Testigo Zorzal
Publicado en May 25, 2011
Se distinguían desde lejos, dos siluetas contrastando en un cielo crepuscular. Caminaban el uno hacia el otro, por un sendero, a su encuentro. En un árbol de bastas ramas desnudas culminaron unificando el camino, dando los últimos pasos antes de detenerse, sobre un suelo de tierra ferrosa, alfombrado de hojas secas. En aquel prado donde las violetas flores silvestres danzaban a ritmo de la brisa (dando color al paisaje), estaban ellos, erguidos, de pié, el uno frente al otro, él frente a ella.
Él observaba fascinado su cara iluminada por un as de luz el cual el retroceso de una rama dejaba al descubierto, bailando también al ritmo del soplar. Aturdido de tanta claridad, hipnotizado por la exacta silueta, tal como esa imagen interna (que solo él posee). Sin permitir ni siquiera una palabra, tomó coraje, un corto suspiro, y posó sus labios sobre los de su amiga, que aún conservaban sabor a frambuesa y el singular perfume de sencilla mujer. Cerraron los ojos y se dejaron transportar por el canto de un zorzal posado en la rama más alta, quién estaba decidido a no dar lugar a que el silencio los despertara de esa ilusión de un mundo detenido, inmóvil. Concluía el beso mientras él retiraba lentamente la cabeza restregando los ojos, a su vez ella le apretaba con dulzura la mano y separaba con esfuerzo los labios que no lo querían abandonar. Fijó la vista en ella toda y apretó con fuerza los párpados hasta ver manchas luminosas tratando despertar. Pero ella, es de aquellos sueños, que dormido no se sueñan.
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Daniel Florentino Lpez
Aunque coincido con Emme sobre
trabajar en algunos detalles
Es tu primera prosa publicada
verdaderamente prometedor
Un abrazo
Daniel
Alexis
Emme
No entiendo lo siguiente : "Pero ella, es de esos sueños que dormido no se sueñan." ¿pero ella es de esos sueños?... ¿ella es un sueño o tiene un sueño? hay que reformular ese final.
Saludos, Emme.
Alexis