Nos lo dijeron con total y absoluta claridad. ¡¡A ver, pipiolos!!. ¡¡Esto no es un juego así que, durante los próximos tres meses, olvidáos de la Pili porque esto es la Mili!!. Durante estos tres meses recluídos en Alcalá de Henares, nada de nada de pensar en vuestras novias porque... ¡¡¡vuetras novias ahora se llaman CETME!!!. Y, después de tal advertencia, llegó la hora de aprender que el CETME era nuestra novia fría, contundente, determinativa y hasta fundamental. Teníamos que cuidarla como si de la Pili se tratara. Y durante los tres meses de la isntrucción en el CIR número 2, en la Compañía 44, y en la Sección Tercera, me encontré hasta con uno que lloraba la pérdida de su novia. No te preocupes, chaval, le dije yo para alentarle un poco a superar aquella pequeña crisis de tres meses de duración, escúchame y actúa. De acuerdo, nos han impuesto una novia llamada CETME pero te recomiendo que en vez de gemir por ello hagas lo mismo que hacemos los demás: no destacar en nada para pasar desapercibido.
Y así estuve yo aquellos tres meses que se convertían en una etenidad si pensabas en la Pili pero que sólo era un breve pasatiempo si te dedicabas a cumplir con las misiones obligatorias pero cubriéndote de anonimato. Era lo mejor. Era la mejor manera de soportar el CETME sin tener que preocuparte de otra cosa sino de hacer la instrucción, estar preparado para cenar rápido para llegar a tiempo de formar fila antes de ir a la cama y, una vez dentro de la cama, pensar que aquella imposición obligatoria era como el castigo por tener una novia guapísima. De acuerdo. No era igual. Pero a la novia llamada CETME hasta se la podía sentir y enamorar con un par de caricias que le dieses al gatillo. La novia llamada CETME nos convirtió en enamorados de la vida.
Y al son de soy valiente y leal legionario... más unas cuántas canciones más de esas que existían para saber marcar el paso y no distrerse con la Pili... nos hicimos un poco más altos, fuimos un poco más lejos y terminamos por ser un poco más astutos. La cuestión consistía en imaginarnos que la novia llamada CETME hasta podía hacernos reír una buena temporada durante aquellos tres meses de imposición obligatoria y sabiendo que, después, obtendríamos el Certificado de que nuestro valor era cierto. Y acerté.