Acá adentro y allá afuera.
Publicado en Mar 16, 2011
El oficial se me acercó, cerró mis esposas, aseguró mis brazos y mis piernas y organizó los presos en fila para que todos camináramos hacia las celdas.
¡Ese fue el último momento de libertad! Y no hablo de la libertad física; esa nunca la tuve; y esa no existe aquí adentro. Se trata de otro tipo de escape, uno que se construye desde el interior; esa libertad que a veces consigo... Ahora pago caro por mi crimen. Todas mis actividades cotidianas, desde lavarme los dientes, ver televisión, leer y dormir, las realizo en este espacio tan chico de cincuenta y cinco pies. ¡Espacio perenne, que comparto con este reo grosero y bravucón, que es mi compañero de celda! Por momentos coincido con él en la rutina de abrir los ojos, mirar el techo y hallarnos entre barrotes que amenazan nuestra cordura. Pienso que la cárcel es un mundo olvidado; un cementerio de vivos. ¿Cómo puedo controlar esta desesperación que me produce el aislamiento y el encierro? Mi peor verdugo es el tedio. Aquí, el cuerpo no tiene mucho movimiento. Lo más que hago en esta cama es leer y ver televisión. Y pienso en la libertad; esa que perdí hace tanto tiempo antes de llegar a este lugar. Yo no sé en qué pensaba cuando la maté; estaba yo, tan joven y lleno de tanta rabia. ¡Pero ahora, pienso distinto! Sé que la vida es un don tan y tan hermoso y lo debemos aprovechar al máximo. Atracado en este catre, cierro mis ojos y pienso que el pasado ya se fue; que tampoco hay futuro; que lo que tengo es el ahora y eso nadie me lo puede quitar. Entonces, por un rato me afirmo libre; brinco las paredes del penal y rebaso hasta la libre comunidad. Allí veo individuos linchándose sin necesidad de disparar un arma. Gente egoísta, ruin y de malas intenciones... Y me dijo: Entre acá adentro y allá afuera no hay tanta diferencia...
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