Amigas
Publicado en Apr 15, 2011
Luego de una acalorada discusión con su novio, rompió en llanto; el tipo no era más que un niño caprichoso acostumbrado a salirse siempre con la suya, como buena amiga le sugerí el remedio infalible contra la tusa que deja un rompimiento... ir de shopping!
Nos conocíamos hacía ya un año, en el que la había visto pasar de una relación a otra en cuestión de días, disfrutaba sentirse enajenada con las primeras sensaciones que provocan las relaciones. Razón por la cual casi siempre terminaba por aburrirse pronto, creo que ninguna de sus fugases relación alcanzo los sesenta días. Claro está, esta última sí que era un record, cuatro semanas y ya el tipo quería obligarla a hacer un trio con su amigo gay. Siempre llegaba a la misma conclusión, no sabía lo que quería, pero si lo que no quería, su mayor temor era convertirse en el reflejo de alguien más, perderse en el mundo del complacer a su pareja y olvidarse a sí misma en un rincón. Me decía: ¡algún día comprenderás cual es la definición de infierno! Creo que estaba en sus límites, su larga lista de rompimientos le empezaba a hacer peso, y en esta ocasión estaba más que confundida, cuestionaba todo a su alrededor, pero evadía la pregunta que realmente debía hacerse a sí misma. Siempre he sido buena para escuchar, así que su interminables cuestionamientos no me eran del todo indiferentes, claro está acompañados de un porro creo que cualquier cosa es llevadera. Aun bajo los efectos de aquello, salimos de compras, nuestra primera parada fue en una tienda de sombreros, después de probarse muchos, empezó a probármelos a mí, frente al espejo mientras intentaba acomodarme uno, quedamos tan cerca que por un instante pensé que me besaría... ¡va solo es efectos del porro!... pensé. Nuestra segunda estación fue en una perfumería, luego de darme una larga cátedra de el por qué encontrar la fragancia perfecta era importante, mirándome fijamente a los ojos me dijo: "la fragancia perfecta en tus pechos ha de ser la puerta al clímax" asumiendo que comprendía sonreí y le dije que de veras le había pegado fuerte el porro, con un gesto pícaro me dijo: "eso no nos transforma, solo saca lo que siempre ha estado allí" Nos dirigimos entonces a la tienda de lencería, ya que apenas la diviso parecía tener un poderoso imán para ella, me llevo casi a saltos, le susurro algo a la vendedora al oído y esta salió de inmediato en la búsqueda de prendas específicas, por unos instantes me distraje mirando los accesorios, cuando la chica regreso llena de cosas, me pidió que me las midiera, sin mucho misterio accedí. No alcance a probarme la primera prenda cuando irrumpió en el vestidor, su mirada era la de un depredador ansioso, que salivaba ante su presa, su boca choco contra la mía, mientras sus manos se deslizaban una en mi pecho y otra directamente a mi sexo, todo se salió de control, al instante mi lengua recorría los lugares más íntimos de su ser, como lobas hambrientas, saciamos nuestra sed la una en la otra. Lo hicimos durante horas en su apartamento, creo que no quedo un lugar de ella que no saboreara, ni uno mío que ella no lamiera, éramos cuerpos de acople perfecto, en una sincronía de movimientos casi automáticos el placer parecía infinito. Luego de dos botellas de vino mis ojos se cerraron hasta entregarme a un profundo sueño, a la mañana siguiente al despertarme encontré una nota que decía: "ahora sé lo que quiero, te amo" Han pasado exactamente dos meses de aquel día, aun puedo escuchar la dulzura de sus gemidos, su sabor aun presente en mi boca, mientras le subo la corredera a su hermoso vestido blanco y acomodo su velo... ahora sé exactamente cuál es la definición de infierno... proximidad sin intimidad!.
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