Se asomó por la ventana,
 miró hacia afuera, no lograba ver quién llamaba, su columna era vidrio, tenia prohibido doblarla, sus costillas parecían de cristal, sus manos eran témpanos que se derretian al rozar la piel de un verso cálido, escuchó una fina voz que venia de abajo, de esa puerta que jamás abrió, solo a escondidas de los fantasmas para respirar el aire de todos.
Retrocedió seis pasos para correr impulsado y sacar la cabeza con la angustia de saber ¿quién era la dueña de la voz?, corrió pero resbaló con la alfombra y de su pecho se le desprendió el corazón, que salió disparado por entre el marco cayendo en el borde de la acera, no pudo entender que le sucedió, pero comenzó a desangranse formando charcos teñidos de carmín envenenado, de un carmín anhelado.
Estaba extasiado con los ojos entrecerrados, viendo mariposas negras escapando de su ombligo y estrellandose contra el techo, reía, reía olvidando el inmenso  dolor que tenía en su costado, demasiados pedazos incrustados en su ser, la vocecilla se acercaba, la escuchaba cerca de su nariz, ya habia perdido la fuerza para mantener los párpados abiertos a medias, solo sus oidos, el sonido que se escapaba de los labios de ella era suave, certero:- Hoy me regalas lo que perdí hace tiempo un corazón maltrecho, solo toque a tu puerta para que devolvieras algo de lo que te dieron-.