La Buscona (Novela) Captulo 3.
Publicado en Apr 05, 2011
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- En llegando a Madrid, lo primero que hice fue dirigirme, según soplaba el viento de mis circunstancias, a la casa del coronel Sérvulo Fernández, pariente mío por parte de madre, quien me acogió como su pupila y a más de darme instrucción y buenos modales al ingresarme en el Colegio Purísima Concepción que pertenece a la Hermandad del Refugio, Entidad Titular que ha encomendado-desde 1889-la dirección y función pastoral educativa a la Compañía de Santa Teresa de Jesús, fundada por San Enrique de Ossó para la educación cristiana, me habló ciertas cosas de mi madre que yo no conocía. Así es cómo supe que ella había sido una gran concertista de piano que dio varias veces la vuelta al mundo tocando, de manera muy especial, las composiciones de Mozart. Fue, asimismo, la fundadora, en las Américas, de una cadena de Academias de Música denominadas Mozarte, pues Mozart era para ella como un ídolo musical que nunca olvidó. De aquel colegio teresiano aprendí lo que dijo de los hombres la Santa Teresa de Jesús.
- ¿Es necesario escuchar eso, señoría?.
- Le advierto al señor fiscal que hoy no estoy para escuchar peleas por parte de nadie; así que dictamino que es importante que siga refiriendo tales cosas la inculpada porque de a seguro que llegaremos a clarificar el suceso.
- ¿Sigo entonces, vuesa merced?.
- Siga usted pero sea breve pues "lo bueno si breve dos veces bueno" y no me congratule por esta acertada frase ya que no es mía sino del gran escritor y pedagogo Baltasar Gracián.
- Soy rápida. Dice así: "Hombres necios que acusáis a la mujer, sin razón, sin ver que sois la ocasión de lo mismo que culpáis; si con ansia sin igual solicitáis su desdén, por qué queréis que obren bien si las incitáis al mal?. Combatís su resistencia y luego, con gravedad, decís que fue liviandad lo que hizo la diligencia. Parecer quiere el denuedo de vuestro parecer loco, al niño que pone el coco y luego le tiene miedo. Queréis, con presunción necia, hallar a la que buscáis
para prentendida, Thais, y en la posesión, Lucrecia. ¿Qué humor puede ser más raro
que el que, falto de consejo, él mismo empaña el espejo y siente que no esté claro?.
Con el favor y el desdén tenéis condición igual, quejándoos, si os tratan mal, burlándoos, si os quieren bien. Opinión, ninguna gana, pues la que más se recata,
si no os admite, es ingrata, y si os admite, es liviana. Siempre tan necios andáis
que, con desigual nivel, a una culpáis por cruel y a otra por fácil culpáis. ¿Pues como ha de estar templada la que vuestro amor pretende?, ¿si la que es ingrata ofende, y la que es fácil enfada?. Mas, entre el enfado y la pena que vuestro gusto refiere, bien haya la que no os quiere y quejaos en hora buena. Dan vuestras amantes penas a sus libertades alas, y después de hacerlas malas las queréis hallar muy buenas. ¿Cuál mayor culpa ha tenido en una pasión errada: la que cae de rogada, o el que ruega de caído?. ¿O cuál es de más culpar, aunque cualquiera mal haga; la que peca por la paga o el que paga por pecar?. ¿Pues, para qué os espantáis de la culpa que tenéis?. Queredlas cual las hacéis o hacedlas cual las buscáis. Dejad de solicitar, y después, con más razón, acusaréis la afición de la que os fuere a rogar.
Bien con muchas armas fundo que lidia vuestra arrogancia, pues en promesa e instancia
juntáis diablo, carne y mundo".
- Me sorprendéis, señora, que tengáis tan excelente memoria y hagáis gala públicamente de ello mas he de deciros que os equivocáis de monja pues no fue Santa Teresa de Ávila sino Sor Juana Inés de la Cruz quien compuso esa redondilla y por si os valiera para aumentar cultura he de deciros, muy señora mía, que se llama redondilla a la combinación métrica de cuatro octosílabos en que conciertan los versos primero y cuarto, tercero y segundo.
- Veo, señoría, que está usted dejándose influenciar sobremanera por las gracias culturales de la acusada pero yo me quejo con una queja importante. ¿Es necesario escuchar tal cantidad de literatura para que la acusada diga ya lo que tenga que decir en su descarga de culpabilidad?.
- Perdonad, señor fiscal, togado de mala pena, que me entusiasme la literatura que es arte de persona culta y esmerada y no como me parecéis vos a mí; pero os aclaro que ésta la que vos conideráis palabrería inútil o jerigonza sin sentido alguno nos ha de hacer llegar al quid de la cuestión que queremos esclarecer. Paréceme que la encausada está yendo por buen camino y más de alguna sorpresa debe llevar no precisamente en el refajo pues como véis refajo no usa sino dentro de su cabeza que es menester decir que la mujer inteligente lleva siempre consigo una verdad muy clara: que da sopas con ondas a quienes se las dan de precipitados como me parece ver en vos, señor fiscal. Tened paciencia pues, no vayáis a decir después que por falta de tiempo hemos absuelto a la condenada y hemos condenado al absuelto.
- Insisto, con la venia de su señoría, que es innecesario tanto parloteo y que debemos ya entrar en cuestión de fondo.
- Pues yo, como abogado defensor de la acusada, propongo que siga por ese camino pues estoy tomando buenas notas de todo ello y es de mi parecer que el asunto se me está esclareciendo tanto que ya empiezo a vislumbrar por dónde van los tiros del arcabuz y tened en cuenta, colega letrado, que el arcabuz es ya arma antigua de fuego, con cañón de hierro y caja de madera, semejante al fusil, pero que se disparaba prendiendo la pólvora del tiro mediante una mecha móvil colocada en la misma arma; y me está a mí dando en el olfato un cierto olor a tufillo que me avisa de que la camisa a alguien de todos los aquí concurrentes no le está llegando al cuello. Tengo la sensación de que mi defendida sabe más de lo que aparenta o aparenta saber menos de lo que dice pero si su señoría sigue estando de acuerdo será mejor dejarla seguir por sus derroteros pues si de derrota ha de ser que sea en buena lid y escuchando toda su historia misma.
- Gracias por su apoyo caballero defensor que si muchos de los aquí presentes fuese tan gallardón como lo sois vos otro gallo habría de cantarnos en llegando las Pascuas floridas.
- Está bien, está bien, continuad os pido pero dejad en paz, por el momento al gallinero, señora Barrufet o mejor dicho Simona de Barrufet pues ya no me atrevo a llamaros La Buscona aunque preveo, que es menester estar precavido, que algo buscáis de mí.
- Dios me libre de buscar otra cosa salvo la justicia equitativa que es, por lo visto, mal vista por estos lares.
- Madrid es muy grande, doña Simona, que hay en esta Muy Noble Villa de todo como en botica y de tan buena tinta lo sé que mi abuelo era un boticario que se vino de las tierras de Los Monegros a la capital en busca de mejores ganancias. Han de saber los interesados que Los Monegros es una comarca aragonesa dividida entre las provincias de Zaragoza y Huesca, su capital es Sariñena, y es una área con un clima semi-desértico que sufre de sequías crónicas. Poco negocio tenía mi abuelo Rogelio por allá e instalóse en esta Villa y Corte por salir de la hambruna así que ahora soy yo mismo quien os ruego que continuéis con vuestro alegato.
- He de decir que mi pariente el coronel Sérvulo Fernández era amigo de muchos ayunos y penitencias y me hacía pasar buenas hambres ya que su señoría ha nombrado lo de la hambruna así que algo debería yo de hacer para no terminar como Rinconete y Cortadillo.
- ¿No iréis ahora a contarnos la historia completa de Rinconete y Cortadillo, verdad?. Porque si empezamos con Cervantes terminamos seguramente todos más locos que Don Quijote.
- Calma y no os acaloréis, señor fiscal, y permitid que la acusada cite algo de Rinconete y Cortadillo pero tenga buen cuidado en que sea también concerniente con el asunto o doy por terminado el caso y paso a dar veredicto.
- Si me permitís la licencia, señor juez, sí voy a citar algo que viene a pelo contra pelo en este asunto. Bueno es hacer un breve resumen de la novela ejemplar que sirva de ejemplo si sois capaces de entender lo que os quiero aclarar.
- Pues abreviad que va siendo la hora del almuerzo.
- Rinconete y Cortadillos son dos muchachos llamados Pedro del Rincón y Diego Cortado que se han escapado de sus casas y por el camino de Toledo dirección Andalucía se encuentran y se hacen amigos, y con sus aventuras y desventuras más tarde estos dos chicos se les conocerá como Rinconete y Cortadillo. Estos dos chicos sobre 15 años de edad, tuvieron que irse de sus casas porque sus familias los maltrataban, y para subsistir, tienen que agudizar su ingenio y hacer tretas. Entre sus aventuras dirección a Sevilla, por el camino le roban a un arriero todo el dinero que llevaba consigo haciéndole trampas con las cartas. Llegan a Sevilla donde consiguen su primer trabajo como mozos portadores de mercancías, y como el trabajo no es su fuerte le roban a un sacristán una bolsa de dinero pero un chico llamado Ganchuelo ve el robo que han perpetrado les dice que robar no es buen oficio y que si quieren seguir robando deben formar parte de un grupo o cofradía de ladrones mandados por Monipodio, maestro de ladrones, golfos, delincuentes, bribones, prostitutas... que controla el comercio del robo en la ciudad y proporciona a cada miembro de la cofradía lo que necesita para cumplir sus funciones, y los protege. Monipodio es la persona que les cambia sus nombre por los alias de Rinconete y Cortadillo, ya que según él es el nombre que mejor les pega para sus edades. Rinconete y Cortadillo ya son parte de la cofradía de Monipodio y estan preparados para cualquier orden que les de. Después de esto pasan a ser meros espectadores de la situación que se presentaba en un patio, Cariharta, una prostituta que recibe una paliza de su querido Repolido y Gananciosa otra prostituta la consuela después de la paliza. En la cofradía se encuentran a parte de Rinconete y Cortadillo, Chiquiznaque y Maniferro (de apodo por tener una mano de hierro)que son dos bandidos. Con una parte del dinero de los robos cometidos Monipodio les hace pagar velas para los santos y novenas para la virgen, de esta manera se creen buenos cristianos, y así cumplen todas sus obligaciones como creyentes y las prostitutas lo mismo dicen que ellas con su trabajo impuro se están ganando el cielo. Cervantes no deja muy claro el final de la obra, porque parece que queda más novela por escribir.
- Me deja usted, señora mía, de piedra y no entiendo a donde quiere usted llegar.
- Quiero llegar a un punto concreto pero deje de llamarme señora suya porque ni lo soy ni me interesan los hombres casados con otras.
- Perdonad, Doña Simona.
- Llamadme si os apetece La Buscona. Como todos me dicen así ya no me ofendo por ello.
- Llámese cada cual como desee llamarse... ¿qué tiene que ver esta historia cervantina con el asunto de haber encontrado a un hombre muerto a puñaladas en la puerta de su vivienda?... y recordad que sois la acusada de tan horrendo hecho.
- Estoy segura de que al final os convenceréis de mi inocencia por mucho que recaigan sobre mí todas las miradas acusadoras de los aquí reunidos pero reuniendo una pieza por acá y otra pieza por acullá espero que mi abogado defensor descubra la verdad de todo. Yo sólo os hago saber que el principal maleante de esta historia es el viejo Monipodio, el truhán más fiero de la literatura española porque no tiene ninguna conciencia social, ¿estáis de acuerdo con ello, señoría?.
- Si, pero no veo la relación que pueda haber con este caso.
- Yo puedo, con vuestra venia, aclararle algo, señor juez.
- Está bien. Es usted su abogado defensor así que dígame algo que me aclare el tema.
- La Buscona está señalando que en este caso alguien, desde la oscuridad de lo no imaginado, es el verdadero asesino; alguien que, a simple vista, no lo parece pero que es quien maneja los hilos de este teatro de marionetas. Alguien que miente más que Pinocho.
- ¿Y sabéis vos con total certeza quién es ese alguien?.
- Por alguna razón que todavía desconozco, mi defendida no se atreve a hablar con total franqueza, luego algo oculta ella.
- Luego eso la hace ser culpable por si no lo sabía, compañero de oficio.
- Compañero de oficio pero no de beneficio, señor fiscal. Yo opino que  no la hace culpable sino que algún temor esconde.
- Entonces, si es así, es mejor que siga contándonos su experiencia, señora Doña Simona.
- Pero no digáis luego, señor juez, que os canso u os aburro pues sería de ganso o de burro.
- ¡Tened cuidado con la lengua u os juro que os amonesto y os impongo una multa de diez reales de plata!.
- Perdone mi señor juez. Fueron los nervios los que desataron mi lengua pero es que intento dejaros claro lo que no sabéis descubrir con vuestros propios ojos.
- Me da la sensación de que este asunto está muy claro y por eso no puedo descubrir la verdad... ¿podéis seguir narrando?.
- Con gusto, señoría, con gusto mi defendida seguirá narrando. ¿Cierto o me equivoco?.
- No estáis descaminado mi abogado defensor, no estáis descaminado; mas me encuentro bastante fatigada.
- Por favor, señor secretario... ¿puede repetirme lo último dicho por esta señora y anotado en sus apuntes?.
- Estoy segura de que al final os convenceréis de mi inocencia por mucho que recaigan sobre mí todas las miradas acusadoras de los aquí reunidos pero reuniendo una pieza por acá y otra pieza por acullá espero que mi abogado defensor descubra la verdad de todo. Yo sólo os hago saber que el principal maleante de esta historia es el viejo Monipodio, el truhán más fiero de la literatura española porque no tiene ninguna conciencia social, ¿estáis de acuerdo con ello, señoría?.
- De acuerdo. Hagamos un receso para almorzar. Después del almuerzo y un buen café frío les quiero a todos ustedes de nuevo aquí para seguir con la sesión que parece que está caliente el asunto y de ahí que les encomiende que tomen café frío para suavizar las animosidades de nuestros espíritus.
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Foto del autor Jos Orero De Julin
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Descripción

Novela de Ficcin con apuntes histricos.

Palabras Clave: Literatura Novela Ficcin Historia Conocimiento.

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Ficcin



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