AHORA ENTRO YO
Publicado en May 14, 2011
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Ahora entro yo. Salgan. No he abierto aún las venas de esta sangre, ni la boca de esta palabra ha sido desgajada de su primer sonido aún: sombra espesa, tiempo errante, piel suntuosa apretada a un árbol cual corona frutal ávida de profundas victorias subterráneas. ¿Serán estos ojos de Gorgona que me han brotado de las sienes hacia el borde de este rostro enjuto? ¿Serán sus destellos crepusculares sobre la ventana breve que eclipsa su propio anochecer los que se arrullan cual tórtola insomne entre el follaje sonoro? Hebras incrustadas, rítmicas cuerdas destiladas sobre pliegues virginales. Invocación. Imágenes incomprensibles en mágica danza desde una palma que inclina sus dedos cual capullo sagrado exprimiendo divinas mieses. Voces idas, incongruentes ya en esta hora vernacular de la palabra, gesto disecado sobre su propia huella antigua y olvidada para siempre. 2 Por siempre. Para siempre. Así es como queda cada cosa puesta sobre cada esquina del mundo: sumida en su inexorable crepúsculo, arrinconada contra su propia sombra, penitente y obtusa. ¿Quién desplegará las persianas caídas sobre la postrera oscuridad o vigilará los tenues linderos que el sueño traspasa inadvertido y risueño como en un amoroso juego eterno? ¿Fin del juego? ¿Eso es todo? Y luego la orla infernal de fuego negro ciñéndose a todo un poco, así, como un guiño postrero de adúltera antes que raye el alba y todo sea reposo y tiempo ido, consumido en su breve temblor de hembra herida por los años y las nieblas de los siglos. ¿Partir? ¿Volver? ¿Adónde? Ni siquiera el aquí depuesto cual letra caducada en inminente anhelo de lo pretérito ya nunca sido sabrá decir su por qué, ni su cómo, ni su cuándo. 3 Abro la boca, ya es tiempo, y emerjo desde la ostra sideral que se pliega fuera de sí misma. Esta era mi alma, al fin, toda ella desnudez, inaudita, tersa y fresca como la nuez antes de hundirse en la fosa sonora, pestilente, jugosa de las palabras. Pongan el bozal a esta loba hambrienta, abierta hacia la sed insondable de un ardor silente. ¿Debo tocar mis labios con dos largos dedos pálidos y lamer mi propio veneno refluyendo en su llameante cuerpo? Ahora vean. Ahora sientan. Toquen. Miren. Frondosos y abismales senderos serpentean bajo la prudente faz de lo que se ignora.
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Juana de Arco :)
Bello e impactante trabajo, con su permiso y sin dudar lo pongo en favoritos.
Saludos
Rita