Setamor (Novela) Captulo 37.
Publicado en Mar 12, 2011
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- Y ahora, para terminar -decía el de las zapatillas de color lila -quiero rendirle un homenaje particular a nuestro compañero y amigo blanco aquí presente. Se lo merece porque es el hombre más noble que he conocido. Como tenemos ya muchas ganas de salir de este agujero negro voy a tocar el último trozo de una canción que aprendí hace ya varios años y que pregono a lo largo y ancho de todo mi mundo. Como he dicho que es un homenaje particular para él -y señaló con el dedo índice al joven licenciado que estaba un poco más apartado de los demás- lo voy a cantar en su bella lengua,
Abrazó la guitarra y, al son del sonido de sus cuerdas, cantó.
- La tarde está perdida.
Que nadie entre ni salga
por la puerta escondida.
La tarde está perdida
y el tiempo irrepetible
se queda en el umbral.
No somos siempre igual.
Cada día vivimos un lamento.
andamos... y sólo somos
los hijos de un momento.
- Eso ya es la segunda vez que se la oigo cantar a un hombre de color negro -se asombró el joven licenciado.
- Escucha: como dice la canción en su estrofa fianal, no somos como pensamos. Cada día, de improvio, cambiamos... y en cinco años todos tenemos la oportunidad de cambiar mucho pero la sinceridad de tu mirada no ha cambiado en absoluto. Durante toda esta semana he estado observando si era verdad lo que tus ojos dicen y he podido coprobar que sigues siendo el mismo a pesar del tiempo...
- Perdona... ¿me conoces de algo?.
- Te reconocí desde el primer momento en que te dirigiste a mí en la Plaza Mayor del pueblo.
El joven licenciado le miró detenidamente.
- Tú también me recuerdas a alguien pero no sé a quién con total certeza...
- Yo soy aquel cantautor que, un día y en un pasillo siubterráneo del metro de la gran capital, rasgaba esta guitarra cantando esta melodía que, entonces, era desconocida por el público... menos por ti. Tú me preguntaste por la canción y yo te conté cómo la había conocido; luego me diste dinero para que yo pudiera comer y te marchaste...
- ¿Qué pequeña es la vida?.
- ¡Y qué grande es la satisfacción de haberte vuelto a ver!.
- ¿Sabes una cosa?. Los racistas deberían saber que todos tenemos la sombra negra.
El de los zapatos de color lila volvió a soltar otra de su fuertes carcajadas.
Ambos se fundieron en un abrazo enorme mientras el resto contaban el dinero que acababa de entregarles el ayudante del capataz.
- ¡No gastemos el tiempo contando el dinero que tanto nos ha costado ganar, dijo Bernard Shaw!. -inmediatamente, tras citar la frase, el de la piel más negra de todos, se volvió hacia el joven licenciado que le miraba sonriendo- ¡perdona... se me escapó!.
Ambos comenzaron a reír.
- No te preocupes en absoluto- se le dirigió el joven licenciado- la sabiduría pertenece no sólo a quien la posee sino también a quienes la aprenden y se apoderan de ella. No es un robo citar a otros sino una consideració a su genio. Si Bernard
 Shaw estuviese aquí presente se sentiría orgulloso de ti.
- ¡Venga, que se va la camioneta! -chilló el ayudante del capataz.
-¡Vámono! -les ordenó el de las zapatillas de color lila.
Todos siguieron su orden. Saliendo al exterior se les aceró el capataz, que esperaba junto al conductor de la camioneta.
 
- ¡Tú vuelves a venir con nosotros! -se dirigió al jovenlicenciado.
- No te preocupes, hermano... ve con ellos. En el pueblo nos juntaremos tú y yo -le indicó el de las zapatillas de color lila- lo hace sólo para insultarnos, pero no lo conseguirá. No insulta quien quiere sino quien puede. Esa es una frase que he aprendido de tu precioso país.
El capataz esperó a que todos hubiesen subido a la camioneta, se acercó a su ayudante y habló en voz muy baja.
- ¿Has dado la orden a los muchachos?.
- Se la he dado muy a pesar mío.
- ¿Sigues asustado?.
- Sí. Tengo mucho miedo. Sé que nos vamos a encontrar con problemas.
- Ya sabes que los problemas nunca pueden con nosotros.
- No estaría yo tan seguro...
- ¿Ha salido mal alguna vez?.
- Todo tiene un principio y la suerte no va a estar siempre de nuestro lado.
- Hay cosas que no tienen un final... y por eso seguiremos adelante con el plan porque Dios está de nuestro lado -falseó el capataz hipócritamente hablando.
- Me parece que estás loco...
- Pues a ti no te va muy mal conmigo.
- Ahora empiezo a arrepentirme. Creo que hubiese sido mejor que me hubiese ido peor.
- Ten cuidado conmigo...
-Es que hemos ido demasiado lejos.
- Nunca es demasiado lejos cuando la finalidad es pura -siguió falseando el capataz hipócritamente hablando.
- ¿Pura?.
- ¿Tienes algo en contra?.
- Ya he dicho todo lo que pienso. Estás loco de atar... estás loco de remate... y estás loco sin remedio alguno...
- Que tengas mucho cuidado conmigo a ver si te enloquezco a ti de un disparo en seco.
- Está bien. Secos nos van a dejar como nos pillen.
- No hablemos más que te repito que yo doy las órdenes y tú te limitas a obedecerlas.
- De acuerdo. No hablemos más.
- Entonces ve arreglando todo para la próxima contratación.
- Si no me equivoco es la recogida de setas.
 
-Exactamente. Contrata a muy poca gente y no tengas miedo... so cobarde...
- Y tú estás loco... loco... loco...
- Como sigas asi te arreo tal tortazo que te tragas todos los dientes.
Después de dicho esto, el capataz se dirigió hacia la camioneta.
- Vámonos -y subió a la cabina -¿parece que te has divertido mucho y has encontrado numerosas amistades, no es verdad?. ¿Me quieres contsr algún chisste a mí?.
El joven licenciado le miró de frente.
- Me he divertido lo suficiente y he encontrado suficientes amistades; pero no te voy a contar un chiste sino algo quete haga pensar si es que piensas alguna vez antes de hablar. ¿Quieres oírlo?.
- ¡Adelante!. ¡A ver si te atreves!-le retó el capataz.
- Repito lo que dije a ellos. Los racistas deberíais saber que todos tenemos la sombra negra. Aunque la pregunta no es ¿qué pensáis los racistas? sino que debemos preguntar ¿lo racistas pensáis?. Sigo o tienes ya bastante...
El capataz tuvo que volver a desviar la mirada hacia el cristal de la ventanilla lateral.
- Haces muy bien... porque quizás, de otro modo, quien tendría que recoger todos sus dientes en un cucurucho serías tú... que eres todavía peor que un chupatintas a cargo de un chupasangre.
El capataz quiso decir algo pero no se atrevió a abrir la boca.
- Me alegro-dijo el joven licenciado cuando la camioneta ya arrancaba- me alegro mucho de no tener que ver tu cara durante todo el camino.
- Encontrar amistad siempre es algo que debe alegrar -siguió el joven licenciado-aunque tú en esto de la amistad ni tan siquieras sabes que se comienza con a de amor, se sigue con m de mejor, se continúa con i de igualdad, después viene la s de sinceridad, la acompañamos con otra a de amabilidad y terminamos con la d de divino. ¿Te ha gustado mi definición de la amistad o te lo digo cantando?.
-¡Pareces muy seguro de ti mismo! -se atrevió a preguntar el conductor de la camioneta una vez ya enfilado el camino hacia el pueblo.
- No parezco muy seguro de mí mismo... sólo que a veces lo estoy.
- Pues a mí me caen excelentemente bien esa clase de personas.
Y ya no hablaron más.
Comenzó a caer una fina lluvia, de esa clase de lluvia que parece lavar los pensamientos de quienes pasean bajo ella. De esa lluvia clara, suave y blanca que mojaba el rostro de aquellos hombres negros.
El joven licenciado pensó en ellos, pero ellos no sólo no se quejaban sino que comenzaron a cantar una especie de himno que todos habían aprendido al trasmitírselo unos a otros. Y bajo la lluvia, en medio de la nochey el silencio, sus voces alimentaban el ambiente y demostraban que puede más el sentido de la liberación que los inútiles esfuerzos del despropósitocon el que aquel hombre tan necio, el capataz
 que guardaba silencio sin dejar de mirar hacia el cristal de la ventanilla, parecía empecinarse en querer amarrarles.
El joven licenciado empezó a reecordar mientras contemplaba la noche tras el cristal frontal de la cabina.
- Para sentir el silencio de las cosas o de las personas no hace falta hablar ni estar callado. Notar el silencio, gozar con el silencio, sólo consiste en descubrir la esencia de todo lo que te rodea.
- Las ideas no se inventan. Se descubren.
Le llegó el recuerdo de ella, de la jovencísima morena, y mantuvo su intenso silencio.
- ¿Y tú crees que eso tiene algo que ver con la tarde que estamos gozando ahora mismo?.
- Sólo sé que te amo, a la luz del atardecer, como nunca antes habìa amado.
- ¿Cuándo te vas?.
- No lo sé.
Instintivamente acarició su mochila.
- Te busco pero...¿quién soy yo?... ¿quién sabe en realidad quién soy yo?...quizás solamente sea ese Caballero de la Rosa que te llama desde el corazón de una Patria llamada Nada y, a la vez, una Patria llamada Todo. Quizás nos hemos conocido muchas veces o quizás no nos hemos conocido nunca pero te pido que pongas una canción que se condense con las estrellas para poder llegar hasta ti... que vives más allá del Océano de la Ilusión.
Un relámpago estalló violentamente delante de su rostro y le hizo despertar de aquella intensidad de sueño que, con los ojos bien abiertos, le hacía meditar.
El conductor de la camioneta puso la radio.
- No se lo digas a nadie, no se lo digas mi amor, que nadie sepa en el mundo que nos amamos tú y yo.
- ¡¡Apaga eso!! -bramó el capataz.
Y un nuevo relámpago estalló en el cielo haciendo que el capataz temblase de miede desde los pies a la cabeza mientras el silencio volvía a apoderarse de la noche porque los hombres que iban en la cajuela de la camioneta también se habían callado.
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Foto del autor Jos Orero De Julin
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Descripción

NOvela de Ficcin con algunas realidades verdaderas.

Palabras Clave: Literatura NOvela Ficcin Realidades Conciencia Conocimiento Cristianismo

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Relatos



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