Ordóñez, Palomino y Vergara. (Diario)
Publicado en Apr 11, 2011
Plaza del Ayuntamiento. Cuenca. Si Alfonso X El Sabio levantara la cabeza vería, con asombro, cómo su Código de las Siete Partidas se quedaría en pañales ante aquella manera sui géneris de confeccionar carteles taurinos gracias a la voluntad de un dado, un elemento de seis caras desde el 1 hasta el 6: 1, 2, 3, 4, 5 y 6.
La verdadera batalla era la mantenida por los dos Antonios. Ordóñez contra Bienvenida. Ordóñez nacido en Ronda, en la provincia de Málaga; mientras que Bienvenida provenía de Caracas. Pero ya estaba un cordobés soñando con entrar a formar parte de mis famosos carteles donde hasta Jiménez, el de Cuenca, tenía las smismas posibilidades que Ostos (¡óstenas! exclamaba Rafa cuando veía que era verdad) En definitiva, lucha entre Ordóñez y Bienvenida con Romero de testigo. Al final no sé si quedaron en tablas; porque Alfonso X El Sabio se había dado a conocer con sus "Tablas alfonsíes". Era cuando Romero despuntaba con sus plazas boca abajo como decían los críticos. Pero estabs también la otra batalla de las noches conquenses enfrentando a Palomino y Vergara contra González Byass. Venció Palomino (Palomino El Atontao según mi abuelita Rufina) que era tan antiguo que descendía de forma directa, indirecta o hamburguesa (todavía las hamburgueserías estaban en mantillas aquí en las Españas varias) del pintor de la "Santa Inés" del Museo del Prado. De Vergara sólo sé que jugaba en el Mallorca donde, a fuerza de constancia (Constancia era otro equipo de fútbol rival del Mallorca) consiguió pasar de suplente a titular. De Byass ni tan siquiera lo nombraban los periódicos, ni salía hablando por la radio. Venció Palomino "El Atontao" a González que tuvo que exiliarse en Davos, en los Grisones de Suiza. Y es que las tardes eran tan grisonas en aquella Cuenca de mis memorias que era un placer aquella manera de confeccionar carteles taurinos a la manera más democrática posible: un dado de seis lados. Echar a suerte y que Dios hiciera lo demás. Ordóñez, Palomino y Vegara, tres apellidos para no olvidar pero sí para decirles adiós con la montera en la mano después de una ensoñadora vuelta triunfal por las calles de Cuenca. Con las dos orejas de Palomino (negro zahino embraguetado) y el rabo de Byass, por aquello de que a los turistas les gustaba tanto verme dar vueltas saliendo de la Plaza de Toros en dirección hacia arriba para pasar por Los Tiradores Altos desde donde me saludaba mi abuelita Rufina agitando un pañuelo negro de los de llevar en la cabeza y gritando olés tras olés mientras yo encaminaba hacia la plaza del Ayuntamiento donde se ayuntaban, de vez en cuando, los burros y las burras de Cuenca que tenían que pasar por el Censo para poder unirse ya que la Cámara de Comercio así lo exigía y es que en aquellos años ya estaba bastante avanzado el comercio ayuntar burros con burras. Estaba yo entonces ante mi futuro, ante mi grandioso futuro de ensayista y pensador que siempre seguía creciendo durante la semana con los famosos carteles taurinos hasta que el domingo bajábamos Luz, Rafa y yo, a la bolera donde, domingo tras domingo, veía jugar a las bolas mientras contaba bola tras bola a Rafa que me miraba sonriendo porque sabía que era yo demócrata con todos a la hora de soltar cuentos, historias, historietas, chismes varios y variados... y de confeccionar los carteles taurinos de la Fiesta de San Julián y, mientras escuchaba un lánguido y melancólico cantate quien con su guitarra siempre cantaba, noche tras noche y sin parar, lo de: "De piedra a de ser mi cama de pieda mi cabecera la mujer que a mi me quiera a de queremer de a veras" y yo venga a esperar a que el lánguido y melancólico, creo que angusitado por un amor nunca alcanzado, se cansara de "lloriquear" notas cantarinas. Por cierto de González creo que terminó, junto con Gómez, en el Elche. ¡Pero leche! gritó mi abuelita. Mas yo sólo sonreía mientras le daba igualdad de oportunidades a todos los toreros de fama mundial (incluído el desconocido Jiménez de Cuenca) como por ejemplo Fermín Murillo el aragonés, al salmantino Santiago Martín ("El Viti" por aquello de haber nacido en Vitigudino) y a un barcelonés de tronío como el lustroso (siempre llevaba el traje de luces bien lustrado el tío) barcelonés Joaquín Bernadó; mientras Diego se lo curraba a base de echarle valor y Paco andaba por ahí arriba chateando con alguno de sus paisanos. Y entré en la sala del jucicio y le pregunté al presidente que si era delito el quererte me condenara a muerte. El presidente era sólo uno y nada más que uno y se llamaba Francisoco Franco Bahamonde. No sé por qué oculta razón me dio el indulto total y pude vivir en completa libertad confeccionando mis hermosos carteles taurinos (mi abuelita decia que todo lo que yo hacía era siempre hermoso porque me quería demasiado) y como en todas partes cuecen habas ya un incipiente "Platanito" tenía en la mente saltar un día a Las Ventas a hacer tonterías delante de un toro. Fue una infancia feliz descansando en la sombra, mientras mi rival se quemaba antes de tiempo y me dejaba el campo libre para enamorarla a Ella. Y por eso el Tío Pepe se quitaba el sombrero cuando me veía pasar por la madrileña Puerta del Sol. Ya está el sol brillando y es hora de acabar el texto. Se acabó. Los carteles taurinos todavía están en la mente de Jiménez, el desconido torero de Cuenca que saltó a la fama junto a los dos Antonios rivales (Ordóñez y Bienvenida) y alguna que otra copa que alguien tomaba a costa de Palomino "El Atontao", a costa de Vergara, a costa de González y a costa de Byass. Noticia muy importante a nivel mundial: ¡Stam fue un ciclista neerlandés!. Me juego un café con leche a que es verdad
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