentenció el joven licenciado.
- ¡Pues eso es cierto, hermano! -se asombró el de piel achocolatada.
- Y tener libre a la memoria es tenernos libres a nosotros mismos -terminó por argumentar el joven licenciado.
- Después de esto sólo nos queda razonar lo que, en cierta ocasión, escribió Joceline: "Avergüenzate menos de confesar tu ignorancia que de porfiar en una necia discusión que la haga patente". No volveré a probarte más en tu sabiduría natural con frases de famosos aprendidas por que sí... -y le dio un abrazo al joven licenciado- desde ahora mismo prometo que seré yo, hurgando en mí mismo, quien intentaré descubrir mi propia verdad.
- ¿Y tú no sabes que hay una verdad que nos hace a todos iguales?.
- ¿Cuál es esa verdad?.
- ¿Eso quieres saber?.
- Eso quisiera saber...
- Lo cual demuestra que eres ahora sincero -participó en la conversación el de las zapatillas de color lila.
- Me parece -siguió el joven licenciado- que siempre ha sido un hombre sincero. Y por eso Dios le ama.
- Muchos negros instruídos han alcanzado el éxito y no se sienten inferiores a los blnacos -continuó el de las zapatillas de color lila.
- Y yo te puedo afirmar que las características del color de la piel de un individuo humano no estorban su aprendizaje de la cultura en cualquier ámbito que se encuentre -dijo el joven licenciado.
- ¡¡Vamos a cantar!! -terminó la conversación el de las zapatillas de color lila - ¡¡Venga aquí esa guitarra!!.
El de la piel de color chocolate se la acercó...
- ¿Usted cree que estoy haciéndolo bien con respecto al tema de mi hijo?.
- Escuche, señora... lo que yo creo es que tanto su hijo como usted están jugando a algo muy peligroso que les puede terminar por hacer pedazos. El reto que mantienen es para personas sin personalidad y con casrácter enfermizo. Así no podrán solucionarlo nunca.
- ¡Mi hijo y yo tenemos mucho carácter ambos!.
- Ustedes no tienen carácter sino que tienen odio y lo están confundiendo. Yo estoy de acuerdo en que es su hijo quien debe dar el primer paso, pero ni él ni usted llevan toda la razón. ¡Ahí es donde se equivocan!. Han olvidado el amor y se han llenado de odio. Lo que ustedes tienen planteados lo solucionaría, fácilmente, él.
- ¿Y quién es él?.
- ¿No se acuerda usted de él?. ¡Qué casualidad!. ¡Yo no le puedo olvidar! -afirmó el psiquiatra de la residencia.
- ¡Ah!. ¡Claro!.¡Ya sé a quien se refiere usted!. Le admiro porque, a pesar de su poca edad ha sido la única persona de todas las que han  pasado por esta pensión, y ya son muchísimas por cierto en estos nueve años, que fue capaz de rebatirme mi teoría y demostrarme que la juventud sí existe porque sólo es espiritual. ¡Cuánto me hubiese gustado que se hubivera quedado algún tiempo más aquí, doctor!.
- ¡A mí también, señora, a mí también me hubiera gustado conocerle mejor porque así no hubiese cometido tantos errores profesionales. Y es que, como él dice, tenemos la fea costumbre de diagnosticar sin conocer y de conocer sin entender.
Después el silencio les envolvió en el despacho donde se celebraba la consulta.
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Foto del autor Jos Orero De Julin
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Descripción

Novela de Ficcin con realidades verdaderas.

Palabras Clave: Literatura Novela Ficcin Realidades Conciencia Concimiento Cristinaismo

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Relatos



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