Setamor (Novela) Captulo 44.
Publicado en Mar 18, 2011
En el camarote la penumbra era absoluta menos el espacio alumbrado por el rayo de luz que penetraba desde aquella pequeña ventana y que le servía, al joven licenciado, como referencia para localizar a su inseparable mochila. Vieja amiga donde se resguardaba aquella esperanza que él había depositado en su interior. Ese era su verdadero tesoro y ahora estaba decididamente dispuesto a tomarlo para sí. Sabía que allí, rodeado por el claroscuro lunar y con el murmullo de la mar como sustento para su esperanza, podía sentir la ausencia del dolor; como si sus impulsos de ir hacia su destino le hubiera devuelto su perenne confianza. El agradecimiento del viejo capitán y el estímulo de sentirse algo más que un náufrago le servían como lazaderas para un viaje que podía ser el regreso o podía, sin embargo, significar otro nuevo destino. Por todo ello se decidió a reconquistar el contenido de su vieja mochila y atreverse a buscar la solución a aquel enigma. Lo valeroso era buscar hacia afuera lo que había podido experimentar hacia adentro y lo mismo que se había vaciado para volver a estar dispuesto ahora era necesario ir acumulando nuevas sensaciones. Aquel barco debía quedar, para siempre, conquistado en sus emociones o convertirse en refugio de desconfianza. Había llegado el momento de saber cuál sería la finalidad de aquella doble interpretación. De cualquiera de las maneras debería salir a buscarla.
Volvió a enfundarse el jersey de color amarillo con la leyenda "Te busco" en color rojo, tomó el pasaporte y salió afuera. El viejo capitán le oyó caminar por el extremo del pasillo. - ¡Espera! -le voceó asomándose a la puerta cuando ya él la había sobrepasado. - Sólo voy a pasar la noche afuera -dijo volviéndose hacia el viejo capitán. - Si deseas pasar la noche afuera lo considero muy razonable. Pero necesitas que te entregue un papel identificativo. - Llevo el pasaporte. - Eso no te vale si no llevas mi autorización. Entraron ambos al camarote del viejo capitán y se sentaron otra vez frente a frente. - Veo en tu mirada que estás decidido a no regresar. - Pues descubre usted en ella algo que yo todavía no he decidido. - Eres de esas personas que se deciden a ir hacia adelante aun antes de plantearse si debe hacerlo o no; pero no creas que te amonesto por ello sino todo lo contrario. Así es cómo debe ser quien desee alcanzar su gran sueño. La mayoría de la gente no se atreve a ello. Meditan su decisión tanto que el sueño ya se les escapa. - ¿No le digo que yo todavía no lo he decidido?. - Sé siempre con qué clase de personas trato y he podido conocerte lo suficiente como para poder decir que no regresarás conmigo. Y además eso es lo que espero de ti aunque si fuese mi gusto el que tuiveses que cumplir no te dejaría marchar. He aprendido que a los seres humanos como tú no se les puede impedir que vayan hacia siu destino. He manejado, a mi antojo, a muchísimos hombres que, por una causa u otra, han claudicado antes de embarcarse hacia lo desconocido pero tú no desconoces tu futuro. - Sigue usted interpretando cosas más allá de mis planteamientos. - Porque para ti los planteamientos surgen de la nada. Tú creas tus planteamientos por encima de las circunstancias y esa es una manera muy libre de forjarse el yo. ¿Cuántos son capaces de eso?. Menos de los que serían necesarios... y ese es el verdadero problema. Es cierto que el yo no existe sino que es una creación en movimiento que nos vamos forjando momento a momento. Lo que ocurre es que muchísima gente cree haberse enocntrado a sí mismo y se detienen... eso es el error que comete la inmensa mayoría. Toda la vida consiste en un continuo irse formando a la vez que forjando y los que creen haberlo conseguido caen. Sólo al morir podemos decir que hemos sido algo y eso sólo los que lo consiguen. - ¿Usted cree que morir es terminar?. - No. Morir es haberse realizado si hemos sido capaces de no detenernos nunca, para poder enfrentarse al enigma que hay más allá... - ¿Y que sucedería si yo me dedicase a ir contra mis planteamientos?. - Ocurriría algo que todos conocemos como decepción. Te decepcionarñias a tiu mismo jasta el punto de haberte convertido en nada. A algunos les ocurre. ¿Te acuerdas que te dije que, algunas o varias veces te enocntrarás con seres así?. ¡Quizás hasta ya los hayas visto!. - Sí. Los he visto. - Pues, lamentablemente, seguirás viéndolos pero ahora tú tendrás la responsabilidad de luchar por alguno de ellos. No te importe ni el triunfo ni el fracaso... ambas cosas te elevarñan en tu dignidad si luchas con ganas de vencer. Y ahora espera un momento y te entrego el papel. - Este hombre confía excesivamente en mí -pensaba el joven licenciado mientras el viejo capitán rellenaba aquel documento- y el caso es que parece que coincide plenamente con mis deseos. El viejo capitán terminó. - Toma y no te preocupes por no regresar. La preocupación es signo de duda y la duda es síntoma de decepción. - Entonces... ¿usted cree que ya no nos veremos más?. - Quizás accidentalmente... peo no nos veremos más en la amplitud en que nos hemos conocido. Yo ya regreso a terminar mi última experiencia y tú comienzas a experimentar una nueva sensación y forma de vivir. Eso son los periplos vivenciales si es que quieres realizarlos. - Entonces... adiós... -y el joven licenciado le tendió la mano. - Nunca te olvidaré. En mi última expereincia recordaré siempre que fuiste tú el que lograste plasmar en un soporte sólido el verdadero conocimiento de mis hombres. Es la mejor identidad que tendré de ti. Cuando vuelva a leer, y lo haré muy a menudo, esa hoja que me entregaste, sabré que hubo alguien que pudo transmitirme ese profundo sentimiento que yo no acababa de descubrir. Desde aquel momento supe que ya no volverías a hacer ningún otro viaje por la mar; hab´ñia termiando de descifrar la incógnita que rodeaba a aquellos que habían subido a mi barco para expresar su verdadera angustia y que no era ninguna clase de desesperación sino una forma de sentir en plenitud. - Yo sólo puedo decirele lo de siempre: lo intentaré. Y al joven licneciado s ele escàpó una de sus amplias sonrisas. - Si hay algo en ti es que siempres me ha maravilado esa forma de ser. La vida. Esa clase de esp´ñiritu con la que enfrentas tu responsabilidad.Eso sí que se puede denominar como confianza. - Y no olvide la fe. - Exacto. Me estaba olvidando que posees una cantidad infintia de fe. - Es que si no lo hiciese así yo creo que no tendr´ñia suficient valor. - Precisamente los que tienen suficiente valor se ex`presan así... El joven licenciado salió del camarote del viejo capitán y se dirigió a cubierta. Frente a él pudo descubrir aquella ciudad envielta en una fina niebla y repleta de luces nocturnas, por entre las cuales flotaban lños anhelso de muchos seres humanos buscadores de algún encuentor oculto... ¿Cuál era ekl que iba buscando?. Decidió contemplar detenidamente aquellas luces no para saber cuál era, pues ellas no se lo dirían jamás si no era capaz de introducirse dentro, sino para experimentar, en plenitud, esa sensación agradable que inunda el ánimo de los que están disopuestos a concoerla. Decididamente sabía que ese encuentro le estaba espeando en aquella fría ciudad y que, para ello, iba a ser necesario un encuentro caliente, pues todo lo que se busca con voluntariedad nunca defrauda. Sintió aquella mano fría sobre el hombro izquierdo. Era algo así como una sensación inexpresiva, como si un hálito de mortal presencia le amenazase espontáneamente. Fue lo suficientmente portente como para hacerle volver al lugar donde se encontraba. Se volvió y tropezó con la muirada oscura y opaca del atleta sombrío. - ¿Puedo compañarte? -le dijo. - Desearía hacerlo solo... - Es que necesiot hablar contigo. el jovenlicenciado descuruió que aquel hombre sentía la necesidad de transmitir algún atisbo de sensibildiad,. Podría ser una de aquellas oortunidades en que él debería ofrecer la ayuda, al menos de escuhar. Exactamente lo que le ha´bia dicho el viejo capitánm. Y por otro lado razonó que ir acompñadp no tenía por quñe ser sñintoma de ninguna clase de oportunidad perdida. El sombr´ñio continu´ño. - Conozco perfectamente la ciudad. Ya he estado varias veces en ella. entonces el joven licenciado decidió que sí, que era oportuno intoroducirse por aquellas laberínticas callejuelas acompalñado de alguien que podría haber sido colocado ante él por el destino. - No se puede ir contra lo que es factible. este hombre concoe perfectamente la ciudad y necesita la compañía de alguien. Él sabrá buscar el lugar idñoneo donde poder hallar una intenisdad que es, precisamente, lo qeu yo también ando buscando -mentalizó el joven licenciado antes de responder. - De acuerdo. Es una buena idea. Y juntos, ambos con las manos en los bolsillos de sus pantalones vaqueros, fueron paseando por el muelle. la figura del marienro sombr´ñio era algo fantasmal. Todo vestido de negro, su enorme silueta, de una fortaleza fuera d elo com´ñun, venìa a ser como un torreón movible imposible de detener. Caminaban en hermético silencio y con la mirada en algún puinto idnefinido. el joven licneciado en el contrapunto de la luz y con su jersey de lana de fuerte colorido amarilo más su pantañon vaquero azul. Podría decirse de él que era como un halo de luz que alumbraba el camino para no trpezar y caer al mar. Fue el primero en romper el silencio., - ¿Quieres fumar?. - Yo no fumo nunca. - yo tampoco; pero me gusta expulasr el humo porque gracias a él imagino. - La imaginación no entra en mis cálculos. - ¿Es posible que no imagines ni tan siquiera una pequeña ilusión?. - ¿Tú crees que es valiso tener alguna ilusión?. - yo creo que es una manera de alimentarse. - el único alimetno que me interesa es el de poder permanecer. coon eso me conformo. - ¿Simplemetne permanecer?. - ¿para qué es necesario más?. - ¿Pero no te das cuenta de que permanecer siemrpe en el mismo punto es una especie de negarse a sí mismo?. - Yo no entro a analizar cuestioens y dejo pasar el tiempo hasta vovler a mi actividad en un barco. - Pero dejar pasar el tiempo... ¿en qué sentido?. Habían termiando de recorrer el muelle portuario y se introducían ya en las primeras calles d ela ciudad. Se notaba que era un barrio obrero. - Si te refieres a algún sentido en especial no. para mí no hay sentidos especiales. Todos mis sentidos son de la misma especie. el frío era fuerte,. el joven licneciado recordó, de repente, que aquel día era el 24 de diciembre e intent´ño dirigir hacia esa fecha el pensamiento del sombrío acompañante. - ¿Tiene algún sentido, apra ti, el día de hoy?. - ¿Te refieres a que es la Navidad?. - Yo recuerdo mis navidades de la infancia. Eran mágicas y muy espciales. Había un sentido muy especial en ellas. No consistía en ningun a clase de religiosidad sino en una forma de sentir la alegría... como si todas las angustias quedasen colgadas d eunolvido y, por un momento, volviésemos a reconstruír el mundo de las esperanzas. ¿Tú has notado algo así en tu infancia?. - Quizás... pero no lo llego a sentir en estos momentos. - ¿y es posible que ni esa huela te llene ele sp´ñiritu?. - Es que yo no deseo lñlenar de nada mi espíritu si es quie tengo alguna clase de espiritu. el joven licenciado meditó durante unisntante. No era quie nos e lñe ocurriese nada `para continuar con el diálogo sino que quería concentrarse en algo más allá... Entonce sfue el sombrío marinero el que vovli´ño a hablar. . Estamos llegando... - ¿Tienes algún lugar especial a donde ir?. Sí. Voy siempre al mismo lugar. Te va a gustar. Es una especie de taberna llamada "El Extranjero". Alll´ñi siempre hay un hueco para cualquier tipo d eperson. Es el mwejor sitio par air, en esta ciudad, para todos aquellos que, siendo extranjeros, qwueremos pasar la noche con la comodidad d esentirnos como en nuestra verdader apatria. - ¿Cuál es tu verdadera patria?. - No existe. Mi verdaera pattria no existe. - Pero te la imaginas. - No exactamente. Solo la deseo pero jamás la encuentro. - Porque no sabes buscar. el joven licienciado sacó su pipa y el tabaco. la lenó y comenzó a hacer como que fumaba. Todo ello sin dejar, ambos, de caminar. la taberna era, realmente, atrayente. Estaba situada en el centro de una calle limpia; quizás d ela calle más limpia de todo aquel sucio barrio y, sin dejar de trasnmitir una sensación de nostñalgica rpesencia, era linda y aocgdora. Entrando en ella el joven licenciado pudo sentir un calro agradable y observó uina variopinta presencia de seres humansio que producñia una sensación de comodidad. En aquella heterogeneidad de personas el espíritu navideño parecía tomar un aspecto de camaradería leal. siguió al sombrñio hasta la barra y entonces la desucbrió. - ¡Vaya sorpresa! --le dijo ella. Era aquella muejre que tanto ha`b´ñia amado ala cniano òpeta extranjero. Auella mujer señalada coo prostituta y que, sin embargo, adem´ñas de no serll, había demostra ser tan fiel siemrpe con el mismo hombre que no le improtaba que la tachase de lo que no era. (Continuará)<em></em>ncluso fiel más allá de la muerte... que es la máxima expresión de fidelidad `posible en este mundo. ERa saquella muejr que enseñaba, a todos lño que por allí pasaban, la canció d ">Los hijos de un momento". Auquella mujer que había sido tan improtante `para el rombre negro de las zapatillas de color lilas. El joven licenciado comenzó a rememorar... El silencios se levantó, raudo, de la silla y, en medio de la genral espectci´ñonm, fue en busca dle director de banca. Necesitaba decirle algo impresionante. Necesitaba decirle que la derrota no existe si uno valora sus lñlímites y los acepta. El silencioso hab´ñia desscubierto que la medida de la felicidad no reside en "lo otro" sino en "lo propio". Quería comunciarle al director de banca un mensaje de optimismo. Ese mensaje quie siempre hab´ñia oculatod con su silencio y que el joven licenciado le había enseñado a descubrir. Aquella noche todos los residentes decidieron reunirse en la sala antes de ir a dormir una vez que el silencioso y el director de banca terminaron de hablar. Les habían dado tiempo extra para terminar de cenar. Ahora el que callaba era el joven licenciado mientras los demás alborotaban sus existencias con conversaciones de todo tipo. Un especial optimismo se había extendido por aquel original mundo. En un momento determinado entró a la sala la recepcionista y se dirigió al que permanecía callado. - Han venido a buscarte. - Me lo imaginaba -contestó eljovemn licenciado. - ¿Cómo dices?. - Que me imaginaba esta situación. Ahñi los tienes. Todos llevan en su interior algo que comunicar. Son como tú y todos los demás. Receptores de mensajes. Unos receptores que ahora sí tienen qué expresar. El joven licenciado terminó de rememorar. Ella le miraba insistentemente. ¿Qué le estaba sucediendo al joven licenciado?. Nada fuera de lo normal. Lo únioc que le pasaba es que estaba pensando... pensando... pensando en aquel mundo donde había conocido a la jovencñísima morena. Ella le miraba insistentemente intentando descubrirlo.
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