Mooncry Valley. (Valle del lamento de la luna)
Publicado en May 20, 2011
Valle de noche eterna, escondido por el tiempo en cuyo caer, andar y correr de las aguas, se escuchan las melodías mas bellas y dolorosas que un oído haya percibido jamás, como una orquesta de violines acompañada por el oboe de las brisas y el órgano de las ráfagas. Las voces de los animales completaban en una ópera de inmensa tristeza que se fundían en uno con un paisaje de enormes Sakura* llorones, resplandecientes, que se turnan para liberar sus pétalos bajo la luz de la siempre llena luna, insinuando sus lágrimas, siempre presentes. El llamado de sus hijos resuena en el silencio como los bellos aullidos de los antiguos lobos.
En el centro del valle, se alza una construcción milenaria, que a lo lejos se confunde con una más de las montañas que rodean el lugar y que pasa desapercibida a la vista descuidada de los hombres. Esta magnífica construcción, quizás construida en homenaje a algún dios, tiene su entrada bloqueada por un inmenso y amenazante Dragón de piedra, impidiendo el paso hacia el interior. Este dragón que se alza con sus alas desplegadas, se encuentra acompañado de dos estatuas de hombres. El primero, es un hombre, sentado en su frente, de sonrisa burlona y ojos pacíficos, en actitud de estar cabalgando, ya que sostiene en sus manos unas riendas dirigidas hacia el otro, que se encuentra frente del dragón. El segundo, es la piedra angular de toda la construcción. Este, escapa desde la parte visible del pecho del Dragón, como emergiendo desde su corazón y solo uniéndose por la espalda de la estatua. Unido por su columna vertebral, que se entrelaza y funde con el cuerpo del Dragón, uniéndolos en la eternidad de la piedra que los contiene. El suelo, como intentando mantener al hombre en su lugar, se une a él hasta la altura de su cadera. Si nos acercamos a contemplar sus detalles, se puede observar que porta un casco que cubre hasta sus ojos, con expresión de grito eternizado en la piedra, un grito que desgarraría si tuviera voz, y que intenta un escape que no ha de lograr, pues sus brazos, cual alas de granito, se despliegan formando una gran jaula, escondiendo, celosamente, un pasado de tinieblas. A unos metros, de la construcción y las estatuas descriptas, la escena es observada por un ángel de plata sentado, con sus alas cerradas y sus ojos cansados, que junto con otros siete ángeles de oro, con las alas extendidas y ojos bien atentos a cada rincón del valle, forman un círculo. Hacia el norte, las ruinas de una ciudad son cubiertas por una gran cantidad de plantas. Grandes estructuras de hierro, como esqueletos de un edificio, se yerguen intentando alcanzar el cielo, algunos, maltratados por las eras, cesaron a los caprichos de las mismas. De los pocos edificios que preservan su forma se encuentra uno de los más tenebrosos, aquel en cuyo interior, y bajo su cielo derrumbado, conserva vestigio de largos bancos de piedra caliza iluminada por la luz de la luna que, uno frente a otro, miran hacia lo que alguna vez fue una pared. La única pared en pié, de viejos ladrillos ahogados por las enredaderas, muestra las ruinas de lo que habría sido un enorme vitral. Pocos vestigios quedan, del pueblo que alguna vez allí habitó. El tiempo y la madre tierra no supieron perdonar, el juego que los humanos con la ciencia quisieron jugar. *Sakura: Es el nombre que se le da a los árboles de cerezo en Japón.
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Thiare
Saludos
Juana de Arco :)
Que la imaginación que demostrás en este texto no se pierda y que nos deleite de ahora en más.
Abrazo
Rita