Setamor (Novela) Captulo 40.
Publicado en Mar 15, 2011
- ¿Vas hacía las minas, compañero?.
El joven licenciado, apagando lo poco que quedaba de su pipa, se volvió hacia aquel extraño personaje minero que le había dado alcance. - Voy hacia las minas. - Entonces vamos hacia el mismo destino, compañero. Le hizo gracia oír aquello de "compañero" salir de la boca de alguien que, en realidad, era un extraño. Le puntualizó la cuestión. - ¿Tú crees en el destino?. - Por estas tierras nadie cree en nada e incluso no creemos, tan siquiera, en lo que pregonan nuestros líderes. Por aquí todos nos limitamos a asumir que nuestra condición y, aunque nos verás rudos y combatientes no te engañes, es descubrir que no creemos en nada. Te he citado el destino no como algo sustancial sino como una mera fórmula para autoengañarme. También descubrirás que nosotros estamos muy acostumbrados a autoengañarnos y ese autoengaño es el que nos da valor para seguir adelante. - He oído que casi todos sois comunistas. - ¿Somos comunistas?. En realidad sólo sabemos que somos afiliados al Partido. Nos dejamos llevar por nuestros líderes aunque dudamos de todos ellos y de su sinceridad a la hora de entrar a las minas con nosotros... por lo menos a lo más hondo de las minas... allí donde morimos a veces... El joven licenciado no quiso, en aquellos momentos, seguir preguntando sobre el tema porque descubrió que, en el fondo, el extraño minero terminaría por hacerle una confesión de desesperanzas e incluso una confesión de desilusiones. No necesitaba preguntarle más, porque sabía a qué punto iba a llegar el otro y quiso evitarle ese desengaño que se leía en su oscura mirada y en su duro rostro. Pero el extraño minero siguió hablando él solo. - ¡Demonios! -y lanzó un puñetazo al aire- ¿Qué pecado hemos cometido para tener que llevar la cruz de la que otros se desentienden?. ¡¡Si existiera Dios!!. - ¿Dios no existe?. - ¡¡Y yo qué sé!! -protestó el extraño minero. Sacó, después, un paquete de cigarrillos y le ofreció uno al joven licenciado. - ¡Fuma, compañero!. - No, gracias... acabo de hacerlo... - Pero fumas de verdad o no fumas. - No fumo pero enciendo el tabaco. - ¿Sabes por qué fumo yo?. ¡Porque es la manera más efectiva que tengo de protestar por mi situación!. ¡Cuanto más me lo prohíbe el médico de la empresa menos caso le hago!. - ¡Jajaja! -explotó el joven licenciado. Y el extraño minero se le unió a sus explosivas carcajadas con otras más potentes. - ¡¡Jajajajaja!!. Estaban todos agrupados en la boca de la mina. Era todavía muy temprano pero no faltaba nadie. - Hombres rudos y combatientes pero que se limitan a asumir su condición de esclavos -pensó el joven licenciado. - ¿Será verdad que no creen en nada? -terminó de pensar. A su lado se había situado un muchachito. - ¿Qué edad tienes?. - Ya tengo catorce años... - ¿Y qué haces tú aquí? -siguió preguntándole el joven licenciado. - ¡A ti qué te importa lo que él hace aquí!. - ¡Sí que me importa!. ¡Es sólo un ser pequeñito y no debería de estar aquí!. - ¡¡Mira... yo soy su padre y si su padre decide que tiene que estar aquí es porque tiene que estar aquí!!. ¿entendido?. - Oírte te he oído lo suficiente como para que no tengas que chillar como un histérico... pero entenderte no te entiendo. El padre del pequeñito tenía una forma de mirar feroz hascia el joven licenciado. - ¡Ten mucho cuidado conmigo!. ¡Aquí como no nos vale la ley para defendernos tampoco nos vale para obedecerla!. - Yo me estoy refiriendo no a una ley social sino a una ley moral. - ¿La ley moral?. ¡¡Aquí vale incluso menos que la ley social!!. - Te he dicho que te oigo lo suficientemente claro para que no tengas que elevar la voz más allá de lo que en principio hacen los hombres educados. - ¡Ten mucho cuidado conmigo, vuelvo a repetirte!. Y luego se dirigió al pequeñito. - ¡Vamos para adentro!. Y se llevó a su hijo hacia dentro de la mina. - Calma, compañero, calma -y el extraño minero le hechó un brazo por el hombro- ese hombre sólo es un resentido de la vida de perro que lleva. - ¿Y por qué el hijo tiene que sufrir el resentimiento del padre?. ¿No le da ni pizca de vergüenza obligar al chiquillo a meterse en la boca del lobo?. - A los hombres así no se les puede convencer de esda manera. Pierden la racionalidad... pero ya te irás acostumbrando porque, aquí, hay muchos que son así. Unos culpables y otros sin culpabilidad... ¡pero hay muchos así!. - ¡Necesito dos voluntarios para que se introduzcan hasta el fondo y sigan abriendo brecha! -señaló el maestro minero. - ¡Yo voy! -exclamó el más veterano de todos y que tenía sesenta y cinco años de edad. ´ - Y yo -pidió, de inmediato, el pequeñito de los catorce años de edad. - No... yo voy por tí... -le corrigió el joven licenciado. - ¡¡Tú no vas por çél!!. ¡¡Él vale más que tú para esa labor!! -explotó, con voz de mamut, el padre del pequeñito. - Calma, compañero, calma -le dijo el extraño minero al joven licenciado- deja que el pequeñito vaya... El veterano de los sesenta y cinco años de edad y el pequeñito de tan sólo catoce se adentraron en la oscuridad de al mina. - No se preocupe tanto por él, joven... que yo sabré guiarle -se dirgió el veterano de los sesetna y cinco años de edad al joven licenciado. - Si usted lo dice hagamos como que es verdad... aunque lo dudo... Todos los demás siguieron con su labor. Pocos minutos después el padre del pequeñito se acercó al joven licenciado. - ¡Es la última vez que te lo digo... ten mucho cuidado conmigo!. ¡Tú no sabes quién soy yo y te lo voy a decir de una maldita vez!. El joven licenciado dejó de trabajar y le miró a la cara. - No hace falta que gruñas... ten más cuidado tú también conmigo... porque me puedo enfadar y te puedes enterar de quien soy yo en realidad... - ¿Te acuerdas del MJP? -dijo mucho más suave el padre del pequeñito. - ¿El Movimietno de Jóvenes por la Paz?. - Parece que tienes buena memoria -y bajó todavía más la voz el padre del pequeñito ante la mirada firme del joven licenciado- yo era el número uno de aquel Movimiento. Empezaba, entonces, a iniciar mi carrera política. Aquello era una perfecta plataforma de lanzamiento. Ante mí se abría la oportunidad de escalar posiciones. Si aquello no se hubiese derrumbado ahora estaría ya en algún cargo político no sólo regional sino incluso a nivel nacional o internacional... ¿y sabes quien acabó con todo aquello?. - No sabía ni que se hubiese acabado... -siguió mirándole de frente el joven licenciado. El padre del pequeñito miró para otro lado como para recargar las baterías de su fuerte carácter que ahora lo tenía debilitado y, con la moral por los suelos, bramó mirando a la pared. - ¡¡Fuiste tú!!. ¡Y desde ahora te digo que tengas mucho cuidado conmigo!. ¡No se te ocurra darme ninguna leve oportunidad porque podría opcurrir un inesperado accidente!. ¡¡Tú me entiendes!!. El joven licenciado no respondió y volvió tranquilamente a su trabajo, dándole la espalda para demostrarle que aquello que quería hacer él no podría evitarlo si es que tenía suficiente valor para hacerlo. De repente sonó un estrepitosdo ruido. - ¡El pequeñito!. ¡El pequeñito!. ¡Salvad a mi pequeñito! -gritó, angustiado, el padre. El joven licenciado ni tan siquiera lo pensó. Habia penetrado ya hacia el fondo de la mina. Tropezó, enseguida, con el veterano de los sesenta y cinco años de edad, que salía arrastrándose y cubierto de sangre. - ¿Dónde está?. - Ha llevado la peor parte. Está semitapado. Yo le he fallado.... yo le he fallado... -y comenzó a llorar. El joven licenciado siguió adelante y le descubrió. - Por favor... ayúdame... -sollozaba el chiquillo. - Espera... aguanta sólo un momento... verás cómo te saco enseguida de ahí. - No... no es eso -seguía sollozando el pequeñito - yo ya sé que me estoy muriendo... - No te estás muriendo... -le miró bien y estaba completamente destrozado. - Me estoy muriendo y sólo pido que salves mi alma. - ¿Cómo? -se asombró el joven licenciado. - Mi padre no lo sabe -comenzó a toser el niño- pero yo creo en Dios desde hace mucho tiempo! -pudo decir antes de volver a toser- "Si dos de vosotros se pusieren de acuerdo en la tierra acerca de cualquier cosa que pidiese- siguió tosiendo- les será hecho por mi Padre que está en los cielos- terminó de toser - porque donde están dos o más congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos". El joven licenciado guardó silencio. - ¿Sabes orar?. - No sé rezar... - Pregunto que si sabes una oración y no un rezo. - Para estas ocasiones sé, por ejemplo, el Padre nuestro que me leía, siendo yo más pequeño todavía que tú, mi abuela materna. Ella me hizo aprenderlo de memoria. Me refiero al Padre nuestro de la Sagrada Biblia y no al de la iglesia castólica. Yo no soy católico ni voy a ninguna igliisa católica. Yo sólo soy cristiano nada más. - Por favor... me estoy muriendo... cita el Padre nuestro de la Sagrada Biblia. Es el mío. El joven licenciado no lo dudó ni un isntante más. - Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre. Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra. El pan nuestro de cada día, danoslo hoy. Y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores. Y no nos metas en tentación, más líbranos del mal; porque tuyo es el reino, y el poder, y la gloria, por todos los siglos. Amén. -Gracias. Que Dios te bendiga -y dejó definitivamente, de respirar. Se acercaron los demás con el padre del pequeñito a la cabeza de ellos. Y consiguieron sacar el cadáver. - ¿Le salvaste? -le preguntó el minero ex miembro del MJP con su pequeñito en brazos y llorando profundamente. - Cité el Padre nuestro de la Sagrada Biblia. Quizás eso te consuele. - Muchas gracias -y seguía llorando- siempre supe, aunque él nunca se dio cuenta, de que era creyente cristiano. Le permití serlo... porque ¿quién era yo para prohibírselo?. ¡Yo soy el culpable de su muerte!. Puso su mirada en el suelo todavía con su hijo en brazos y el joven licenciado se colocó a su lado. - ¿Y nunca tuviste miedo de pensar que yo te podría haber asesinado por la espalda? -le dijo el minero. - No. No tengo miedo al morir. Morir es un acto muy liviano como para tenerle miedo. Lo que sí me asusta es el no poder superar el desengaño porque, si es así, es un dolor profundo que dura toda tu existencia. - ¿Por qué dices existencia y no sólo vida?. - Porque creo en la Eternidad. - ¿Tú tienes también algún desengaño?. - Yo tengo aquel desengaño que no puiede explicarse con palabras sino expresarse con sentimientos. A la búsqueda de su superación es a lo que voy. Ya no quiso seguir, por más tiempo allí, y se despidió del otro. - Adiós -le tendió la mano. Aquella mano era caliente como siempre y ahoras quizás mas caliente que nunca. El padre del chiquillo muerto, ex número uno del MJP hacía años, la estrechó con firmeza. - Adiós. Jamás olvidaré lo que has hecho por mi hijo y lo que has hecho por mí. Estaba de nuevo en la cima de la montaña y desde allí, en el inicio de aquella tarde, volvían a vislumbrarse los pueblos y, dentro de ellos, las gentes de los pueblos. Se dirigió al valle. - ¡¡¡Por qué!!!. El eco retumbó por toda la comarca... - ¡¡¡Por qué!!!. ¡¡¡Por qué!!!. ¡¡¡Por qué!!!. Y explosionó en todos los rincones. Un numeroso ladrar de perros respondió. A las gentes de los pueblos ni se les oía. - ¡Está vivo! -exclamó la madre del joven licenciado. - ¡Quién está vivo? -respondió el ya jubilado padre del joven licenciado. - ¡Nuestro hijo!. Está vivo!. - Quiera Dios que así sea... amén... Y siguieron cenando.
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