Cobarde.
Publicado en May 05, 2011
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¡Que día!, que día te digo. Cuando la vi. Cuando me encontré con esos ojos que por naturaleza me esquivaban. No entendí qué hacer. Me sentí perturbado, como cuando eres un chiquillo y es la primera vez que hablas con un ser contrario a tu sexo. La locura que en mi cabeza se formo, es lo que me hace recordar aquel día. Que solo se comprenderá con mentalidad de un enamorado.
 
¡Recuerdo!, recuerdo te digo. Nunca nos hablamos. Todo acto que efectuábamos nos guiaba a encontrarnos. Nunca nos dirigimos una palabra. Alguna vez… me sonrió, o por lo menos lo que se puede definir como una sonrisa, porque en realidad no fue nada más allá que una mueca de lástima.
 
¡Anhelé!, sí… anhelé. Hablarle. Mirarle sin prohibiciones escrupulosas. Tocarle, y arder en mi fatiga descansada. Nunca pude. ¡Nunca!. Había algo que… que nos separaba.
Alguna vez la descubrí caminando a mi lado. Separados por esa naturaleza extraña y una calle de distancia… pero a mi lado. Ella sabía que yo estaba ahí. Yo sabía que ella estaba ahí. No nos miramos. Noté con sorpresa, horror y alegría que ella seguía mis pasos. Yo me dirigía a alcanzar el bus devuelta a mi hogar. Ella también. Cuando ambos corrimos para colocar la mano en el aire en señal de parar el bus, estuvimos tan cerca; ¡Tan cerca!; que tropecé con su espalda. ¡Oh Glorioso instante! Sentí su olor. Su esencia. Pero ella, antes que cualquier cosa pasara en ese momento, se alejo casi corriendo. Y yo… la imité.
 
¡Que dolor!, que dolor te digo. Triste agonía la de los cobardes. Burda, patética y triste agonía.
Dentro, en el bus. El tiempo se detuvo. Sentí como el viento dejaba de soplar; como las voces se callaban. Solo estaba la imagen de su rostro. ¡Su rostro!, reflejado en el vidrio que ocultaba el puesto del conductor. No había recuadro más hermoso que ese. Sentados, así. Desee que el bus se detuviera en cada esquina, solo para verla un poco más.
Cuando el bus se detuvo y tuvimos que bajar para alcanzar el próximo para cumplir con nuestra meta de llegar a nuestros hogares. Yo corrí. Corrí, porque no encontraba nada más patético que hacer. Así que corrí. Pare en la esquina que le seguía a la que había acabado de abandonar. Respire. Volví mi vista. Ahí estaba. Tan separados pero tan juntos. A solo media cuadra de mí. Comprendí que correr era inútil. Que nunca huiría de su maldición. Caminé. Lo hice tan despacio. Que de un momento a otro ella estaba a mi lado. A una calle de distancia… pero a mi lado. Entendí que una vez más ella iría al mismo lugar que yo. Todo el camino de esas dos cuadras de la calle cogí fuerzas para hablarle. Espere a que estuviésemos dentro del siguiente bus para por fin decirle eso… eso que todo hombre quiere decirle a una mujer hermosa: “Hola”.
Acercándonos. Note que había dos buses. Ella corrió. Yo tras ella. Temí lo peor cuando nuestras metas empezaron a distinguirse. Languidecí cuando la línea recta de nuestra carrera se partió en dos, ella a la izquierda y yo a la derecha. Ella necesitaba de un bus. Y yo, lastimosamente, del otro.
 
¡Nunca!, te digo nunca… nos hablamos.
¡Nunca!, te digo nunca… supe su nombre.
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Foto del autor Andres
Textos Publicados: 8
Miembro desde: Apr 20, 2011
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Descripción

Palabras Clave: ella

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Relatos


Creditos: No s como se llamaba.

Derechos de Autor: Andrs Jimnez


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Andres

Comenten!!! es la primera vez que redacto una historia, así que me agradaría que dijeran que las parece.
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May 19, 2011
 

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