LA CHICA DEL CORAN
Publicado en Feb 01, 2009
LA CHICA DEL CORAN
Conocí a Gisela durante un vuelo a México. Fue ella quien tomo la iniciativa. Yo miraba las nubes desde mi ventanita cuando del asiento delantero asomo el rostro. Quede hipnotizado con sus ojos, tan celestes como el cielo que se veía a cinco mil metros de altura Piel blanca y su pelo negro y ondulado como un mar en el preludio de una tormenta. A los tres meses me casé. Una fiesta algo extravagante para mí. Una fiesta Hebrea. Para casarme con ella, tuve que convertirme al judaísmo. La prueba mas importante de mi amor fue la de acceder a cortarme el prepucio de mi pene. Debí haber estado muy enamorado o muy empastillado como para hacerlo. Sabía que cada vez que fuese al baño y viera mi pene, la recordaría como si fuese un tatuaje. Al año de casados empecé a sospechar que Gisela, no solo era descendiente directa de iranís, sino que también llevaba hasta la medula ósea su cultura. Antes de comer siempre decía una oración en hebreo, antes de hacer el amor, decía otra oración. Cada mañana al despertarme, la encontraba en el comedor haciendo reverencias hacia el norte y su libro del Coran empezó a parecerse a una mascota ocupando lugares que solo le pertenecen a los humanos. El Coran aparecía en medio de la cama cuando me iba a dormir o en la cocina, apoyado arriba del microondas. En los asientos del Sofá y siempre lo tenia que sacar y colocarlo en la mesita de luz de Gisele. La noche en que me levante a orinar y me lo encontré sobre la tapa del inodoro fue la gota que rebalzo mi vaso. Me puse el Coran bajo el brazo, los zapatos y un sobretodo que me cubría la camiseta y los calzoncillos. Me subí al ascensor y marque "Terraza". Las puertas del ascensor se abrieron y subí la escalerita hasta la puerta que dividía el mundo calido y seguro al de una inmensa planicie a 400 metros de altura. Abrí la puerta y el viento frío me congelo los huesos. Corrí hasta la baranda que daba al río, mire las luces titilando de los barcos y con toda el impulso que pude dar a mi brazo derecho, arroje el Coran al vacío. Corrí otra vez hacia la seguridad del ascensor. "piso 35 por favor". Entre sin hacer el mínimo ruido y me acosté satisfecho de mi crimen. Me imagine al Coran, nadando en el río Paraná, sonreí por dentro y me dormí. A mis 40 años había muchas cosas que ignoraba. Dentro de esa lista estaba el hecho de que en la terraza del edificio inteligente, había distribuidas 10 cámaras de seguridad y que el encargado del edificio sentía un odio por mi, tan intenso como sus babosos deseos para con mi mujer. Imagino que el muy hijo de un vagón de putas debe haber visto esos videos como un tigre agazapado viendo la oportunidad de cazar a su presa. Se los dio a mi mujer diciendo que al ver esos videos, se preocupo por mi salud mental. Cuando Gisela me despertó a los dos días del hecho y me pregunto si había visto su sagrado libro, respondí que no. Acto seguido, prendió el televisor, el DVD y coloco un CD en donde aparecía en 10 ángulos diferentes. Gisela puso la modalidad Cámara lenta en la toma que se me ve de frente, corriendo con el sobretodo flameando como si fuera una capa, en calzoncillos y arrojo el libro mientras grito algo que ni yo recuerdo y me agarro los testículos con las dos manos. En ese momento, puso pausa y quedo congelada mi cara desafiante, mis ojos abiertos e inyectados en sangre. Me insulto en Hebreo y se fue. Nunca mas volví a verla, solo me pregunto donde habrá ido cada vez que voy al baño y observo mi circuncisión.
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