La Buscona (Novela) Captulo 4.
Publicado en Apr 06, 2011
- Reanudo la sesión preguntándole a usted, señora acusada, qué diantres es eso de "El Curioso Impertinente" y por cual honda consecuencia lo trujo al presente interrogatorio.
- Fácil de explicar, señor juez, que bien que lo aprendí del tal José en una de sus clases magistrales. - ¿Es que el tal José era maestro universitario?. - Pues según se mire el asunto, señor juez, según se mire el asunto, ya que en ocasiones era estudiante y en ocasiones era profesor. - ¿Cómo se puede explicar tan gran disparate?. ¿Se ha vuelto usted loca, señora Barrufet?. - Casi loca si me volví pero eso es menester olvidarlo; mas yo le juro por el oficio del mover la pluma que a veces era un maestro magistral. - Bueno, en fin, tal vez o quizás, así que olvidemos ese detalle y explíqueme lo pedido que cuando la justicia pide es que a cualquiera se le mide. Y yo quiero medir cuál es su inteligencia, señora Barrufet, por ver si la enchirono o he de enviarla a una casa de salud y reposo. - Entonces que no me estorbe para nada de nada el señor fiscal. - Señor fiscal y abogado acusador, deje en paz a La Buscona para que se pueda explicar de a veras que muy a de veras me tomo yo lo de "El Curioso Impertinente" - Primeramente, señor juez, he de informar a cualquiera que desee meter las narices en este asunto sin haber sido llamado que "El Curioso Impertinente" nada tiene que ver con Nipho pero que fue algo que mi ex novio José me explicó una de esas tardes madrileñas de las de aquí te espero que hace un calor insoportable. - Acabe ya con la introducción si le apetece, muy señora mía, y entre en harina. - De acuerdo, señor juez, pero olvide usted también ya esa obsesión que tiene con llamarme señora suya y con la de que su abuelo fue molinero. - De acuerdo. Olvidar se puede pero quizás usted no olvide lo que pueda reportar mi veredicto. - A esas vamos. "El Curioso Impertinente" es una novela corta, del mismo estilo que las Novelas ejemplares, intercalada por Miguel de Cervantes en la primera parte del Quijote. Es leída por el cura Pero Pérez en la venta de Palomeque. Refiere la historia de dos amigos llamados Lotario y Anselmo, y de la esposa de éste, Camila. Anselmo, presa de una impertinente curiosidad, pide a Lotario que corteje a Camila, para saber si ésta le es fiel. Al principio, Camila rechaza indignada las pretensiones de Lotario, y Anselmo queda muy satisfecho de la fidelidad de su mujer, pero decide que Lotario insista. A fin de cuentas, Lotario y Camila se convierten en amantes, mientras Anselmo continúa convencido de la lealtad de ambos. Una circunstancia imprevista hace, sin embargo, que se descubra toda la verdad, Camila huye de su casa, y Anselmo muere de pesar al momento de escribir la causa de su muerte. - Bien, ahora dígame, y pido al resto que no intervenga para nada en este diálogo entre la justicia que soy yo y la culpada que es ella, por qué ha salido a relucir eso en este asunto. - Primero quiero decir, para que quede en los anales de la historia, que José me enseñó varias cosas de Nipho. ¿Me permite explayarme para aminorar mi conciencia?. - Seré condescendiente y benevolente hasta el grado mesurado. Expláyese cuanto quiera pero sin pasarse más de diez minutos. - Nipho unió la idea de la modernidad con la tradición espiritual española. Fundó un número considerable de periódicos que dirigió bajo diferentes seudónimos: "Mariano de la Diga", "Manuel Ruiz de Uribe"... Nipho resaltó la faceta artística y de responsabilidad social de la profesión periodística, aunque le reportó muy pocos beneficios a nivel económico. Decía que el periodismo era "un oficio penoso y poco lucrativo", pero afirma que la verdadera tarea del periodismo es "educar y moralizar". No sería hasta sus últimos años cuando empezaría a asentar su situación económica y profesional, ejerciendo de censor a finales del siglo dieciocho. Nipho creía que el libro quedaba fuera del alcance del gran público y que era necesaria la difusión de periódicos para la culturalización de la sociedad. Sus periódicos, más que noticiosos fueron críticos y eruditos, pero siempre buscando cauces divulgadores, intentando conectar con lectores poco cultos. Con un criterio castizo, tradicional y cristiano, pretendió transmitir los nuevos saberes de la minoría ilustrada al resto del país, a pesar de que el racionalismo de la época chocaba con sus ideas religiosas. En cualquier caso, su visión teocéntrica se mantuvo intacta. Nipho dejó varias ideas acerca de su forma de entender el periodismo: Debía de contener tres notas fundamentales: variedad, exactitud y celeridad. Tenía que reportar una inmediata utilidad, en este caso, el saneamiento de la economía española. El periodista debía de cumplir dos objetivos: educación, especialmente del sistema francés, y desarrollo de la ciencia. Las circunstancias del siglo dieciocho tuvieron gran influencia en Nipho. Era una época donde estaban triunfando las ideas ilustradas, base del liberalismo en el próximo siglo. Los ilustrados tuvieron gran afán de reforma y fueron apoyados por la monarquía. Poseían un espíritu emprendedor. Sin embargo, los ilustrados no tuvieron en cuenta que sus medidas reformistas podían no coincidir con los auténticos deseos del país. Ciertos sectores tradicionalistas se opusieron y las transformaciones se desarrollaron con lentitud. Los problemas de la España del momento (pobreza, escasa movilidad social, sociedad estamentaria) hicieron que Carlos III junto con políticos e intelectuales decidiera llevar a cabo una serie de mejoras. Se intentó al mismo tiempo reducir el poder de la nobleza apoyándose en la burguesía. Por esto, las reformas no llegaron por la vía revolucionaria. La Ilustración tenía una serie de postulados básicos: deísmo (reducir los principios religiosos a la razón), naturalismo (la naturaleza es lo único real) y la fe en la potencia de la razón humana. Estos principios generales no se pudieron aplicar en España, ya que en nuestro país primaba una educación bajo la doctrina católica. La producción de Nipho fue muy variada y numerosa, pero en toda ella refleja su concepción de periódico como medio de comunicación que llega a las masas, a diferencia del libro que según él no es asequible para un sector amplio de la población. Entre otras publicaciones: El Murmurador Imparcial. Nipho aplicó en él su sentido satírico junto a un propósito moralizante y una crítica literaria, social y de costumbres, basados en su preocupación por el progresivo proceso de descristianización de la sociedad. La Estafeta de Londres. Fue una obra periódica repartida en diferentes cartas en el que se explica el proceder de Inglaterra en diferentes costumbres, artes...Fue dirigido por Nipho bajo el nombre de "Mariano de la Giga". El Correo General, Histórico, Literario y Económica de la Europa. Recoge memorias útiles sobre diferentes países. Salía semanalmente, y constituye una ampliación de la Estafeta de Londres, saliendo ya de Inglaterra para recorrer varios países europeos. El Bufón de la Corte. Un semario satírico bajo el seudónimo de "Joseph de la Serna". Su propósito fue reírse de aquello que mereciese la risa y ponerse serio ante los despropósitos. Por ello, aparece marcadamente la crítica social, irónica y amarga en un estilo muy variado. Diario de Madrid. Fue el primer diario que ha conocido España y se publicó en 1758. Utilizó el seudónimo de "Don Manuel Ruiz de Uribe", colaborando con Juan Antonio Lozano. Pudieron emprender esta tarea gracias al privilegio obtenido por parte de Fernando VI. El correo de Madrid o el Correo de los Ciegos. La vida y obra de Nipho deja en evidencia su carácter inconstante, que se tradujo en el abandona de varias de sus publicaciones por uno u otro motivo. Sin embargo, merece elogio su espíritu innovador y su afán de superación, producto de su propia personalidad, amor al periodismo y la época que le tocó vivir. Podemos encontrar en sus escritos manifestaciones de un profundo espíritu crítico. Es pesimista debido a la descristianización y la desmoralización que atravesaba la sociedad española. Esta concepción pesimista es la que genera ese afán de arreglar y de mejorar. Demostró que el periodismo para él era un arte de una gran responsabilidad social, aunque encontraba en él pocas compensaciones como profesión retribuida. Nipho provocó una evolución en el periodismo: prensa diaria, prensa política, prensa moralizadora y de costumbres, además de perfeccionarse los conocidos periódicos literario-eruditos. Junto a la prensa diaria, trae consigo el establecimiento de la suscripción y de la información comercial o publicidad. También la venta de periódicos en la vía pública del modo que hoy concebimos. - ¿Ha terminado usted ya?. - No. Falta precisamente lo que mejor aprendí de mi ex novio. El Diario Noticioso. Los dos primeros ejemplares se denominaron: Diario Noticioso, Curioso-Erudito y Comercial Público y Económico. Tuvo una larga vida, hasta 1918. Nipho creó en 1758 la primera publicación de carácter diario de la historia del periodismo español. Muchos periódicos anteriores tuvieron la denominación de "diario", debido a que informaban de los acontecimientos por un orden cronológico día a día. Diario Noticioso es junto con El Censor y El Pensador, los tres periódicos más importantes de la segunda mitad del siglo XVIII en España. En 1759 Nipho se desprende de su parte del Diario Noticioso y se la vende a su socio, Juan Antonio Lozano, que sigue publicando el periódico hasta su muerte en 1780. En el Diario Noticioso los anuncios se insertaban "de balde". Nace la "Advertencia" en España, que concluye el "Plan" del periódico. Nipho lo explicaba así: «Muchos sujetos me aconsejaron diera los avisos, que se determinan para el Diario de ocho a ocho días, o cuando más dos veces a la semana; pero no me he podido acomodar con esta idea, por una muy fuerte razón, y es que muchas veces hay en esta corte una persona que tiene precisión o encargo de comprar algunas cosas para sí, o para personas de su lugar: este sujeto está un día en la Corte y no toda la semana; con que para este, si no sucede venir o estar en Madrid el mismo día de publicarse el Diario, los avisos que por él se comuniquen serán tardos o no oportunos. Por esta misma razón, el que desea vender algunas alhajas o muebles, puede perder en el forastero que decimos un buen comprador. Mas, hoy tiene dinero quien mañana lo necesita; con que saliendo todos los días de trabajo útiles el Diario a todos sirven sus avisos». Llegó a tener hasta 1000 suscritores abonados. En 1786, Jacques Thevin le cambió el nombre por Diario de Madrid. Cubría lo local, frente a lo nacional, que tenía cabida en los periódicos oficiales: la Gaceta y el Mercurio. - ¿Y todo esto a qué santo y seña ha venido a salir a colación en este estrado, ¡válgame los cielos si entiendo algo de este asunto!. - Sólo ha sido por dos razones; la prima de ella... - ¿De qué prima me está usted hablando?. ¿Es que hay alguna prima envuelta en este trajín que parece ya la historia interminable?. - No. Estoy diciendo, señor juez, que la prima es para reinvidicar a mi ex compañero José como periodista sensacional tanto intrínsecamente como extrínsicamente pues es lo bastante honrado para como no hacer caso ni a carcundias ni a polacos que, en custiones de teatro existencial, fue tan libre que pasó de manera olímpica de todos y fue al grano y se olvidó de pajas que eran los demás. Sólo hombres de paja comparados con mi ex compañero José. - Pero... ¿no había usted asegurado antes de que eran novios?. - No es cierto ni incierto. Sólo lo dije para dar un escarmiento a tanto cotilla llamado por él mismo como los curiosos impertinentes pero mire por donde, y salga el alba por donde Dios quiera que salga, que ni amigos éramos sino sólo compañeros y con eso lo digo todo salvo que aprendí de él a investigar tanto que me enseñó a guardar datos en momentos inoportunos hasta que llegara o llegase, como así ha sido, la ocasión de exponerlo. - Pero... ¿se puede saber por qué ha mentido usted en eso del noviazgo?. - Le vuelvo a aclarar, señor juez, que lo he hecho para dar en los morros a los citados curiosos impertinentes, puesto que mientras Isabel lo sabía todo, Fernando era todo un ignorante. - ¿No nos irá usted ahora a explicar lo de Isabel y Fernando, verdad?. - No. Pero no por falta de ánimo ni de ganas, que ganas no me faltan de demostrar a más de uno de esos curioso impertinentes y, además añadido, pues de añadir ha de ser, ignorantes completos, que fue con los Reyes Católicos cuando se fundó la unidad definitiva de España y cuando nos hicimos célebres con la Conquista de América. Ni David, ni Antonio y ni tan siquiera Pepe, el de Chile, pueden evitar sus ignorancias en este tema. - Volvamos al asunto, por favor, doña Simona. - Volvamos al asunto. Que repito cuantas veces fuera necesario y menester que él me enseñó a guardar silencio ante ciertas cuestiones hasta en llegada la hora de hacerlas a conocer. - A eso yo le llamo saber nadar y guardar la ropa. Por cierto que saber nadar y guardar la ropa es una locación verbal coloquial, inventada sabe Dios por quién y en qué lugar de la España aunque me temo que fue aquí mismo, en este Madrid de mis Dolores y no debemos confundirlas con la Dolores de Zaragoza, que viene a significar proceder con precaución, sin arriesgarlo todo, al acometer una empresa, con el fin de estar a cubierto en caso de que fracase. - Eso es, señor juez, a ver si escarmienta alguno pues de escarmentar es sabios pero me parece que mientras Isabel era sabia el dichoso Fernando sólo era un paleto y no me estoy refiriendo a los Reyes Católicos, y que sepa usted muy bien, señor juez, que paleto no significare nacido en pueblo pues a esa jaez se le llama pueblerino sino que nacido donde Dios lo haya querido que nacieran, son más ignorantes que un burro en la Amazonía... porque... ¿qué hace un burro en la selva amazónica salvo rebuznar y dar coces?. - Mire, doña Simona, no están las cosas para tomárselo a risa pues se está usted jugando el futuro. ¿Tiene todo esto algo que ver con el asunto del asesinato en cuestión?. - Tiene que ver que yo me creo y me deduzco en mente que algún curioso impertinente anda por estos lugares y yo me diría que se encuentra uno muy especial dentro de esta sala. - Puestas así las cosas no me queda otro remdio que dar por finalizada la sesión hasta mañana pero antes requerir porque el caso lo amerita y lo enconcierne, escuchar al fiscal acusador y al bogado defensor. Empiece usted señor fiscal. - ¡Ya tenía yo ganas de tomar la palabra!. Doy acta de fe y no me refiero al acta de neonatos pues todos los aquí presentes somos bastante adultos y adultas como para no haber nacido ayer mismo que me da en las mientes que esta señora miente y que no es cierto cuanto dice de ese su ex compañero o lo que sea y que sólo son tiros de salva para salvarse de la prisión perpetua y yo alego que o corregimos las maneras de actuar o nos vamos todos a pique; pero mi obligación es custodiar por el bien ser y el bien estar y el bien hacer las cosas y por eso digo que todo lo que se ha hablado aquí es una engorrosa pérdida de tiempo además de una injuriosa manera de tratar a la justicia. Aquí yo levanto mi voz para declarar que la acusada, después de matar a decenas de cuchilladas, al individuo causa de esta zarabanda, quiere caer graciosa ante usted, señor juez, para que la absuelva como si se tratara de una niña inocente cuando ya está bien entradita en años. Por lo cual propongo, si a usía le apetece, que parece que a usted le apetece demasiado escucharla y aún es más, hasta verla con agrado, que se dé ya el veredicto. - En primer lugar, señor fiscal, le impongo una multa de cien duros a pagar al contado por haber vuelto a insinuar no sé qué cosas ni dimes ni diretes sobre mi relación con doña Simona que sólo es puramente profesional y después dispongo que todavía hay que seguir escuhando más temas para que pueda aclararme la sesera que en cuanto a seseras usted parece que las tiene más bien cortas. A ver que opina la defensa. - La defensa no tiene nada que alegar, señoría. - Pues entonces doy por terminada la sesión de hoy y mañana nos encontramos de nuevo y si alguno de los asistentes desea tomarse el asunto como ocasión para dormir un rato ruégole que no ronque o será expulsado o expulsada de inmediato de la sala por parte de los alguacilillos de turno, porque he escuchado más de un ronquido por las filas de atrás y si las cosas siguen así no dejo sentarse a nadie en las filas de atrás y luego que se le den las explicaciones al maestro armero tataranieto directo de don Pero González de Escalante quien firmaba los contratos efectuados el año 1558 entre el mismo, «criado» de Su Majestad, encargado de inspeccionar las armas de fuego para los ejércitos del reino, por los que se permitían observar las condiciones por las que se avenía a cumplimentar el trabajo la otra parte contratante: los armeros vascos. ¡Ya están todos avisado!. Quien quiera dormir que se quede en el vestíbulo que ya se despertará cuiando su ángel de la guarda se lo pida pero no estoy dispuesto a aguantar ni un solo ronquido más. Cerrada la sesión hasta mañana a las nueve de la mañana. A quien le aburra el presente juicio que se quede en su cama con su buen pijama que es prenda muy cómoda para el dormir profundamente y cuya verdadera historia es como sigue: A fines del siglo XVI, cuando la moda prescribía cinturas encorsetadas, ropajes suntuosos y complicados y pelucas empolvadas, llegó a ser un lujo, tanto para los hombres como para las mujeres, ponerse al finalizar el día algo más cómodo. En esa época, el término "camisón" o "camisa de dormir" designaba en Europa una prenda larga hasta los pies y unisex, abrochada en su parte frontal y provista de mangas largas. Destinado también a procurar calor antes de que existiera la calefacción central, el camisón solía ser de terciopelo o de lana, forrado y adornado con pieles. Durante los ciento cincuenta años siguientes, hombres y mujeres usaron en la cama esta misma indumentaria básica, sin más diferencias que los encajes, cintas o bordados que adornaban las prendas femeninas. En el siglo XVIII se inició una importante divergencia de estilos con la aparición del llamado negligée para las mujeres. Este término surgió cuando las diferencias en estilos y telas para las camisas de dormir masculinas y femeninas se hicieron más pronunciadas. El negligée femenino, una prenda más ajustada, de seda o de brocado, con plisados o encajes, y a menudo sujeta a la cintura, no sólo servía para dormir, sino también como atuendo informal para estar por casa. La noción de relajarse con esta prenda, es decir, de no efectuar ningún trabajo doméstico, va implícita en el origen latino de la palabra: neglegere, o sea "descuidan". En el mismo siglo, se acortó el camisón masculino, más sencillo y holgado y era corriente que el hombre descansara en su casa ataviado con pantalones y una de esas camisas, e incluso llevara ésta durante el día como ropa interior. Se popularizaron unos pantalones amplios importados de Persia que, cortados al estilo de los calzones del harén que llevaban las mujeres orientales, recibieron el nombre de pijama, palabra derivada de pae, en Persa "prenda para la pierna", y jama, "ropa". La camisa de dormir y los pantalones persas, que al principio diferían en color, tela y estampado, se convertirían en el conjunto más estilizado que se conoce hoy como pijama". Se levanta la sesión. Y advierto que quien llegue un minuto más tarde de las nueve no entra en la sala. Amén. Así sea. Y que Dios reparta suerte como se dice en tauromaquia. Que si hay una frase que se oye en el mundo taurino es la de «Que Dios reparta suerte». Se dice en el paseíllo, entre quienes trabajan en la plaza y se siente, con profunda fe, en el sorteo de los toros que se celebra la misma mañana de la corrida. Hasta mañana si Dios quiere y si alguno se me durmiera vendría a ser como camarón que se duerme se lo lleva la corriente. Amén repito. Amén, amén y amén y que Dios nos pille mañana a todos bien confesados; que bien decía mi abuelo Matías, el molinero de Molina de Segura, antes de afincarse en Madrid, lo de "molino de aceite para quien se afeite" y que por eso dejó el oficio para hacerse tabernero de largas y gruesas guedejas y barbas a lo Rasputín, porque tenía un pelo tan de punta que parecíase a un puerco espín completo y mi abuela Sinforosa teníale que alisar el pelo con la plancha recalentada. He dicho.
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