Era ya tarde, un viernes más en la historia de la humanidad, el frío cubría la calle como un manto de hielo, pesaba. Eramos pocos, a esa hora siempre eramos pocos, la mayoría nos conocíamos aunque nisiquiera nos saludabamos, pero hacíamos el recorrido todas las noches, quizás por eso fue que nos llamó la atensión ese muchacho.
Lo vi cuando venía desde la esquina y se acercaba mirando siempre hacia abajo, después comprendí que era sólo apariencia, en realidad nos miraba a cada uno de nosotros. Al pasar junto a mi noté que sus zapatillas eran caras y que olía a  marihuana, pensé que era un volado más.
Siguió su camino y yo el mío, estaba a punto de llegar a la esquina y doblar cuando sentí esa explocíon que me retumbó en todo el cuerpo, por instinto miré hacia atrás mientrs me agachaba. había movimientos en todos lados, todos se tiraban al suelo mientras el muchacho levantaba amenazante una pistola de la cual había salido el disparo. desee con toda el alma que no mirara hacia donde estaba yo, pero fue lo primero que hizo y me apuntó directamente; algo me inmovilizaba todo el  cuerpo, era miedo, un miedo terrible que no me dejaba pensar y que cambiaría mi vida por siempre, un miedo adquirido en ese momento, ganado.
Me seguía apuntando mientras caminaba lentamente acercándose a mi. Yo tiritaba y él parecía un loco. Sin hablar, sin gritar y sin demostrar nada continuaba acercándose y apuntandome directo al rostro.
-¿Qué quieres?- me atreví a preguntar sin gritar y los ojos de él brillaron mientras se sonreía.
-nada.-me espondió y siguió amenazante.
Alguien dijo algo, no entendí nada, pero él se dio media vuelta y con ira disparó dos veces, no hirió a nadie, después me vovió a mirar y se rió a carcajadas, dio otro disparo al aire y salió corriendo, se fue llevandose mi seguridad, se fue cambiando mi futuro pues el miedo que me dejó también se volvió un límite que antes yo no conocía.
No fui la única que lloré, pero fui la única que no dijo nada. Mientras escuchaba los rumores, las preguntas y los consejos comencé mi camino a casa, como queriendo creer que nada había sucedido. ¿Es que sucedió algo? Cada vez que me hago esta pregunta vuelvo a escuchar la voz irónica y amenazante de ese loco que me dice:
-nada.