Diario del Kurdistn (Novela) Captulo 22: Sadam y los kurdos.
Publicado en Apr 11, 2011
Partimos hacia las montañas. Cabalgata. Nos han preguntado si sabemos montar a caballo. Nos defendemos medianamente bien. Yo aprendí de niño gracias a las enseñanzas de mi padre en el campamento de Hoyo de Manzanares. Eran tiempos del famoso jinete Paco Goyoaga, que era amigo de papá. El caso es que, ahora, nos defendemos lo suficiente para no caer desbocados por entre las peñas. Estamos en el Hakkari Dag, muy cerca de la frontera con el Kurdistán iraquí. Los kurdos son formidables jinetes desde los tiempos más remotos de su antigüedad...
Hemo dejado atrás, en las tierras bajas, las plantaciones de arroz, de algodón, de tabaco... las tierras del maíz y del trigo y las hortalizas y frutales de las riberas y los oasis. Esto son ahora montañas escarpadas de muy difícil acceso. El prepaisaje está lleno de matorrales de estepa, bajas formaciones vegetales, coscojas de corta altura y achaparradas, hierbajos perennes, juncos, algunos esparcidos álamos y sauces. También tuvimos que atravesar un gran bosque de robles. Y luego, esto, las ariscas montañas, amigas de los kurdos. Por el camino me cuentan una vez más que hay kurdos en diversos países y que además de los de Asia hay grupos numerosos de ellos expatriados en Alemania, Suecia, Francia y Estados Unidos. Los kurdos turcos exigen de las autoridades gubernamentales de Ankara una mayor autonomía para su región y, sobre todo, que se respeten su idioma, su cultura, sus costumbres; los kurdos de Irán y sobre todo los de Siria viven más acomodados porque no son apenas perseguidos... pero los kurdos del Irak, al otro lado de la vertiente de estas montañas, han tenido que soportar verdaderas persecuciones e intentos de ser exterminados. Fueron los años en que Sadam Hussein gobernaba en Irak. Sadam Hussein fue para los kurdos iraquíes lo mismo que Hitler para los judíos. Un implacable perseguidor que, enloquecido, buscó mil y una oportunidades para exterminarlos. En 1961 se había producido un levantamiento general de los kurdos en Irak. Esto duró hasta 1975 cuando, a través de un acuerdo con Irán, se decidió poner fin a la rebelión. Pero en 1979 Sadam Hussein subió al poder en Irak y comenzó una sistemática persecución contra kurdos y chiitas. En 1980 estalló la guerra entre Irán e Irak (que duraría hasta 1988). Durante estos ocho años los kurdos (que luchaban contra Sadam) fueron literalmente gaseados y masacrados. Es muy conocida, por ejemplo, la aldea o pueblo kurdo iraquí conocido con el nombre de El Pueblo de las Mil Viudas, porque las tropas de Hussein mataron a todos sus habitantes varones (fuese cual fuese su edad) además de violar a las mujeres. Durante la Guerra del Golfo (ocurrida a raíz de que Sadam se apoderase de Kuwait) los kurdos fueron nuevamente masacrados por las tropas del dictador iraquí. Tanto es así que la ONU, a petición de Estados Unidos, tuvo que crear una zona de exclusión aérea, en el Norte de Irak, para proteger a los kurdos. Es por eso que en la reciente invasión norteamericana sobre Irak, que destronó a Sadam Hussein, los kurdos ayudaron a que las tropas norteamericanas pasasen y ocupasen rápidamente el Norte de Irak. Llegamos a una de las dispersas aldeas montañesas del Hakkari Dag. Estamos en el corazón genético de los kurdos. Estas típicas aldeas de la región están formadas por casas cúbicas superpuestas, construidas con piedra, barro y madera. Este mundo es un ecosistema cerrado: la vegetación, el río, la montaña y el ser humano... todo ello envuelto en una convivencia de familias endógenas, formando clanes y asociaciones tribales. Hoy, sin embargo, la vida moderna ha llevado a muchos kurdos a habitar grandes barrios en ciudades populosas. Las montañas están quedando vacías. Estas bellísimas montañas en las que nacen ríos que son afluentes del Tigris. Un poco más lejos de aquí, en un valle más al este, nace y discurre, por ejemplo, el Gran Zab (afluente muy importante del Tigris creador de las primeras civilizaciones humanas). Hasta aquí, hasta estas recónditas montañas, llegan las historias del legendario héroe mesopotámico Gilgamésh. El Gilgamésh de los antiguos sumerios incursionó, en algunas de sus aventuras escritas en tablillas de arcilla cocida, en lo que llamaron la región de los hombres-escorpiones (los más antiguos pobladores del Kurdistán). Llega la hora de comer y descansar. Estamos reunidos en el hogar de una familia kurda. Por aquí pasó y vivió hace años mi amigo Manolo, originario de la Vallecas cheli madrileña que es quien me hizo conocer a Salat en la pasada primavera. Conocedor amplísimo del flamenco, muy amigo de cantantes de este arte y de un ex-boxeador vallecano llamado Poli Díaz, este Manolo cheli (que un día me enseñó un hermoso poster de Pepa Flores que la ex niña Marisol le regaló un dia de reunión amistosa) enseñó algunas frases españolas a los pobladores de esta aldea. Con esas frases "rompemos el hielo" y con Salat como traductor pasamos varias horas comunicándonos con la familia. Un muchacho de catorce años de edad, llamado Mahmud, nos dice que sueña un día con ver una patria kurda y que quiere estudiar para ser uno de sus gobernantes. Como le gusta el fútbol saca una pelota y avisando a unos amigos nos ponemos a jugar con ellos al fútbol en una pequeña ladera. El no sabe nada de Distéfano, Pelé o Maradona, pero tiene como ídolo a Potele, que fue un pequeño delantero del Rayo Vallecano de los años ochenta. !Cosas de Manolo "El Pikabeta de Vallecas"!. En las mil extensiones nevadas de las montañas los ríos transcurren ruidosos venciendo los desfiladeros. Las montañas suben y bajan como olas que se mueven. Las montañas a veces se ven como menudos guijarros verdeantes, con cálidos precipicios abruptos a los lados de los ríos, unos ríos que saltan y cruzan por debajo de puentes férreos. Las sombras se extienden entre rocas y caserones. Y una especie falcónida, un ave rapaz diurna que puede ser quizás un halcón de la especie sacre (de color blanco con manchas pardas) cruza por el ámbito azul que hay sobre nuestras cabezas. Sólo falta la aparición de un cetrero para completar esta estampa medieval.
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